lunes, 15 de febrero de 2016

CAMILO SOCIÓLOGO Por Padre Alberto Pracfes





I — LOS ESCRITOS SOCIOLÓGICOS

Entre los documentos a los que tuve acceso se encuentran las siguientes obras;


1. — “Conversaciones con un sacerdote colombiano” (1957)
2. — “Aproximación estadística de los problemas socio-económicos de la ciudad de Bogotá” (1958)
3. — “La proletarizaron de Bogotá. Ensayo de metodología estadística” (1901)
4. — “Las escuelas radiofónicas de Sutatenza, Colombia: evaluación sociológica de sus resultados (1961)
5. — “La violencia y los cambios socio-culturales en las áreas rurales colombianas” (1962)
G. — “La universidad y el cambio social” (1964)
7. — “Se están gestando dos subculturas” (1964)
8.—”Plusiers articles editoriaux de son journal “Frente Unido” et la “Plataforma” (1965). (Varios artículos editoriales de su periódico “Frente Unido” y la “Plataforma”).
9. — “Proclama a los colombianos” (1966)


No pude obtener o consultar las siguientes obras:

1.—”Programación económica y exigencias apostólicas”. (Congreso Pro Mundi Vita, Lovaina, setiembre 1964).


II — EVOLUCIÓN INTELECTUAL

El período de actividad de Camilo Torres como sociólogo fue extremadamente corto: hace sólo ocho años que egresó de Lovaina. Si fuera lícito esquematizar fríamente la unidad profunda de su vida, yo propondría la distinción de cuatro grandes etapas que se suceden, claro está, entrelazadas.

La primera etapa está consagrada principalmente a la investigación empírica. Se la podría situar entre 1958 (Licenciatura en Lovaina) y 1961 (últimos trabajos empíricos). Una segunda etapa, entre 1961 y 1963-4, estaría sobre todo consagrada a una reflexión fundamental de carácter eminentemente sintético. La tercera etapa, entre los años 1964 y 65 es la etapa de transición, en la que abandona poco a poco su función de sociólogo para incorporarse a la acción política directa. Por lo que sabemos, esta etapa no ha dejado escritos específicamente científicos: su actividad intelectual se concentró entonces fundamentalmente en el periodismo y en la preparación de gran cantidad de conferencias. En la cuarta etapa de su vida, la más corta, Camilo Torres ya no realizará un trabajo directamente intelectual. Extremadamente fiel a lo que consideraba 90 difícil vocación, abandona el terreno del análisis para consagrarse enteramente a la aplicación de remedios concretos: en primer término la organización del Frente Unido y luego la incorporación a la guerrilla en la que es muerto de inmediato.
En estas breves consideraciones debo limitarme a decir una palabra sobre las tres primeras etapas, las que conciernen a Camilo Torres sociólogo.

Primera etapa. —

Es la más prolongada. La primera publicación correspondiente a ella es su tesis de Lovaina “Aproximación estadística a los problemas socio-económicos de la ciudad de Bogotá. Con esta obra inaugura su primera etapa de reflexión sociológica. La continúa durante su estadía en Minnesota y posteriormente, ya de regreso en su país, en sus cursos de la Universidad de Bogotá donde es titular de la cátedra de sociología urbana. El último trabajo de esta etapa es su muy depurada encuesta sobre Sutatenza.

Esta primera etapa aparece determinada por tres características principales:
a) En primer lugar se trata de una sociología comprometida. El autor parte de la existencia de problemas importantes, de naturaleza socioeconómica en la capital de su país. Este compromiso en relación a los problemas socio-económicos de su país será una característica que marrará toda la obra sociológica y toda la vida de Camilo Torres.
b) Se trata de una obra constatativa, de una aproximación estadística. El autor trata de determinar con precisión y de cuantificar las diversas expresiones de ese problema humano que es su preocupación fundamental.
c) A nivel de las hipótesis de explicación, Camilo Torres intenta en esta época una interpretación principalmente económica y técnica que extrae sobre todo de los libros de textos norteamericanos referidos a los” problemas del subdesarrollo.
Esta primera etapa presenta, como se ve, un carácter relativamente poco original que, por otra parte, se comprende perfectamente: Camilo Torres intenta aplicar concienzudamente cuanto ha aprendido, lo que se le ha enseñado. Joven científico, su primer pasión consiste en destacar, con objetividad y vigor, la existencia y las principales manifestaciones de ese problema que lo inquieta. Ya en el terreno de la explicación su pensamiento se elabora partiendo de ciertas tesis que había estudiado con ahinco en los libros científicos de la sociología occidental.

Segunda etapa.


En su rápida evolución, es decir unos tres años más tarde, ya es evidente un cambio sustancial en el trabajo sociológico de Camilo Torres. Lo podemos comprobar en su aporte al Primer Congreso Nacional de Sociología, efectuado en Bogotá, donde desarrolla una interpretación teórica del fenómeno conocido en Colombia bajo el nombre de “La Violencia”. Siguiendo el mismo esquema del parágrafo anterior podríamos caracterizar esta etapa, consagrada a una reflexión sociológica fundamental, dividiéndola en los tres puntos siguientes:

