lunes, 26 de marzo de 2018

MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA CONTRA EL TERRORISMO DE ESTADO Por Grupo de Curas en Opción por los Pobres / A 42 años



1976 - 24 de Marzo - 2018





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Memoria, verdad y justicia contra el terrorismo de Estado




Memoria, verdad y justicia contra el terrorismo de Estado










En la calle se percibe el descontento, el dolor, el deterioro del consumo y el trabajo






Una vez más —con motivo de la “noche oscura de la dictadura”— estamos invitados a hacer memoria, a vivir verdad y luchar por la justicia. Una vez más esa memoria nos pone ante la muerte que se adueñó de nuestra patria, pero también queremos tener ante nuestros ojos la vida que resiste y quiere decir su última palabra.

Sabemos que la historia es nuestra creación, la gestamos en un proyecto y la recreamos en nuestro presente. Mirar la historia es comprender nuestro presente, y —como lo hacemos año a año— queremos detenernos para conmemorar, para llorar y celebrar, hacer duelo y fiesta.

La dictadura cívico eclesiástica militar —ya lo recordaba Rodolfo Walsh— buscó principalmente desmontar una matriz productiva con movilidad social e implantar un modelo económico de valorización financiera, endeudamiento y especulación. Y lo hizo a sangre y fuego. Ese mismo modelo económico vuelve a instalarse hoy. Pero ya no precisa aquellos medios violentos y puede hacerlo a tinta y video. Es que ese modelo de muerte, de exclusión, de descarte y genocidio una y otra vez, como en los ‘90 y como en el presente, persiste en volver para que la tierra de todos sea sólo de unos pocos.

Pero también, disimuladamente, la muerte, la violencia, la persecución política siguen presentes, aunque los medios las maquillen como “nuevas doctrinas” (Chocobar, Bullrich, Irurzun). Es la misma que sacia su sed con la sangre de Santiago, Rafael, Facundo y tantos otros. Con asesinatos con balas de la patria que se vuelven contra ella, y con la vergonzosa complicidad del Poder Ejecutivo, que califica de héroes a los que matan por la espalda —aún niños— y del Poder Judicial que sólo parece juzgar (y mentir) lo que le ordena el poder real. Es la misma que cuelga nuevos cuadros de presas y presos políticos, encarcelados sin condena y —más irrisorio aún— sin proceso ni delito. Es la misma Justicia que da por terminados temas que en otras partes del mundo escandalizan y derivan en renuncias de funcionarios por tener dinero en el exterior escondido en cuentas offshore. En nuestro caso, desde funcionarios menores, ministros, amigos presidenciales y hasta el mismo Presidente y su hermano tienen guaridas fiscales.

La dictadura cívico eclesiástica militar pudo implantar un modelo socio-económico, desaparecer compañeras y compañeros, establecer vergonzosas relaciones internacionales, porque gozó de impunidad. La misma impunidad de la que goza la actual democracia de baja intensidad, con la complicidad legislativa para abusar de los DNU, la cooptación del Poder Judicial, cada vez más revulsiva, y el monopolio de la comunicación y de sus medios.

Así, las fuerzas de seguridad están descontroladas por el discurso de mano dura y gatillo fácil que baja del Poder Ejecutivo. Cualquier cosa le puede pasar a cualquiera, sin que sea juzgado. Y puede que su asesino sea recibido y aplaudido en la Casa Rosada. Los (¿ex?) periodistas repiten lo que sea, a cambio de una jugosa pauta publicitaria (¿el nuevo nombre del soborno?), exhibiendo su impudicia sin que nada se corrija o sancione. La economía del país, cada vez más endeudada como en la dictadura, y los pobres cada vez más pobres, también como entonces. Soportamos la sistemática burla cínica oficial que se desentiende de la realidad e inventa una fantasía diciendo sin ningún pudor que la pobreza y la inflación están bajando, que el trabajo está aumentando, que los jubilados mejoran sus ingresos…

Hacer memoria del pasado 24 de marzo de 1976 es militancia del presente. Es sostener la firme determinación de que el ayer no sea hoy, para tener mañana.

