viernes, 12 de mayo de 2017

PADRE CARLOS MUGICA / A 43 años de su asesinato





Para conocer más sobre el Padre Carlos Mugica, visite estos sitios web:

http://carlosmugica.com.ar/
http://www.barriada.com.ar/Historia/padreCarlosMugica.htm




"Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su Liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición"



"Los signos concretos del mensaje de Cristo se pueden detectar cuando Él dice: 'En esto se conocerá que ustedes son mis amigos, en el amor que se tengan unos a otros'. Y el índice de mi adhesión al mensaje de Jesucristo es mi amor real, concreto, palpable, por mis hermanos. "




lunes, 8 de mayo de 2017

¿DÓNDE ESTÁ DIOS? Por Eduardo Valdés



artículo destacado.-




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OPINIÓN


¿Dónde está Dios?






¿Dónde está Dios?” se pregunta la filósofa Isabel Rauber en un libro de reciente aparición Hagan Lío. 

¿Está en los cielos? ¿O está en la humanidad? Si Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza queda claro que todos somos hijos de Dios.

Dios está en la humanidad, vive en ella, goza y sufre. Busca la alegría y la felicidad que implican también la libertad, la igualdad y la Justicia. ¿Dónde? En la vida misma de los seres humanos en la Tierra, según esta teóloga.

¿Dónde está Dios? ¿En Hebe Bonafini buscando desesperadamente a sus dos hijos o con monseñor Emilio Grasselli, quien jugaba delante de ella con un fichero donde supuestamente tenía los datos de todos los detenidos?

A este mismo monseñor acudió Lita Boitano por sus dos hijos que se habían llevado. Suelto de cuerpo, se fijó en un cuaderno y le dijo “no los busque más”. 

¿De qué lado estaba Dios cuando Estela de Carlotto y otras madres veían al arzobispo Antonio Plaza quien utilizaba la información que ellas les daban para perseguir a otros familiares?

Pongo estos tres casos porque estuvieron con el Papa Francisco y le pidieron la apertura de los archivos vaticanos y hablaron con él sobre la necesidad de que la Iglesia haga su autocrítica.

“Hay que curar las heridas, pero sin dejar de mirar las cicatrices”, le he escuchado decir al Pontífice, y agregar que “el que está probado que cometió crímenes tiene que cumplir su condena”. Aquel que desconfíe de estas palabras, solo tiene que escribirlas en cualquier buscador de Internet y allí las encontrará. Porque las ha pronunciado varias veces.

Sigo preguntándome por Dios. ¿Con las monjas francesas o con Astiz?, ¿Con Von Wernich, a quien aun estando condenado se le sigue permitiendo celebrar los sacramentos o con los delatados por él? ¿Con Angelelli o con Pío Laghi?

¿Qué habrá dicho Dios de las reuniones del presidente de la Conferencia Episcopal Monseñor José María Arancedo con el ministro de la Corte Suprema de Justicia Horacio Rosatti en la ciudad de Santa Fe hablando de reconciliación?

¿Qué pensará Él de la conducta del cardenal Raúl Primatesta, monseñor Adolfo Tortolo, monseñor Antonio Bonamín y otros tantos?

Me dan paz las recientes palabras del obispo de San Isidro monseñor Oscar Ojea: “Lograr la cultura del encuentro, primero supone hacer memoria, reconocer la verdad, respetar la justicia (que incluye el cumplimiento de la pena)”. Memoria, verdad y justicia. Con estas palabras me re-concilio, es decir, vuelvo al acuerdo común que como sociedad nos permitió ponerle un fin a la impunidad. 

De lo único de lo que estoy seguro es que monseñor Jaime de Nevares, Enrique Angelelli, Esteban Hessayne, Carlos Ponce de León y Jorge Novak están muy cerca de Dios.



* Diputado del Parlasur.



https://www.pagina12.com.ar/






miércoles, 15 de marzo de 2017

CINCO TEMAS CLAVE DOMINARAN EL QUINTO AÑO DEL PAPADO DE FRANCISCO


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Francisco inició este lunes 13 de marzo el quinto año de su papado EFE




Cinco temas clave dominarán el quinto año del papado de Francisco




Francisco aseguró varias veces que su pontificado sería breve



ROMA.- El papa Francisco inicia este lunes 13 de marzo el quinto año de su papado. El pontífice argentino ha causado hasta el momento mucho revuelo con su gestión desde el Vaticano, pero muchos de los cambios que impulsa solo avanzan lentamente debido a una creciente resistencia en el seno de la Iglesia católica.

¿Le quedará tiempo suficiente al papa, que tiene 80 años, para resolver los problemas y cumplir con las elevadas expectativas? Al fin y al cabo, Francisco aseguró varias veces que su pontificado sería breve. He aquí cinco cuestiones clave que también en el quinto año de su mandato centrarán la discusión.


