jueves, 8 de marzo de 2018

SAN ROMERO DE AMÉRICA





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EL ARZOBISPO ROMERO SERÁ SANTO



El arzobispo Romero, asesinado en 1980, será proclamado santo de la Iglesia Católica. Imagen: EFE




Figura icónica en El Salvador y en América latina

El arzobispo Romero será santo


Francisco aprobó los milagros atribuidos al monseñor Oscar Arnulfo Romero y también al papa Pablo VI. Ambos religiosos serán canonizados este año, aunque la fecha no está definida.



El arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, una figura icónica en América Latina, será proclamado santo de la Iglesia católica. Ayer, Francisco aprobó los milagros atribuidos al monseñor y también al papa Pablo VI, quien también será canonizado.

La certificación de un segundo milagro era el último obstáculo para que ambos beatos pudieran subir a los altares, lo que ocurrirá en una misa que se llevará a cabo más adelante. Ya en febrero, Francisco había adelantado que las misas de canonización se celebrarían este año, mientras que el portavoz vaticano, Greg Burke, había escrito en Twitter que en el caso de Romero sería pronto. Al cierre de esta edición no se habían dado a conocer oficialmente los detalles del milagro que convertirá a Romero en santo. Sin embargo, el cardenal salvadoreño, Gregorio Rosa Chávez, explicó que el milagro atribuido al monseñor corresponde al de una señora que estaba embarazada y que su vida estaba en peligro en el momento del parto. La creyente le oró a Romero que intercediera por ella y su hijo. Ambos sobrevivieron. “Es un hecho maravilloso que fue analizado con muchísimo cuidado en Roma”, dijo Rosa Chávez, citado por el diario digital El Salvador. 

El que fuera arzobispo de San Salvador murió asesinado a manos de un francotirador integrante de los escuadrones de la muerte de la ultraderecha el 24 de marzo de 1980, a los 63 años,mientras celebraba misa, con una bala que le destrozó el corazón. Nacido en Ciudad Barrios, departamento de San Miguel, el 15 de agosto de 1917, el religioso fue nombrado arzobispo en 1977. Su figura cobró relieve debido a que usó el púlpito de la Catedral Metropolitana para denunciar las graves violaciones de los derechos humanos cometidas tanto por las fuerzas armadas como por la naciente insurgencia.

El ex mayor de inteligencia Roberto d’Aubuisson fue quien ordenó a un escuadrón de la muerte asesinar al religioso mientras oficiaba una misa en la capilla de un hospital para enfermos de cáncer. La confirmación del hecho la hizo el informe de una comisión formada en 1993 por Naciones Unidas (la Comisión de la Verdad) tras los acuerdos que acabaron con 12 años de guerra civil. El ya fallecido D’Aubuisson, fundó el partido Alianza Republicana (Arena) en 1981, que gobernó 20 años consecutivos entre 1989 y 2009. 

Cuando Romero fue nombrado arzobispo de San Salvador, el 3 de febrero de 1977, muchos sacerdotes y laicos lo consideraban conservador. Sin embargo, numerosos hechos, como el asesinato de su amigo el sacerdote jesuita Rutilio Grande, hicieron que diera un giro para pasar a ser un ferviente luchador y defensor de los pobres. Algunas personas, como su hermano Gaspar, sostienen que él siempre había trabajado por los más necesitados y que el cambio no fue tan radical.

Analistas coinciden en que su último mensaje en una misa dominical, el 23 de marzo de 1980, fue su condena de muerte. “En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día mas tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cese la represión”, expresó en un llamado dramático al cese de la matanza de obreros y campesinos. El funeral de Romero, el 30 de marzo de ese año, se tiñó de sangre. Militares apostados en las azoteas de los edificios aledaños a la Catedral Metropolitana dispararon contra los miles de fieles que participaban en la misa de despedida del arzobispo, en la plaza Gerardo Barrios, en el centro de San Salvador. 

El camino del monseñor a la santidad estuvo bloqueado durante varios años por sus conexiones políticas con la teología de la liberación,un movimiento izquierdista dentro de la Iglesia católica en las décadas de 1960 y 1970. 

Francisco desbloqueó el proceso en 2015 al reconocer su muerte como un martirio y aprobar su beatificación. El actual Papa considera al arzobispo como uno de los mejores hijos de la Iglesia. Sin embargo, hasta el momento, el crimen de Romero está impune dado que la Justicia salvadoreña nunca ha procesado y condenado a los autores del magnicidio.

Por su parte, Pablo VI dirigió la Iglesia entre 1963 y 1978 y es recordado por su impulso al Concilio Vaticano II, que introdujo numerosas reformas modernizadoras, como la abolición de la misa en latín. Durante su papado también confirmó la prohibición del aborto y del uso de anticonpectivos. Pablo VI fue beatificado en 2014, el mismo año en el que fueron proclamados santos otros dos papas modernos, Juan XXIII y Juan Pablo II. 

Expertos vaticanos y el Papa aprobaron la existencia de dos milagros atribuidos a Pablo VI. El primero se produjo en 2001 con el nacimiento en EE.UU. de un niño sano tras haber sido diagnosticado con una grave malformación. Y el segundo en 2014 con el nacimiento prematuro con éxito de una niña a las 26 semanas de gestación, cuya madre tenía problemas con la placenta.




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SAN ROMERO DE AMÉRICA: ÚLTIMA HOMILÍA



"No es voluntad de Dios que unos tengan todo y otros no tengan nada."
Mons. Oscar A. Romero, setiembre de 1978.-



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Mons. Romero - Ultima homilía 23 marzo 1980








"LA SEÑAL DE MONSEÑOR ROMERO". Un mártir incómodo Por Braulio Hernández


artículo destacado


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“Rutilio me ha abierto los ojos”.

"Pero llama la atención que durante el largo pontificado de Juan Pablo II, el Papa que más santos y beatos ha elevado a los altares (tantos como en el conjunto de los últimos siglos), no lo tuviera tan claro con monseñor Romero. Juan Pablo II en el telegrama de condolencia condenó su asesinato como “un crimen execrable”, pero nunca lo elogiaba como mártir, sino como ‘celoso pastor’..."


