miércoles, 15 de febrero de 2017

TRUMP VIOLA LA PRIMERA VIRTUD DE LA SOCIEDAD MUNDIAL Por Leonardo Boff



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Trump muestra orden para construir muro fronterizo con México.


Trump viola la primera virtud de la sociedad mundial


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 Por Leonardo Boff
                                                                                                        









Estados Unidos se ha distinguido siempre por ser un país extremamente hospitalario, pues, con excepción de los pueblos originarios, los indígenas, prácticamente toda la población está compuesta por inmigrantes. Es lo mismo que Brasil adonde vinieron representantes de 60 pueblos diferentes.

El espíritu democrático y el respeto a las diferencias religiosas están consignados en la constitución. Ahora surge un presidente, Donald Trump, que rompe una larga tradición norteamericana: el respeto a las diferencias religiosas, rechazando a la población musulmana, especialmente a la venida de Siria, y la tradicional hospitalidad a todo o tipo de gente que acudía y acude a ese país.

El filósofo Immanuel Kant (+1804) en su último escrito “La paz perpetua” proponía la república mundial (Weltrepublik) basada fundamentalmente en dos principios: la hospitalidad y el respeto a los derechos humanos.

Para él la hospitalidad (usa la expresión latina “die Hospitalität”) es la primera virtud de esta república mundial, porque «todos los humanos están sobre la Tierra y todos, sin excepción, tienen derecho a estar en ella y visitar sus lugares y pueblos; la Tierra pertenece comunitariamente a todos». La hospitalidad es un derecho y un deber de todos.

El segundo principio lo constituyen los derechos humanos que Kant considera «la niña de los ojos de Dios» o «lo más sagrado que Dios puso en la Tierra». Respetarlos hace nacer una comunidad de paz y de seguridad que pone un fin definitivo «a la infame beligerancia».

Pues bien, esta hospitalidad está siendo negada en Europa a miles de refugiados, que escapan de las guerras apoyadas por los occidentales. Esta misma hospitalidad es explicita y conscientemente rechazada por Donald Trump para miles e incluso millones de extranjeros y trabajadores ilegales.

En este contexto vale recordar uno de los mitos más bellos de la cultura griega, la hospitalidad ofrecida por un matrimonio anciano – Filemón y Baucis – a dos divinidades: Júpiter, el dios supremo y su acompañante el dios Hermes.

Cuenta el mito que Júpiter y Hermes se disfrazaron de andariegos miserables para probar cuánta hospitalidad quedaba en la Tierra. En los lugares por los que pasaban eran rechazados por todos.

Pero un atardecer, muertos de hambre y de cansancio, fueron calurosamente acogidos por esta pareja de viejitos que les lavaron los pies, les ofrecieron comida y su cama para dormir. Tales gestos de hospitalidad conmovieron a los dioses.

Cuando se estaban preparando para reposar, quitándose sus harapos, decidieron revelar su verdadera naturaleza divina. En un abrir y cerrar de ojos transformaron la mísera choza en un espléndido templo. Espantados, los buenos viejitos se postraron hasta el suelo en reverencia.

Las divinidades les dijeron que hiciesen una petición que sería prontamente atendida. Como si lo hubiesen acordado previamente, Filemón y Baucis dijeron que querían continuar en el templo recibiendo a los peregrinos y que al final de la vida, los dos, después de tan largo amor, pudiesen morir juntos.

Y fueron atendidos. Un día, cuando estaban sentados en el atrio, esperando a los peregrinos, de repente Filemon vio que el cuerpo de Baucis se revestía de follaje florecido y que el cuerpo de Filemón también se cubría de hojas verdes.

Apenas pudieron decirse adiós uno a otro. Filemón fue transformado en un enorme carvallo y Baucis en un frondoso tilo. Las copas y las ramas se entrelazaron en lo alto. Y así abrazados quedaron unidos para siempre. Los viejos de aquella región, hoy en el norte de Turquía, repiten siempre la lección: quien hospeda a forasteros, hospeda a Dios.