a) En primer lugar, Camilo Torres no renuncia al carácter “comprometido” de su especulación, muy por el contrario. A la información libresca agrega ahora la experiencia, intensamente vivida, de los problemas humanos de su país. En la Universidad Nacional de Bogotá entra en contacto estrecho con los círculos del mundo intelectual anticonformista. También acumula conocimientos y experiencia en su amplia vida de relación y en los frecuentes viajes que realiza a lo largo y a lo ancho de su país. Es justamente esta “participación” (como él mismo lo explicaría más tarde) la que lo obliga a corregir la perspectiva de su reflexión sociológica.
b) Camilo Torres ya no hace más estadísticas ni encuestas. Existencial-mente está convencido de que conoce suficientemente las principales manifestaciones de un buen número de graves problemas humanos que asolan a su país. Ya no es la constatación lo determinante. Su espíritu científico —que corría parejo con el compromiso fundamental de su personalidad— lo lleva a fijar su reflexión sobre la explicación y orienta su investigación hacia el descubrimiento de soluciones racionales para su problemática.
c) A nivel de las hipótesis de explicación, Camilo Torres intenta también una nueva orientación. Trata de superar las hipótesis de los economistas norteamericanos analizando la baja rentabilidad del capital. Subordina la explicación económica a la explicación política del problema que incendia su conciencia. Aplicando ahora sobre ese plano su explicación fundamental, Camilo Torres se verá pronto obligado a seguir su propia lógica: el análisis de las causas políticas del mal lo conducirá a buscar los correspondientes remedios políticos.
En esta etapa de su evolución intelectual comienza a manifestar una verdadera originalidad. No sólo el objeto de su estudio, sino también el desarrollo de su proceso explicativo son ahora elaborados en base a su reflexión personal.
Tenía clara conciencia de la necesidad de una sociología colombiana. Dicho con sus propias palabras: “No es posible realizar una sociología colombiana sin tener en cuenta la sociología universal. Empero, es necesario hacer una sociología colombiana en ambos sentidos: 1º aplicando la teoría y los métodos sociológicos generales a nuestra realidad concreta y específica; 2º aportando a esta teoría y a estos métodos el análisis de las situaciones inéditas que nuestra realidad puede sugerir. De no ser así, esta sociología colombiana se vería igualmente frustrada en su estructuración tanto por la ausencia de la investigación empírica como por falta de generalización teórica. Así, pues, nuestro estudio intenta efectuar, sobre todo, una contribución a este segundo aspecto”. (Camilo Torres. La violencia… in: Actas del Primer Congreso Colombiano de Sociología, pp. 97-98).
Nos parece indudable que ha contribuido eficazmente al desarrollo de esta sociología colombiana, tanto por su independencia de espíritu como por su fidelidad al análisis de las situaciones inéditas de “nuestra realidad”.

Tercera etapa.

Siendo un auténtico intelectual, que conservó hasta los últimos momentos de su vida un enorme respeto por los hechos y por los métodos de investigación científica en los que creía apasionadamente, Camilo Torres no acepta ya asumir un rol meramente científico, únicamente centrado en la comprensión y la explicación racional.
Cada vez más acentuadamente en su conversación, en sus conferencias, y en sus artículos periodísticos, da la impresión de haber llegado a un convencimiento que no pondrá más en tela de juicio: la causa de los problemas humanos de su país es principalmente de orden político. Y mucho más precisamente aún: la minoría que detenta el poder —la oligarquía como duramente él la llamaba— es la principal responsable, el culpable Nro 1, puesto que es ella quien impide, concretamente, debido a su “sectarismo político”, el cambio social necesario para que sobrevenga el desarrollo y la realización de la mayoría de los colombianos.
Esta convicción lo empujará cada vez más a abandonar el terreno del análisis para comprometerse más profundamente en el terreno de la acción directa. Es por ello que esta última etapa de su evolución intelectual no estará ya marcada por trabajos científicos de investigación personal, sino por gran cantidad de conferencias, reportajes y artículos aparecidos en los principales periódicos de su país.
He ahí, en pocas palabras, lo que me parece haber jalonado el periplo sociológico de Camilo Torres.

III —ESBOZO DE ALGUNAS IDEAS FUNDAMENTALES:

La vida y el pensamiento de Camilo Torres son extremadamente coherentes. Su punto de partida y su motivación original son de carácter teológico y religioso. Convencido de que la exigencia fundamental del cristianismo es el amor al prójimo, su reflexión y su vida lo orientan hacia la identificación con los más desheredados.

Es aquí donde interviene la primera fase de su reflexión sociológica. Educado en un medio refinado e individualista, Camilo Torres debe comenzar por tomar conciencia de la envergadura social y sociológica de los problemas humanos de su país. Su primera preocupación consiste en precisar la amplitud de lo que él llama los problemas socio-económicos. Descubre así una realidad que determinará su vida: el subdesarrollo; es decir, para él; la lucha contra el subdesarrollo.

Esta lucha la libra originalmente en el plano intelectual. Es necesario en primer lugar comprender los fenómenos, descubrir sus características esenciales y, sobre todo, intentar descubrir sus causas determinantes.