"Han tenido que transcurrir 35 años para que se declare oficialmente que Monseñor Romero murió como un mártir."







“LA SEÑAL DE MONSEÑOR ROMERO”

Un mártir incómodo


BRAULIO HERNÁNDEZ., brauhm@gmail.com
TRES CANTOS (MADRID).




ECLESALIA “A monseñor Romero le di la mano en dos ocasiones” dijo Rodolfo, un campesino salvadoreño que tuvo que refugiarse en Honduras durante la cruel guerra civil que asoló El Salvador en la década de los 80. Con aquella frase, pronunciada en una eucaristía comunitaria, el campesino, que era un hombre muy tímido como para atreverse a hablar en público, se sentía dignificado queriendo agradecer ante los presentes aquel gesto de tocar la mano a un arzobispo que había optado, arriesgando su vida, por defender a los sin voz ante la opresión de los poderosos. “En aquella noche memorable Rodolfo nos regaló una homilía preciosa en diez palabras llenas de sentimiento, verdad y significado”. Años después, en 1992, cuando terminó la guerra civil Rodolfo, acompañado de su hijo, visitó su tierra con el fin de reparar su casa, semi destruida y abandonada, y poder regresar a su antiguo hogar. Pero cuando intentaba desalojar un artefacto oculto entre las tejas del tejado hundido, el artefacto explotó y le segó la vida. Esta pequeña historia la recoge Thomas Greenan, en el Prólogo de su Tesis doctoral (editada como libro) El pensamiento teológico-pastoral en las homilías de Monseñor Romero, un homenaje al pueblo salvadoreño y a su arzobispo.

No es habitual que en la Jerarquía eclesial se den procesos de conversión tan impactantes como el experimentado por Monseñor Romero, apenas 20 días después de su toma de posesión como máximo ‘responsable’ de la Iglesia salvadoreña (el 22 de febrero de 1977), a raíz del asesinato de su amigo el sacerdote jesuita Rutilio Grande, producido el 12 de marzo, que había sido el maestro de ceremonias en su consagración como obispo (21/06/70). En la reciente Historia de la Iglesia, hablando de ‘conversiones’, son paradigmáticas las figuras de Juan XXIII, un anciano Papa, ‘de transición’, que convocó de sopetón un Concilio (para revisar) para volver a los orígenes. O el de Juan Pablo I que a los pocos días de ser nombrado Papa estaba decidido a cortar de una vez con los escandalosos negocios vaticanos, empezando por destituir de su cargo al mayordomo de palacio (Is 22,15.19). En Romero, como en el caso del ‘ciego de nacimiento’ en la piscina de Siloé, también se produjo el milagro en su ‘ceguera’ cuando, consternado por el asesinato del Padre Rutilio, confesó (para escándalo de algunos): “Rutilio me ha abierto los ojos”.

En una carta de Monseñor Romero a Juan Pablo II le manifiesta: “Creo en conciencia que Dios pide una fuerza pastoral en contraste con las inclinaciones ‘conservadoras’ que me son tan propias, según mi temperamento”. Sacerdote y obispo de perfil ‘conservador’, y muy cercano a círculos del poder, Óscar Romero desconfiaba de los experimentos pastorales de la teología de la Liberación, especialmente de los curas más jóvenes, siendo los jesuitas de la Universidad Centroamericana (UCA) el blanco de los ataques de su pluma. Pero su proceso de “conversión” le llevará a denunciar desde el púlpito que “Una religión de misa dominical pero de semanas injustas no agrada al Señor” (4/12/1977); o que “no es un prestigio para la Iglesia estar a bien con los poderosos”, frase pronunciada el 17 de febrero de 1980, mes y pico antes de ser asesinado por la ultraderecha católica.

La conversión de Romero no está exenta de ‘señales’, y éstas pueden ser más reveladoras que algunos milagros,cocinados para devolver favores, ‘acreditados’ en algunas canonizaciones polémicas. Cuando el 1 de diciembre de 1979 sacerdotes y amigos de monseñor Romero le quisieron rendir un homenaje en su antigua diócesis, Santiago de María, le tenían preparado una sorpresa a su antiguo obispo: el acto consistía en una representación teatral en la que se escenificaba el martirio de santo Tomás Moro. A Romero, que sufrió humillaciones y silencios vaticanos y que fue cacheado por las Fuerzas de Seguridad en sus desplazamientos pastorales por su país como si fuera un delincuente, apenas le quedaban cuatro meses de vida. El 24 de marzo de 1980, día de su asesinato, Monseñor Romero se dirigió, a las cuatro y treinta, a Santa Tecla, a la casa de los jesuitas, para ver a su confesor: “Vengo, padre, porque quiero estar limpio delante de Dios”. Hora y media después, a las 6 de la tarde, tenía que celebrar una misa en el hospitalito de la Divina Providencia. Cuando las agujas del reloj marcaban las seis y veintiséis (“él cenaba habitualmente a las seis y media”), monseñor Romero caía abatido por el disparo de un francotirador en el altar, en el ofertorio de la misa. En la portada del diario ABC de Sevilla se leía este titular: “Monseñor Romero: un mártir del siglo XX. Asesinado por predicar el evangelio” (27/03/1980). Pero llama la atención que durante el largo pontificado de Juan Pablo II, el Papa que más santos y beatos ha elevado a los altares (tantos como en el conjunto de los últimos siglos), no lo tuviera tan claro con monseñor Romero. Juan Pablo II en el telegrama de condolencia condenó su asesinato como “un crimen execrable”, pero nunca lo elogiaba como mártir, sino como ‘celoso pastor’, escribe el sacerdote Jesús López Sáez, que recoge este detalle contado por el periodista Juan Arias (entonces corresponsal del diario El País en Roma), acaecido en el primer viaje de Juan Pablo II a América latina: cuando el periodista le mencionó lo del martirio de Romero, Juan Pablo II le respondió irritado. “Eso aún hay que probarlo” (El día de la cuenta, pág. 240).

