lunes, 21 de septiembre de 2015

EL PAPA, EN LA PLAZA DE LA REVOLUCIÓN Por Fernando Cibeira

“Quien quiera ser grande que sirva a los demás, no que se sirva de los demás”, dijo el papa Jorge Bergoglio.
Imagen: AFP




El Papa, en la Plaza de la Revolución



EL MUNDO › EN CUBA, EL PAPA FRANCISCO DIO MISA ANTE UNAS 200 MIL PERSONAS

“No tenemos derecho a otro fracaso en el camino de la paz”

En su mensaje, el Papa se refirió al proceso de pacificación de Colombia, sobre el que se está negociando en La Habana. La presidenta Cristina Fernández siguió el discurso desde la primera fila, junto a Raúl Castro.


 Por Fernando Cibeira

Página/12 En Cuba
Desde La Habana



El papa Francisco dio ayer su primera misa en Cuba, ante una multitud calculada en 200 mil personas reunidas en la emblemática Plaza de la Revolución, con dos mensajes. En su homilía habló sobre la necesidad de servir a los demás y destacó que “nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a las personas”. En el cierre, más político, el Papa dijo que se sentía el deber de pensar en “la querida tierra de Colombia” y su farragoso proceso de paz cuyo escenario de negociaciones es, justamente, La Habana. “No tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación”, avisó Francisco. La presidenta Cristina Kirchner siguió la misa desde la primera fila, sentada junto al anfitrión, Raúl Castro. Luego de la ceremonia, en un encuentro con mucho de simbólico, el papa Francisco se reunió con el líder de la Revolución Fidel Castro, con quien intercambió obsequios. Cristina Kirchner vio a Fidel por la tarde, antes de retornar a la Argentina (ver páginas 8 y 10-11).

Semanas atrás, los representantes de las FARC habían pedido a los obispos de Colombia que intercedieran ante el Papa para que los reciba durante su paso por La Habana. Desde hace casi tres años mantienen complicadas negociaciones con los representantes del gobierno de Juan Manuel Santos, con algunos avances pero también varios retrocesos. El Vaticano había avisado que no veía factible lo del encuentro, pero eso no significó que Francisco se olvidara de la cuestión. “Que la sangre vertida por miles de inocentes durante tantas décadas de conflicto armado, unida a aquella de Jesucristo en la cruz, sostenga todos los esfuerzos que se están haciendo, incluso en esta bella isla, para una definitiva reconciliación”, pidió el Papa.

La llegada

Fue en el cierre de la ceremonia, cuando el sol subía y ya amenazaba con incendiar las miles de almas allí reunidas, con abrumadora mayoría de cubanos pero también algunos fieles de otras partes del mundo, principalmente latinoamericanos según podía distinguirse por las banderas, varias argentinas. Muchos llegaron cuanto todavía era de noche, bajando de las guaguas que los traían desde localidades cercanas y distintas barriadas habaneras hasta el centro. De ahí una extensa caminata por la Avenida de los Presidentes, con alguna parada en las carpas instaladas para conseguir algo para comer. “Cómprate otro refresquito, mira que el hombre va a hablar”, le advertía una madre a su hijo. Es la otra economía, la de los pesos cubanos, que valen 25 veces menos que los convertibles con el dólar, los CUCs, con los que se mueven los turistas. El refresco grande estaba 10 pesos. Para comer vendían bolsas tipo snacks de queso, de ajo o de maíz. Nada se veía muy saludable, sobre todo a esa hora.

La plaza estuvo dividida por vallados a través de los que luego circularía el papamóvil. Las imágenes de Camilo Cienfuegos y del Che Guevara que presiden la plaza todavía estaban iluminadas. Cada grupo se fue acomodando de acuerdo con su preferencia, no necesariamente adelante. En las esquinas repartían las banderitas cubanas y vaticanas que le darán color a la ceremonia, porque la gente llegaba mayormente sin banderas ni carteles. El último vallado, el más cercano al escenario, sólo lo podían franquear quienes tenían un pase. No eran pocos, sino los miles que pertenecen a las comunidades –nuestras parroquias– católicas. Uno de ellos, José Luis Crespo, con la camiseta argentina con el 10 en honor a la visita papal. “Messi es mi ídolo. Bueno, no, el primero es Dios, el segundo es Messi”, aclaraba. Junto a su mujer, contaba que habían llegado en una caravana de buses viajando toda la noche desde el municipio de Mantua. La coincidencia entre los integrantes de estos grupos católicos era que en los últimos tiempos se notaba en la isla una mayor apertura para la práctica de la religión. Incluso, se veían entre ellos muchos jóvenes, como los de la comunidad de Sant Egidio, con cortes de pelo modernos, gorritas y bermudas, de los más ruidosos. Un poco más allá, cómo no, una chica levantaba un estandarte hecho con una camiseta de San Lorenzo. Era cubana y se llamaba Dunet. “La trajo ella, que es una amiga mexicana”, explicaba. La señora de México contaba que su hija la compró por Internet a la Argentina y se la enviaron. De Boedo al DF, de ahí a la Plaza de la Revolución.