Por eso miramos con una cierta esperanza la entrega de los libros de los bautismos realizados en la capilla de la ex ESMA, aunque repudiamos las lamentables declaraciones del obispo castrense, Santiago Olivera, burlándose caricaturescamente de las banderas de memoria, verdad y justicia, vaciándolas de contenido y reviviendo viejos demonios.

Miramos con esperanza las movilizaciones populares, tanto las que reclamaron contra la ley de saqueo previsional en el pasado diciembre, la marcha de los trabajadores y los gremios en febrero, y la de las mujeres el pasado 8 de marzo. El gobierno intenta distraer a la población con cortinas de humo, apoyado en un discurso mediático alienante y divorciado de la realidad. Pero el malhumor social y la conflictividad laboral van en aumento. En la calle se percibe el descontento, el dolor, el deterioro del consumo, el salario y el trabajo. Cientos de miles de personas han marchado desde diciembre hasta marzo haciendo oír su reclamo que el Presidente y sus ministros peligrosamente se niegan a escuchar.

Miramos con esperanza que, a pesar de la campaña deplorable del gobierno y la prensa para otorgar prisión domiciliaria a los genocidas, del desfinanciamiento y desarticulación de espacios de memoria e investigación, y de sentencias repudiables, como la aplicación del beneficio del cómputo del 2×1 para los represores que la Corte Suprema de Injusticia no ha modificado claramente, todavía haya tribunales que persistan en mantener viva la memoria y ejercer justicia. Celebramos las cárceles comunes —no domiciliarias— para los genocidas.

Miramos con esperanza este y cada 24 de marzo, porque vemos que la vida sigue vigente. Y levantamos una vez más la bandera de los Derechos Humanos para conseguir verdad, hacer memoria y conquistar justicia. Es lo que creemos que hoy nos exige el Evangelio de Jesús, nos pide el Dios de la Vida y nos impulsa el espíritu de la verdad.








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martes, 13 de marzo de 2018

FRANCISCO: 5 AÑOS



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CINCO AÑOS DE UN PONTIFICADO DISTINTO Por Eduardo de la Serna







Cinco años de un Pontificado distinto






Cosas que faltan, cosas que no se han hecho bien y otras que han refrescado el rostro de la Iglesia





No es fácil hablar de un Papa / papado, particularmente porque hay mucha desinformación en torno a su figura y —entonces— imágenes, expectativas, comentarios a favor o en contra se mueven y conmueven en torno al tema. Pero un Papa que ha sido muy distinto de lo que estábamos habituados después del interminable de Juan Pablo II y el menor de Benito XVI merecería algunas notas. Totalmente relativas e incompletas, digámoslo.

Empiezo brevemente con una nota aclaratoria. Qué es y qué no es un Papa. El Papa no es el jefe de la Iglesia, la máxima autoridad ni el vicario de Cristo, no es el representante de Dios o de Cristo. El Papa es el sucesor de Pedro, el obispo de Roma. Un buen trabajo bíblico sobre Pedro y su rol en tiempos históricos puede ayudar mucho a entender qué se debe esperar (¡y qué no!) de su sucesor. La Iglesia es una comunidad de comunidades, por lo que cada diócesis es autónoma, aunque se supone debe vivir en comunión con las demás. Cada comunidad diocesana, presidida por su obispo (que no es su jefe) se supone en comunidad con las demás con su propio (carismas). El obispo de Roma, entonces, es uno más (primus inter pares), es el que garantiza la unidad (que no es uniformidad).