Por fin, el Vaticano ha reconocido que hubo una campaña para denigrar a monseñor Romero y que el proceso de su beatificación estuvo bloqueado en la época de Juan Pablo II (Diario1). En febrero pasado, el arzobispo italiano Vincenzo Paglia, actual presidente del Consejo Pontificio de la Familia, y postulador de la causa de su beatificación, reconoció que el proceso había sufrido numerosas trabas, y que “De no haber sido por el papa latinoamericano Francisco, Romero no hubiera sido beatificado”. Durante largos años, los escritos y homilías de monseñor Romero tuvieron que pasar por sesudos análisis para al final dictaminarse que todo estaba en orden, requisito indispensable para poder iniciar el proceso de beatificación. Cosa que se hizo oficialmente por el Vaticano, en 1997. Pero sufriendo un rosario de obstáculos de todo tipo. Entre ellos se alegó el temor a que su beatificación podría dividir al País. Que es como decir que por encima de la verdad evangélica está la paz social. “Así surgió entre la gente una división por causa de Jesús (Jn 7, 40-53): esta lectura se leía en todas las Iglesias el sábado 24 de marzo de 2007, en el 27 aniversario del asesinato de Romero. Antes de abrirse formalmente su causa, quienes se oponían a la misma alegaban en su contra la proximidad de Óscar Romero con el teólogo jesuita Jon Sobrino, una de las grandes referencias de la Teología de la Liberación y censurado por el Vaticano en marzo de 2007, coincidiendo con el 30 aniversario del asesinato de Rutilio Grande. Jon Sobrino, gracias a un viaje providencial que le surgió, se libró de haber sido asesinado junto a sus seis compañeros jesuitas, entre ellos el padre Ellacuría, en la matanza perpetrada en 1989 por militares salvadoreños en la UCA.

Han tenido que transcurrir 35 años para que se declare oficialmente que Monseñor Romero murió como un mártir. Y, como mártir, a Óscar Romero ya no tendrán que ‘exigirle’ que acredite ningún ‘milagro’. Pero, como manifiesta en un escrito el sacerdote Jesús López Sáez en la Web de la Comunidad de Ayala de Madrid, La señal de monseñor Romero se ha hecho bien presente. Otra cosa es que en los palacios vaticanos la puedan percibir. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).








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miércoles, 21 de febrero de 2018

ENTRE EL CIELO Y EL EVANGELIO Por Eduardo Valdés



Imagen: AFP




Opinión


Entre el Cielo y el Evangelio







"Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy populista."




Parafraseando a DOM Helder Cámara, esta frase bien sería aplicable al coro de críticas que recibe el Papa Francisco. El pasado 14 de febrero, El País publicó una nota del ex presidente uruguayo Julio María Sanguinetti titulada “Entre el cielo y el barrio”. Allí rechaza al Pontífice por sus críticas al sistema capitalista financiero porque en Perú dijo que era “inhumano, que hace daño a la gente” y utiliza la terminología de Loris Zanatta para calificarlo hoy de “populista -peronista”.

El 25 de Marzo de 2013, 12 días después de asumir el pontificado, Sanguinetti se expresaba en su Correo de los viernes, bajo el título de Un nuevo Papa : “Será un Papa de fuerte acento pastoral, volcado a la lucha contra la pobreza, tal cual ha sido su rol histórico en Argentina. No es un ideólogo, no es un pensador. Es un hombre práctico que procura ayudar a los necesitados con lo que esté a su alcance. Todo indica que volcará todo su esfuerzo en las zonas pobres del mundo, acercando el sacerdote a la gente.”

Francisco cumplió esas demandas, pero no conforme con eso denunció las causas de la pobreza: ”Al centro de todo sistema económico debe estar el ser humano, y todo lo demás al servicio del hombre y la mujer, pero acá al centro está el Dios Dinero, estamos idolatrando al dinero y por ese afán de tener más, toda la economía se mueve descartando. Descartando a los niños con el control de la natalidad, descartando a los ancianos, ya no sirven, no producen, es clase pasiva, y se descartan a los jóvenes con la desocupación.

Descartamos toda una generación por mantener un sistema económico que ya no se sostiene, y para sostenerse y para balancearse tienen que hacer lo que hacían siempre los grandes imperios para sobrevivir, hacer una guerra, como no se puede hacer la tercera guerra mundial, entonces se hacen guerras zonales, esto que significa, que se fabrican armas, se venden armas y con eso los balances de estas economías idolátricas, que son las mundiales obviamente, van adelante… Un sistema que sacrifica al hombre por el ídolo dinero”

Francisco se nutre de la la doctrina social de la Iglesia, léase las encíclicas RerumNovarum, de León XIII (1891), y la QuadragesimusAnnus, de Pío XI (1931). Es un hijo del Concilio Vaticano II concebido por el Papa San Juan XXIII y de la exhortación apostólica del Beato Paulo VI EvangeliiNuntiandi de 1975, de su aplicación en América Latina en la II Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín donde se decidió que la iglesia del continente plantea una “Opción preferencial por los pobres, para salir con ellos de la pobreza luchando contra la injusticia” según el Cardenal Eduardo Pironio, formador de Bergoglio y secretario de la Conferencia.

Por último la Conferencia de Aparecida Brasil en el 2007 donde fue el redactor principal el entonces Cardenal Bergolio donde convocan a los católicos a “protagonizar un nuevo Orden Social en Latinoamérica, basado en la dignidad del ser humano y la justicia”.

En Brasil les dijo a los jóvenes que su programática son las Bienaventuranzas y Mateo 25. Quedará en la historia que “todos tienen derecho a tener Techo, Tierra y Trabajo” y que el futuro de la humanidad “está fundamentalmente en manos de los pueblos” (Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados). 

El Papa no es marxista, ni populista, ni peronista, es un cristiano en el sentido más profundo y quiere llevar adelante la palabra de Cristo y la conducta de San Francisco de Asís.