  • Mujeres: El papa no escatima palabras elogiosas cuando habla de las mujeres. Según Francisco, son más valientes que los hombres, son muy importantes para el mundo y sin ellas no hay armonía. El papa siempre alienta a las mujeres a ser misioneras de la fe. Sin embargo, también bajo el pontificado del argentino se les niega a las mujeres la ordenación sacerdotal.
Preguntado sobre si la Iglesia católica va a cambiar esta postura, el papa dijo el pasado 1 de noviembre, durante su viaje de regreso a Roma tras una breve visita a Suecia, que Juan Pablo II ya había dicho todo lo que se puede decir al respecto. No obstante, la inclusión de las mujeres también es una meta importante para Francisco, asegura el Superior de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa. El religioso venezolano reconoce, sin embargo, que una mejor integración de las mujeres en el seno de la Iglesia podría ser un proceso largo ya que hay obstáculos “en muchos frentes”.

  • Celibato: A la Iglesia católica le faltan sacerdotes. Entonces, ¿no sería un solución aceptar como sacerdotes a hombres casados? Suena muy fácil, pero para Francisco el celibato voluntario no es la solución del problema, según destacó en una entrevista publicada la semana pasada por el periódico alemán “Die Zeit”. Sin embargo, el papa dirigió su atención hacia los “Viri probati”, hombres casados probados que, según las normas católicas, llevan una vida ejemplar. “Debemos reflexionar sobre si los ‘viri probati’ pueden ser una posibilidad. Entonces, también debemos determinar cuáles son las tareas que ellos pueden asumir, por ejemplo en comunidades muy remotas”, señaló Francisco, sin precisar en qué está pensando concretamente.

  • Divorciados o casados de nuevo: Desde que se publicó su exhortación apostólica “Amoris Lealitia”, sobre la familia y el amor, la cuestión de cuál debe ser el trato a las personas divorciadas que se han vuelto a casar es un tema de discusión constante y motivo de conflicto en el seno de la Curia Romana. En casos individuales, ¿pueden recibir la comunión personas que después de su divorcio se han casado con una nueva pareja? En una carta abierta dirigida al jefe de la Iglesia católica, que generó no poco disgusto en el Vaticano, cuatro cardenales lamentaron que el papa no hubiera dado una clara respuesta a esta pregunta. Hasta la fecha, el pontífice no ha dado a conocer su postura.

  • Abusos: Las víctimas de abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica exigen al papa hechos en vez de palabras. Francisco ha condenado los abusos calificándolos como una “enfermedad”. Sin embargo, la comisión papal de protección a la niñez, creada hace tres días por el papa, sufrió hace poco un serio revés cuando la irlandesa Marie Collins, ella misma víctima de violencia sexual, abandonó decepcionada su cargo en la comisión calificando de “catastrófico” el hecho de que algunos miembros de la curia antepongan sus propios intereses al bienestar de los niños. Previamente, un conocido periodista italiano había acusado a Francisco de no actuar con la necesaria firmeza contra los abusos y los sacerdotes pederastas.

  • Ecumenismo: El papa ya ha dado un paso histórico para acercarse a los protestantes, pero para muchos la conmemoración de la Reforma junto con los luteranos durante los primeros actos, celebrados el año pasado, no pasó de ser un mero gesto. A pesar de hay actualmente un trato benevolente al más alto nivel entre protestantes y católicos, algunas posiciones parecen separar ambas confesiones de forma irreconciliable.



FUENTE: dpa






Fuente: https://evangelizadorasdelosapostoles.wordpress.com



REFLEXIÓN SOBRE EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN Por Lucia Gayón






REFLEXIÓN SOBRE EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN


Lucia Gayón, permanecerensuamor@gmail.com
IXAPA (GUERRERO, MÉXICO).




ECLESALIA - El sacramento de la Reconciliación o Confesión, es un sacramento que nos permite descubrir, a través de nuestros errores, la fuente de la Gracia.

Sabemos que hemos cometido un error y muchas veces este se manifiesta con un malestar llamado culpa. ¡Qué incómodo es sentirnos culpables! Entonces corremos al confesionario para “confesar” el error y tratar de quitarnos esa culpa.

Ver la reconciliación bajo esa perspectiva, es caer en la superficialidad y por muy arrepentidos que estemos y por mucha penitencia que hagamos, no lograremos llegar al fondo, al origen del error y por lo tanto no podremos experimentar y tocar la fuente de la Gracia. Por consecuencia, el error seguirá repitiéndose ad infinitum.

La palabra ´re-conciliación´ significa, volver a conciliar. Es como en la contabilidad, tenemos que conciliar las cuentas – el saldo deudor y el saldo acreedor. Si algo no se concilia, tenemos que buscar la cifra que hace la diferencia. Puede ser que no sumamos bien las cantidades, o nos faltó añadir alguna factura, o que escribimos mal una cifra, o tenemos un duplicado. Revisamos cada factura o entrada contable y de pronto encontramos dónde está el error – lo corregimos y conciliamos las cuentas.

Cuando reconciliamos las cuentas no buscamos a los culpables; ni tampoco nos flagelamos diciendo que no somos buenos; tampoco tratamos de añadir una cifra falsa para que al final todo sume correctamente. Buscamos detenidamente qué fue lo que faltó o qué fue lo que sobró.