La misa

Previsores, los cubanos llevaron paraguas, gorras y botellas de agua helada para soportar el calor. Raúl Castro concurrió de guayabera, Cristina Kirchner se vistió de blanco y llevó una capelina para el sol. Ya pasadas las 8, hizo el ingreso el papamóvil, que comenzó un extenso recorrido por toda la plaza a ritmo salsero. “Está brillando la luz/ una luz en el camino/ para llegar a Jesús/ de la mano de Francisco”, sonaba por los parlantes. El sonido era bueno en toda la plaza. Ahora, el escenario, austero, era poco elevado y desde atrás la visión se hacía dificultosa. No había pantallas gigantes.

La ceremonia fue seria y la gente la siguió con atención. La delicada musicalización corrió por cuenta de la Orquesta Escuela de la Universidad de las Artes. El color que predominaba en los atuendos, incluido el Papa, los obispos y los integrantes del coro, fue el verde. En el Vaticano aseguran que Francisco preparó personalmente los 26 discursos que dirá en esta gira que incluirá Estados Unidos. La primera homilía la dedicó a la vocación al servicio. “Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás”, sostuvo, para concluir: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.

Al término de la misa, habló el arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega, quien con su voz de barítono le agradeció las gestiones para “la renovación de las relaciones” entre Cuba y Estados Unidos, proceso en el que el propio Ortega fue protagonista. “Que este proceso se extienda no sólo a los altos niveles políticos, sino que alcance a los pueblos, y muy especialmente a nuestro pueblo cubano que vive aquí y en Estados Unidos”, sostuvo el cardenal.

Las autoridades calcularon la asistencia en 200 mil personas, más que los reunidos por Juan Pablo II y Benedicto XVI en el mismo sitio.

Después

A los primeros que saludó Francisco al bajar del escenario fue a Raúl Castro y a Cristina Kirchner. Desde allí, el Papa partió hacia la Nunciatura, donde tenía previsto el encuentro con Fidel. Y fue sólo el inicio de una jornada cargada de actividades que incluyó una reunión con el presidente Raúl en el Palacio de la Revolución, que se extendió por casi una hora. Según comentaría luego el vocero vaticano, Federico Lombardi, uno de los temas que trataron fue la situación de Venezuela, en donde quedó planteada la necesidad de diálogo para alcanzar la reconciliación en el país.

En la Catedral, en medio de La Habana Vieja, donde compartió una plegaria junto a sacerdotes y religiosos, el Papa escuchó los mensajes previos del cardenal Ortega y de una monja, y avisó que dejaría de lado el discurso que tenía escrito e improvisaría. Esos momentos, en los que el Papa adopta un tono coloquial, casi de cura de barrio, es cuando logra captar la mayor atención del auditorio. El tema era la pobreza. “La riqueza pauperiza. La Santa Madre Iglesia es pobre. Dios la quiere pobre”, afirmó Francisco. Ironizó sobre las congregaciones que se enriquecen y luego pierden todo por culpa de los malos manejos. “Las mejores bendiciones de la Iglesia son los economistas desastrosos”, dijo.

El cierre fue junto a los jóvenes, en el Centro Cultural Pedro Varela, la otra actividad multitudinaria prevista para ayer. El Papa volvió a la improvisación luego del enfático discurso del joven Leonardo Fernández, que imaginó “un futuro de cambio” para Cuba, donde los cubanos convivan en paz “piensen como piensen y estén donde estén”. Francisco tomó nota mientras hablaba, caía una fina llovizna. “La enemistad social destruye. Una familia se destruye, un país se destruye”, enumeró. Contrapuso a esta idea la de “amistad social”. “Animémonos a hablar de lo que tenemos en común”, propuso.

“A veces parece cansado, pero cuando empieza a hablar tiene una energía tremenda”, analizaría luego, acertadamente, el vocero Lombardi sobre el día del Papa. Hoy viajará a la localidad de Holguín (ver aparte) y, por la tarde, a Santiago de Cuba, su última escala cubana.






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QUÉ ES DIOS PARA MÍ Por Bruno Álvarez



maternida de Dios

Qué es Dios para mí

Publicado: 9 septiembre, 2015 en REFLEXIONES
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QUÉ ES DIOS PARA MÍ
BRUNO ÁLVAREZ, bmalvarez276@gmail.com
MENDOZA (ARGENTINA).


ECLESALIA, 09/09/15.- A menudo, suelo preguntarme qué quieren decir las personas cuando utilizan la palabra “Dios”. Hablan de Él como si fuera una realidad evidente, algo que constatamos como si de un objeto se tratara, proyectando muchas veces sobre la divinidad una imagen pueril, y aprisionándola en todo tipo doctrinas que pretenden indicarnos en qué consiste el Ser de Dios.

La existencia de lo divino ha acontecido entre los hombres desde los albores de la humanidad. Aquellos primeros seres humanos que habitaron este planeta experimentaban una profunda admiración ante la realidad en la que se encontraban inmersos. Intuían el Misterio de la existencia y lo expresaban de diversas maneras. A pesar de los miles de años que han trascurridos desde aquél entonces, los hombres modernos no hemos perdido la capacidad de admiración que apreciaban los antiguos. La ciencia va revelando los enigmas de la existencia del mundo, en la medida que avanza en su investigación con métodos cada vez más rigurosos que nos permiten conocer el funcionamiento autónomo de nuestro universo, pero no puede desvelar el Misterio Inefable que habita detrás de lo incognoscible por el hombre y que habita en el fondo de nuestro ser . De ese Misterio pretendo hablar hoy, del cual no sé nada, pero que experimento en mi vida diaria y al interpelarme sobre el sentido último de la existencia.