*Ex Embajador argentino en el Vaticano





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lunes, 22 de enero de 2018

UNA REFLEXIÓN SOBRE EL VIAJE DEL PAPA / Claroscuros del paso de Francisco por Latinoamérica Por Eduardo de la Serna



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OPINIÓN

Una reflexión sobre el viaje del Papa





Claroscuros del paso de Francisco por Latinoamérica




El reciente viaje del Papa por las hermanas y queridas repúblicas de Chile y Perú suscitó una importante cadena de comentarios muy diversos. El diario El Tiempo (Bogotá, Colombia) interpreta el paso por Chile como una suerte de fracaso (21 de enero 2018) y dice allí Darío Menor Torres: “En su momento histórico más bajo a raíz de los escándalos de abusos sexuales contra menores cometidos por eclesiásticos, la Iglesia de ese país era la más necesitada de América Latina en recibir al obispo de Roma”. Empiezo citando un periodista “no implicado” ya que las voces en Chile y Perú son parte de la información, y las argentinas son claramente parciales. Y empiezo aquí porque quiero preguntarme varias cosas a raíz de este viaje.

El periodismo ante la Iglesia, el Papa, sus viajes y sus palabras


Habitualmente, la información previa, posterior y en el momento de los viajes de un Papa, podemos “seguirla” por los Medios de Comunicación. Hay cosas que pueden tener un sentido simbólico (que el Papa ayude a una carabinera que cayó del caballo) o desconocido (¿por qué cambió dos veces de carro en Perú?) que figuran más para la galería de anécdotas que para el sentido profundo del viaje.
Dentro de esa información, como ocurre en todos los casos, una cosa es la transmisión precisa de hechos y palabras y otra la interpretación de los mismos. En el primero de los casos, sólo se trata de honestidad o no en la transmisión precisa: “dijo esto / hizo aquello”; en el segundo, se trata de la posición que el intérprete toma ante esos dichos o hechos. Posición legítima, por cierto, en la medida en que esta sea explícita y no quede oculta bajo una capa de supuesta neutralidad.
En mi opinión, la inmensa mayoría de los periodistas al hablar de temas eclesiásticos hacen alarde de una manifiesta y preocupante ignorancia; son contados con los dedos de una mano —a la que, además, le sobran dedos— los periodistas que “están en tema”. Creo que suelen hacer un análisis “político” de un tema que, si bien tiene muchas aristas políticas, no es expresamente político. Y entonces sus modos de análisis resultan parciales, incompletos, o —en algunos casos— francamente espantosos.
Si para el periodismo el Papa es “el jefe de la Iglesia” (y para una inmensa mayoría lo es), sus palabras son “dogmas”, o la Iglesia es una institución “vertical y verticalista”, sus análisis serán distintos a los de aquellos que tengan (tengamos) otra eclesiología. Los dichos del periodista español para El Tiempo demuestran claramente esta ignorancia y este verticalismo. Si el Papa es “el obispo de Roma”, el que “preside en la caridad” a la “comunidad eclesial”; si la Iglesia es una “comunidad de comunidades” en la que hay obispos, curas, laicos de las más diversas corrientes y opiniones (aunque siempre “en comunión”) el sentido de los viajes, de las palabras papales y sus gestos, será sumamente diferente. En lo personal creo que en el periodismo, en estos temas, hay más pereza por entender, hay más ignorancia disimulada, que verdadero esfuerzo de análisis.
Y vuelvo a un ejemplo colombiano. Al terminar el viaje del Papa por Colombia, que fue considerado un éxito, en general hubo una serie de cosas interesantes de preguntarse. Una viñeta de Beto Barreto titulada “Balance de la visita” (publicada en http://dateateweb.wixsite.com/dateatealminuto/a-la-vista) sirve para formularse con profundidad la pregunta. Hablar de éxito o fracaso debería dejar bien claro con respecto a qué expectativa. Muchos de los que aplaudieron la visita, una vez concluida siguieron trabajando militantemente en contra de la paz, por ejemplo; o poniendo obstáculos a su búsqueda ardua. Otros criticaron claramente discursos “buenos” pero que al no ser “encarnados” podían servir para cualquiera, como por ejemplo al denunciar casos de corrupción.
Y retomo el texto del comienzo: si la Iglesia chilena está en un momento crítico, toca a la misma Iglesia (no al “papá” que vive en el exterior venir a arreglar pelea de hermanos). Toca a la Iglesia (no a los obispos [otro síntoma de “pereza” periodística hablar de “la Iglesia” cuando habla un obispo], sino laicos, comunidades, curas y también obispos) analizar las causas y proponer soluciones. En lo personal, si tengo problemas parroquiales puedo consultar a otros curas, pero no espero que otro cura venga a mi comunidad a “traer soluciones”; si hay problemas en mi diócesis, espero que el obispo consulte a los curas, laicos y comunidades y no que venga otro obispo a “decir qué hay que hacer”. No entiendo, por lo tanto, que “el obispo de Roma” venga a la diócesis de “X” a decir qué debe hacerse. Se supone que los problemas, las causas, las situaciones, las posibilidades, los instrumentos para la solución los conoce “la Iglesia local”. Creo —en suma— que los viajes papales y esperar de ellos soluciones, normativas, criterios sólo sirven a una eclesiología que yo rechazo y cuestiono. Y si se celebra que el Papa hable de “amor”, de “paz”, de “comunidad”, de “pobres”, de “solidaridad” o críticamente de la “violencia”, la “corrupción”, la “insolidaridad”, la “indiferencia” es realmente preocupante: que tenga que venir el “papá” a decirnos que tenemos que vivir conforme a lo que nos dice Jesús de Nazaret que debemos hacer resulta verdaderamente preocupante. Y además, si es así, es evidente dónde está el problema por el que “la Iglesia está en crisis”: por no vivir el Evangelio.

