martes, 26 de noviembre de 2013

JUICIO ORAL POR JUSTICIA PARA MONSEÑOR ANGELELLI: "LA IGLESIA FUE CÓMPLICE DEL ASESINATO" Por Irina Hauser







EL PAIS › EL TESTIMONIO DEL EX SACERDOTE ARTURO PINTO, EN EL JUICIO POR EL CRIMEN DEL OBISPO ANGELELLI EN 1976


“Lo mataron mediante un maniobra vehicular 
provocativa, fríamente premeditada”, 
dijo Pinto.












“La Iglesia fue cómplice del asesinato”


Pinto fue amigo y colaborador de Angelelli. Ante el tribunal contó cómo fueron los últimos días del obispo de La Rioja y, en contraposición con la teoría del accidente que sostuvo la jerarquía eclesiástica, aseguró que “fue un atentado”.


Por Irina Hauser

Un día antes de que lo asesinaran, el obispo de La Rioja, Enrique Angelelli dibujó en un papel un círculo con forma de espiral y en él fue ubicando una serie de sucesos, cuyos últimos eslabones habían sido el homicidio de los curas de su pastoral en Chamical, Gabriel Longeville y Carlos de Dios Murias, y el del laico Wenceslao Pedernera. “La cosa está brava”, les advirtió a los sacerdotes de su mayor confianza, y se ubicó en el centro del dibujo porque, dijo, creía ser el próximo de la lista. Ellos le pedían que se fuese a Perú, aprovechando que de allí lo convocaban. “El pastor no abandona a sus ovejas”, contestó. En aquel encuentro estaba Arturo Pinto, amigo y mano derecha de Angelelli, quien lo recordó ante el tribunal oral riojano que juzga su asesinato como parte de un contexto que anticipaba el desenlace. Su testimonio resulta clave porque además es el hombre que viajaba con el obispo en un Fiat 125 multicarga el 4 de agosto de 1976 en el momento en que otro vehículo se les cruzó y los hizo volcar, y que al sobrevivir pudo contarlo.

“A Angelelli lo mataron mediante una maniobra vehicular provocativa, fríamente premeditada, fue un atentado, no un accidente”, aseveró Pinto, en contraposición con la teoría que sostuvo la Iglesia Católica.

Pinto declaró ayer frente a los jueces Camilo García Uriburu, Carlos Lascano y Juan Carlos Reynaga. “Sabía que era perseguido y que lo iban a matar como lo hicieron con otros sacerdotes”, insistió el ex sacerdote, quien dejó de ejercer en 1977 cuando se cumplió un año del homicidio del obispo. El juicio que transcurre en La Rioja tiene como acusados al ex jefe del tercer cuerpo de Ejército Luciano Benjamín Menéndez y al ex comodoro Luis Estrella. Los otros tres hombres que debieron haber sido juzgados por este hecho ya murieron: el dictador Jorge Rafael Videla, el ex ministro del Interior Albano Harguindeguy y Juan Carlos Romero, quien estuvo a cargo del Departamento de Informaciones (D2) de La Rioja.

En su relato, Pinto se refirió a Menéndez en un tramo específico en el que confirmó la existencia de un encuentro que mantuvo con Angelelli en 1976. Dijo que el obispo volvió de allí “preocupado”, como quien había recibido una amenaza. Menéndez siempre negó esa entrevista, a la que, sin embargo, aludieron también otros testigos del juicio, como Luis “Vitín” Baronetto –querellante de la organización Tiempo Latinoamericano– y María Elena Coseano, sobrina de Angelelli.

“Esto demuestra la mano siniestra de Menéndez en las amenazas y la planificación del atentado”, señaló a este diario Guillermo Díaz Martínez, querellante por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Ayer la sala del tribunal oral, en el edificio del correo en La Rioja, estaba repleta.

Pinto conoció en los ’60 a Angelelli, que era rector del seminario en Córdoba donde él estudiaba para sacerdote. El obispo lo consagró cura en Villa Unión, en un acto en la vía pública, y desde entonces fue junto a él casi a todas partes. Durante toda la primera parte de su declaración intentó explicarles a los jueces “la nueva manera de hacer de la Iglesia” que buscaba desarrollar Angelelli a través de la llamada “opción por los pobres”. “Era una Iglesia liberadora de ataduras, que cuestionaba la mala distribución del agua, la concentración de la tierra en latifundios, los bienes en pocas manos. Ofrecía una reinterpretación del evangelio, se preocupaba por la situación de cada persona. Era novedoso, y fue tratado de subversivo, lo acusaban de cambiar la fe y las costumbres”, le contó a Página/12.