De esta realidad que llamamos Dios se han dicho muchas cosas: algunas personas lo ven como un Ser celestial que habita en el cielo, allá “arriba”; otros como un Dios que nos crea para servirle y brindarle adoración; hay quienes lo ven como un Ser Justiciero que recompensa a los buenos y castiga a los malos; están aquellos que piensan que interviene de vez en cuando en la historia con milagros y prodigios, reservado sólo para algunos privilegiados y elegidos; y hay quienes, como en el caso de Jesús de Nazaret, lo percibe como el mejor compañero del hombre, que comparte nuestra existencia y acomete entre los hombres que desean hacer su voluntad y dejarse humanizar por Él. Yo por mi parte, soy un poco más cauto para hablar de Dios: no sé qué es y no pretendo comprenderle. “Si comprendes, no es Dios” decía San Agustín. Y me tomo en serio aquella frase de Wittgenstein que reza: “De todo lo que no se puede hablar, hay que callar”.

Es por ello, que pretendo interpretar a Dios siempre como Misterio, pero a su vez como una experiencia que aprendemos a conocer y amar cuando nos abrimos a esa realidad que nos impulsa a ejercer la justicia, la libertad, la compasión; a comprometernos por un mundo más equitativo e igualitario, a romper todas las cadenas que esclavizan al hombre y que soslayan la tarea más acuciante de la religión: la felicidad de los seres humanos en esta vida. Pues del “más allá” no tenemos ninguna certeza que exista, aunque la mayoría de las veces la predicación religiosa se ocupe de la vida venidera descuidando en gran parte los asuntos mundanos que causan dolor y sufrimiento, inanición, desesperanza y desgana de enfrentar la dureza de la vida.

Decía que de Dios no podemos saber nada. La teología tradicional ha pretendido indicarnos la forma en la que Dios es y actúa. La visión del mundo impuesta por la modernidad cambió nuestro paradigma teológico y nuestra forma de comprender el misterio divino. Hay un hecho innegable: hemos creado a Dios nuestra imagen y semejanza, es decir, le hemos atiborrado de rasgos antropomórficos, atribuyéndole todo tipo de atrocidades que cometemos los humanos; basta leer la Biblia Hebrea o el Nuevo Testamento para comprender de qué hablo. El Dios judío Yavhé comporta valores morales inferiores a una persona considerada decente, instando a la matanza de niños inocentes, aprobando la guerra, ordenando el exterminio en masa, estableciendo directrices difíciles de cumplir para quienes quieran tener una relación apropiada con Él, y un largo etc. Esta imagen sanguinaria de Dios del Antiguo Testamento, “uno de los libros más llenos de sangre de la literatura mundial” en palabras de NorbertLohfink, uno de los exégetas más reconocidos del siglo XX, sigue imperando en la mente de muchos creyentes. Soy ateo de ese Dios. Pero el Nuevo Testamento no se queda atrás: se vislumbra a Dios como un Ser que sacrificó deliberadamente a su Hijo en la cruz para redimirnos de nuestros pecados y así poder perdonar las ofensas que habíamos cometido contra él. También soy ateo de ese Dios, claro está.

En los últimos años, y mediante la lectura de místicos y místicas de diversas corrientes religiosas, he descubierto con gozo una nueva forma de hablar de la divinidad: el apofatismo. Lo que quiere decir este término es que Dios es inefable, indecible. También se lo ha denominado teología negativa, esto es, que de Dios es más acertado decir lo que no es que lo que es. De Dios no podemos saber ni decir nada, pues escapa de nuestra limitada compresión de aquél Misterio que nos trasciende y nos habita. La única forma de hablar de Dios es mediante los símbolos y las metáforas. El lenguaje literal sobre Dios no puede existir, pues no podemos captar lo infinito con nuestro ser finito. Ya Santo Tomás de Aquino decía que de Dios sólo podemos hablar por analogías.

Dicho todo esto, ¿qué es Dios para mí? Antes que nada Misterio; al cual accedemos mediante la experiencia contemplativa, creándonos una reverencia y admiración irresistible aun en aquellos momentos en los que dudamos de su existencia. Habrá que “pensar” menos a Dios y “sentirlo” más, convirtiéndose de este modo en criterio existencial para confrontar una vida lacerante que en ocasiones se nos presenta como un sinsentido.