El Papa en Chile


Al ser la Iglesia una comunidad internacional (eso significa “católica”) una buena pregunta es cuáles son las fuentes de información —del Papa en este caso— para hablar u obrar. El Papa no tiene posibilidades, sin duda, de conocer a todos los curas del mundo cuando tiene que elegir a “fulano” para que sea obispo de la diócesis “mengania”. Alguien (alguienes) le informa/n. Sin duda una fuente sabida es la Conferencia episcopal del lugar y su embajador en la región, el Nuncio. Claro que si los obispos del lugar están en crisis (es lo que se ha dicho del episcopado chileno) la pregunta adquiere doble sentido. Y cuando las conferencia episcopales son numerosas también cabe saber a quien/es entre ellos elegir a la hora de estar informado. Este tema vale para Chile y casi todos los restantes países (quizás no para Argentina ya que el universo de conocidos para el papa Francisco es más amplio). Siendo que para el consejo de Cardenales que lo asesoran, el Papa ha escogido al cardenal emérito Francisco Errázuriz, es de suponer que él será una fuente privilegiada de información para el Papa. Por tanto, conocer al cardenal puede servir para suponer reconocer una fuente importante de información papal. Sin duda habrá otras.
Por otra parte, si el Papa viaja a una región, es de suponer que los temas que analice, comente, le preocupen sean los temas “pastorales” que para los informantes del lugar sean los más importantes. ¿Cómo podría el Papa saber de la existencia de Tal problema si no le han informado? Sin duda hay temas propios del lugar que —por otro lado— son “generales”: el clero, el episcopado, la pastoral, la evangelización… Habitualmente estos temas, que son el corazón de la misión eclesial, no son mencionados por la prensa salvo que toquen las aristas políticas que les interesan o salvo que orillen escándalos que “venden”. ¿Qué le importa a la prensa en general, si el Papa habla de teología, pastoral o Biblia? Lo que trasciende entonces, de los viajes (este, los pasados o los futuros) es lo que para la prensa (y – en muchos casos – su pereza) “debe” importar.

El Papa en Temuco


En una correspondencia con un amigo, un cura de Temuco que tuvo injerencia en la visita del Papa a la región le decía: “Tuvimos una contra muy fuerte. Amenazas de que se iba a boicotear la actividad, por lo cual muchas personas tuvieron miedo y desistieron de asistir. ¡Nada de eso hubo! El ambiente estuvo cargado de alegría y de espiritualidad”.
Visto desde Argentina (¿por qué deberíamos mirarlo “desde” allí? Lo hago como argentino, pero no creo que sea ni siquiera el lugar más importante para mirarlo) el “tema mapuche” era tema central. Ciertamente lo fue, visto “desde Chile”, pero —obviamente— las realidades son bien diferentes. En nombre de una supuesta “causa mapuche”, la situación de violencia es importante. Muchas iglesias quemadas con lemas tipo “no respetan nuestra religión, no respetamos la suya”, pero ni un solo responsable detenido a pesar que hay destacamentos de carabineros por todas partes, hace pensar en otras posibilidades. Las así llamadas “fuerzas de seguridad” reciben buenos aumentos de presupuestos, salarios y demás en estas circunstancias. Uno puede preguntarse, por ejemplo, por qué los atentados son contra comunidades católicas y no evangélicas, por ejemplo. Para algunos grupos pentecostales todo lo indígena es visto como “idolátrico y del demonio”, mientras que —me consta— hay curas que han participado en nguillatunes, por ejemplo. Conozco curas mapuche que no reniegan de serlo, mientras que los pastores (me refiero a algunos grupos específicos, no a las iglesias evangélicas en general) deben purificarse de su pasado. ¿Por qué no se atenta contra estas comunidades si de “no respetar” lo mapuche se trata? Sospechar de políticas que favorecen a los apropiadores de tierras, a los poderosos y críticos de comunidades eclesiales que tienen una cierta cercanía con el universo mapuche no sería insensato. El tema “violencia”, entonces, es ciertamente distinto, aunque el gobierno argentino quiera inventar inexistentes grupos mapuche violentos en Argentina.
Lo cierto es que el paso del Papa por Temuco fue visto como muy positivo en general. Sin duda puede haber grupos, más o menos representativos de algunas comunidades que estén desconformes pero en general el balance ha sido muy positivo.

El Papa en Iquique


Si tengo en cuenta el “desde” y el “quien”, confieso que a mí me hubiera gustado alguna referencia del Papa a la masacre en “Santa María”, en Iquique (1907). Si la hubo no la registré. Las fotos revelan una magra presencia de público. El tema del que se esperaba que hablara estaría centrado en los migrantes que, en la zona, son un colectivo muy importante (bolivianos, peruanos, colombianos, venezolanos, haitianos, dominicanos…). Sin embargo, también hay que anotar que la zona es parte del territorio anexado por Chile al vencer a Bolivia en la “guerra del Pacífico”, o “del salitre” (1836-1839) y “palabras claras” hubieran significado una “toma de posesión” en el conflicto entre ambos países. Lo cierto es que las fotos aéreas revelan que los participantes fueron pocos en comparación con lo esperado. Era de esperar que esa foto fuera utilizada —como lo fue— por la prensa hegemónica argentina en su campaña contra el Papa que hasta ha merecido una declaración de la habitualmente silenciosa conferencia episcopal argentina.