En cuanto concierne a la descripción y la determinación de esos fenómenos del subdesarrollo, la conclusión a la que Camilo Torres llegará es doble. Por un lado, en el plano estático una indigencia generalizada en cuanto hace a la satisfacción de las necesidades del pueblo (41 % de analfabetos, 92 % de la población que no ha superado el nivel primario en la educación). En el plano dinámico: explosión demográfica que aumentará el nivel de desocupación y de criminalidad. Por otra parte, estructuras e instituciones rígidas, cerradas al cambio.
Esta doble constatación se presenta a su espíritu como una oposición irreductible, de tal modo que sería precisamente la rigidez de las instituciones dominadas por una minoría que usurpa la legalidad (las fuerzas armadas absorben el 25 % del presupuesto estatal) el impedimento concreto del cambio social y el origen de la perduración del statu quo.
El análisis de la situación conduce aquí a Camilo Torres a introducir un primer elemento de carácter interpretativo pero fundamentalmente extraempírico. El hecho de suponer que la clase dominante es la causa principal del subdesarrollo parece ser una hipótesis válida para proseguir la comprensión del fenómeno. Pero no siendo evidente, no puede superar el estado de una opción personal motivadora de una acción directa.
En el plano del análisis lógico parece, pues, que este elemento interpretativo: “la oligarquía es la causa principal del subdesarrollo”, o formulada negativamente: “la oligarquía es el principal obstáculo para la superación del subdesarrollo”, no es una evidencia. Se trata de una hipótesis o bien de una opción personal. Para él se convierte efectivamente en una opción. No es ahora el momento de discutir su fundamento y ello demandaría, por cierto, otra competencia que la mía.
Sin embargo, a partir de esa opción fundamental, la lógica del razonamiento debía conducir a Camilo Torres hasta sus últimas consecuencias. Si la responsabilidad fundamental de su vida consiste en derrotar el subdesarrollo de su país y si principalmente es la oligarquía que ostenta el poder quien constituye el obstáculo, la lucha contra esa oligarquía se convierte en una consecuencia necesaria. ¿Cómo debe librarse esta lucha para ser eficaz? Varios caminos parecen posibles. Se podría esperar que evolucione, transformando ella misma su dominación, o se podría intentar convertirla en ese sentido, o también obligarla a evolucionar.
Camilo Torres piensa al concluir el análisis de la situación —y estamos ante una nueva opción— que el único camino a corto o mediano alcance consiste en obligarla. La oligarquía no evolucionará por sí misma, teniendo en cuenta, por un lado su tradición sectaria y por otra parte el peso de sus intereses.
Una vez decidido a jugar la carta de obligarla, una nueva alternativa se plantea: ¿será eficaz ejercer esta presión en la legalidad, es decir utilizando los medios y las instituciones legales (toma del poder por la mayoría al cabo de elecciones libres) o es necesario recurrir a medios extremos que salgan de los cauces legales?
Es aquí donde se ubica la última opción de la vida de Camilo Torres. Llegado a este punto ya no es, sin duda, la reflexión sociológica sino su sentido personal de las responsabilidades y la elección de sus opciones aquello que lo empuja en un esfuerzo desesperado para juntar todas las oposiciones, incluida la de los no-alineados, para intentar como penúltimo recurso el movimiento de “Frente Unido” y la proposición de “La Plataforma”. Con el fracaso de este frente, debido en gran parte a la reacción de las fuerzas que detentaban el poder, Camilo Torres abandona su última tentativa de reconciliación para enrolarse en la lucha armada, asumiendo plenamente la ilegalidad como la última opción de su vida.
El pensamiento y las opciones de Camilo Torres, nuestro muy querido hermano, sacerdote y sociólogo, muerto trágicamente al comienzo de una acción muy bien meditada y sumamente ejemplar en su pureza y sinceridad, exigen de nosotros, no cabe de ello duda alguna, una toma de posición. Contentarse pura y simplemente con una descripción de su pensamiento puede ser considerado, y con razón, como una evasión inútil e incluso injusta, aunque con toda honestidad yo no veo tampoco la necesidad de una toma de posición global, que condene o reivindique con demasiado simplismo las opciones de una vida extremadamente rica y compleja. Cada uno de nosotros debe adoptar sus propias opciones con lucidez y coraje.
Creo que el testimonio de Camilo Torres sirve para mostrarnos un solo camino, que no podemos discutir: el de la reflexión y la generosidad.



Padre Alberto Pracfes









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CAMILO REVOLUCIONARIO




Cuentan que tras la bala 
se oyó una voz. 
Era Dios que gritaba: 
¡Revolución! 

Cruz de Luz, Victor Jara


Camilo Revolucionario


Conoció usted a Camilo Torres?

—Si usted me permite, le diré que no entiendo por conocer a una persona el hecho de verla una vez, cruzar un saludo, conversar con ella esporádicamente sin mantener luego conexiones más inmediatas. Para mí, conocer a una persona significa algo más hondo: no sólo la posibilidad de distinguirla físicamente entre muchos, sino, y de manera especial, la permanencia de nexos, compartir ideas, dialogar, saber de su pensamiento sobre los diversos sucesos, cómo los juzga, cómo los interpreta, cómo reacciona, encuadrándolo todo dentro de este marco referencial: captación, interpretación, emoción, reacción, acción. Trabajé con Camilo durante varios años, fui su compañero, su amigo. Aclarado esto, puedo decir que conocí a Camilo.

—¿Era Camilo realmente un revolucionario?

—Si se entiende por revolución un cambio de estructuras, fruto de una ideología, deliberadamente producida, previamente planificado, rápido, radical e integral, no puede negarse que Camilo fue un revolucionario.
Pero quiero aclarar que Camilo no fue un revolucionario improvisado, un emocional activo. Tenía nitidez en el propósito. Sabía qué quería.

— ¿De dónde extrajo Camilo su convicción revolucionaria? _

—Del pueblo, de la realidad, de la circunstancia histórica, del hombre considerado como mayoría, colocado en situaciones infrahumanas. También de una realidad nacional supeditada a intereses foráneos, a colonialismos explotadores, usufructuarios de nuestras inmensas riquezas.
Camilo quería esto: una revolución del pueblo, encaminada a tomar el poder para el pueblo.

—¿Todos los sectores alzadas en armas piensan así?

—Creo que si no todos piensan así, allá tienen que llegar algún día. De acuerdo con el pensamiento de Camilo, los combatientes no pueden restringirse a defender un territorio, “su” territorio, para vivir allí, para permanecer allí. Una lucha tal, no tendría razón histórica de ser. Según Camilo, la razón esencial de la lucha guerrillera tiene que ser ésta; la toma del poder para el pueblo.
Eso es pasar de la lucha por la permanencia topológica a la lucha auténticamente revolucionaria.

—Esto presupone una unión de fuerzas. ¿Está unida la izquierda colombiana?

—No. Todos los partidos políticos colombianos atraviesan por una crisis. Están viviendo un período de escisión. La izquierda no ha escapado a este fenómeno. Se mueve dentro del “grupismo”, opera con sicología de grupo, con criterio de grupo y adopta actitudes de grupo. Esto, naturalmente, engendra egoísmos, recelo y posiciones maníqueas. Camilo decía que esa situación de la izquierda retardaba la revolución, servía a las oligarquías dominantes y traicionaba los intereses del pueblo.
En la izquierda colombiana se necesita realizar una depuración, una superación. La superación de su egoísmo y del espíritu grupista. Es la conclusión a que llega quien observa los fenómenos sociales.

—¿Como cree usted que se lograría esta meta?