La hospitalidad es un test para ver cuánto humanismo, compasión y solidaridad existen en una sociedad. Detrás de cada refugiado para Europa y de cada inmigrante para USA hay un océano de sufrimiento y de angustia y también de esperanza de días mejores. El rechazo es particularmente humillante, pues les da la impresión de que no valen nada, de que ni siquiera son considerados humanos.

Los refugiados van a Europa porque los europeos estuvieron antes durante dos siglos en sus países, asumiendo el poder, imponiéndoles costumbres diferentes y explotando sus riquezas. Ahora que están tan necesitados, son simplemente rechazados.

Vale la pena rescatar el valor y la urgencia de la hospitalidad, presente como algo sagrado en todas las culturas humanas. Tenemos que reinventarnos como seres hospitalarios para estar a la altura de los millones de refugiados e inmigrantes en el mundo entero. 









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martes, 7 de febrero de 2017

"NO VINE A SER SERVIDO, SINO A SERVIR"


“Sabéis que los jefes de las naciones gobiernan imperiosamente y que los grandes mandan autoritariamente. No ha de ser así entre vosotros. Antes al contrario: quien quisiere llegar a ser grande, será vuestro servidor y quien quisiere ser el primero será esclavo del resto. Igual que yo no vine a ser servido, sino a servir hasta la entrega de la vida para liberación de muchos” (Mt 20,25-28).





LA "IN-AUTORIDAD" DE LA IGLESIA DE JESÚS Por José Mª Rivas Conde




La “in-autoridad” de la Iglesia de Jesús



Publicado: 6 febrero, 2017 en REFLEXIONES


eclesalia@eclesalia.net

LA “IN-AUTORIDAD” DE LA IGLESIA DE JESÚS
JOSÉ Mª RIVAS CONDE, CORIMAYO@telefonica.net
MADRID.





ECLESALIA, 06/02/17.- Con “acracia” y con “in-autoridad” significo la “incapacidad de dictar leyes con sanción”. Es lo contrario de la autoridad que aquí, de cara a lo práctico, reduzco a la “capacidad para crear esas leyes”. En los Estados esta capacidad va asociada a “poder” con el que lograr –incluso coactivamente si fuere preciso– la aceptación de la persona que la encarna y el cumplimiento de las leyes o, en su caso, el de la sanción vinculada a su transgresión. Pero la autoridad y ese “poder” no son lo mismo. Porque se da “poder” sin autoridad y autoridad sin “poder”. Prueba de lo primero son los mártires que sufrieron coacción, en materias y cuestiones por completo ajenas a las competencias de quienes se la infligieron. Prueba de lo segundo son los violadores de preceptos legítimos que escapan impunes de la ley.

La sanción vinculada a las leyes puede ser, especulativamente hablando, temporal o eterna. Pero siempre es falsa e ineficaz la vinculación a la eterna establecida en el curso del tiempo. En los sujetos temporales, la falta de capacidad para vincular preceptos a la sanción eterna no es una posibilidad; sino carencia absolutamente exigida y universal. De suerte que intentar establecerla es tan huero e inoperante, aunque nosotros creamos lo contrario, como lo sería la vinculación o la apelación a cualquier recurso, capacidad o fuerza de la que es en absoluto imposible disponer. Como cuando a los de mi edad nos amenazaban de pequeños con el “Coco”: por más que uno sucumbiera a su confiada credulidad infantil y temiera hasta el pavor, era obviamente imposible que el Coco llegara en ningún caso. Tampoco puede llegar el infierno nunca, por incumplir preceptos temporales. Ni aunque uno se tenga creído lo contrario como dogma. No ya porque el infierno no exista ―como defienden algunos―; sino porque no hay absolutamente nadie que pueda unir la sanción eterna a precepto de índole temporal, como es la de todos los promulgados por hombres.