La re-conciliación debe ser con nosotros mismos – encontrar la cifra que no permitía tener las cuentas claras.

Cuando cometemos un error, debemos reconciliar los elementos que nos llevaron a ese error. A veces son muy simples – distracción, olvido, cansancio, no estar en el momento presente, no poner atención. A veces son más complejos – un dolor profundo que no sabemos por qué o por dónde viene.

Cuando se trata de algo complejo, requerimos buscar el tiempo para reflexionar y tratar de llegar al origen del dolor. Tuvimos una experiencia en el pasado en que fuimos profundamente heridos y no pudimos entender o manejar ese dolor. Tal vez la reacción a ese dolor fue de enojo, de incomodidad, de una falsa prudencia o de una humildad contenida y el dolor quedó enterrado en nuestro corazón.

Creo que casi todos los errores humanos se derivan de una situación de dolor – de una ruptura, de un mal trato, de un desprecio, de violencia, de ser olvidado o ignorado.

Entonces cuando hay frustraciones o enojos enterrados, estos no se pueden contener – tarde o temprano emergen en forma de ira, de soberbia, de arrogancia, de celos, de deseo de poseer o de avaricia, de necesidad de llamar la atención, necesidad de llenar los huecos afectivos en situaciones desmedidas como se da con la lujuria o con la gula, o también con el consumismo. Otro efecto es la pereza e incluso la enfermedad de la tristeza. Se manifiesta en una falta de control – se pierde el respeto a uno mismo y al otro; se insulta, se denigra, se humilla – tal vez de la misma forma en que nosotros fuimos agredidos o humillados. Ciertos dolores son tan profundos, que cuando surgen los convertimos en mentiras y fantasías que creamos para distorsionar, apaciguar o anestesiar el dolor.

El camino de la reconciliación es un camino que no frecuentamos mucho – implica tener valentía para encontrar ese punto doloroso que cuando lo tenemos que enfrentar tememos que vuelva a doler como fue la primera vez. El miedo nos hace correr de nuevo a la “seguridad” de lo conocido – aunque implique subirnos a esa rueda de la fortuna que da vueltas sin parar y que solo nos marea, creando un vértigo espiritual.

Cuando optamos por tener la valentía de buscar ese punto doloroso, algo maravilloso ocurre – nos percatamos que no estamos solos en ello. Jesús nos acompaña, nos sigue, está ahí justo para darnos la luz para poder ver el origen del error. Está ahí para darnos fuerza, para permitirnos ver con claridad, enfocando a lo importante. Sabemos que El no nos juzga, como en el Evangelio cuando Él ama a la mujer adúltera. Él nos enseña con su ejemplo a no juzgarnos, sino a tener la mirada comprensiva compasiva de aquello que nos hirió.

Él nos abraza, abraza nuestro dolor, sin interrogatorios, sin castigos, sin recriminaciones. Nos abraza y hace suyo nuestro dolor.

Descubrir la verdad de lo que nos duele podría llevarnos a recorrer un camino larguísimo de interpretaciones y análisis. Pero cuando hacemos este recorrido en la presencia de Jesús, llegamos a ese punto del dolor de una forma rápida y precisa – no más atajos o caminos sin sentido. Es ahí que vamos en el Camino con El, que nos lleva a la Verdad, al punto exacto, y que como resultado nos abre la perspectiva a la Vida absolutamente colorida – a la Libertad de ser amados.

El sacramento de la Reconciliación debe ser un proceso personal de introspección valiente. La meditación cristiana es de gran ayuda para emprender este camino de interioridad al centro de nuestra alma, donde Dios es, donde se da la fuente de la Gracia; donde ocurre el entendimiento y el discernimiento para luego, como consecuencia, entrar al proceso del perdón.

¿Qué es exactamente el perdón?

El perdón es un regalo de Dios; es el premio de haber logrado una reconciliación, como el reconocimiento del origen del dolor y del error. Tocar ese punto doloroso a la luz de Jesús, nos libera, nos da paz, nos reconstituye.

¿Cómo entender la penitencia?

Es una pena usar esta palabra para un proceso de auto-conocimiento y de conocimiento de Dios a la luz de su Amor. La palabra penitencia quiere decir “pena, expiación, castigo, corrección”. Es muy común que la oración (Rosarios, Padre Nuestros, Ave Marías) se utilice como un castigo o como una penitencia por haber cometido un error o un pecado.

Creo que habría que substituir esta palabra por la palabra “Alabanza”. Cuando ha ocurrido una reconciliación luminosa, con un perdón interior – de mí mismo y de Dios, tenemos que festejar, tenemos que alabar a Dios – surge de forma natural. Mi alegría es el resultado de saberme y sentirme libre. En alegría canto al Señor, lo abrazo, me siento a-graciada y agradecida y me percato de todos los regalos que me hace para que yo lleve a cabo su plan divino.