En julio de 1976 Angelelli había viajado a Chamical tras el asesinato de los curas Longueville y de Dios Murias, cuyos cuerpos aparecieron con vendas en los ojos y marcas de torturas dos días después de ser secuestrados. Después del sepelio se los homenajeó en un “novenario” (durante nueve días), donde también se intentaba “mitigar el dolor” y contener a los pobladores, que estaban asustados. En ese período el obispo se instaló en el cuarto de Murias y comenzó a entrevistar a la gente de la zona –recordó Pinto– que le tenía gran confianza, “quería descubrir quién los había matado, la gente le contaba, su máquina de escribir volaba”, contó Pinto a este diario. Con todo ese material armó una carpeta, que pensaba mandar al Vaticano y a la nunciatura, según contaron varios testigos.

El 3 de agosto Angelelli y Pinto emprendieron el viaje de vuelta después del mediodía. Llevaban la carpeta con toda la investigación de Angelelli en el asiento de atrás. Tomaron “un camino alternativo hasta retomar la ruta nacional 38 para no pasar por el frente de la ex base Aérea de Chamical debido a la mala relación que había entre sus integrantes y el obispo”, declaró Pinto. Entonces contó que a la altura de Punta de Los Llanos, a 100 kilómetros al sur de la capital riojana, un auto de color blanco los encerró “por delante de la camioneta, que se salió de la ruta y volcó”. “Producto del vuelco Angelelli, por comentarios que tuve después, salió despedido y yo quedé adentro del vehículo, inconsciente.”

Cuando los jueces le preguntaron por “la mala relación” con la Base Aérea, Pinto recordó como ejemplo que en medio de una misa, “en plena homilía de monseñor Angelelli, fue interrumpido por el titular de la base, Lázaro Aguirre, quien le señaló que no estaba de acuerdo y debía retractarse”. “En las misas siempre había una o dos personas de civil que nos dábamos cuenta de que eran militares y en algunas ocasiones grababan”, señaló.

La carpeta con la investigación sobre el asesinato de los curas de Chamical apareció –contó el abogado Díaz Martínez– en un escritorio de Harguindeguy. Hoy, a los 73 años, Pinto vive en Formosa y trabaja en el Equipo para la Promoción y el Acompañamiento Solidario, que promueve el desarrollo de las comunidades wichí y toba. “La Iglesia fue cómplice del asesinato de Angelelli, nunca se pronunció públicamente –dijo Pinto a este diario–. Cualquier agrupación, cuando tocan a un miembro, reacciona: acá masacraron a Angelelli y nadie condenó su muerte.”


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lunes, 18 de noviembre de 2013

LA NUEVA GUERRA FRÍA DEL LEFEBVRISMO por Martín Granovsky


Marcel Lefebvre.





























EL PAIS › CLAVES DEL ATAQUE ANTISEMITA EN LA CATEDRAL DE BUENOS AIRES

La nueva guerra fría del lefebvrismo

La irrupción en la Catedral de un grupo ultraderechista para impedir la conmemoración de los pogroms antisemitas en la Noche de los Cristales Rotos de 1938 revivió un nombre: el del obispo Marcel Lefebvre. Su opinión sobre el Vaticano II y la dictadura. La interpretación de Dri.


Por Martín Granovsky


Aunque la Guerra Fría ya terminaba, el texto se inspiró en ella: “Supo salvaguardar, frente al comunismo ateo y el materialismo decadente, la herencia de los más sagrados valores occidentales”. Así despidió el líder ultraderechista francés Jean Marie Le Pen al obispo cismático Marcel Lefebvre el día de su muerte, el 27 de marzo de 1991.

La Unión Soviética estaba herida de muerte e implosionaba. El 26 de diciembre de 1991, un día después de la renuncia de Mijail Gorbachov como presidente de la URSS, el Soviet Supremo se declaró autodisuelto.

La Guerra Fría entre Washington y Moscú se convirtió en un abstracción cuando se esfumó uno de sus polos. Pero sobrevivió en sectores de extrema derecha una ideología anticomunista y agresiva con aires de paranoia. El último jueves, la eurodiputada Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional e hija de Jean Marie, comenzó negociaciones con otros dirigentes afines del Partido por la Libertad de Holanda, la Liga Norte de Italia, los belgas de Vlaams Belang, Alternativa por Alemania y los austríacos del Partido por la Libertad. El holandés Geert Wilders es un islamófobo que incluso desea prohibir el Corán. En Grecia, el partido Amanecer Dorado, con un símbolo parecido a una svástica, tiene 18 diputados en el Parlamento.

Así como América latina, según Raúl Zaffaroni, tiene como chivo expiatorio el adolescente pobre, la ultraderecha europea crece desde la denuncia del inmigrante, sobre todo africano, una figura más palpable y débil para el ciudadano temeroso que el sistema financiero sobredimensionado.

Una semana antes de su muerte, el Estado francés multó a Lefebvre porque había propuesto la expulsión de todos los musulmanes y árabes de Francia.