Esta universal “in-autoridad” o “acracia” respecto de la vinculación de la sanción eterna a preceptos, leyes o normas temporales, corona o fluye de mi escrito “Hacia la herencia inagotable” (ECLESALIA, 27/04/16). Nadie hay, en efecto, que pueda decretar ni imponer, como exigencia condicionante de la salvación eterna, mandamientos que sean abolibles. Porque, producida la abolición devendría temporal la pena que de por sí es eterna (Mt 25,41); que se considera eterna en la propia disposición luego abolida; y que suponen eterna hasta los mismos que niegan que haya infierno. De ser posible esa vinculación, se daría una pena en la que por su propia esencia no cabría esperanza ninguna de verse libre de ella jamás y en la que, a la vez, anidaría la confianza de que un día llegue el legislador que derogue el precepto que la estableció. Como tantas veces ha sucedido desde Pío XII. Ya dije que el derribo de la norma arrastra consigo el de la pena impuesta por su incumplimiento, al dejar éste de merecerla.

Es más: ni parece, como también dije, que pueda ligarse la herencia imperecedera a ninguna realidad con principio en el tiempo, al no poder la temporalidad dar lo que no tiene y granar eternidad. Así sucede, por ejemplo, con las leyes llamadas naturales y con los dogmas de fe definidos a lo largo de la historia. No es que éstos sean necesariamente falsos; sino que el profesarlos no puede decidir nuestra salvación. Además de impedirlo lo de haber empezado a urgir en el tiempo, lo excluye la independencia absoluta, propia del Ser supremo que es nuestro Dios, de todo lo extrínseco a Él y variable. Como la época histórica en que haya tocado vivir, o el número de dogmas ya definidos en ella. O –dicho sea de paso– el lugar geográfico en que se habite, el rito al que se pertenezca…, etc.

Esta “acracia trascendente” de que trato, antecede y está por encima de absolutamente todos. Porque ni Dios es capaz de superarla. Simplemente por no serlo nunca de contradecirse a sí mismo, ni de realizar el absurdo. Me refiero, como es obvio, al absurdo ese de una sanción que tendría por fuerza que ser al mismo tiempo de naturaleza eterna y temporal. Y hablo de nuestro Dios, infinitamente justo y Amor. Incapaz de sancionar sin haber ya motivo para ello. Por eso la “acracia” respecto de la vida eterna es a priori inherente a cualquier sujeto creado y temporal, sea persona física o jurídica, sin que pueda exceptuarse de ella ni a la propia Iglesia de Jesús. Ni en ésta, ni en ninguna otra sociedad, pueden aparecer enviados de Dios con autoridad para penar con sanción eterna leyes o preceptos temporales. Es decir, mensajeros suyos dotados de poder para realizar en su nombre lo que ni Él puede hacer: tanto ese absurdo ni otro, como esa sinrazón ni otra; como esa impiedad ni otra; como ese desamor ni otro, sea sádico o no.

Contrariamente a lo que sucede en relación a la sanción eterna, no parece impropio de las agrupaciones sociales de este mundo, tener autoridad y “poder” respecto de “sanciones temporales”. Que una sociedad no sea como pieza de otras respecto del bien pretendido, es lo que fundamenta su independencia, y ésta a su vez motiva su calificación de perfecta. Pero que una sociedad perfecta goce de independencia total de las demás, no implica que ella misma tenga que tener autoridad. Sino sólo que ninguna otra la tiene en lo que es de ella, aunque sí tenga que “dar al César lo que es del César”.