Cada papado ha tenido y tendrá sus características. Sin duda los habrá mejores y peores, y la larga historia de la Iglesia es rica en casos de estos tipos. Papas santos y papas perversos, como señala el Dante en su Divina Comedia, por ejemplo. Nunca los Papas habían tenido tanta trascendencia mundial como en esta era de las comunicaciones, sin duda. En lo personal, por ejemplo, lamento que los últimos papas hayan sido todos canonizados. Me parece un mal indicio. Con ese criterio un papa no canonizado en el futuro será señal de que era malo, no era un verdadero Santo Padre, lo cual es sin duda falso. Además, entiendo que una de las reformas del Vaticano II en este tema era proponer solamente aquellas mujeres o varones que fueran significativas para la vida del pueblo de Dios en nuestro tiempo y, convengamos, de los 1.200.000.000 de católicos, sólo uno tiene posibilidad de ser Papa (y ninguna mujer) y seguir su ejemplo. Pero dejemos este tema y vayamos al Papa Francisco.

Sin duda que —como es de esperar en todos los Papas— debe ponerse en continuidad con los anteriores, le hayan o no satisfecho sus actitudes, acciones o palabras. Y continuidad significa en concreto, el Concilio Vaticano II (de Juan XXIII y Pablo VI; al que yo creo que frenaron, distorsionaron o limitaron los papas siguientes) y algunos documentos especialmente. (Pareciera que la exhortación Evangelii Nuntiandi, de Pablo VI, por ejemplo, es muy rescatada por el actual Papa.) No podemos decir nada de Juan Pablo I, al cual pareciera que un caldito le quitó la oportunidad de mostrar su ministerio. En lo personal no he querido a Juan Pablo II, aunque sin dudas he de reconocerle cosas muy positivas, pero creo que su visceral anticomunismo fue notablemente perjudicial para la Iglesia de América Latina, lo mismo que el miedo atávico de Benito XVI que parece que creyó que por ser buen teólogo —¡que lo es!— ya podía ser buen Papa. (¡Que no lo fue!) Pero pareciera que, entre los viajes de Juan Pablo y el temblequeo de Benito, la Curia romana fue creciendo en poder, en oscuridad y en sacra impunidad. Esto determinó la renuncia de Benito (¡enorme y honesto gesto, sin duda!) y la llegada al pontificado de Francisco.

Una cosa novedosa, que podría ser muy interesante de cara al futuro, es la elección del grupo de los 8 cardenales (luego 9) con el fin de que lo ayudaran a reformar la curia. Pero pasados 5 años, todavía no se ve nada en ese sentido, tenemos que decirlo. La idea es que hubiera un cardenal de cada región, más un secretario. En este sentido señalemos que la elección de Francisco J. Errázuriz (Chile) por América Latina no pareciera la más significativa (salvo que fue el presidente del CELAM cuando fue la asamblea de Aparecida). El caso Karadima es mucho más que una mancha en su episcopado, y las reacciones por el paso del Papa por Chile no parecen ajenas a ese asunto. El secretario del grupo es el cardenal hondureño, Óscar A. Rodríguez Maradiaga, que apoyó el golpe contra Manuel Zelaya, no denunció el fraude electoral del actual gobierno y no se ha despegado del crimen de la dirigente social Bertha Cáceres. Bastante pobre representación latinoamericana para una deseada reforma de la Iglesia.

En esta misma dirección se mira con lupa el tema de los abusos sexuales (y los encubrimientos) por parte de miembros del clero y episcopado. El caso Grassi en Argentina, del cual el cardenal Jorge M. Bergoglio no se ha despegado, resulta muy serio. Ha habido casos resonantes con los cuales se ha actuado de modo firme y claro, pero también hay otros en los que no se ha obrado conforme. No sólo el caso Barros, de Chile, sino algunos otros, como —a su vez— se ha dicho de la recepción de las víctimas, la escucha y la tan mentada tolerancia cero.