El proceso de reconciliación dejaría de ser un acto de pre-muerte, o la vestidura para el calvario. La reconciliación es un proceso de Vida Eterna – de alegría en conciliar mi condición humana con mi condición divina. Un retorno al hogar, un re-crearme en todo mi potencial – sabiendo que todo lo que parece ser mío, es el trabajo del Espíritu de Jesús, de su Espíritu Santo – que me da el honor de manifestarse en mi persona (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).



https://eclesalia.wordpress.com/









martes, 14 de marzo de 2017

CUATRO AÑOS DE FRANCISCO: ¿UNA REFORMA EFECTIVA E IRREVERSIBLE DE LA IGLESIA CATÓLICA? Por Nicolás Hernán Perrone


artículo destacado







TRIBUNA ABIERTA



Cuatro años de Francisco: ¿una reforma efectiva e irreversible de la Iglesia católica?




Durante los años del Concilio Vaticano II circulaba en las discusiones de los teólogos católicos más progresistas una expresión latina de origen protestante, Ecclesia semper reformanda est, cuya traducción aventurada al castellano podría ser “La Iglesia está siempre siendo reformada”.




Historiador nicolas_perrone@hotmail.com



Según los intelectuales católicos de avanzada la Iglesia debía continuamente reexaminarse a si misma para purificarse de todo aquello que la alejara del pueblo cristiano teniendo en cuenta, sobre todo, los desafíos que el mundo moderno le presentaba. Una posible expresión comparable a este ideal teológico-eclesiástico podría ser el concepto de “revolución permanente”; salvando las enormes distancias ideológicas entre los procesos históricos de las primeras décadas posteriores a la Revolución Rusa y al Concilio Vaticano II, podemos decir que en ambos casos los intentos de transformaciones radicales de las estructuras, instituciones y mentalidades fracasaron estrepitosamente luego de una brusca reacción conservadora al interior de la URSS y la Iglesia respectivamente.

La tardía búsqueda de un aggiornamiento y una apertura a los desafíos de la Modernidad fue recibida con ambigüedades dentro de la jerarquía católica. Si bien el Concilio Vaticano II trajo grandes transformaciones positivas a la Iglesia -renovaciones litúrgicas, promoción del dialogo ecuménico e interreligioso, aceptación oficial de los grandes avances sociales y científicos de los últimos siglos, etc.-, rápidamente el papado puso un freno a los avances doctrinarios, eclesiales, litúrgicos y pastorales más importantes. No es necesario remitirnos a la llegada al trono de San Pedro de Karol Wojtyla: es suficiente recordar los debates que se dieron dentro y fuera del mundo católico durante la década del 60 sobre los métodos anticonceptivos y como Pablo VI buscó poner un freno dogmático a los mismos en 1968 con la encíclica Humanae Vitae que estableció firmemente la postura de la Iglesia en contra de la gran mayoría de las formas de control de la natalidad.

Paradójicamente, fue durante el largo pontificado de Juan Pablo II cuando se dio un doble proceso de consolidación de las transformaciones del Vaticano II junto con una depuración de sus proyecciones más progresistas. Mientras que las transformaciones litúrgicas más indispensables (por ejemplo, la eliminación del uso del Latín de la ceremonia de la Misa) se afianzaron, otros avances y progresos teológicos fueron completamente censurados desde el centro romano. Basta pensar en las innumerables persecuciones a teólogos de “izquierda” -como Hans Küng o Jon Sobrino- que se dieron durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI o en la repetida condena a aquella importantísima y loable búsqueda de conciliación entre el marxismo y el pensamiento cristiano que fue la Teología de la Liberación. Es conocida, por otra parte, la obsesiva lucha del papa Wojtyla contra el comunismo durante los últimos años de la Guerra Fría. La participación de la Iglesia Católica -con su poder simbólico y legitimante- en el sostenimiento de las luchas y los regímenes anticomunistas en Europa y América fue la contracara de la persecución interna que se dio dentro de la propia Iglesia a sus miembros -sacerdotes, obispos y teólogos- más de avanzada. Asimismo, fue durante este pontificado que se intensificaron las luchas que hoy consideramos “tradicionales” de la Iglesia Católica: contra el aborto, la anticoncepción, el divorcio, la Teoría de género, etc.

En paralelo con estas cruzadas morales, se dio dentro de la Iglesia Católica una continua fuga de fieles por diversas causas: crecimiento del evangelismo o aceleración del proceso de secularización en el mundo occidental, entre otras. Quizás una de las más importantes haya sido la perdida de prestigio y legitimidad de esta institución a causa de sus escándalos morales internos. Los numerosos casos a nivel mundial de sacerdotes pedófilos o los casos de corrupción ligados a las finanzas vaticanas son algunos ejemplos de esta crisis moral e institucional eclesial. La misma empeoró durante los ocho años del pontificado de Benedicto XVI. Este pontífice, a pesar de continuar con los mismos tintes teológicos e ideológicos conservadores de su antecesor (no hay que olvidar que Joseph Ratzinger fue, desde 1981 hasta su elección como Papa en 2005, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es decir la institución encargada del control de la ortodoxia dentro de la Iglesia), intentó lidiar con los problemas institucionales aunque, evidentemente, sin éxito alguno. Una de las críticas principales que recibió fue la de ser solamente un intelectual -aunque de gran calibre si recordamos los intercambios de ideas que tuvo siendo aun cardenal con Jürgen Habermas sobre los fundamentos del Estado Liberal moderno- sin ningún tipo de cintura política para afrontar las luchas de poder internas del Vaticano. Algunas teorías sobre su renuncia en el año 2013 indicarían que Benedicto XVI abandonó el trono de San Pedro justamente al darse cuenta de su incapacidad para solucionar los problemas institucionales de la Iglesia Católica.