Puede entonces afirmarse que la Iglesia de Jesús es sociedad perfecta, ya que goza de esa plenitud de independencia en lo suyo; y que no deja de serlo por no poseer autoridad ninguna en relación a sí misma, ni a ninguna otra sociedad. Tampoco por carecer de “poder” con el que amparar a su líder y lograr la aceptación de su enseñanza, que parece debiera limitarse a dar testimonio de Jesús (Hch 1,8), “el Verbo –el Amor– hecho carne, rebosante de liberalidad y de verdad” (Jn 1,14), y fuente de liberación (Jn 8,31-32) y de vida (10,10). Como hizo Pedro con el centurión Cornelio (Hch 10,34-43). Esto todo es lo que al final de cuentas sostengo, pese a conocer lo sucedido a lo largo de los siglos y los extremos en contra, incluso demenciales para muchos de nosotros, en que varias iglesias incurrieron en la idea de ser lo propio. Lo sostengo por pura lógica y, sobre todo, por evidenciárseme lo único compatible con la palabra de Jesús sobre la naturaleza de su Iglesia. De modo palmario en su respuesta a la pregunta de Pilato sobre su condición de rey.

El alcance de la misma tal vez se nos abrillante a nosotros, si tenemos presente que Jesús la dio muy poco después de haberse opuesto a ser defendido con la espada, cuando fueron a apresarle (Jn 18,10-11). No parece probable que Pilato estuviera al tanto del detalle. La sola respuesta tuvo que bastarle para llegar a la seguridad de su «Yo no hallo en él delito alguno» (Jn 18,38). Se refería a los aducidos en la acusación inicial. En resumen los propios de un amotinador común (Lc 23,2). Incorporo la respuesta de Jesús excediendo su literalidad, con el fin de puntualizar cómo a mi parecer tuvo que entenderla Pilato para conseguir esa seguridad: “Mi reino no es como los de este mundo. De serlo, mis seguidores habrían luchado para que yo no cayera en manos de las autoridades judías. Mi reino por tanto no es como los de aquí […] Yo nací y vine a este mundo precisamente a dar testimonio de la verdad, no a imponerla. De modo que quien es de la verdad acoge mi palabra por sí sólo, sin obligarle a la fuerza”.

Esa respuesta a Pilato recuerda la enseñanza a los apóstoles, cuando el enojo de los diez restantes al enterarse que la madre de los Zebedeo había intentado conseguir para sus hijos los dos primeros puestos del Reino de Jesús (Mt 20,25). La diversidad entre éste y los del mundo la da esa enseñanza marcando la diferencia entre ambos en lo que concierne a su actitud respecto de los demás y a su mecánica: en los de aquí abajo, imposición dominadora y fuerza sojuzgante; en el de Jesús, amor y servicio liberadores hasta el supremo de la entrega de la vida propia (Jn 15,13): “Sabéis que los jefes de las naciones gobiernan imperiosamente y que los grandes mandan autoritariamente. No ha de ser así entre vosotros. Antes al contrario: quien quisiere llegar a ser grande, será vuestro servidor y quien quisiere ser el primero será esclavo del resto. Igual que yo no vine a ser servido, sino a servir hasta la entrega de la vida para liberación de muchos” (Mt 20,25-28).

La discordancia “vine a dar testimonio de la verdad / vine a servir”, la diluye el propio proceder de Jesús. Por él su testimonio se manifiesta servicio a los demás. Porque él nos transmite la verdad liberadora de preceptos esclavizantes (Jn 8,32)… ¡hasta a simplezas! (Col 2). Preceptos que apartan del aluvión de vida que pretendió tuviéramos (Jn 10,10). Preceptos propios de las religiones que, como las sociedades de la tierra, se aúpan sobre el poder. Y también es por su proceder, por el que su servicio hasta la entrega de la vida se exhibe, a su vez, testimonio de la verdad: nos la manifestó jugándose la vida, por oponerse y desenmascarar a quienes, siendo “de este mundo, matan al que no lo es, sino que es del de arriba. Matan al que cambia sus palabras y su mecánica de autoritarismo sojuzgante, con las del amor y el servicio libertadores (Mt 7,12; 22,37-40; etc.). Éstas les son tan incomprensibles e inasumibles, que ni oírlas pueden, y eliminan a quien las pronuncia y las vive” (Jn 8,23+37).