—En consonancia con el pensamiento de Camilo, la superación se obrará a base de acciones revolucionarias. Es decir, pasando del verbalismo revolucionario a los hechos. Camilo se distinguió precisamente por eso: presentó hechos.
¿Al hablar sobre Camilo puede darnos alguna impresión suya?

—Para dialogar sobro Camilo se nos exige una medida nueva.
Su gesto es demasiado apremiante, casi hostil. Su mensaje es tremendamente agresivo e inaudito.
Camilo es nada, para quien no lo viva. Aún más: puede convertirse en un monstruo si no se le mira desde el interior.
Después de mirarlo, nos impide retomar satisfechos a nuestro mundo. Produce ecos, resonancias, odio, desprecio, devoción, amor. Quizás… remordimiento.
Es que Camilo no nos envía mensajeros. Nos grita las cosas cara a cara.

—¿Qué significado tiene Camilo dentro del proceso revolucionario?

—Este: no puede interpretársele como un accidental y momentáneo episodio de la vida colombiana ni de la lucha revolucionaria indoamericana.
Camilo tiene dimensión y trascendencia históricas. Las generaciones que luchan por la libertad y la democracia auténticas, darán significado exacto a su sacrificio. Yo estoy seguro de que Camilo se adentra cada día más en la conciencia de las gentes que se empeñan en ser libres. ¿Me permite decir algo que es más que una simple frase? Camilo Torres ilumina los caminos de América.

—En general ¿qué opina sobre América?

—Que es un continente en conmoción. Que existe un clima de revolución. Hay un pueblo en marcha hacia la justicia, contra la tiranía, contra los imperialismos. Es un mundo que pide una respuesta. Su marcha es incontenible e irreversible. Sobre esto, no nos equivoquemos.

—Se sabe que en Colombia existe lucha guerrillera. ¿Qué nos dice usted?

—Como usted debe saberlo, en Colombia se ha vivido durante muchos años el fenómeno de la violencia. Los políticos lanzaron al pueblo a la hecatombe. Se puso en práctica el sistema de guerrillas. El campesino adquirió una gran experiencia en esta forma de lucha. Hoy existen dos grupos nítidamente definidos: el bloque sur y el bloque norte. El primero se denomina FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas). El segundo forma el ELN (Ejército de Liberación Nacional).
Germán Guzman

—¿Cómo se originaron estos bloques de combatientes?

—La violencia hizo que en determinadas regiones se refugiaran núcleos humanos, los cuales se dieron una organización propia, un tanto desvinculada de la administración gubernamental, sin que hubieran llegado a un desconocimiento o rechazo formal de la autoridad oficial. Se estaba dentro de un proceso, sometido necesariamente a circunstancias y contingencias muy específicas. Ciertamente era una situación difícil de manejar.

Surgió como tema del día, agitado por la gran prensa, el de las llamadas “repúblicas independientes”. Se aseguraba que allí se refugiaban algunos criminales después de cometer fechorías. Cobró vigencia la tesis de que el gobierno debía ejercer su acción en aquéllas zonas y se crearon las tensiones que anteceden al conflicto. Las gentes se pusieron en actitud defensiva. Advino la acción militar y se trabó la lucha.
Como repúblicas independientes en actividad guerrillera figuran Marquetalia, Riochiquito, El Pato y Guayabero.
En el fondo, el gran pretexto que se adujo fue que se habían formado grupos comunistas a los que era necesario destruir. Es innegable que allí hay un pueblo que ha recibido el impacto de la represión y padece las consecuencias.
El bloque norte ocupa una vasta zona montañosa del departamento de Santander, ubicada en el municipio de San Vicente de Chucuri. Aquí también se lucha.

—¿Se trata de una cuestión simplemente insurreccional?

—Yo opino que en el fondo de este problema se deben indagar las causas, los motivos, las razones que determinan una actitud. Juzgo que cada día cobra mayor vigencia la tesis de que esas gentes luchan por una revolución contra el sistema; es decir, por la toma del poder, para verificar un cambio de estructuras. Es posible que vivamos una etapa que será superada, porque es innegable que estamos dentro de un proceso que debe tener necesariamente una culminación. ¿En cuánto tiempo? Eso sí es muy difícil predecirlo.

—En su concepto ¿se multiplicarán los frentes guerrilleros?

—Es posible y previsible que surjan otros focos. La violencia trae violencia. La acción de fuerza engendra la reacción. No puede negarse que al gobierno de mi país se le plantea un problema muy serio.

—¿Qué razones aducen las dos partes enfrentadas?

—El gobierno alega que lucha contra “la subversión” y “el bandolerismo”, sin que falten aclaraciones de que hay “infiltraciones foráneas” tendientes a “subvertir el orden público”. Los rebeldes afirman que luchan para defenderse de una agresión injusta y “para salvaguardar los intereses y los derechos del pueblo frente al imperialismo y a las oligarquías”.

—¿Cuál es la situación del campesinado colombiano?

—Es obvio que en un país subdesarrollado existen vastas zonas donde el campesino vive en condiciones infrahumanas. Los esfuerzos que se hacen resultan inferiores a la magnitud del problema. Si el campesinado llegara a convencerse de que el sistema en uso no soluciona su problemática, es previsible que se produzca una transformación impulsada desde la base.

— ¿Cuál eran las tesis de Camilo?

—En líneas muy generales se pueden enunciar asi: el país está dominado por una oligarquía lacaya del imperialismo, que tiene en sus manos todos los medios de poder, los cuales utiliza contra los intereses de las mayorías. El asunto se plantea en términos de explotadoras y explotados. Es necesario operar un cambio. Este cambio no puede realizarse si no es por medio de una revolución.

—¿Revolución violenta?

—No necesariamente violenta. Será o no sangrienta de acuerdo con la correlación entre la previsión y deseo de cambio de la clase dirigente y la presión que ejerza la base de la pirámide social.

—¿La Iglesia, con tanta influencia en su país, ¿qué papel juega?