Aquí es donde entró en escena Jorge Mario Bergoglio. Es evidente que uno de los principales objetivos de este nuevo pontificado -el nro 266 de la historia del catolicismo- es el recuperar la legitimidad de la Iglesia a nivel mundial. La pregunta que podríamos hacernos entonces es: ¿como intenta Bergoglio, en su rol de Francisco, ganar nuevamente la confianza de los creyentes (y no creyentes) en la Iglesia?

Una primer estrategia es, sin duda, la lucha en el campo mediático y simbólico. Si Juan Pablo II buscó ubicarse a si mismo como un carismático líder geopolítico de influencia internacional, si Benedicto XVI se presentó a si mismo como un refinado intelectual, Francisco, en cambio, gusta presentarse sin ambigüedades como un pastor humilde cercano a las preocupaciones del pueblo cristiano. Todos recordamos la machacona insistencia con que en los primeros meses de su pontificado fuimos bombardeados con imágenes sobre los “gestos” de humildad del nuevo pontífice: sus zapatos gastados, el pago de su factura de hotel, su nueva y sencilla residencia que se oponía a los lujosos palacios vaticanos, etc.. Bergoglio buscó rápidamente desligarse de todo aquello que pudiera ser asimilado con el tradicional boato papal, siendo uno de sus eslóganes más repetidos durante estos años el deseo de “una Iglesia pobre para los pobres”. El propio nombre elegido como Papa -que remite al famoso santo medieval- demuestra, finalmente, un interés por darle una importante carga simbólica en favor de la pobreza a su pontificado. Cada uno podrá considerar si estas medidas fueron pensadas o no de manera maquiavélica; lo cierto es que la Iglesia Católica es una institución que depende de manera central de su capital simbólico frente a sus fieles y que necesita urgentemente recuperarlo por todos los medios posibles para su supervivencia.

En segundo lugar, desde el comienzo de su pontificado Francisco ha estado buscando soluciones a los problemas institucionales internos de la Iglesia. Una de sus primeras medidas fue la creación de una comisión especial de cardenales para que colaboren con él en la reforma de la Curia Romana -el órgano de gobierno de la Iglesia que concentró mayor poder durante el pontificado de Juan Pablo II- y de los organismos financieros del Vaticano. Algunos de los objetivos de estas reformas son la de ofrecer una mayor transparencia financiera al Vaticano, la de descentralizar el gobierno de la Iglesia -buscando disminuir el poder de decisión acumulado por Roma desde el Concilio Vaticano I (1869-70)- y la de abrir paulatinamente la puerta a una mayor participación de los laicos en la misma. En esta linea, es necesario remarcar que Francisco ha criticado, discursivamente al menos, el “clericalismo” y la búsqueda de hacer “carrera” dentro de la Iglesia.

Finalmente, el actual Pontífice -continuando con las medidas iniciadas por el propio Benedicto XVI- está buscando aplicar una política de “tolerancia 0” con los casos de pedofília dentro de la Iglesia. Bergoglio creó una serie de grupos de estudio sobre esta problemática en la cual incluyó laicos y victimas de abusos sexuales por parte del clero. Sin embargo, en los últimos meses se han dado salidas intempestivas de estos miembros laicos que fueron interpretadas por muchos no sólo como un fracaso rotundo de estos grupos, sino también como una nueva forma de resistencia de las jerarquías vaticanas a profundizar en las investigaciones. Será cuestión de tiempo para ver si todas estas medidas surten efecto dentro de la Iglesia a largo plazo y, por otra parte, si las mismas tienen un contenido gatopardesco o no. Quizás, para alimentar esta duda podemos recordar el caso del padre Grassi y la indiferencia de la jerarquía eclesiástica argentina -de la cual Bergoglio formaba parte- en su momento.

Una tercera manera de recuperar la confianza de los fieles es mediante los cambios del pensamiento teológico. A pesar de las censuras que se dieron al interior de la Iglesia a los teólogos más progresistas, sobrevivieron durante varias décadas en el mundo católico una serie de reclamos doctrinales y pastorales que supusieron siempre un desafío para la jerarquía romana. Desde las demandas más “antiguas” en relación a permitir los métodos anticonceptivos hasta los grupos que luchan por la legalización del aborto como “Católicas por el Derecho a Decidir” o por la ordenación sacerdotal de mujeres, los disensos teológicos progresistas dentro de la Iglesia son varios. La postura de Francisco frente a estos diversos reclamos es, como menos, ambigua. Si bien por un lado parece dar su apoyo a la comunidad homosexual con frases -repetidas numerosas veces en los medios- como “¿quién soy yo para juzgar (a las personas con otra orientación sexual, se entiende)?”, al Papa también le gusta recordar que él solo continúa con la tradicional praxis católica de “odiar al pecado pero no al pecador”, considerando de esta manera a la homosexualidad como conducta desviada y cerrando la posibilidad a aceptar los matrimonios entre personas del mismo sexo. De la misma manera, mientras el actual pontífice llama en sus discursos a una mayor participación de la mujer dentro de la Iglesia continua cerrando categóricamente la puerta a la ordenación sacerdotal de las mismas.