Propio, entonces, y diferenciante de la Iglesia de Jesús respecto de las demás sociedades que pueblan la tierra es la “in-autoridad” con su aura: falta de “poder” para proteger al líder y para forzar a nadie; incompatibilidad con la represalia (Lc 9,55), ni incluso ante el “abandono de muchos” (Jn 6,67); comedimiento en la queja –«¿También vosotros queréis marcharos?» (Jn 6,68)–; eficacia expansiva en el simple testimonio de Jesús “con el denuedo y la firmeza del Espíritu recibido” (Hch 1,8); cohesión interna en el amor mutuo y el servicio recíproco, sementera ambos de liberación encumbradora (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).



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sábado, 24 de diciembre de 2016

NAVIDAD EN TIEMPO DE HERODES Por Leonardo Boff


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Navidad en tiempo de Herodes




La Navidad de este año será diferente de otras navidades. Generalmente es la fiesta de confraternización de las familias. Para los cristianos es la celebración del divino Niño que vino para asumir nuestra humanidad y a hacerla mejor.


En el contexto actual, sin embargo, en su lugar asomó la terrible figura de Herodes el Grande (73 a.C. – 4 a.C.) ligado a la matanza de inocentes. Celoso de su poder, oyó que había nacido en su reino, Judea, un niño-rey. Y ordenó degollar a todos los niños menores de dos años. Entonces se oyó una de las palabras más dolientes de toda la Biblia: “En Ramá se oyó una voz, gemidos y mucho llanto: es Raquel, que llora a sus hijos, y no quiere ser consolada, porque ya no existen” (Mt 2,18).

Esta historia del asesinato de inocentes continúa de otra forma. Las políticas ultracapitalistas impuestas por el gobierno actual, quitando derechos, disminuyendo salarios, cortando beneficios sociales como salud, educación, seguridad, pensiones, y congelando 20 años las posibilidades de desarrollo tienen como consecuencia una perversa y lenta matanza de inocentes de la gran mayoría pobre de nuestro país.

A los legisladores no les son desconocidas las consecuencias letales derivadas de la decisión de considerar más importante el mercado que las personas. Dentro de pocos años tendremos una clase de super-ricos (hoy son 1.440 según el IPEA, por lo tanto el 0,05% de la población), una clase media con miedo a perder su estatus y millones de pobres y parias que de la pobreza pasaron a la miseria. Esta significa hambre en los niños, que mueren por desnutrición y enfermedades totalmente evitables, personas mayores que no consiguen sus remedios ni acceso a la sanidad pública, condenados a morir antes de tiempo. Esta matanza tiene responsables: buena parte de los legisladores actuales de la llamada “PEC de la muerte” no pueden eximirse de la culpa de ser los actuales Herodes del pueblo brasilero.

Las élites del dinero y de los privilegios consiguieron volver. Apoyados por parlamentarios corruptos, de espaldas al pueblo y sordos al clamor de la calle, mediante una coalición de fuerzas formada por jueces justicieros, el Ministerio Publico, la Policía Militar y parte del Judicial y de los medios de comunicación corporativa y reaccionaria, no sin el respaldo de la potencia imperial interesada en nuestras riquezas, forjaron la dimisión de la presidenta Rousseff. El motor real del golpe es el capital financiero, los bancos y los rentistas (no afectados por las políticas de ajustes fiscales).

Con razón denuncia el científico político Jessé Souza: Brasil es el palco de una disputa entre dos proyectos: el sueño de un país grande y pujante para la mayoría y la realidad de una élite de rapiña que quiere drenar el trabajo de todos y saquear las riquezas del país para el bolsillo de media docena. La élite del dinero manda, por el simple hecho de poder “comprar” a todas las otras élites (FSP 16/4/2016).