—Ciertamente no existe en Colombia un organismo que haya estado tan cerca del pueblo como la Iglesia. De ahi su responsabilidad dentro de nuestro proceso de cambio. Han surgido dos tendencias en el clero: una, progresista; otra, retardataria. Cada día se siente más la urgencia de que la Iglesia adopte una actitud más definida. En el momento actual no resulta ni demasiado simplista ni demasiado radical este enunciado: con el pueblo o contra el pueblo.

—¿Cuáles son las perspectivas de la lucha en Colombia?

—A medida que el pueblo pase de la motivación “politiquera”, partidista, a la motivación social, exigirá más, con mayor justicia, con más clara visión, con más firmeza. Si no hay respuesta rápida y adecuada, se impondrán los hechos.
La perspectiva es esta: el pueblo va tomando conciencia en forma creciente, con base en aspiraciones sociales que no se pueden desconocer. Estoy seguro de que llegará un momento en que los factores que mantienen desunido al pueblo y que retardan su marcha, serán superados.

—¿Por qué medios?

—No olvide esto: el pueblo siempre ha sabido encontrar su camino.

—¿Cree usted posible que las guerrillas sean liquidadas por el ejército?

—Actualmente el ejército colombiano está reputado como el más capacitado de Latinoamérica en lucha antiguerrillera. En él hay elementos que lucharon durante toda la violencia. Ha organizado operaciones en gran escala contra las zonas rebeldes. Sin embargo… las guerrillas subsisten. Estas también han ganado en cohesión y fuerza… y no serán liquidadas por el ejército. Pase lo que pase, caen colombianos de ambas partes. El hecho es que en las montañas de Colombia se habla de nuevo el lenguaje de los fusiles.











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CAMILO SACERDOTE



Camilo sacerdote



Todos nosotros que lo conocimos como sacerdote conservamos por él una profunda estima y nos ha chocado e incluso revelado el haber leído en una gran parte de la prensa la expresión “el ex-cura Camilo Torres”.


Esta expresión es inaceptable para nosotros, particularmente para nosotros los sacerdotes que conocimos a Camilo Torres, y ello por dos razones: en primer lugar, porque sabemos que se es sacerdote por el sacramento que confiere el sacerdocio de Jesucristo para la continuación de su obra redentora en el mundo, pase lo que pase, por toda la vida. Pero esa es una razón puramente objetiva. Nosotros, que conocimos a -Camilo como sacerdote, sabemos que Camilo no renunció jamás a su sacerdocio y que es en su carácter de sacerdote que ha querido tomar la opción que ha tomado.

Querría al respecto formular las siguientes reflexiones:

1—Algunas palabras sobre la historia del sacerdocio de Camilo.

2—Algunas palabras también sobre la historia de la decisión que tomó.
3 — Luego una reflexión sobre la decisión de Camilo.
4 — Las enseñanzas de la vida de Camilo como sacerdote.

1. Ya se ha hecho alusión a la historia de su vida y pienso que si le tomamos la historia de su sacerdocio veremos que, desde el comienzo, ese sacerdocio fue meditado. Camilo Torres no se comprometió ni al entrar al pequeño seminario ni incluso cuando ingresó al gran seminario luego de sus estudios secundarios. Primero se comprometió en una vía universitaria, para luego seguir una vocación sacerdotal. Fue un sacerdote reflexivo. .Durante su seminario tuvo largas dudas. Se interrogaba sobre si ese era su camino, no el acceso al sacerdocio porque no creo que lo haya dudado nunca, sino sobre si debía convertirse en religioso, y más particularmente, dominico, o si debía continuar su estadía en el seminario. Me acuerdo de haberlo encontrado por primera vez precisamente cuando todavía estaba en el seminario de Bogotá, poco antes de su ordenación, y en ese momento continuaba aún interrogándose al respecto. Este interrogante se lo planteó aún después.


En el curso de una larga conversación que tuvimos, si no me equivoco en 1962, volvió a plantearse el problema. Esta duda entre la vida religiosa y el sacerdocio diocesano estaba motivada por un deseo de mayor fidelidad a su sacerdocio. Sentía, en razón de su temperamento algo bohemio, que necesitaba un marco existencial y una disciplina mayores.

Como sacerdote, aquí en Lovaina o en Bogotá, Colombia, también osciló entre dos orientaciones: la ciencia y la acción. Creo poder afirmar también que las opciones que adoptó y sobre todo la opción final se ha, evidentemente, inclinado hacia la acción, pero siempre dentro de la visión de su sacerdocio. El sacerdocio de Camilo se caracterizaba esencialmente por su preocupación por los hombres. Esto lo conduciría a veces a descuidar eso que podríamos llamar “lo institucional”, sin darle ningún sentido peyorativo al término, pero que convertía a Camilo en una persona que no dudaba en no presentarse a dar su curso universitario porque en el camino tal vez había encontrado a uno u otro que tenía necesidad de su ayuda particularmente en ese momento.

Su sacerdocio estuvo también caracterizado por una visión global de los problemas. Camilo, sin dejar de preocuparse por los detalles personales de cada uno tenía, sin embargo, una visión de los problemas que superaba de lejos lo cotidiano inmediato. También estuvo, desde el comienzo, marcado por el deseo del diálogo con los demás, con los cristianos, los protestantes y los no cristianos. Muchas veces lo he visto ejercitando ese diálogo con los cristianos de otras confesiones y muchas veces he visto también la admiración y el respeto que suscitaba en ese diálogo. Entre otros casos recuerdo especialmente el de un casamiento que celebró entre una protestante y un católico en Bogotá. Recuerdo también su vigorosa defensa de un profesor de la Universidad Nacional, un sociólogo que tenía problemas por ser protestante.