Sin duda, valga esta ironía, lo que más me alegra del presente pontificado (aunque me llena de miedo para el futuro) son los enemigos. Viendo la reacción de grupos ultramontanos, integristas o —ya fuera de la Iglesia— de sectores del capitalismo neoliberal, me llena de ganas de abrazarlo y felicitarlo. De todos modos —y vuelvo al tema— si las reformas no están hechas, si no hay papeles firmados, documentos y esas cosas, nada impide que mañana un Pío XIII tire todo por la borda. Sin duda que los gestos a los que nos habitúa Francisco son en su mayor parte excelentes, pero eso no impide que pronto otro los descarte. Es cierto que incluso puede haber un Concilio (ojalá no fuera Vaticano III sino Asís I, si es el caso), y puede haber un Juan Pablo III que lo castre, pero nadie podría ser criticado, por ejemplo, por sostener cosas que allí figuran. De todos modos, mientras no haya papeles seguiremos escuchando, como ha dicho algún obispo colombiano, que “una cosa es el magisterio escrito del Papa [se refiere, inocultablemente, a la molestia que el Papa le provoca] y otra cosa son las cosas que el Papa hace”. (Aunque no se crea, hay gente escandalizada porque el Papa no utiliza los ridículos zapatos rojos de su predecesor. Llegan incluso a decir que los usaría pero tiene problemas para caminar, como si no pudiera simplemente teñirlos o hacer unos rojos ortopédicos, si fuera el caso.)

Otro elemento a tener en cuenta —me permito utilizar una analogía— es los bueyes con los que ara. Si a Fulano, buen músico, lo nombran director de la orquesta X y dicha orquesta tiene un excelente violinista y un pésimo pianista, mientras no pueda ir modificando el conjunto de los músicos para que suenen como él quisiera, mal haría en ejecutar a Chopin y bien puede presentar el concierto para violín y orquesta de Tchaikovski. Francisco Papa tiene los obispos, cardenales, curas y laicos, movimientos y comunidades que hay; puede ir contribuyendo a darles otro perfil, pero eso no se hace de la noche a la mañana. Podemos decir que en los nombramientos episcopales que conocemos, salvando excepciones, se ha intentado elegir obispos pastores o con olor a oveja, como le gusta decir. Algunos quisiéramos que haya algunos obispos profetas, que levanten la voz en nombre de Dios y de este sufrido pueblo; todavía no lo hemos visto. Claro que, es obvio, el Papa no puede conocer todos los obispos y todos los curas, por lo que deberá confiar en asesores, nuncios, obispos del lugar para nuevos nombramientos (mientras no se vuelva a los nombramientos por parte del pueblo de sus obispos, incluido el de Roma); y hubo, hay y habrá por lo tanto nombramientos desacertados y nombramientos celebrables, sin duda.

Un último elemento que quiero señalar es la trascendencia de la figura de Francisco fuera de los límites (estrechos) de la Iglesia. La proyección social del Papa es enorme, y en general hemos de celebrarla. Sin duda ha habido actos más simbólicos que reales, como el encuentro de judíos y palestinos en los jardines vaticanos, encuentros desacertados (sin duda mal asesorado por un nuncio innecesario) como el realizado entre Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe, pero otros muy felices como el realizado entre Cuba y EE.UU., por ejemplo. Los encuentros con los movimientos sociales han revitalizado (y dado encarnadura) a la llamada Doctrina Social de la Iglesia, particularmente el realizado en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). La insistencia en el Pueblo (de Dios) que tanto molesta a los anti-populistas es de las notas que más celebro (particularmente desde una perspectiva teológica), en lo personal y en lo social.