La tristeza es constatar que todo este proceso de expoliación es consecuencia de la antigua política de conciliación de los dueños del dinero entre sí y con los gobiernos, que viene desde el tiempo de la Colonia y de la Independencia. Lula-Dilma no consiguieron o no supieron superar el arte sagaz de esta minoría gobernante que, con el pretexto de la gobernabilidad busca la conciliación entre sí y con los gobernantes, concediendo algunos beneficios a pueblo al precio de mantener intocada la naturaleza de su proceso de acumulación de riqueza a altísimos niveles.

El historiador Jose Honorio Rodrigues, que estudió a fondo a conciliación de clase siempre de espaldas al pueblo, dice con razón: el liderazgo nacional, en sus sucesivas generaciones, fue siempre reformista, elitista y personalista… El arte de robar es noble y antiguo, practicado por esas minorías y no por el pueblo. El pueblo no roba, es robado… El pueblo es cordial, la oligarquía es cruel y sin piedad…; el gran éxito de la historia de Brasil es su pueblo y la gran decepción son sus dirigentes (Conciliação e Reforma no Brasil, 1965. pp. 114-119).

Estamos viviendo una repetición de esta maléfica tradición, de la cual nunca nos liberaremos sin el fortalecimiento de un anti-poder, venido de abajo, capaz de derribar esta élite perversa e instaurar otro tipo de Estado, con otro tipo de política republicana, donde el bien común se sobrepone al bien particular y corporativo.

La Navidad de este año es una Navidad bajo el signo de Herodes. No obstante, creemos que el divino Niño es el Mesías liberador y la Estrella es generosa para mostrarnos mejores caminos. 







lunes, 12 de diciembre de 2016

EL ADVIENTO HOY Por Gabriel Mª Otalora (eclesalia.net)


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El adviento hoy



Publicado: 9 diciembre, 2016 en DENUNCIA / ANUNCIO




EL ADVIENTO HOY
GABRIEL Mª OTALORA, gabriel.otalora@outlook.com
BILBAO (VIZCAYA).



ECLESALIA, 09/12/16.- El término “Adviento” viene del latín adventus, que significa venida, un tiempo de preparación espiritual y celebración del nacimiento del Niño Dios. Su duración incluye a los cuatro domingos más próximos a la liturgia de la Navidad (la Natividad), aunque en el caso de la iglesia Ortodoxa llega hasta los 40 días, desde el 28 de noviembre hasta el 6 de enero. Lo que debería ser un tiempo para los cristianos de hacer sitio a la Palabra, es la época del año en la que respondemos mejor al bombardeo por tierra, mar y aire de la publicidad para gastar y comprarlo todo.

Esta grave inconsecuencia adquiere unos tintes muy poco festivos cuando reflexionamos el Adviento al calor del principal mandamiento de amar a Dios sobre todo y al prójimo como a nosotros mismos. En nuestro tiempo, el Aviento litúrgico está inseparablemente unido al adviento de los millones de refugiados que vienen a nosotros, y los suyos, sus hermanos en el Señor, nosotros, no les recibimos. Mansamente nos vamos olvidando del drama que tenemos ahí, en la puerta de una Europa capaz de decidir en un santiamén el incremento de las partidas de defensa militar de los 25 millones de euros previstos en 2017 a los 90 millones previstos en 2020.


Aunque me parece más bochornoso todavía la manera de incentivar el gasto en defensa de los Estados europeos en proyectos de equipamiento común, que sigue siendo todavía una adhesión voluntaria. El argumento para convencer a los gobiernos estriba en que este gasto militar en misiones comunes quedará exento en la contabilización del déficit dentro del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Ya en los últimos años han dejado fuera del cómputo las ayudas a los bancos con dinero público.