En fin, todo el mundo lo dice, es una repetición: su sacerdocio se caracterizaba también por la generosidad, generosidad coronada por su muerte. Habría mucho más que decir sobre el sacerdocio de Camilo, pero me siento incapaz de hacerlo.
2. ¿Cómo llegó Camilo a la decisión que tomó? Los problemas planteados a la conciencia cristiana en el seno de la sociedad en que vivía lo preocuparon cada vez más, hasta llegar a torturarlo profundamente. La determinación que tomó, lo veremos más adelante, de solicitar su reducción al estado laical, se inscribe en un contexto global propio de la situación latinoamericana; porque él se ubicaba netamente en un plano latinoamericano, y más particularmente, colombiano.


No hay manera de comprender la decisión de Camilo sin ubicarla en su contexto global, en ese contexto de cambio social rápido absolutamente necesario para lograr el acceso de los pueblos latinoamericanos a un bienestar simplemente humano. No hay manera de entenderla, igualmente, sin ubicarla en el marco de la rigidez de las estructuras sociales, políticas y económicas del país en que vivía, sin ubicarla en el marco del sufrimiento de las masas rurales y urbanas.

No se la puede explicar tampoco sin colocarla en el marco del despertar de la Iglesia en América Latina, hecho que constituye uno de los elementos positivos del cuadro, renacimiento que data solamente de 15 años a esta parte y que manifiesta una muy grande vitalidad en todos los países latinoamericanos. Esta vitalidad es tal vez muy dispersa, pero igualmente ha hecho cambiar las perspectivas del cristianismo en América Latina. Camilo era uno de los elementos activos de ese despertar. Participó en él plenamente. Tenía contacto con los sacerdotes, con los obispos, que desde hace unos quince años, algunos incluso desde hace unos veinte años, trabajan en la base para realizar esta renovación del catolicismo y para hacer del cristianismo una fuerza de transformación y no una fuerza de conservación. Pero su decisión no se comprende tampoco sin ubicarla también en el contexto de la actitud de ciertos cristianos, de cierta reacción que asoma en el interior mismo de la Iglesia e incluso en la jerarquía de la Iglesia, sobre todo en el curso de los últimos tres o cuatro años.. El Concilio, aunque parezca paradojal, ha jugado un papel en este fenómeno de “toma de conciencia” de los elementos más conservadores que se han aterrado con la perspectiva del cambio. Algunos prelados importantes del continente latinoamericano, en más de un país, y tal vez de manera particularmente aguda en Colombia, han adoptado actitudes muy poco abiertas. Eso también constituye uno de los elementos de explicación de la determinación de Camilo y que lo ha conducido a donde ya sabemos.

Es entonces que la pregunta se plantea al espíritu de Camilo: ¿como sacerdote puedo aceptar esa situación? ¿No puedo hacer otra cosa? Si el rol de sacerdote sólo me conduce a predicar el apaciguamiento, la caridad, sin duda, pero en un contexto tal, dentro de una estructura social determinada, finalmente da un sentido muy particular al ejercicio del sacerdocio: el reforzamiento de las estructuras en las que se vive y una pasividad y ausencia de transformación.