En suma, digamos que creo que hay muchas cosas que faltan, que no se han hecho bien (otras que creo que no se quieren hacer, especialmente en rol de la mujer en el seno de la Iglesia) y otras que han por lo menos refrescado el rostro de la Iglesia frente a la sociedad. Creo que es un papado positivo (y en muchas cosas, ¡muy!), especialmente al poner a los pobres en el centro… Resulta curioso que antes hablábamos de los pobres y nos decían “siempre los pobres”, aunque lo hiciéramos citando nada menos que a Jesús de Nazaret; mientras que ahora hablamos de los pobres y es bien visto porque lo hace el Papa). Por lo tanto, celebro cautelosamente los 5 años de Francisco y sueño con una Iglesia que sepa y quiera ser sal de la tierra y luz del mundo por un testimonio de vida y amor, no por deditos levantados. Sueño con una Iglesia que sea hermana de la humanidad, que no esté casada con los poderosos, sino que sea compañera de los pobres, en suma, que sea fiel a Jesús y su proyecto.



Fuente: http://www.elcohetealaluna.com




LAS HUELLAS QUE DEJA EL PAPA LATINOAMERICANO Por Washington Uranga



Imagen: EFE






Cinco años de pontificado de Francisco

Las huellas que deja el Papa latinoamericano




Francisco transformó a Bergoglio, radicalizó su perspectiva a favor de los pobres, de los excluidos y de sus derechos. Sus gestos y mensajes se pudieron ver desde el primer viaje a Lampedusa, suelo de inmigrantes. Fue memorable su discurso sobre “las tres T” en Bolivia.





Aún para los más cercanos que conocían sus pensamientos y que habían seguido su trayectoria fue difícil imaginar, aquel 13 de marzo de 2013, el “plan de gobierno” que Jorge Bergoglio tenía en su mente cuando fue ungido como Francisco, máxima autoridad de la Iglesia Católica. El tiempo, pero sobre todo los gestos de Francisco fueron dejando en claro la propuesta y las huellas que el primer papa latinoamericano deseaba establecer como impronta a su gestión. Fue así que su primer viaje político-pastoral lo llevó hasta Lampedusa, para encontrarse con los inmigrantes ilegales expulsados de su territorio que huyen desesperados en busca de la vida. A ellos y al mundo les reafirmó con un gesto de cercanía y solidaridad su prédica en favor de los pobres, de la vida y de los derechos.

Y desde allí el Papa comenzó a construir su condición de líder universal, más allá de las propias fronteras de la Iglesia Católica donde hasta hoy muchos sectores lo resisten. Puede decirse que Bergoglio es líder en un mundo con liderazgos en crisis. Pero también es cierto que para construirse en ese lugar el Papa eligió la actitud del diálogo y del encuentro con los diferentes, desde la realidad de los pobres y reclamando por sus derechos. 


Puede decirse que el discurso pronunciado el 9 de julio de 2015 por el Papa ante el auditorio plural de los movimientos sociales reunidos en Cochabamba (Bolivia) cuyo eje fue su proclama de “las tres T” (tierra, techo, trabajo) constituye una suerte de síntesis doctrinal que, en otro tono y con distinto despliegue, Francisco expresó de manera sistemática y con base teológica en Laudato Sí. Una gran suma que, a contracorriente de las fuerzas triunfantes del capitalismo mundial, se alza en favor de los pobres y sus organizaciones, critica a los poderes hegemónicos y lanza un llamado a la paz. Una militancia pacifista que Bergoglio apoya con sus acciones y las del Vaticano en cada lugar de conflicto que se presente en un rincón de la tierra.



Francisco es hoy un líder incómodo para los centros de poder mundial, pero al mismo tiempo una figura cercana y popular entre los marginados. Y ha construido esa identidad apoyándose en la historia reciente, también en el pensamiento teológico y en la experiencia pastoral, de la Iglesia afincada en América Latina. 



De modo también estratégico Bergoglio decidió consolidarse fuera de los límites de la Iglesia, concretar el viejo anhelo del Concilio Vaticano II de dialogar con la sociedad a partir de las realidades, los problemas y también los cuestionamientos que de allí surgen para la institución católica. Quienes lo conocen íntimamente aseguran que el Papa está convencido que es allí, entre los postergados por la sociedad actual y sus poderes, entre los pobres y los excluidos, donde existe el terreno más fértil para el anuncio genuino del mensaje de Jesucristo.