Sin embargo, en aquellos momentos en los que pretendo desvelar la naturaleza insondable de Dios y encontrar un referente por cual pueda acceder a su misterio, no encuentro una manera más segura que acercarme a la fascinante figura de Jesús. Cuando pienso en cómo es Dios, cómo actúa en los seres humanos y qué quiere para ellos, me basta con recurrir a la Buena Nueva del Evangelio de Jesús. Es en su lucha por la liberación de toda opresión que asedia al hombre, su amor para con el prójimo necesitado, su compasión ante los que sufren, su lucha por un mundo más fraterno y más justo en donde yo encuentro la inefabilidad divina. Intuyo, gracias al personaje histórico de Jesús, que a Dios lo puedo relacionar con la Justicia, la Libertad, la Compasión, el Amor, el Sentido y la Verdad. Dios para mí es, a su vez, Presencia Ausente, o Ausencia Presente. Dios se manifiesta en la vida de Jesús y de todos aquellos que se comprometen por un mundo más justo y servicial. No obstante, nos da la impresión que “calla” frente a la cruz de Jesús y de todos los derrotados de la historia humana. Pero la experiencia de la resurrección que compartieron los apóstoles quiere indicarnos que el mal no tiene la última palabra. Detrás del sufrimiento y el dolor que provocan los humanos y los desastres naturales, se encuentra Dios suscitando la Vida. Es en esa Ausencia-Presencia donde trascurre nuestra existencia, entre la congoja de saberse finito y el coraje de existir sustentado por Dios (Paul Tilich). 


(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).-




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viernes, 11 de septiembre de 2015

¿ESTOS NO SON SERES HUMANOS, HERMANOS, Y HERMANAS NUESTROS? Por Leonardo BOFF





Servicios Koinonía
Para
boffsemanal@servicioskoinonia.org


sep 10 a las 11:50 P.M.

¿Éstos no son seres humanos, hermanos y hermanas nuestros?



El grado de civilización y de espíritu humanitario de una sociedad se mide por la forma como ella acoge y convive con los diferentes. Bajo este aspecto Europa nos ofrece un ejemplo lastimoso que bordea la barbarie. Ella se muestra tan centrada en sí misma y en sus laureles que le cuesta enormemente acoger y convivir con los diferentes.

Generalmente la estrategia era y sigue siendo esta: o marginaliza al otro, o lo destruye. Así ocurrió en el proceso de expansión colonial en África, en Asia y principalmente en América Latina. Llegó a destruir etnias enteras como en Haití y en México.

El mayor límite de la cultura europea occidental es su arrogancia, que se revela en la pretensión de ser la más elevada del mundo, tener la mejor forma de gobierno (la democracia), la mejor conciencia de los derechos, la creadora de la filosofía y de la tecnociencia y, como si eso no bastase, la portadora de la única religión verdadera: el cristianismo. Resquicios de esta soberbia pueden verse todavía en el Preámbulo de la Constitución de la Unión Europea. En él se afirma sencillamente:

«El continente europeo es portador de civilización, sus habitantes lo habitaron desde el inicio de la humanidad en etapas sucesivas y a lo largo de los siglos desarrollaron valores, base para el humanismo: igualdad de los seres humanos, libertad y el valor de la razón…»

Esta visión es verdadera solo en parte. Olvida las frecuentes violaciones de esos derechos, las catástrofes que creó con ideologías totalitarias, guerras devastadoras, colonialismo sin piedad e imperialismo feroz que subyugaron e inviabilizaron culturas enteras en África y en América Latina en contraste frontal con los valores que proclama. La situación dramática del mundo actual y las levas de refugiados venidos de los países mediterráneos se debe, en gran parte, al tipo de globalización que ella apoya, pues, en términos concretos configura una especie de occidentalización tardía del mundo, mucho más que una verdadera planetización.

Este es el telón de fondo que nos permite entender las ambigüedades y las resistencias de la mayoría de los países europeos para acoger a los refugiados y emigrantes que vienen de los países del norte de África y del Medio Oriente, huyendo del terror de la guerra, provocada en gran parte por las intervenciones de los occidentales (NATO) y especialmente por la política imperial norteamericana.

Según datos el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) solamente este año 60 millones de personas se han visto forzadas a abandonar sus hogares. Solamente el conflicto sirio ha provocado 4 millones de desplazados. Los países que más acogen a estas víctimas son el Líbano con más de un millón de personas (1,1 millón) y Turquía (1,8 millones).

Ahora esos miles de personas buscan un poco de paz en Europa. Solo en este año cruzaron el Mediterráneo cerca de 300.000 personas entre emigrantes y refugiados. Y el número crece día a día. La recepción está cargada de mala voluntad, despertando en la población de ideologías fascistoides y xenófobas manifestaciones que revelan gran insensibilidad y hasta inhumanidad. Solamente después de la tragedia de la isla de Lampedusa, al sur de Italia, en la que se ahogaron 700 personas en abril de 2014, se puso en marcha una operación Mare Nostrum con la misión de rastrear posibles naufragios.

La acogida está llena de incidentes, especialmente por parte de España y de Inglaterra. La más abierta y hospitalaria, a pesar de los ataques que se hacen a los campamentos de refugiados, ha sido Alemania. El gobierno filo-fascista de Viktor Orbán de Hungría ha declarado la guerra a los refugiados. Tomó una medida de gran barbarie: mandó construir una cerca de alambre de púas de cuatro metros de altura a lo largo de toda la frontera con Serbia, para impedir la llegada de los que vienen del Medio Oriente. Los gobiernos de Eslovaquia y de Polonia declararon que solamente aceptarían a refugiados cristianos.