El Papa y la pederastia


Pero antes de la presencia en Iquique un tema empezó a sobrevolar fuertemente la visita papal: los casos públicos y notorios de pederastia por parte de sectores de la jerarquía chilena y el silencio, a veces cómplice, de parte del episcopado. Que el Papa se reuniera con víctimas de abusos no resultó suficiente, el “caso Karadima” y la presencia del obispo Barros en todas las ceremonias empañó gravemente la visita papal en Chile. El cura Fernando Karadima resultó un caso particularmente resonado en Chile; como ha ocurrido en numerosos casos, lamentablemente, la jerarquía eclesiástica simuló investigaciones que finalizaban en la nada misma, e incluso hubo presiones para que la cosa no avanzara en la justicia ordinaria. Se presentaba a sí mismo como buen discípulo de san Alberto Hurtado (cosa aparentemente desmentida por Óscar, el propio hermano del acusado) pero era visto como modelo y ejemplo eclesial: de su comunidad hubo muchísimos curas e incluso varios alcanzaron el episcopado. Finalmente, luego de sortear varias trabas civiles y eclesiásticas, fue sancionado el 2010 y expulsado. Esto indica, sin prejuzgar, pero teniéndolo en cuenta como dato, que todo el episcopado de Errázuriz en Santiago de Chile lo tuvo como cura en su diócesis. Recién su sucesor Ricardo Ezzati comunicó la decisión tomada por la Santa Sede. Las condenas de pederasta y efebofilia determinaron la suspensión. Desconozco si ha sido expulsado del estado eclesiástico. Uno de los obispos que pertenecían originariamente al “grupo del Bosque” —de donde era párroco Karadima— era el obispo Barros: auxiliar de Santiago, obispo de Iquique, obispo castrense (y general del ejército) y recientemente nombrado por el papa Francisco obispo de Osorno. Algunas de las víctimas de Karadima han denunciado a Barros por encubrimiento algo que —obviamente— él niega, pero el Papa ha elegido creerle a éste y afirma que se trata de una “calumnia” y que “no hay pruebas en su contra”. Quizás el papa hubiera debido recibirlos para escucharlos. Prefirió escuchar su campana. Sin duda esta actitud empañó —¡y demasiado!— el paso del Papa por Chile. Y en ese enturbiamiento, Barros contribuyó particularmente mostrándose en toda ocasión al lado del Papa. En lo personal no tengo elementos para afirmar que Barros encubrió o no a Karadima, pero sí creo que:
  1. El Papa bien podría haberle puesto nombre a esos abusos para dejar claro que no adhiere a la complicidad de gran parte de la Iglesia chilena del “santito” condenado;
  2. Bien hubiera podido Barros correrse a un costado casi invisible para favorecer la visita papal. Él (con la anuencia pontificia) eligió lo contrario;
  3. No veo cómo un obispo que llega tan cuestionado pueda contribuir (sea o no responsable de encubrimiento) a desarrollar su ministerio pastoral en la diócesis;
  4. Es posible que “algo pase en adelante y que algunas cosas sean “manejadas en el silencio”, pero a la hora de evaluar el viaje del Papa” sin duda la mancha es grande.

El Papa en Perú: el tema ambiental e indígena


Salvando el saludo protocolar en el aeropuerto a la llegada al Perú, la primera actividad del Papa no fue una visita “oficial” al gobierno sino a las comunidades indígenas de la Amazonía (que prepara, por otra parte, un sínodo regional). Allí el papa enfrentó algunos de sus temas preferidos (el medio ambiente, los pobres, las culturas) con lo cual se “movió a sus anchas”. La continuidad con su encíclica Laudato Si fue evidente, y era de esperar.

La corrupción


Pero al dirigirse a los ambientes “públicos” hay temas insoslayables que no pueden quedar en la nebulosa para no repetir el “chiste colombiano” citado más arriba. La casi inminente destitución del presidente a causa de los escándalos de Odebrecht (que en tantas partes, salvo Argentina, por cierto) ha causado tanto escándalo y juicios se vio frenada por el apoyo del fujimorismo. Alberto Fujimori estaba condenado por crímenes de lesa humanidad y en la campaña hasta su hija Keiko dijo que no iba a indultarlo. Pero como “amor con amor se paga” (¡perdón Juan de la Cruz!) a poco de re-confirmado Kuczynski en la presidencia con tan “notable” apoyo, Fujimori fue indultado. Todos supieron que se trataba de “devolución de favores”. Si se habla contra la corrupción no parece que este sea un tema soslayable. Pero la corrupción no tuvo “nombre y apellido” ni indicios evidentes de dirección.

El episcopado


El arzobispo de Lima es el cardenal Juan Luis Cipriani (Opus Dei). Más que amigo, cómplice del fujimorismo, algo ya notorio desde su participación en la toma de la embajada de Japón (1996). En la reciente campaña electoral su postura en favor de la candidata Keiko Fujimori fue indubitable. Su postura hipercrítica contra toda teología con tufillo liberador, comenzando por el teólogo Gustavo Gutiérrez, resulta deplorable. Fue connotada su participación en la asamblea episcopal latinoamericana en Aparecida (2007) cuando pidió que “no se hable de ‘reino de Dios’ porque era una categoría sociológica” (sic). Hablar de corrupción hubiera debido complicar al cardenal, pareciera.

El papa y la pederastia


Como en tantas partes, la pedofilia ocupa un lugar importante en el descrédito eclesiástico y en los temas que se espera que el Papa hable con claridad. Como ocurrió en Chile, un caso muy connotado fue el del fundador de los sodalicios de vida cristiana fundados por Luis Fernando Figari (invitado personal del papa Benito XVI a la asamblea de Aparecida). Es curioso que, como ha ocurrido en otros casos como Marcial Maciel (Legionarios de Cristo), Roberto José Lettieri (Toca de Asis), Carlos Buela (Verbo Encarnado) se trate de grupos religiosos ultra conservadores, con un discurso muy rígido en lo concerniente a lo sexual, con poderosa influencia en las conciencia de personas débiles que termina accediendo “libremente” a todo lo que el fundador propone. De allí a los abusos no hay más que un pequeño paso que sencillamente han traspasado. A Figari lo sucedió Germán Doig (+ 2001); había comenzado el proceso de beatificación abruptamente clausurado por denuncias de abusos sexuales. Como es el caso de Karadima, Figari ha sido sancionado al interno de la Iglesia, “condenado” a oración y penitencia (sic). No deja de ser interesante notar que los sodalicios llevaron adelante toda la secretaría de la asamblea episcopal de Aparecida (2007) y que su llegada a la Argentina (2005) se debió —según ellos mismos lo afirman (http://sodalicio.org/el-sodalicio-de-vida-cristiana-en-argentina/)— a una invitación del entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio. Nuevamente los “abusos” no tuvieron “nombre y apellido”.