Lo que hace falta, en mi opinión, es que desperecemos la indiferencia y recuperemos, si no al mejor Jesús, al menos a Stéphane Hessel y su proclama ética Indignaos para que se escuchen quejas en forma de denuncia profética y que los gobernantes de los países que consienten estas cosas se encuentren incómodos porque ya no sería Podemos -o no solo- quien estaría detrás sino gentes de las consideradas políticamente correctas. Quejas de los presidentes de las conferencias episcopales europeas, de los cardenales de la curia, que siempre están a otras cosas, de las confederaciones de religiosos de toda Europa, de las iglesias evangelistas y ortodoxas, de los consagrados y laicos, de todas las personas de buen corazón aunque no se sientan religiosas, de los respectivos Defensores del Pueblo, políticos, asociaciones… para dignificar el adviento de los han huido por la guerra y se les hurta el derecho internacional de refugiado de guerra.

Necesitamos recordar el poema del P. Martin Neimöller con el que denunciaba la cobardía de los intelectuales alemanes ante los nazis, aquel que decía: “Cuando vinieron a buscar a los comunistas, yo no dije nada porque no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera alzar la voz para protestar”.


El materialismo consumista ha logrado una fiesta navideña que envuelve en papel cuché al becerro de oro bajo la marca “Niño Jesús”. Es lo absurdo de la fiesta (etimológicamente, absurdo viene de “sordo de oído”). Esta es una parte de la verdad, aunque duela, la de las conciencias adormecidas. El contrapunto es la denuncia profética que existe, aunque minoritaria ante el drama de los refugiados -le incluyo a Francisco-, y las familias y comunidades de cristianos anónimos que optaron por vivir este tiempo de acogida con el corazón abierto al Misterio de la Navidad. No son noticia pública, pero son la verdadera noticia pascual del Adviento y el ejemplo vivo de que Dios se manifiesta en nosotros. Pero necesita de más voces para reivindicar su Adviento. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).



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domingo, 11 de diciembre de 2016

LOS CURAS A FAVOR DE LA EMERGENCIA SOCIAL Por Washington Uranga


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(Foto: Pablo Piovano)

Los curas a favor de la emergencia social

Con el argumento sencillo y directo de que puede ayudar “para que mucha gente llegue a fin de mes”, un amplio grupo de sacerdotes activos en villas de emergencia apoyan la legislación especial.



Por Washington Uranga



Un grupo de sacerdotes católicos que trabajan en villas de emergencia de la Capital y la provincia de Buenos Aires, emitieron un documento en el que llaman a apoyar la llamada “ley de emergencia social”. Es porque “puede ser una buena medida, entre otras, para que mucha gente llegue a fin de mes” y “para tomar dimensión de que no se pueden perder más puestos de trabajo”. Señalan también que “la paz social es fruto de vivir bien y esto no se da sin justicia y sin respeto por la dignidad de cada persona”.

El texto, titulado “La ley de emergencia social una oportunidad de inclusión” lleva la firma de una treintena de curas entre los cuales se cuentan José María Paola, Gustavo Carrara, Lorenzo de Vedia, Eduardo Casabal, Basilicio Britez, Eduardo Gonzalez y Mario Romanín, y comienza recordando que “en 1974 la Argentina tenía cuatro por ciento de pobreza y hoy tiene un treinta y dos”, lo que pone en evidencia que “esta emergencia social que vivimos no es la consecuencia de un desastre natural” y que “hay que trabajar entonces sobre las condiciones que la produjeron”.

Los curas villeros destacan también que “el proceso que ha llevado a proponer la ley es muy valioso porque visibiliza al pueblo pobre trabajador”, es decir, a “los trabajadores y trabajadoras que luchan diariamente por sobrevivir y lo hacen en el marco de la economía popular”.

Dicen los sacerdotes católicos que “es necesario que los dirigentes de todo tipo escuchen el corazón del pueblo” porque “lo que hace que un pueblo sea un pueblo son sus aspiraciones comunes, el proyecto común que lo pone en marcha”. Sostienen también que “el corazón del pueblo late en los pobres y pequeños, porque en sus anhelos más profundos siempre apuntan a lo esencial”.