Estas son medidas criminales. ¿Todos estos sufrientes no son humanos, no son hermanos y hermanas nuestros? Kant fue uno de los primeros en proponer una República Mundial (Welterepublik) en su último libro La paz perpetua. Decía que la primera virtud de esta república debería ser la hospitalidad como derecho de todos y deber para todos, pues todos somos hijos de la Tierra.

Ahora bien, esto está siendo negado vergonzosamente por los miembros de la Comunidad Europea. La tradición judeocristiana siempre afirmó: quien acoge al extranjero está hospedando anónimamente a Dios. Valgan las palabras de la física cuántica que mejor escribió sobre la inteligencia espiritual, Danah Zohar: «La verdad es que nosotros y los otros somos uno solo, que no hay separatividad, que nosotros y el ‘extraño’ somos aspectos de la única y misma vida» (QS: conciencia espiritual, Record 2002, p. 219). Como sería diferente el trágico destino de los refugiados si estas palabras fuesen vividas con pasión y compasión. 


Leonardo BOFF


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miércoles, 2 de septiembre de 2015

CARTA DE FRANCISCO SOBRE EL JUBILEO: PERDÓN DEL ABORTO Y LA INDULGENCIA A LOS PRESOS





Carta del Santo Padre Francisco al Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización en el enfoque del Jubileo extraordinario de la Misericordia, 01/09/2015




Al venerado hermano
Monseñor Rino Fisichella
Presidente del Consejo pontificio
para la promoción de la nueva evangelización

La cercanía del Jubileo extraordinario de la Misericordia me permite centrar la atención en algunos puntos sobre los que considero importante intervenir para facilitar que la celebración del Año Santo sea un auténtico momento de encuentro con la misericordia de Dios para todos los creyentes. Es mi deseo, en efecto, que el Jubileo sea experiencia viva de la cercanía del Padre, como si se quisiese tocar con la mano su ternura, para que se fortalezca la fe de cada creyente y, así, el testimonio sea cada vez más eficaz.

Mi pensamiento se dirige, en primer lugar, a todos los fieles que en cada diócesis, o como peregrinos en Roma, vivirán la gracia del Jubileo. Deseo que la indulgencia jubilar llegue a cada uno como genuina experiencia de la misericordia de Dios, la cual va al encuentro de todos con el rostro del Padre que acoge y perdona, olvidando completamente el pecado cometido. Para vivir y obtener la indulgencia los fieles están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano y en las cuatro basílicas papales en Roma, como signo del deseo profundo de auténtica conversión. Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la santa Eucaristía con un reflexión sobre la misericordia. Será necesario acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo.

Pienso, además, en quienes por diversos motivos se verán imposibilitados de llegar a la Puerta Santa, en primer lugar los enfermos y las personas ancianas y solas, a menudo en condiciones de no poder salir de casa. Para ellos será de gran ayuda vivir la enfermedad y el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que en el misterio de su pasión, muerte y resurrección indica la vía maestra para dar sentido al dolor y a la soledad. Vivir con fe y gozosa esperanza este momento de prueba, recibiendo la comunión o participando en la santa misa y en la oración comunitaria, también a través de los diversos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia jubilar. Mi pensamiento se dirige también a los presos, que experimentan la limitación de su libertad. El Jubileo siempre ha sido la ocasión de una gran amnistía, destinada a hacer partícipes a muchas personas que, incluso mereciendo una pena, sin embargo han tomado conciencia de la injusticia cometida y desean sinceramente integrarse de nuevo en la sociedad dando su contribución honesta. Que a todos ellos llegue realmente la misericordia del Padre que quiere estar cerca de quien más necesita de su perdón. En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad.

He pedido que la Iglesia redescubra en este tiempo jubilar la riqueza contenida en las obras de misericordia corporales y espirituales. La experiencia de la misericordia, en efecto, se hace visible en el testimonio de signos concretos como Jesús mismo nos enseñó. Cada vez que un fiel viva personalmente una o más de estas obras obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar. De aquí el compromiso a vivir de la misericordia para obtener la gracia del perdón completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadie. Será, por lo tanto, una indulgencia jubilar plena, fruto del acontecimiento mismo que se celebra y se vive con fe, esperanza y caridad.

La indulgencia jubilar, por último, se puede ganar también para los difuntos. A ellos estamos unidos por el testimonio de fe y caridad que nos dejaron. De igual modo que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin.

Uno de los graves problemas de nuestro tiempo es, ciertamente, la modificación de la relación con la vida. Una mentalidad muy generalizada que ya ha provocado una pérdida de la debida sensibilidad personal y social hacia la acogida de una nueva vida. Algunos viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo. Muchos otros, en cambio, incluso viviendo ese momento como una derrota, consideran no tener otro camino por donde ir. Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo el hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la esperanza. El perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo cuando con corazón sincero se acerca al Sacramento de la Confesión para obtener la reconciliación con el Padre. También por este motivo he decidido conceder a todos los sacerdotes para el Año jubilar, no obstante cualquier cuestión contraria, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón. Los sacerdotes se deben preparar para esta gran tarea sabiendo conjugar palabras de genuina acogida con una reflexión que ayude a comprender el pecado cometido, e indicar un itinerario de conversión verdadera para llegar a acoger el auténtico y generoso perdón del Padre que todo lo renueva con su presencia.