Conclusión


Si debo señalar algo del viaje papal y miro lo que dicen sus adversarios (hoy, 21 de enero 2018, Julio Blanck y Eduardo Van der Kooy en Clarín, y días pasados Loris Zanatta y Joaquín Morales Solá en La Nación) debo señalar que celebro su viaje y las cosas positivas —¡muchas!— que encuentro en él. La insistencia en los pobres, en una iglesia más evangélica que dogmática, los gestos numerosos de cercanía y humanidad, su lenguaje desacartonado, algunos reconocimientos (el del obispo chileno Enrique Alvear es un gran ejemplo) y los temas elegidos me resultan muy significativos y constructivos.
Debo repetir lo que ya dije varias veces: no quiero que el Papa viaje (ni este ni otros), salvo cuando de acontecimientos internacionales se trata como asambleas, congresos, etc… Y por tanto, no celebro este ni otros viajes. Creo que no dejan demasiado (el caso colombiano que señalé es evidente) y creo que:
  1. Las fuentes de información del Papa en los lugares a visitar no me parecen, en muchos casos, lo suficientemente amplias como para que haya una acabada comprensión de los problemas, las situaciones y las propuestas de solución.
  2. Creo que en algunos casos, por no visibilizar complicidades eclesiásticas quizás, las cuasi-denuncias son lo suficientemente ambiguas para que nadie se sienta implicado y hasta los más sospechados puedan afirmar estar de acuerdo con él.
  3. Creo que algunos casos parecen más de marketing que de una profunda convicción. En el caso de pederastia, lamento sospecharlo. En la iglesia parece no haber una acabada comprensión de la distinción entre pecado y delito. Hay cosas que son pecado y a su vez delito, hay otras que son lo uno y no lo otro… En el caso del pecado, esto es en la reconciliación del pecador con Dios, la absolución sacramental es el paso necesario. Pero en los casos del delito se trata de algo que la sociedad civil debe evaluar, juzgar y —eventualmente— condenar. La pederastia es uno de estos casos. El “caso Grassi” en Argentina resulta harto evidente: ya condenado en todas las instancias, sigue en ejercicio del ministerio en la prisión. No espero que sobre esto se pronuncie el obispo de Roma (no quiero que lo haga), pero sí el obispo de Morón. Pero en la Iglesia parece primar a veces una actitud corporativa antes que evangélica que contribuye notablemente a su descrédito.

En suma: el Papa pasó por América del Sur. No visitó (afortunadamente) la Argentina. Y muchísimas cosas positivas, algunas negativas y otras en nebulosa quedan para el análisis; análisis que cada quien puede hacer, es de esperar que señalando claramente “desde dónde” lo hace. Y —sobre todo— espero que el pueblo de Dios de América Latina, los pobres del pueblo, encuentren, en comunión con el Papa, una comunidad eclesial que nos permita y ayude a vivir el Evangelio de Jesús denunciando claramente todo lo que se opone a que Dios reine en la justicia y el derecho; y anunciar un nuevo mundo posible, de hermanas y hermanos que juntos caminamos a la vida en abundancia que Dios sueña para nosotros.




Eduardo de la Serna es sacerdote católico, integrante del Grupo de Curas en Opción por los Pobres




http://www.elcohetealaluna.com/



jueves, 18 de enero de 2018

¿EL FUTURO DEL MUNDO? ¡EL MONASTERIO INTERIOR! Por Stefano cartabia


artículo destacado




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REFLEXIONES


¿El futuro del mundo? ¡El monasterio interior!


Por Stefano cartabia, Oblato, 
stefanocartabiaomi@gmail.com
URUGUAY




ECLESALIA, 19/01/18.- Arde el mundo en la búsqueda de la verdadera paz y de la alegría. Gente corriendo por la rutas de la vida, persiguiendo frágiles sueños. Todo se mueve y no se sabe por qué y hacia donde. La frustración y el cansancio nos ganan.

Pero hay otros y consoladores signos.

Hay signos, poderosos signos, de luz y novedad. Signos que revelan nuestra Casa de origen. La Casa del Silencio y del Amor. La Casa del Ser.

En nuestro contradictorio y herido mundo se entrelazan y acompañan los signos y los anhelos.

El sin sentido, la desesperación, la pobreza, la violencia, el egoísmo, el consumismo van de la mano – conviviendo (a veces pacíficamente y otras en conflicto) – con la solidaridad, la ecología, la defensa de los pobres, el progreso de la ciencia, las esperanzas y los sueños de un mundo unido y fraterno.

¿Adonde va nuestro mundo? ¿Cuál futuro espera a nuestros descendientes?

¿Podemos aportar algo que marque un hito?

Sin duda la humanidad evoluciona. Evoluciona desde muchos campos y la historia – nuestra humana historia teñida de sangre – está ahí, evidenciándolo.

Crecimos en la comprensión del valor del ser humano y de la vida en general. Crecimos en la tolerancia y en el respeto al diferente de cualquier clase. Los avances de la ciencia y la medicina son extraordinarios.

Crecimos en la conciencia de nuestra raíz espiritual y divina.

Todavía falta, lo sé. Siguen presente en nuestro mundo tanto egoísmo y tanto dolor inútil y evitable. Pero el salto de conciencia en realidad está siempre ahí, al alcance de la mano, porque la conciencia no conoce de tiempo y espacio.

Los grandes espíritus siempre lo supieron: Francisco de Asís había visto – hace 800 años – que la hermandad define el Universo.

Gandhi había visto y vivido que la clave de la convivencia era el respeto y la no violencia.

Y muchos antes, Buda, Confucio, Lao Tse, Jesús, habían experimentado y compartido con sus contemporáneos que la salida del sufrimiento y la vivencia de la plenitud radicaba (y radica) en el amor.

Muchos, muchísimos, estamos de acuerdo con estos descubrimientos e invitaciones de estos grandes espíritus. Tal vez la mayoría de la raza humana, con sus distintas culturas, aprueba y comparte esta visión.

¿Por qué entonces nos cuesta tanto vivirlas, practicarlas, compartirlas?