El sentido de su determinación debe ser interpretado en este conjunto. Jamás su decisión ha consistido l en el abandono de la fe, como a veces se la ha presentado. Es precisamente en función de la fe que quiso tomar su decisión. Jamás estuvo ella motivada por un abandono del sacerdocio, y Dios sabe hasta dónde llegaron las calumnias a este respecto. El pidió ser relevado de sus funciones sacerdotales y nosotros sabemos, y su testimonio está allí para decirlo, que no fue con alegría en el corazón que lo hizo, sino que fue para él un verdadero sacrificio abandonar la posibilidad de celebrar la eucaristía. Solicitó ser relevado de sus funciones sacerdotales para entregarse a la actividad social y política y entró en conflicto con la autoridad religiosa porque quiso permanecer fiel a su decisión.
3. Querría hacer ahora dos reflexiones sobre su decisión. Creo que en memoria de Camilo debemos ser completamente honestos y plantear los problemas en toda su verdad. Es aún prematuro plantearnos todas las preguntas y no es tiempo aún para comprenderlas en su total dimensión. Pero como cristianos debemos hacernos dos preguntas, la decisión que Camilo tomó plantea problemas fundamentales. Querría señalar dos por el momento, antes de hablar de las enseñanzas de su vida de sacerdote. En primer lugar plantea un problema muy fundamental para la Iglesia postconciliar: el papel del sacerdote. ¿Podemos separar eso que podríamos llamar la realidad ontológica del sacerdocio del ejercicio de su función? Pienso que sí. Creo que ello ocurrirá en el futuro, con cierta perspectiva, y con una evolución de los estudios sociológicos y teológicos sobre el rol del sacerdote y sobre el ministerio sacerdotal. Creo que desde este punto de vista la pregunta formulada por Camilo Torres nos obligará a reflexionar y a profundizar nuestra meditación sobre lo que es el sacerdote y sobre la manera en que puede ejercer su papel, su ministerio.
Querría trazar aquí un paralelo, tal vez algo audaz, con los curas obreros. Hace algunos años el hecho mismo de pensar que un sacerdote podría ser obrero originaba violentas protestas. Parecía imposible: era incompatible con la dignidad del sacerdocio. Durante mucho tiempo hubo oposición al principio mismo de que existiera la posibilidad de que un cura trabajara. Luego, con la ayuda de las circunstancias fue lanzada la experiencia de los curas obreros. A! cabo de un cierto tiempo resultó evidente que no era aceptada por el conjunto de la Iglesia a pesar de que la jerarquía había aceptado e integrado esta experiencia en la mayoría de los lugares donde se la había llevado a cabo. Dos Iglesias estaban formándose: por un lado, la Iglesia concreta de los cristianos ordinarios, de los curas de parroquia, incluso tal vez de la Acción Católica, que no habían aceptado o no estaban dispuestos a asumir esta función misionera realizada por los curas obreros, y, por otro lado, estos últimos. Dos Iglesias se habían formado, y esto condujo a los curas obreros, en cierto modo, a oponerse a la Iglesia concreta y a veces a dejarse absorber por el medio cultural, perdiendo incluso algunas nociones de la universalidad del sacerdocio. Luego, al cabo de una larga y penosa interrupción, y al cabo del doloroso sacrificio de muchos curas obreros, he aquí que la Iglesia retoma, al cabo de la meditación, la experiencia y el sufrimiento, esta forma de ejercicio del sacerdocio consagrada ahora oficialmente por el Concilio. Tal vez se trate solamente de meditación. Es un paralelo que tal vez un día nos haga comprender que en el sacerdocio existe una distinción entre esta realidad ontológica del sacerdote y las formas de ejercicio de su rol ministerial.
Una segunda reflexión concierne a la obediencia al Obispo. Camilo fue llevado a un conflicto abierto con su Obispo y para un sacerdote, ciertamente, es una realidad muy dura.
Todo eso debe ser reubicado en su contexto. Por un lado, la concepción de la autoridad no era por cierto adecuada. Era tan grande la ignorancia de los problemas sociales existentes que, en cierto modo, ese conflicto era, tal vez, inevitable. Pero además debe ser profundamente lamentada la utilización (por ambas partes, es verdad) de medios polémicos. Eso debe ayudarnos a meditar sobre las nociones que tenemos acerca del ejercicio de la autoridad en el interior de la Iglesia y de la obediencia y sumisión a la jerarquía eclesiástica. Creo poder afirmar que por ambas partes fueron cometidos graves errores, explicables sin duda por el clima existente, pero que. con toda honestidad, hay que reconocer como tales.
Estas son, pues, algunas de las cuestiones fundamentales para nosotros, cristianos, que deseábamos subrayar en ocasión de esta meditación sobre el sacerdocio de Camilo.
4. También hay enseñanzas de la vida de Camilo como sacerdote. La primera, y creo que todo el mundo coincide en esto, es su amor por el prójimo, que como marca fundamental de su sacerdocio lo condujo hasta el punto de dar la vida por los que amaba.
Una segunda lección es la ambigüedad fundamental de toda realidad terrestre, el misterio del pecado y de la gracia, el misterio de la muerte y de la resurrección y el hecho de que como hombres y como sacerdotes estamos todos sumergidos en esta realidad. Ella no es ambigua en sí misma. Ella es ambigua en cada uno de nosotros. Es por ello que sentimos a Camilo tan cerca nuestro, porque él también se via sumergido en ese dilema. Y es por ello también que todo juicio —aparte del de Dios— sobre su elección no puede ir enteramente en un sentido ni en otro.
Dentro de una realidad terrestre ambigua, que siempre lo será, 1® que más impacta en Camilo es que no haya dudado en actuar. No adoptó esa actitud cómoda del intelectual que siempre pesa el pro y el contra y a fuer de hacerlo termina por no actuar jamás. Era intelectual y lo fue hasta el fin y en consecuencia veía muy bien el pro y el contra, y sin embarco, incluso al precio de equivocarse, no dudó en actuar de acuerdo a su convicción eligiendo sin retaceos, en medio de una realidad ambigua, el partido de los pobres.
Finalmente creo que la enseñanza más profunda y durable del gesto de Camilo reside en su carácter profético. El profeta es utilizado por Dios para recordar a su pueblo su pecado. Permitidme que cite dos pasajes del profeta Amos, uno tomado del capítulo seis y el otro del octavo.
El profeta Amos decía a su pueblo (y ustedes bien saben que varios profetas se hicieron matar porque reprochaban a los hombres sus injusticias): “Puesto que aplastáis al pobre y le exigís un tributo sobre su trigo, entonces no viviréis en esas casas de piedra tallada que os habéis construido, ni beberéis el vino de esas viñas selectas que habéis plantado, porque sé que son muchos vuestros crímenes y enormes vuestros pecados, opresores de los justos, vosotros que echáis al pobre a la calle”.
Y en el capítulo 8 dice: “Escuchad esto los que aplastáis al pobre y querríais exterminar de la tierra a los infelices, vosotros que decís: compraremos por dinero a los débiles y a los pobres por un par de sandalias, y venderemos las aechaduras del trigo. Yahvé ha jurado por la gloria de Jacob: No olvidaré yo nunca esto. ¿No ha de estremecerse por eso la tierra? En duelo quedarán cuantos la habitan. Alzaráse toda ella como el Nilo, temblará y se abajará como el río de Egipto”.
El profeta es aquél que señala la injusticia de una sociedad y es eso lo que Camilo ha hecho y es en ese sentido que su gesto fue profético. Es aquel que señala el juicio de Dios sobre los nombres y que les recuerda que viven en sistemas sociales que los “cristianos deben cambiar.
Para concluir diré que el recuerdo de Camilo Torres perdurará como el de un sacerdote que tomó una opción que lo condujo hasta la muerte, opción que adoptó profundamente persuadido de que así permanecería fiel a su sacerdocio hasta el fin.

Canónigo Francali Houtart





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COMUNISMO EN LA IGLESIA? ENTREVISTA A CAMILO TORRES












[Entrevista]




¿Cuál es su opinión acerca de las revelaciones hechas por el Presidente Valencia sobre la infiltración comunista en la Iglesia?



Desde el punto de vista estrictamente teórico cuando se habla de Iglesia, se habla de todos los bautizados, tanto con bautismo sacramental como con bautismo de deseo. Esto comprende una gran parte de la humanidad puesto que todos aquellos que están de buena fe se supone que tienen el bautismo de deseo. En este sentido, no creo que se pueda hablar de infiltración comunista en la Iglesia ya que, en Colombia, creo que un alto porcentaje de los comunistas son bautizados.

Si se habla de infiltración lo más lógico es suponer que hay miembros de la Iglesia que, diciéndose católicos, realmente son comunistas. Para averiguar si esto sucede no quedaría más remedio que establecer un tri­bunal como el antiguo tribunal de la Inquisición para que detectara a los infiltrados comunistas dentro de la Iglesia.

Sin embargo, en el lenguaje vulgar, cuando se habla de la Iglesia colombiana se habla de los obispos y sacerdotes y cuando se dice que hay infiltrados dentro de la Iglesia la opinión pública entiende que se trata de infiltrados dentro del clero. La investigación que podría esclarecer esta situación supone una labor inquisitorial que establezca dentro de la Iglesia el delito de opinión.