Una última consideración se dirige a los fieles que por diversos motivos frecuentan las iglesias donde celebran los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X. Este Año jubilar de la Misericordia no excluye a nadie. Desde diversos lugares, algunos hermanos obispos me han hablado de su buena fe y práctica sacramental, unida, sin embargo, a la dificultad de vivir una condición pastoralmente difícil. Confío que en el futuro próximo se puedan encontrar soluciones para recuperar la plena comunión con los sacerdotes y los superiores de la Fraternidad. Al mismo tiempo, movido por la exigencia de corresponder al bien de estos fieles, por una disposición mía establezco que quienes durante el Año Santo de la Misericordia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para celebrar el Sacramento de la Reconciliación, recibirán válida y lícitamente la absolución de sus pecados.

Confiando en la intercesión de la Madre de la Misericordia, encomiendo a su protección la preparación de este Jubileo extraordinario.

Vaticano, 1 de septiembre de 2015.

FRANCISCUS

[01386-ES.01] [Texto original: Español]



http://press.vatican.va/






UN AÑO DE PERDÓN EXCEPCIONAL PARA ARREPENTIDAS Por Washington Uranga


El documento también se refiere a los presos, alienta las obras caritativas y hace un guiño a los lefebvrianos. Imagen: efe


SOCIEDAD › EL PAPA FRANCISCO INDICO QUE, POR EL PRÓXIMO JUBILEO, LA IGLESIA ABSOLVERA “DEL PECADO DEL ABORTO”

Un año de perdón excepcional para arrepentidas

Para el “año santo extraordinario”, el pontífice anunció que quienes “han practicado” el aborto y “arrepentidos de corazón piden perdón por ello” serán absueltos. Históricamente, colaborar o someterse a un aborto implicaba la excomunión para los fieles.


 Por Washington Uranga



A través de una carta difundida ayer en el Vaticano vinculada al “año santo extraordinario” (Jubileo Extraordinario de la Misericordia) que se iniciará el 8 de noviembre próximo y durará hasta el 20 de noviembre de 2016, el papa Francisco hizo un gesto de acercamiento hacia quienes “viven el drama del aborto” y autorizó a todos los sacerdotes católicos a “absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden perdón por ello”. La determinación de Francisco tiene importancia porque las normas de la Iglesia establecen que quienes hayan cometido aborto o quienes hayan colaborado para ello incurren en excomunión (separación de la Iglesia) y no pueden obtener la absolución mediante la simple confesión con un sacerdote, sino que tiene que mediar la autorización expresa de un obispo o del Papa. El gesto de Francisco tiene gran valor simbólico por tratarse de la máxima autoridad de la Iglesia, más allá de que en la actualidad gran parte de los obispos ya han tomado la determinación de autorizar a todos sus curas a conceder esta absolución sin previa consulta y cada vez que le es solicitada por una mujer.

En este caso y en el marco del “año santo” extraordinario decretado por Francisco, el pontífice autoriza a todos los sacerdotes a conceder la absolución “no obstante cualquier cuestión contraria” lo que puede entenderse como siguiendo su propio juicio y criterio, también en los casos en que algún obispo pueda tener una opinión contraria. De esta manera el Papa decide, bajo su autoridad, abrir una puerta para el encuentro con quienes, directa o indirectamente, consideren que han incurrido en “pecado” por haber practicado aborto. La resolución fue notificada por Jorge Bergolio en una carta dirigida al arzobispo Rino Fisichella, Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. El texto fue difundido por la oficina de prensa del Vaticano.

Más allá de la apertura que significa el pronunciamiento, Francisco no se aparta de la doctrina tradicional católica y, en todo momento, se refiere al aborto como un “pecado” al que considera “una pérdida de la debida sensibilidad personal y social hacia la acogida de una nueva vida”. Advierte el Papa que “algunos viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo”, pero considera también que “muchos otros, en cambio, incluso viviendo ese momento como una derrota, consideran no tener otro camino por donde ir”.

Dice también Francisco que “pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto” y “conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión”, para agregar que “sé que es un drama existencial y moral”. El Papa asegura haber “encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa”.

No obstante este señalamiento, Bergoglio subraya que “el perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo cuando de corazón sincero se acerca al Sacramento de la Confesión para obtener la reconciliación del Padre” y por ello toma la decisión de facilitar el perdón. A los sacerdotes les dice que deben prepararse para “esta gran tarea” y “conjugar palabra de genuina acogida con una reflexión que ayude a comprender el pecado cometido, e indicar un itinerario de conversión verdadera para llegar a acoger el auténtico y generoso perdón del Padre que todo lo renueva con su presencia”.