Existen, sin embargo, en el campo teológico algunos signos que permiten conservar una esperanza en este papado. Primeramente, en estos años pareciera haberse relajado desde el Vaticano el control de ortodoxia ideológica a los teólogos católicos: una parte de la comunidad teológica internacional mantiene una actitud positiva con esta flexibilización. En segundo lugar, Francisco mismo se ha reunido con figuras importantes como Gustavo Gutiérrez -uno de los fundadores de la Teología de la Liberación- en lo que pareciera ser un tímido intento de rehabilitación casi póstuma de esta corriente teológica. En esta misma linea, Bergoglio está permitiendo la apertura de la discusión teológica en algunos temas de carácter pastoral como permitir la Comunión a los divorciados vueltos a casar, la entrada al sacerdocio a personas ya casadas o la participación litúrgica de las mujeres en roles alternativos al sacerdotal. Un ejemplo claro de este punto se puede ver en las comisiones teológico-históricas creadas en los últimos meses para estudiar la participación femenina en las comunidades cristianas de los primeros siglos. Uno de los objetivos de muchos teólogos es permitir la posibilidad de que las mujeres puedan ser ordenadas diaconisas, es decir, el escalafón inmediatamente anterior al sacerdotal que se encarga de la administración de algunos sacramentos. Si se diera un paso en esta dirección, la apertura del sacerdocio sería, según la opinión de los especialistas, sólo cuestión de tiempo. En tercer lugar, el papado ha estado buscando retirarse mediáticamente de sus tradicionales cruzadas morales. Francisco mismo ha declarado que él no esta interesado en que dentro de la Iglesia se continúen pública e insistentemente las campañas en contra del aborto o los derechos a las personas homosexuales. Para el pontífice lo más importante en este momento es predicar a un Dios misericorde y abierto al Amor antes que a un Dios que juzga y condena minuciosamente a los hombres por faltas morales de todo tipo. Esto no significa que la Iglesia haya abandonado sus posturas tradicionales respecto a estos temas, sino que Bergoglio busca correr el eje de la discusión de los temas más polémicos para los fieles hacia los aspectos más amigables y centrales -podría llegar a decirse- del propio catolicismo.

A pesar de que todas estas posibles transformaciones puedan parecer extremadamente tibias a los espectadores tanto dentro como fuera de la Iglesia, es necesario considerarlas en perspectiva. Por un lado, estos cambios pastorales y teológicos de Francisco están generando grandes resquemores en los sectores más conservadores y reaccionarios dentro de la Iglesia Católica. La última encíclica papal sobre la familia, Amoris Laetitia, ha sido atacada fuertemente por un grupo de cardenales y ha desatado en Roma una campaña mediática contra Bergoglio. Estos “príncipes de la Iglesia” sostienen que el lenguaje y las expresiones papales sobre el matrimonio y la sexualidad humana son demasiado ambiguas y que, por lo tanto, podrían llegar a generar en un futuro una avalancha teórica que desmoronaría todo el edificio moral católico. A veces es bueno recordar que los conceptos de “izquierda” y “derecha” o “progresista” y “conservador” son sólo una cuestión de perspectiva.

Por otra parte, más allá de las reacciones dentro la jerarquía eclesiástica, es interesante remarcar que todas estas aperturas parecen responder directamente a muchas de las demandas desatendidas de los fieles católicos; de alguna manera, Roma se está dando cuenta -nuevamente- que algunas transformaciones internas son necesarias para frenar la sangría de fieles. Por poner un ejemplo: la prohibición oficial de que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar es ignorada en la práctica cotidiana de la mayoría de las parroquias, aunque sigue generando resquemores en muchos fieles que ven como Roma los mira con desaprensión.

Sin embargo, estas tímidas renovaciones (estéticas/simbólicas, institucionales o teológico-pastorales) no son ni inevitables ni irreversibles. Existen, como dijimos, en las altas esferas de la Iglesia numerosos obispos y cardenales bastante descontentos con este papado que no temen manifestarse abierta en contra de Bergoglio. Al mismo tiempo, algunos de los futuros candidatos “papables” provienen de la Iglesia africana, una de las Iglesias actualmente más conservadoras en el campo doctrinal y de mayor crecimiento demográfico. Cualquier pequeño avance que pueda darse durante los años de Francisco puede ser perfectamente revertido por un futuro pontificado conservador sin mayores problemas.