Puede ser que el Presidente no haya tenido esta intención al hacer su declaración, pero si ella se toma en serio los efectos no podrán ser diferentes.

¿Según su criterio a que se debe la frecuente información de cierta prensa sobre la existencia de sacerdotes comunistas?


Para poder entender los motivos que mueven a cierta prensa para informar sobre la existencia de sacerdotes comunistas, tendríamos que ana­lizar el fenómeno del macartismo en general.

Toda clase dirigente tiene sistemas de defensa, algunos informales y otros formales. Cuando se trata de una clase dirigente impopular y mino­ritaria es necesario que ésta busque sistemas eficaces para descalificar ante la opinión pública a sus adversarios. La opinión pública se orienta más fácilmente con adjetivos que con disquisiciones filosóficas.

Para desacreditar un puente, basta con ponerle el epíteto de "podrido". Para hacer perseguir a un perro, aunque éste sea de nobles condiciones, basta darle el adjetivo de "rabioso". En las primeras épocas de nuestra era, decirle cristiano a un individuo era una forma de colocarlo fuera de la ley. Después se le decía "bárbaro" al enemigo del Imperio Romano para poderlo perseguir. Antes de la Revolución Francesa se perseguía a los libres pensadores, liberales, demócratas, plebeyos, etc. En la actualidad, la mejor manera de desencadenar la persecución sobre un elemento peligroso para la clase dirigente, es llamarlo comunista.

La clase dirigente colombiana ha considerado a la Iglesia y al Ejército como aliados incondicionales suyos, es natural que, cuando aparecen sacerdotes o militares inconformes, considere que su estructura interna co­mienza a resquebrajarse. Por lo tanto, sacerdotes y militares inconformes

constituyen un elemento mucho más peligroso para el sistema que los mismos comunistas afiliados al partido. De ahí la necesidad para la clase dirigente de desacreditarlos ante la opinión pública, tildándoles de comu­nistas. La prensa, servidora de esta clase, no puede adoptar una política diferente.

¿El clero colombiano peca de comunista o de anti-comunista?


El clero colombiano ciertamente no peca de comunista. El comunismo tiene un sistema filosófico incompatible con el cristianismo, aunque en sus aspiraciones socioeconómicas la mayoría de sus postulados no riñen con la fe cristiana.

Para decir que peca de anticomunista, se necesitaría hacer una investigación sobre las pastorales, los escritos, los sermones de nuestros obispos y sacerdotes. Sin embargo, mi impresión personal es que el comunismo ha sido considerado como el principal mal de la cristiandad en nuestra época. Este es un enfoque poco teológico y poco científico.

Poco teológico, porque el principal mal de la cristiandad es la falta de amor, tanto dentro de ella misma como respecto de los no cristianos, incluyendo a los comunistas. Por la falta de un amor eficaz traducido a las estructuras temporales en una forma científica por parte de los cris­tianos ha surgido el comunismo como una solución con todos sus aciertos y sus errores.

Desde el punto de vista científico, la posición del cristiano no debe ser anti sino en favor del bien de la humanidad. Si este bien no se puede realizar sino cambiando las estructuras temporales sería pecaminoso que el cristiano se opusiera al cambio. Solamente la crítica discriminada y científica del comunismo, en vista a la realización de este bien, puede justificar no una posición anti-comunista sino una posición científica que implique rechazo de todo lo que sea anti-científico.

¿Según su juicio, la actitud del clero colombiano ante los problemas sociales requerirla una revisión?


En general, yo creo que la actitud del clero colombiano ante los problemas sociales sí requiere una revisión. Esta revisión se podría re. sumir así:

1. Preocupación por el bienestar de la humanidad más que por preser­varla del comunismo.

2. Descartar la beneficencia ocasional y paternalista como forma habi­tual de acción.

3. Concentrar los esfuerzos en la formación de un laicado capaz de transformar las estructuras temporales desde su base atacando así el origen de los problemas sociales.

¿El clero colombiano tiene mentalidad capitalista?

Para poder juzgar de la mentalidad de un grupo social, se requeriría un análisis bastante profundo. Sin embargo, yo considero que el clero colombiano por lo menos en la impresión que deja ante la opinión pública aparece con una mentalidad más feudal que capitalista y, en el mejor de los casos, con una mentalidad netamente capitalista.

La mentalidad feudal se caracteriza fundamentalmente por el deseo de posesión, haciendo caso omiso del lucro, de la productividad y del servicio a la comunidad.

La mentalidad capitalista por el deseo del lucro, sin considerar el servicio a la comunidad.

Ante la opinión pública el clero colombiano aparece como un grupo con deseo de posesión. En las esferas jerárquicas más altas y principal­mente en los sectores urbanos, creo yo que aparece como un grupo con deseo de lucro. La opinión pública colombiana me parece que no tiene conciencia de que la Iglesia gaste dinero en servicio de la comunidad.

¿El comunismo debe ser puesto fuera de la ley?

Desde el punto de vista teórico creo yo que la mejor arma para combatir las ideas son las ideas; la mejor arma para combatir los movimientos políticos es mostrar una mayor eficacia en el uso del poder. Por lo tanto, las disposiciones legales en contra de ideas o de movimientos políticos son, en mi concepto, una demostración de debilidad ante ellos.

Sin embargo, si en un país se considera de hecho los comunistas ex­cluidos de los cargos públicos, del derecho a ser elegidos, se excluyen de las cátedras universitarias y en muchas ocasiones, pierden el derecho de es­tudiar y de trabajar, sería una posición menos hipócrita declararlos oficialmente fuera de la ley que conservar una legalidad aparente, pura­mente táctica para disfrazar ese estado de cosas con un ropaje democrático a fin de evitar que los adversarios capitalicen la mística que les daría la ilegalidad y el hecho de ser considerados como víctimas.






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