El “año santo” o “año jubilar”, también conocido como “año de gracia del Señor”, en recordación de la referencia bíblica, es un tiempo especial en el que la Iglesia insiste y genera condiciones para el ejercicio de la misericordia y el perdón de las faltas. Es potestad del Papa determinar el tiempo y las circunstancias del “año santo”. La decisión de Francisco amplia también las posibilidades para alcanzar tales indulgencias y habilita prácticamente a todas las iglesias y santuarios del mundo para que los fieles concurran a solicitar el perdón. Extiende tales indulgencias a los enfermos que accedan a la comunión o participen de la misa y en la oración comunitaria “también a través de los diversos medios de comunicación”.

Hay una referencia también a las personas privadas de su libertad. “En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen las puertas de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, puede este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”, dice el Papa.

En la misma línea, Francisco alienta a los católicos a realizar “obras de misericordia corporales y espirituales” en las que se hace visible “el testimonio de signos concretos como Jesús mismo nos enseñó” y concede a quienes así procedan “la indulgencia jubilar” entendida como el “perdón completo y total” por las faltas cometidas.

La carta del Papa también incluye un mensaje hacia los sacerdotes lefebvrianos ultraconservadores de la Fraternidad San Pío X, en su momento apartados de la Iglesia y luego reincorporados por Benedicto XVI en marzo del 2009, mediante una resolución que, si bien levantó la excomunión, es clara en el sentido de que dichos curas “no pueden ejercer legítimamente el ministerio de la Iglesia”. Ahora, en forma excepcional y también con motivo del año jubilar, el Papa autorizó a los curas lefebvrianos a otorgar “válida y lícitamente la absolución de los pecados” a sus fieles, expresando también que “confío que en el futuro próximo se puedan encontrar soluciones para recuperar la plena comunión con los sacerdotes y superiores de la Fraternidad”.




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LA ESTRATEGIA DE LA MODERACIÓN Por Washington Uranga




SOCIEDAD › OPINION

La estrategia de la moderación




Por Washington Uranga



La determinación comunicada por el papa Francisco ayer a través de una carta que hizo pública el Vaticano y en la que autoriza, bajo su directa responsabilidad, a otorgar la absolución a las mujeres que hayan practicado aborto, se encuadra claramente dentro de la estrategia de apertura moderada que viene impulsando Bergoglio desde que llegó al Vaticano como Papa. Con la decisión tomada, Francisco no avanza en cuestiones doctrinales, porque sigue considerando al aborto como un “pecado”, pero da un paso decidido al determinar que se conceda la absolución a quienes lo soliciten, haciéndolo bajo su directa responsabilidad y “no obstante cualquier cuestión contraria”; frase ésta que bien puede estar dirigida a los sectores conservadores, particularmente obispos, que podrían oponerse a la medida y alzar su voz. Así dicho, los sacerdotes podrán conceder la absolución apelando a la autoridad papal y aun en el caso de que su obispo diga lo contrario.

La resolución del pontífice, así tenga una limitación en el tiempo (el llamado “año jubilar”), encierra una clara manifestación de apertura al tema, como poco antes se había tenido en la Iglesia Católica. Y es además un mensaje a los obispos de todo el mundo que se reunirán en Roma este año para participar del sínodo (asamblea), cuya cuestión central es la familia. La carta del Papa y su perspectiva pasa a ser ahora un punto inevitable de la agenda sinodal.

Hay quienes señalan, sin embargo, que la decisión papal tiene poco efecto práctico, por lo menos en esta parte del mundo. Si bien el aborto es considerado un pecado grave y, por lo tanto, su absolución requiere de una autorización expresa del obispo, no menos cierto es que en gran parte de las diócesis al otorgar las licencias ministeriales (autorización para impartir sacramentos) a los sacerdotes, los obispos incorporan la atribución de perdonar este tipo de faltas bajo criterio del propio cura. En ese sentido, lo manifestado ahora por Francisco constituiría una suerte de “blanqueo” institucional a una realidad evidente en la práctica pastoral de la Iglesia.

Muchos subrayan también que el sacramento de la penitencia (la confesión) ha caído prácticamente en desuso y son escasos los fieles católicos que lo solicitan, aún aquellos que acuden con más regularidad a las celebraciones litúrgicas en los templos. Ellos mismos descreen de que una iniciativa de este tipo sirva para alentar a que más fieles se acerquen a confesarse.

Lo actuado ahora por Bergoglio confirma otra de las características de su tarea como Papa. Francisco elige actuar como “pastor”, es decir, generando gestos prácticos de apertura y acercamiento a quienes están apartados o se sienten alejados de la Iglesia. Lo hizo con los homosexuales, con los divorciados y vueltos a casar y ahora con el conflictivo tema del aborto. No avanza –porque no lo considera necesario, entiende que no corresponde o concluye que no tiene fuerza y poder suficientes para hacerlo– en las cuestiones de fondo. No discute aspectos teológicos o doctrinales, pero genera acontecimientos, hechos y, de esta manera, modifica las prácticas.

Muchos alaban y rescatan la actitud y el sentido de la estrategia. La misma que da fundamento a que, junto con la decisión respecto de absolver a quienes abortan, haga un gesto hacia los ultraconservadores seguidores de Marcel Lefebvre. Otros siguen señalando que “no hay cambios de fondo” y que, aun reconociendo los avances, si no se generan modificaciones profundas en cuestiones normativas, doctrinales, y en la estructura de gobierno de la Iglesia, lo avanzado ahora por Francisco podría volverse atrás sin ninguna dificultad con otro Papa que sostenga una visión contraria o más conservadora.