El orden cristiano

En 1985 Lefebvre publicó su libro Carta abierta a los católicos perplejos, que Emecé editó en castellano al año siguiente. Dice uno de sus párrafos: “El orden cristiano respeta la propiedad privada, protege la familia contra todo lo que la corrompe, fomenta el desarrollo de la familia numerosa y la presencia de la mujer en el hogar, deja un legítima autonomía a la iniciativa privada, alienta a la pequeña y a la mediana industria, favorece el retorno a la tierra y estima en su justo valor la agricultura, preconiza las uniones profesionales, la libertad escolar, protege a los ciudadanos contra toda forma de subversión y revolución”.

También carga contra el laicismo: “Este orden cristiano se distingue abiertamente también de los regímenes liberales fundados en la separación de la Iglesia y del Estado y cuya impotencia para superar las crisis es cada vez más manifiesta. ¿Cómo podrían superarlas después de haberse privado voluntariamente de Aquel que es ‘la luz de los hombres’? ¿Cómo podrían reunir las energías de los ciudadanos, siendo así que ya no tienen otro ideal que el de proponerles el bienestar y la comodidad?”. Así continúa el argumento de Lefebvre: “De manera que hablar de un orden social cristiano no es aferrarse a un pasado caduco; por el contrario significa una posición de futuro que el católico no debe tener miedo de manifestar. El católico no libra un combate de retaguardia, es de aquellos que saben, porque reciben sus lecciones de Aquel que dijo: ‘Yo soy el camino, la verdad, la vida’. Nosotros tenemos la superioridad de poseer la verdad; eso no es mérito nuestro del que debamos enorgullecernos, pero debemos obrar en consecuencia; la Iglesia tiene sobre el error la superioridad de poseer la verdad. A ella le corresponde, con la gracia de Dios, difundirla y no ocultarla como con vergüenza”.

En su Carta abierta a los católicos perplejos, Lefebvre simbolizaba todos los males de la Iglesia Católica en el Concilio Vaticano II, iniciado en 1962 por el papa Juan XXIII y concluido en 1965 por Pablo VI. Uno de los errores del Concilio habría sido, según el obispo ultraderechista, no haber tenido en cuenta al comunismo como “el error más monstruoso que haya salido del espíritu de Satanás”.

“El hecho de que este concilio pastoral se haya negado a condenarlo solemnemente (al comunismo) basta para cubrirlo de vergüenza ante toda la historia”, dice el texto al comentar un acontecimiento que sintonizaba con el clima de los ’60. Sólo un ejemplo: incluso en medio de la Guerra Fría, en 1965 la Fiat decidió instalar una fábrica en la Unión Soviética, y de común acuerdo el sitio fue llamado Togliatti, en memoria de Palmiro Togliatti, el histórico secretario general del Partido Comunista Italiano.

En su crítica al modernismo, Lefebvre mostraba la imagen de una Iglesia vencida. Para el Concilio, a su juicio, “la Iglesia de la tradición era culpable por sus riquezas, por su triunfalismo, y los padres del Concilio se sentían culpables por estar fuera del mundo, por no ser del mundo; ya se avergonzaban de sus insignias episcopales y pronto se avergonzarían de mostrarse en sotana”.

Por esa “atmósfera de liberación”, el espíritu de colegiación “sería la manta de Noé que se arroja sobre la vergüenza de ejercer una autoridad personal tan contraria a la mentalidad del hombre del siglo XX, ¡del hombre liberal!”, y “la libertad religiosa, el ecumenismo, la investigación teológica, la revisión del derecho canónico, atenuarían el triunfalismo de una Iglesia que se proclamaba única área de salvación”.

Autoridad

En su libro La mano izquierda de Dios, sobre la Iglesia en la última dictadura, Horacio Verbitsky consigna que el 29 de agosto de 1976 cinco mil católicos integristas asistieron en el estadio deportivo de Lille a una misa oficiada en latín, según la liturgia del Concilio de Trento, celebrado entre 1545 y 1563. Lefebvre “en su homilía exaltó a la dictadura de la Argentina porque el nuevo gobierno tenía principios y una autoridad que imponía orden, impedía que los forajidos mataran y de ese modo permitía la recuperación de la economía”.

“El lefebvrismo es una sección con connotaciones muy cercanas al fascismo”, dice Rubén Dri, teólogo, filósofo y ex sacerdote. “Tiene una historia. Cuando se construyó la Iglesia Católica como poder que negocia con el poder político y el poder económico, siempre existió una derecha. Con las transformaciones como el Concilio Vaticano II perdió la hegemonía, pero volvió a tener relevancia bajo el pontificado de Juan Pablo II. A partir de la renuncia de Benedicto XVI y la asunción de Jorge Bergoglio como Francisco esa situación cambió, porque la Iglesia dejó de tener esa política de derecha sin medias tintas ni mediaciones. La política de la Iglesia, podemos decir, es siempre de derecha en el sentido de que está de acuerdo con los poderes fácticos, pero conoce las mediaciones. Un político tan inteligente como Francisco de ninguna manera aceptará que la hegemonía la tenga un sector como el lefebvrismo.”