Por el momento, Francisco parece estar reanimando -voluntaria o involuntariamente- algunas de las brasas reformistas apagadas tras el Concilio Vaticano II. Con todo lo que está sucediendo dentro y fuera de la Iglesia en la actualidad, sólo el tiempo podrá decirnos que tan sinceros o efectivos serán los cambios de su pontificado.


http://www.laizquierdadiario.com



sábado, 11 de marzo de 2017

EL VATICANO LE DA IMPULSO A LA BEATIFICACIÓN DE ANGELELLI



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El Vaticano le da impulso a la beatificación de Angelelli




El ex obispo riojano es considerado mártir de la Iglesia al igual que los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos Murias. Los tres fueron asesinados en 1976 en nuestra provincia durante la última dictadura. El proceso para la canonización de Angelelli se inició en 2015 y ahora toma fuerza de la mano del Papa Francisco. Pormenores.

El Vaticano retomó el análisis de la causa de canonización del obispo Enrique Angelelli, asesinado en La Rioja en 1976 durante la última dictadura militar.

De acuerdo a información dada a conocer por el diario italiano La Stampa, la causa de beatificación de Angelelli está siendo estudiada junto con la de los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos Murias (asesinados el 22 de julio de 1976), y el laico Wenceslao Pedernera (ultimado el 26 de ese mes), quienes fueron torturados y asesinados semanas antes en la misma provincia, indicó la agencia AFP.

El proceso para la canonización de Angelelli como mártir de la Iglesia se inició en 2015 y la parte que atañe su vida en la Argentina se cerró en octubre del 2016.

Antes de ser elegido pontífice en 2013, el entonces arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio aseguró que Angelelli fue un mártir de la Iglesia “al dar la propia vida por sus ovejas”.

El proceso que sigue el Vaticano tiene algunas similitudes con el de monseñor Oscar Arnulfo Romero, quien fue asesinado por un francotirador el lunes 24 de marzo de 1980 cuando oficiaba una misa en la colonia Miramonte de San Salvador. Fue beatificado el 23 de mayo de 2015.

El 4 de agosto de 1976, el obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, murió cerca de Chamical, en medio de un hecho presentado como un accidente de tránsito a pesar de que el cadáver mostraba numerosas señales, como si hubiera sido torturado.

Recién 38 años después del episodio, en 2014, se esclareció como un homicidio, lo cual sólo permitió condenar a dos de los cincos acusados, los represores Luciano Benjamín Menéndez y Luis Estrella, ya que los otros tres imputados en la causa, Jorge Harguindeuy, Jorge Rafael Videla y Juan Carlos Romero fallecieron antes.

El día de su muerte, Angelelli viajaba acompañado por el sacerdote Arturo Pinto a bordo de un vehículo que terminó volcando tras haber sido encerrado por dos vehículos, según las investigaciones.

Durante el juicio, Pinto recordó que “nosotros viajábamos en una camioneta Fiat 125 Multicarga, la cual manejaba Angelelli, y a la altura de Punta de los Llanos (100 kilómetros al sur de la capital) un vehículo de color blanco o claro, nos encerró por delante de la camioneta, lo que provocó que la misma saliera de la ruta y volcara”.

“Por el vuelco, por comentarios que tuve después, Angelelli salió despedido y yo quedé dentro del vehículo inconsciente, recuperando el conocimiento días después, cuando era trasladado hacia la ciudad de Córdoba en ambulancia para una mejor atención” añadió.

Al ser consultado por el motivo de la mala relación entre el obispo y los integrantes de la ex base aérea Chamical, Pinto recordó que “durante una misa y en plena homilía de monseñor Angelelli, éste fue interrumpido por el titular de la base, Lázaro Aguirre, quien le señaló que no estaba de acuerdo con lo vertido en la misma, por lo que debía retractarse. Y al no obtener respuesta favorable, Aguirre se retiró del lugar muy molesto”.

El día de su muerte Angelelli se dirigía desde El Chamical a La Rioja para ver a un enviado del Episcopado y con varias carpetas donde reunía pruebas de los asesinatos de los curas Carlos Murias y Gabriel Longueville y de un laico muy cercano a él, Wenceslao Pedernera, a manos de las bandas paramilitares de la época.

Luis Liberti, un experto de la causa de beatificación del fallecido obispo de La Rioja, afirma que no quedan dudas de que el asesinato del religioso respondió a una trama política. “Pobladores de la zona recuerdan que Angelelli, mientras investigaba el asesinato de los dos sacerdotes de Chamical, dijo que estaba convencido de que se trataba de un proceso en espiral, una espiral que terminaría con su asesinato. Y así, de hecho sucedió, el mismo día que había llegado a la conclusión de la investigación”.

“Sólo ahora, después de 40 años, se puede empezar a hablar y escribir sobre el tema. Con el proceso de Angelelli, en La Rioja ha ocurrido exactamente lo mismo. Hay estudios sociológicos e investigaciones históricas que demuestran que esa provincia ha sido la más perseguida durante la dictadura debido al obispo. Quien era vinculado a Angelelli era capturado, encarcelado o asesinado”, señaló.



http://riojavirtual.com.ar







jueves, 9 de marzo de 2017

LA RELIGIÓN COMO FUENTE DE UTOPÍAS SALVADORAS Por Leonardo Boff



La religión como fuente de utopías salvadoras




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 Por Leonardo Boff


Hoy predomina la convicción de que el factor religioso es un dato del fondo utópico del ser humano. Después de que la marea crítica de la religión, hecha por Marx, Nietzsche, Freud y Popper, retrocedió, podemos decir que los críticos no han sido suficientemente críticos.