Por ahora queda claro que Bergoglio –por razones que seguramente sólo él mismo puede ponderar desde su lugar en el Vaticano– sigue avanzando en su estrategia de paso a paso, mediante la cual genera aperturas, intenta recapturar feligresía y sorprende a propios y ajenos.




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ENTREVISTA A SILVIA JULIA / AVANCE PERO CORTO Por Soledad Vallejos





SOCIEDAD › ENTREVISTA A SILVIA JULIA


Avance pero corto



 Por Soledad Vallejos







Como líder religioso es importante que el Papa se identifique con una postura más flexible sobre la construcción del pecado y su conexión con el aborto (...) Sin embargo, en estas declaraciones (de la carta al Presidente del Consejo Pontificio) quedan afuera aquellas mujeres que no lo viven como drama, sino como una elección, una decisión consciente y moralmente válida, en la cual pudieron reconciliar sus decisiones reproductivas, su proyecto de vida con sus creencias religiosas”, señaló en un comunicado Católicas por el Derecho a Decidir (CDD) de Argentina. En diálogo con este diario, la directora ejecutiva de la organización señaló: “Es la primera vez que la Iglesia muestra cierta consideración hacia las mujeres y sus decisiones en el terreno de derechos sexuales y reproductivos”. La postura que la carta de Bergoglio indica para el Jubileo, agregó, es “interesante” porque “aunque no está del todo claro cuáles van a ser los próximos pasos en el tema, por lo menos le ha bajado el nivel de estigmatización al aborto”.

El documento de CDD señaló, además, que el Papa es “el líder político de una de las instituciones que más han hecho para criminalizar el aborto en nuestra región y para considerar ‘delincuentes’ a las mujeres que voluntariamente deciden interrumpir un embarazo”. “El aborto como crimen es un acto de opresión y de violencia que, como mujeres católicas, tenemos que confrontar. Como sociedades democráticas, nos debemos un marco plural amplio, que permita incluir el pluralismo y la libertad de conciencia necesarios para albergar la diversidad de prácticas y decisiones de las mujeres”, continuó el texto, que también señaló: “Si el mismo Papa no condena a las mujeres que abortan, ¿por qué nuestros representantes religiosos se escudan en reparos religiosos para eludir debatir la inmoralidad de la criminalización penal que todavía subsiste en nuestra legislación?”

“Lo que vemos es que el Vaticano ha mostrado una nueva cara en relación a la pobreza, el sistema capitalista internacional, el sistema financiero, los movimientos sociales y también en relación a la laicidad de los Estados, pero en temas de sexualidad y reproducción no hubo avances. Sin embargo, sí creo que hay diferencia en lo que el Papa escribió”, reflexionó Juliá.

–¿Aunque condicione el perdón a que las mujeres que abortaron se sientan culpables por eso?

–El documento no es todo lo que quisiéramos, porque consideramos que cuando hay una decisión a conciencia no existe el pecado. Pero hay diferencia si confrontamos esta carta con las declaraciones de los obispos, por ejemplo los de Argentina o de otros lugares de Latinoamérica, donde la condena es más fuerte y sus posiciones son mucho más agresivas, y no tienen ninguna consideración por las condiciones por las que atraviesan las mujeres. En la carta, el Papa sí reconoce que hay condiciones que viven las mujeres que son complejas y que las llevan a tomar estas decisiones. Hay una lectura que va un poco más allá del hecho de condenar el aborto. Es una posición diferente, que no tienen los obispos, concretamente. La jerarquía católica argentina, que milita contra el derecho al aborto no punible, no reconoce absolutamente ninguna condición por la cual la mujer pueda tomar la decisión del realizarse un aborto.

–En junio, la Conferencia Episcopal Argentina dio a conocer un documento contra el Protocolo de aborto no punible del Ministerio de Salud.

–Es que ni la violación ni los motivos de salud ni nada han sido nunca reconocidos ni reflexionados en relación a las situaciones que viven las mujeres.

–¿A qué atribuye que el Papa haya tomado esta decisión para el año del jubileo y no, por ejemplo, de aquí en adelante?

–Creo que pueden ser señales, que pueden ir acompañando algunos procesos de cambio en estos temas. También puede ser una prueba para ver cómo reaccionan las jerarquías en los países, qué respuestas hay sobre esto. No es claro, pero a su vez es como tirar una piedra al agua, que se empiezan a hacer las primeras ondas a ver qué respuestas hay. Nosotras no tenemos expectativas de cambio muy radical en temas de sexualidad y reproducción, pero tomamos como positivo cualquier avance que pueda haber. No rechazamos la posibilidad de que haya algunos avances. Incluso porque tenemos algunas reflexiones hechas sobre un Papa que se presenta como progresista en muchos temas, pero ¿cuánto se puede ser progresista sin tener posiciones más flexibles en cuanto a sexualidad, diversidad sexual, anticonceptivos y aborto? ¿Cuánto se puede decir sin abordar esas dimensiones, que tienen que ver con decisiones personales?




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