sábado, 8 de diciembre de 2018

HOMENAJE A LOS 12 DESAPARECIDOS DE LA SANTA CRUZ Por Mariano Pedrosa


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Homenaje a los 12 desaparecidos de la Santa Cruz






Se cumplen 41 años de la desaparición de los militantes y familiares de desaparecidos que se reunían en la sede de la iglesia. Los doce secuestrados fueron víctimas de los vuelos de la muerte.






Por Mariano Pedrosa - @Pedrosa_mariano





La iglesia de la Santa Cruz del barrio de San Cristóbal es un sitio emblemático del terrorismo de Estado y sus acciones más siniestras, pero también de la Memoria y la lucha por los Derechos Humanos. Allí es donde se convocaban familiares de desaparecidos por la última dictadura para coordinar acciones, y es también allí donde comenzó un feroz operativo que arrancó el jueves 8 de diciembre de 1977 y culminó dos días después con el secuestro de la Madre fundadora Azucena Villaflor y las religiosas francesas Léonie Duquet y Alice Domon.

Como todos los 8 de diciembre, los vecinos del barrio, familiares de “los 12 de la Santa Cruz”, miembros de esa parroquia y organismos de Derechos Humanos realizan este sábado un homenaje en memoria de sus compañeros y, a través de ellos, a todos los detenidos desaparecidos de la dictadura.

En un jardín lateral de la parroquia se encuentran enterradas las Madres Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco, así como la religiosa Léonie Duquet y la activista Ángela Auad. El homenaje por la Memoria, Verdad y Justicia por estos luchadores de los Derechos Humanos, que fueron víctimas de uno de las acciones más simbólicas de la última dictadura, se realiza a las 17:30 en el Solar de la Memoria (Estados Unidos y Urquiza). Este año contará con la participación de varios artistas y, “porque nada grande se puede hacer con tristeza”, habrá un cierre a cargo de La Delio Valdéz.

La pieza clave de ese operativo fue el represor Alfredo Astiz, quien se había infiltrado en la naciente organización de Derechos Humanos bajo la falsa identidad de Gustavo Niño. Alegando ser hermano de un desaparecido, comenzó a participar de las reuniones que se llevaban a cabo en el lugar. Ese jueves tenían programado recolectar el dinero para publicar una solicitada con los nombres de los desaparecidos, pero al salir del templo los esperaba el grupo de tareas 332. Su objetivo era secuestrar a las personas previamente señaladas por el “Ángel rubio”. Vestidos de civil, se presentaron como policías y se llevaron a ocho personas: la religiosa francesa Alice Domon, Angela Aguad, María Esther Ballestrino de Careaga, Raquel Bullit, Eduardo Gabriel Horane, José Julio Fondevilla, Patricia Cristina Oviedo, María Eugenia Ponce de Bianco y Horacio Aníbal Elbert. Más tarde secuestraron a Remo Carlos Berardo y Julio Fondovila y Horacio Elbert.


Para el sábado 10, la patota liderada por el represor Jorge “Tigre” Acosta, quien por ese tiempo también se hacía llamar “el dedo de Dios”, completó la tarea, pero también ese misma fecha, que se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos, aparecía publicada la solicitada en el diario La Nación.

La cacería organizada por la Armada argentina culminó esa etapa trasladando a los militantes de Derechos Humanos al centro clandestino que funcionaba en la ESMA. Allí fueron torturados entre diez y quince días y luego de que se les aplicara pentotal, los arrojaron vivos al mar en los conocidos vuelos de la muerte.

La historia sin embargo continuó el 20 de diciembre de ese año, cuando la marea comenzó a arrastrar algunos cuerpos a la costa de las ciudades de Santa Teresita y Mar del Tuyú, cinco de ellos fueron sepultados como NN en el cementerio de General Lavalle, en la provincia de Buenos Aires. Recién en 2005, el Equipo de Antropología Forense identificó cinco de esos cuerpos, pertenecían a las religiosas francesas y a tres de las Madres. 

“Todas por todas y todos son nuestros hijos” fue la consigna lanzada por Azucena Villaflor al comenzar las rondas a la Pirámide de Mayo en 1977, la que se convirtió en una de las fuerzas más potentes contra el plan de exterminio planeado por la dictadura. Aquella proclama inicial marcó el espíritu de la lucha, según Nora Cortiñas, “sin esta filosofía que que dice que nuestra lucha no es individual, sino colectiva y que planteó Azucena, hubiese sido muy difícil afrontar tantas adversidades”.

Algo de justicia llegó con la Megacausa ESMA, que llevó a cabo el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 5 de la Ciudad de Buenos Aires, que dictó sentencia sobre varios de los responsables de estos crímenes de lesa humanidad.



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