El desafío se vislumbra en el mismo proceso evolutivo de la humanidad. El amor que nuestros pensamientos y sentimientos aprueban y anhelan, es todavía vivido como algo exterior. No caemos en la cuenta que el amor es, en definitiva, lo que somos.

Es un problema antropológico/espiritual, un problema de identidad.

Perdidos en el pensamiento y zarandeados continuamente por sentimientos y emociones andamos angustiados por el mundo anhelando migas del mismísimo Amor que nos define, nos sostiene, nos crea, nos alimenta.

Nuestro mundo necesita identidad. Necesita descubrirse. La humanidad necesita descubrirse. Apenas hemos entrado en una veta cuya profundidad desconocemos.

Todas las demás “identidades” por cuanto psicológicamente y socialmente sean importantes, son secundarias y relativas: varón, mujer, rico, pobre, europeo, americano o asiático, campesino o doctor, creyente o ateo, de tal o cual apellido.

“Identidades” relativas a nuestra experiencia humana y terrestre, pero “identidades” que se diluirán para dejar lugar a la sola, única y auténtica identidad: el Amor.

El desafío, el único desafío verdaderamente importante es entonces el desafío que nos conduce a descubrirnos amor, amados, amantes.

Hay un camino privilegiado. Un camino directo, una autopista. Un camino que muchas personas “logradas” recorrieron y señalaron.

Es el camino del silencio.


¿Por qué tan esencial y tan directo este camino?


En la experiencia cristiana – por citar una sin desmerecer a las demás que tanto tienen para enseñarnos en este camino – tenemos la gran tradición de los monasterios.

Los monasterios eran y son, lugares de identidad. Lugares de búsqueda de nuestra verdadera identidad. Por eso son lugares rodeados y empapados de silencio.

Monjes y laicos iban a los grandes monasterios – cartujas, benedictinos, carmelitas, cistercienses, por citar unos pocos – para palpar lo eterno. No se conformaban con lo transitorio y lo pasajero. Transitorio y pasajero que tanto nos atrapa y distrae en nuestro tiempo.

Buscaban (y buscan) el Ser que no pasa. Buscaban (y buscan) lo Invisible que se manifestaba en las maravillas visibles.

El Ser eterno que se manifiesta en el tiempo y lo Invisible que late en lo visible, lo permite y lo sostiene tienen una misma característica: se palpan en el silencio.

Por una simple y exquisita razón: pensamiento, sentimientos y emociones son transitorios y pasajeros. Solo el silencio es eterno. El silencio es el espacio donde todo aparece y toma forma. El pensar surge del silencio y vuelve a él. Así los sentimientos.

Entonces ponernos de lado del silencio es optar por la sabiduría. Es optar por lo eterno y por ser verdaderamente libres. Solo el silencio es el espacio de pura libertad. Esta libertad tan aclamada y proclamada en nuestras culturas y desde las clases políticas, pero no encontrada. Porque es una seudo-libertad, una libertad siempre dependiente y condicionada por el frágil pensar y las heridas emocionales.

Solo desde el silencio aprendemos la única libertad. Desde él aprendemos a manejar y disfrutar del pensar y del sentir. En otras palabras de la vida.

Porque hay una Vida y una vida. La Vida silenciosa es la que permite y crea esta nuestra vida terrenal, empastada del pensar y del sentir. Qué pueden ser – y lo son si dudas – enormemente hermosos y disfrutables. Como también sumamente dolorosos.

Hay que volver a los monasterios. Con un cambio por cierto.

Un cambio dictado por la evolución de la humanidad.

Volver y construir el monasterio interior. Hacer del corazón humano un monasterio, un lugar – el lugar – donde el silencio susurra y revela lo que somos.

Se terminarán los templos exteriores o pasarán a ser secundarios. Descubriremos otro templo, otro imponente monasterio en nuestro frágil corazón. Un monasterio que siempre estuvo presente en realidad. El maestro de Nazaret lo había vislumbrado cuando dijo:


“Pero la hora se acerca, y ya ha llegado,
en que los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y en verdad,
porque esos son los adoradores
que quiere el Padre.
Dios es espíritu,
y los que lo adoran
deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Jn 4, 23-24).


Podemos acelerar este cambio de época. Podemos crear comunidades espirituales – monasterios sin paredes – que viven desde el silencio y desde el monasterio interior de cada cual.

Monasterio interior que algunos llamaron “Santuario interior”, otros “alma”, otros “intimidad más íntima”, otros “sala del rey del castillo interior”.

Poco importa el nombre. Utiliza el que más te inspire y guste, el que más se ajuste a tu historia y perfil psicológico.

Hermosa es la metáfora del “Debir”. El “Debir” era el lugar más sagrado de Templo de Jerusalén, donde se guardaba el Arca de la Alianza y donde el Sumo Sacerdote entraba una sola vez al año. Es el Sanctasanctorum (Santo de los santos). El término hebreo “Debir” significa “lo que está detrás” y por eso algo oculto, escondido. También viene de la misma raíz de “palabra” (“dabar”). El Debir entonces es el lugar más íntimo, donde todo es silencio y donde se escucha la verdadera palabra. Es nuestro lugar más sagrado, nuestro Monasterio interior.

El futuro de la humanidad pasa por el monasterio interior, pasa por la experiencia de silencio. No tengo duda.

Porque solo enraizados en el silencio podremos descubrir y vivirnos desde lo que somos: el Amor. Porque solo el silencio permite y engendra la vida.

Cuando nos instalamos en el Silencio de nuestro monasterio interior, el Amor aparece. Misterio inagotable que se esfuma a la mínima tentativa de ser atrapado y retenido. Sumamente libre el Misterio nos hace libres, a la única condición de no intentar poseerlo.

No podemos manipular el Misterio, como no podemos decir el Silencio. Solo los podemos ser. Siendo, desde el Silencio interior, el Amor te transforma y transforma la realidad.

Podemos hacer algo. Debemos: por el bien de nuestro mundo maravilloso y de los que vendrán. Podemos hacer algo: haciendo del silencio nuestra Casa y anunciando el silencio por doquier (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).




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