Afirman los religiosos que “nuestra sociedad nunca podrá ser feliz si tenemos un 32 por ciento de pobreza y un seis de indigencia”, sin perder de vista que “detrás de las estadísticas hay rostros concretos e historias muy dolorosas” que “duelen hoy y dolieron siempre, no simplemente cuando los números los registran y los hacen visibles”.

Pero también debe tenerse en cuenta, señalan, que “tampoco es un criterio absoluto la capacidad que tengan los más pobres de llenar una plaza para hacerse ver” porque, a modo de ejemplo, “basta pensar en los miles de chicos y chicas que consumen paco, que difícilmente puedan organizarse para reclamar por sus derechos”.

En su texto los curas católicos observan que el templo de San Cayetano y la devoción popular en torno al santo se transforma en un “lugar de escucha”. Y se preguntan “¿qué valores se juegan en ese pedido de Paz, Pan y Trabajo?”. Dicen los sacerdotes que “detrás del pedido por el pan hay un pedido de justicia. No es posible que alguien pase hambre en la Argentina, una tierra bendita de pan. Sin embargo son muchos los que no pueden amasar su pan con el trabajo. Sólo consiguen migajas que caen por descuido de mesas opulentas”.

Agregan los curas que “muchas veces esto se confunde con caridad, cuando el pan que se pide para todos es en realidad un clamor de justicia”. Sostienen los sacerdotes que trabajan en villas que “detrás del pedido de trabajo hay un pedido, un reclamo, por el respeto de la dignidad de cada persona” porque “la persona que no trabaja siente que está de sobra, que no vale; la persona que no trabaja está profundamente herida en su dignidad”.

En vista de lo anterior, dicen los firmantes, “consideramos que es fundamental la solidaridad del movimiento obrero con esta multitud de trabajadores de la economía popular” y subrayan que “solidaridad es pensar y actuar en términos de búsqueda de una vida digna para todos los habitantes de nuestro país”. Advierten, al mismo tiempo, que “para aquellos que más posibilidades hemos tenido en la vida, la vara es más alta y la exigencia de ponernos la patria al hombro siempre es mayor”.

“Frente a esta situación se requiere, entre otras cosas, austeridad. Pero no se le puede pedir austeridad a los que luchan por sobrevivir”, afirman los curas. “Se requiere austeridad de los dirigentes -políticos, empresariales, sindicales, judiciales, eclesiásticos, de los medios de comunicación social, etc.”. “La austeridad es un buen antídoto contra la corrupción”, aseguran.

Apelan también a “no perder el eje de una economía al servicio de las personas y los pueblos, en vez de concebirla como un mero mecanismo de acumulación” y llaman a considerar la economía “como un instrumento imprescindible para que la política pueda generar oportunidades concretas”. Piden también que “en los barrios más vulnerables es necesaria una presencia inteligente del Estado que lleve trabajo, en esos lugares donde la narco-criminalidad sí está dispuesta a dar ‘trabajo’”.

Plantean, finalmente, avanzar en “la cultura del encuentro” que “no propone recetas acabadas, ya que para los problemas complejos que nos llevaron a esta situación de emergencia social no alcanzan las respuestas lineales”. Pero sí expresan su convencimiento que “en esta cultura del encuentro los pobres no solo dan que pensar, sino que piensan; no solo despiertan sentimientos, sino que sienten; no solo padecen injusticias y están heridos en su dignidad, sino que creativamente luchan para vivir bien. Y en lo concreto y cotidiano nos enseñan tantísimas veces lo que significa el amor fraterno que se revela frente a la injusticia social”.

Entre los firmantes del texto se cuentan también los sacerdotes Carlos Olivero, Domingo Rehin, Juan Manuel Ortiz de Rosas, Damián Reynoso, Dante Delia y Luciano Iramain, entre otros.



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jueves, 8 de diciembre de 2016

INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA


"Y entrando, le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’"


Lucas 1:26-38




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