En el fondo todos ellos elaboran dentro de un equívoco: quisieron colocar la religión dentro de la razón, lo cual hace surgir todo tipo de incomprensiones. Estos críticos no se dieron cuenta de que el lugar de la religión no está en la razón, aunque posea una dimensión racional, sino en la inteligencia cordial, en el sentimiento oceánico, en esa esfera de lo humano donde surgen las utopías.

Bien decía Blaise Pascal, matemático y filósofo, en el famoso fragmento 277 de sus Pensées: «El corazón es el que siente a Dios, no la razón». Creer en Dios no es pensar en Dios sino sentir a Dios a partir de la totalidad de nuestro ser. La religión es la voz de una conciencia que se niega a aceptar el mundo tal como es, sim-bólico y dia-bólico. Ella se propone transcenderlo, proyectando visiones de un nuevo cielo y una nueva Tierra y de utopías que rasgan horizontes no vislumbrados todavía.

La antropología en general y especialmente la escuela psicoanalítica de C. G. Jung ven la experiencia religiosa surgiendo de las capas más profundas de la psique. Hoy sabemos que la estructura en grado cero del ser humano no es la razón (logos, ratio) sino la emoción y el mundo de los afectos (pathos, eros y ethos).

La investigación empírica de David Golemann con su Inteligencia emocional (1984) vino a confirmar una larga tradición filosófica que culmina en M. Meffessoli, Muniz Sodré y en mí mismo (Direitos do coração, Paulus 2016). Afirmamos ser inteligencia saturada de emociones y de afectos. En las emociones y en los afectos se elabora el universo de los valores, de la ética, de las utopías y de la religión.

De este trasfondo emerge la experiencia religiosa que subyace a toda religión institucionalizada. Según L. Wittgenstein, el factor místico y religioso nace de la capacidad de extasiarse del ser humano. «Extasiarse no puede expresarse mediante una pregunta. Por eso tampoco existe ninguna respuesta» (Schriften 3, 1969,68). El hecho de que el mundo exista es totalmente inexpresable. Para este hecho «no existen palabras, ese inexpresable se muestra; es lo místico» (Tractatus logico-philosophicus, 1962, 6, 52). Y continúa Wittgenstein: «lo místico no reside en cómo es el mundo, sino en el hecho de que el mundo existe» (Tractatus, 6,44). «Aunque hayamos respondido a todas las posibles preguntas científicas, nos damos cuenta de que nuestros problemas vitales ni siquiera han sido tocados» (Tractatus, 5,52).

«Creer en Dios», prosigue Wittgenstein, «es comprender la cuestión del sentido de la vida. Creer en Dios es afirmar que la vida tiene sentido. Sobre Dios, que está más allá de este mundo, no podemos hablar. Y sobre lo que no podemos hablar, debemos callar» (Tractatus,7).

La limitación del espíritu científico es no tener nada sobre lo que callar. Las religiones cuando hablan es siempre de forma simbólica, evocativa y autoimplicativa. Finalmente terminan en el noble silencio de Buda o usando el lenguaje del arte, de la música, de la danza, del rito.

Hoy, cansados del exceso de racionalidad, de materialismo y consumismo, estamos asistiendo a la vuelta de lo religioso y de lo místico. Pues en él se esconde lo invisible que es parte de lo visble, y que puede dar una nueva esperanza a los seres humanos.

Cabe recordar una frase del gran sociólogo y pensador, al final de su monumental obra Las formas elementales de la vida religiosa (en español 1996): «Hay algo de eterno en la religión, destinado a sobrevivir a todos los símbolos particulares». Porque sobrevive a los tiempos, la afirmación de Ernst Bloch en sus famosos tres volúmenes de El principio esperanza: «donde hay religión, hay esperanza».

Lo esencial del Cristianismo no reside en afirmar la encarnación de Dios. Otras religiones también lo han hecho. Es afirmar que la utopía (lo que no tiene lugar) se volvió eutopía (un lugar bueno). En alguien, no sólo fue vencida la muerte, lo que ya sería mucho, sino que ocurrió algo mayor: por la resurrección explotaron e implosionaron todas las virtualidades escondidas en el ser humano. Jesús de Nazaret es el “novísimo Adán”, como dice San Pablo (1Cor 15,45), el hombre oculto ahora revelado. Él es sólo el primero de muchos hermanos y hermanas; también la Humanidad, la Tierra y el propio Universo serán transfigurados para ser el Cuerpo de Dios.

Por tanto, nuestro futuro es la transfiguración del universo y de todo lo que él contiene, especialmente la vida humana, y no polvo cósmico. Tal vez sea esta nuestra gran esperanza, nuestro futuro absoluto. 








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