domingo, 11 de diciembre de 2016

LOS CURAS A FAVOR DE LA EMERGENCIA SOCIAL Por Washington Uranga


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(Foto: Pablo Piovano)

Los curas a favor de la emergencia social

Con el argumento sencillo y directo de que puede ayudar “para que mucha gente llegue a fin de mes”, un amplio grupo de sacerdotes activos en villas de emergencia apoyan la legislación especial.



Por Washington Uranga



Un grupo de sacerdotes católicos que trabajan en villas de emergencia de la Capital y la provincia de Buenos Aires, emitieron un documento en el que llaman a apoyar la llamada “ley de emergencia social”. Es porque “puede ser una buena medida, entre otras, para que mucha gente llegue a fin de mes” y “para tomar dimensión de que no se pueden perder más puestos de trabajo”. Señalan también que “la paz social es fruto de vivir bien y esto no se da sin justicia y sin respeto por la dignidad de cada persona”.

El texto, titulado “La ley de emergencia social una oportunidad de inclusión” lleva la firma de una treintena de curas entre los cuales se cuentan José María Paola, Gustavo Carrara, Lorenzo de Vedia, Eduardo Casabal, Basilicio Britez, Eduardo Gonzalez y Mario Romanín, y comienza recordando que “en 1974 la Argentina tenía cuatro por ciento de pobreza y hoy tiene un treinta y dos”, lo que pone en evidencia que “esta emergencia social que vivimos no es la consecuencia de un desastre natural” y que “hay que trabajar entonces sobre las condiciones que la produjeron”.

Los curas villeros destacan también que “el proceso que ha llevado a proponer la ley es muy valioso porque visibiliza al pueblo pobre trabajador”, es decir, a “los trabajadores y trabajadoras que luchan diariamente por sobrevivir y lo hacen en el marco de la economía popular”.

Dicen los sacerdotes católicos que “es necesario que los dirigentes de todo tipo escuchen el corazón del pueblo” porque “lo que hace que un pueblo sea un pueblo son sus aspiraciones comunes, el proyecto común que lo pone en marcha”. Sostienen también que “el corazón del pueblo late en los pobres y pequeños, porque en sus anhelos más profundos siempre apuntan a lo esencial”.

Afirman los religiosos que “nuestra sociedad nunca podrá ser feliz si tenemos un 32 por ciento de pobreza y un seis de indigencia”, sin perder de vista que “detrás de las estadísticas hay rostros concretos e historias muy dolorosas” que “duelen hoy y dolieron siempre, no simplemente cuando los números los registran y los hacen visibles”.

Pero también debe tenerse en cuenta, señalan, que “tampoco es un criterio absoluto la capacidad que tengan los más pobres de llenar una plaza para hacerse ver” porque, a modo de ejemplo, “basta pensar en los miles de chicos y chicas que consumen paco, que difícilmente puedan organizarse para reclamar por sus derechos”.

En su texto los curas católicos observan que el templo de San Cayetano y la devoción popular en torno al santo se transforma en un “lugar de escucha”. Y se preguntan “¿qué valores se juegan en ese pedido de Paz, Pan y Trabajo?”. Dicen los sacerdotes que “detrás del pedido por el pan hay un pedido de justicia. No es posible que alguien pase hambre en la Argentina, una tierra bendita de pan. Sin embargo son muchos los que no pueden amasar su pan con el trabajo. Sólo consiguen migajas que caen por descuido de mesas opulentas”.

Agregan los curas que “muchas veces esto se confunde con caridad, cuando el pan que se pide para todos es en realidad un clamor de justicia”. Sostienen los sacerdotes que trabajan en villas que “detrás del pedido de trabajo hay un pedido, un reclamo, por el respeto de la dignidad de cada persona” porque “la persona que no trabaja siente que está de sobra, que no vale; la persona que no trabaja está profundamente herida en su dignidad”.

En vista de lo anterior, dicen los firmantes, “consideramos que es fundamental la solidaridad del movimiento obrero con esta multitud de trabajadores de la economía popular” y subrayan que “solidaridad es pensar y actuar en términos de búsqueda de una vida digna para todos los habitantes de nuestro país”. Advierten, al mismo tiempo, que “para aquellos que más posibilidades hemos tenido en la vida, la vara es más alta y la exigencia de ponernos la patria al hombro siempre es mayor”.

“Frente a esta situación se requiere, entre otras cosas, austeridad. Pero no se le puede pedir austeridad a los que luchan por sobrevivir”, afirman los curas. “Se requiere austeridad de los dirigentes -políticos, empresariales, sindicales, judiciales, eclesiásticos, de los medios de comunicación social, etc.”. “La austeridad es un buen antídoto contra la corrupción”, aseguran.

Apelan también a “no perder el eje de una economía al servicio de las personas y los pueblos, en vez de concebirla como un mero mecanismo de acumulación” y llaman a considerar la economía “como un instrumento imprescindible para que la política pueda generar oportunidades concretas”. Piden también que “en los barrios más vulnerables es necesaria una presencia inteligente del Estado que lleve trabajo, en esos lugares donde la narco-criminalidad sí está dispuesta a dar ‘trabajo’”.

Plantean, finalmente, avanzar en “la cultura del encuentro” que “no propone recetas acabadas, ya que para los problemas complejos que nos llevaron a esta situación de emergencia social no alcanzan las respuestas lineales”. Pero sí expresan su convencimiento que “en esta cultura del encuentro los pobres no solo dan que pensar, sino que piensan; no solo despiertan sentimientos, sino que sienten; no solo padecen injusticias y están heridos en su dignidad, sino que creativamente luchan para vivir bien. Y en lo concreto y cotidiano nos enseñan tantísimas veces lo que significa el amor fraterno que se revela frente a la injusticia social”.

Entre los firmantes del texto se cuentan también los sacerdotes Carlos Olivero, Domingo Rehin, Juan Manuel Ortiz de Rosas, Damián Reynoso, Dante Delia y Luciano Iramain, entre otros.



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