Para Dri tampoco es hegemónico hoy “el antisemitismo que también expresa el lefebvrismo y tiene raíces en la historia de la Iglesia Católica”.

“Pero hay que tener cuidado porque la crisis del capitalismo en su etapa neoliberal dio fuerza a las ultraderechas”, opina. “La crisis del neoliberalismo significó también la crisis de la Iglesia porque Juan Pablo II estaba comprometido con el proyecto neoliberal.”

En cuanto a las raíces del antisemitismo lefebvrista, según Dri “teologiza problemas que surgieron entre los primeros grupos cristianos y grupos judíos”.

Agrega Dri: “Todos eran grupos judíos. La vertiente cristiana se separó, traumáticamente, y esa separación generó conflictos y reproches. Incluso en los Evangelios aparecen las culpabilizaciones al pueblo judío por la muerte de Jesús, lo cual históricamente es equivocado, porque ningún pueblo mató a Jesús: fueron élites sacerdotales y el Imperio Romano. Pero esos relatos sirvieron para una política que ve al pueblo judío como enemigo o pueblo deicida, lo cual es una atrocidad”.

Para el teólogo, “se toman los Evangelios como si fueran palabra revelada y como si Dios estuviese revelando verdades”. La revelación significa “encontrar el sentido de los textos pero dentro del contexto y sin literalidades”.

“La palabra de Dios no está sobre la historia, no se reveló de una vez y para siempre como si Dios fuera un extraterrestre. Dios se va revelando en la historia a través de los valores de justicia, de solidaridad... El amor al prójimo es fundamental. Ahora, cómo expresar el amor al prójimo en las distintas culturas es un tema de reinterpretación. ¿Es dar limosna a los pobres o es cambiar el sistema social que produce pobres?”

“La fe se sustentaba en certezas”, escribía por el contrario Lefebvre. “Al quebrantarse éstas, se ha sembrado la perplejidad.”




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miércoles, 13 de noviembre de 2013

ASESINATO DE MONS. ANGELELLI: PIDEN INTEGRAR COMO PRUEBAS LAS LISTAS NEGRAS



ASESINATO DE MONSEÑOR ANGELELLI



Piden integrar como pruebas las listas negras halladas por Defensa


Se trata de tres actas, de los años 1979, 1980 y 1982, en las que aparecen personas catalogadas como parte del “peligro marxista” y calificadas en una escala de uno a cuatro según sus antecedentes ideológicos.

La querella en el juicio por el asesinato del ex obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, perpetrado durante la dictadura cívico militar, pidió que se incorporen nuevas pruebas vinculadas a las listas negras que divulgó Ministerio de Defensa la semana pasada.

Se trata de tres actas, de los años 1979, 1980 y 1982, en las que aparecen personas catalogadas como parte del “peligro marxista” y calificadas en una escala de uno a cuatro según sus antecedentes ideológicos.

Allí aparecen artistas, periodistas e intelectuales de todo el país, entre ellos de La Rioja, informó Infojusnoticias, en su portal.

En tanto, Angel Morales, abogado representante de la sobrina de Angelelli, Elena Coseano, de Tiempo Latinoamericano y de Arturo Pinto, el sacerdote que iba sentado en la camioneta al lado de Angelelli al momento del atentado, pidió que se incorpore como prueba la nota de Página 12 “Conflicto ideológico y territorial”, donde aparece el obispo en el diario personal del provicario castrense Victorio Bonamín.

El artículo denuncia la complicidad pasiva y activa de la jerarquía eclesiástica, realizada por los autores de la investigación sobre los diarios personales de Bonamín (1975-1976), Ariel Lede y Lucas Bilbao.

La querella pidió además que se cite a los periodistas que realizaron la investigación.

El artículo, entre otras cosas, señala: Bonamín estaba en Europa el día del asesinato, pero el 2 de septiembre, a pocos días de su regreso al país, anotó en su diario: “Mons. Angelelli: ¿un tiro en la cabeza?”. El interrogante de Bonamín es contundente al confirmar que Angelelli era uno de los “asesinables” y fortalece la hipótesis del homicidio (…)

En este juicio, cuya segunda audiencia se realizó ayer, están acusados de asociación ilícita agravada y por el homicidio del sacerdote en agosto de 1976, el represor multicondenado Luciano Benjamín Menéndez y el ex comodoro Luis Fernando Estrella. 


Agencias / La Señal Medios


*En la foto, Monseñor Angelelli junto al periodista Alipio Tito Paoletti. — con Martín Gorojovsky