Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
María dijo entonces:
María dijo entonces:
Proclama mi alma la
grandeza del Señor,
se
alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde
ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque
el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega
a sus fieles
de generación en
generación.
Él
hace proezas con su brazo:
dispersa
a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los
poderosos
y enaltece a los
humildes,
a los hambrientos los
colma de bienes
y a los ricos los despide
vacíos.
Auxilia
a Israel, su siervo,
acordándose
de la misericordia
-como lo había prometido
a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su
descendencia por siempre.
Lucas 1, 39-55