Curiosamente –sobre todo para quienes lo miran a la distancia– las mayores resistencias hacia Francisco radican en la misma estructura eclesiástica y, paradójicamente, en la Argentina, su país.

En la Argentina porque quienes más se alegraron con su designación son los sectores católicos más conservadores, empresarios y representantes del poder, que vieron en Francisco la continuidad de un cardenal Bergoglio que, sin considerarlo como del propio palo nunca les resultó incómodo. Pero Francisco transformó a Bergoglio, acentuó los rasgos más latinoamericanistas del entonces cardenal de Buenos Aires y radicalizó su perspectiva en favor de los pobres, de los excluidos y de sus derechos. Y esto disgustó al poder que hoy se dice decepcionado o directamente escandalizado con el Papa. 

Francisco apoyó todo esto con su política de los gestos y con un mensaje sencillo, llano y entendible para todo el pueblo, una virtud que tampoco solía exhibir durante su paso por el arzobispado de Buenos Aires.

Y en la institución eclesiástica, ese lugar desde el cual los integrantes del colegio cardenalicio fueron a buscar a un papa latinoamericano y seleccionaron a un argentino porque siendo tal era el “más parecido” a los europeos, las resistencias (también las intrigas y las conspiraciones) han ido en aumento. Los sectores más conservadores no dejan de rasgarse las vestiduras ante lo que consideran excesivas concesiones de Bergoglio, tanto en sus mensajes como en su estilo pastoral. Francisco no se inquieta por ello. Conoce los problemas que enfrenta y utiliza la energía y el respaldo que le llega desde afuera para dar batallas en la propia Iglesia. Pero sabe que tiene una tarea por hacer: avanzar y profundizar la reforma de la Iglesia hacia una forma de gobierno y de participación más sinodal, más horizontal y plural que renueve la vida del catolicismo. Esa es, probablemente, la gran tarea pendiente y la próxima que el Papa decida encarar como legado de su pontificado. Para alcanzar este propósito no habría que descartar ni siquiera el llamado a un nuevo concilio ecuménico.






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UN LUGAR EN LA HISTORIA Por Estela Barnes de Carlotto




Imagen: Télam





Un lugar en la historia



Por Estela Barnes de Carlotto



Nací en Buenos Aires, Argentina, hace 87 años. Soy una Abuela de Plaza de Mayo hace 40 años. Desde esta doble condición podré expresar mi valoración sobre el obispo Jorge Bergoglio y el papa Francisco, una misma persona en dos etapas de su existencia.


Soy católica, por educación y por opción, por lo que confié en los religiosos y sus votos de consagración.

¿Por qué hago este introito? Porque es doloroso y duro decir que, salvo honrosas excepciones, me defraudaron cuando acudí a ellos siendo ya una Abuela de Plaza de Mayo, aunque supe de la heroica labor de algunos obispos que hasta pagaron con su vida el desafío al poder. 

Lo que no supe fue quién era el obispo Bergoglio, salvo por la voz sincera y honesta de una común amiga, Clelia Luro de Podestá.

Cinco años atrás, el humo blanco en la Basílica de San Pedro -”¡Habemus papam!”-, eligió un cura argentino para liderar los caminos del Vaticano.

Y entonces conocí (conocimos) a monseñor Bergoglio, su obra en favor de aquellos cuyas vidas corrían peligro, el hombre que con su sencillez y reserva jesuitas salvó, protegió y cuidó a los perseguidos. Y cuántas acciones más que no conocemos.

Hoy puedo expresar entonces quién es para mí el papa Francisco, el que nos extendió sus brazos, nos estrechó las manos, nos besó en la mejilla aquella primera vez en la Plaza San Pedro, un miércoles, cuando lo fuimos a encontrar dos abuelas y un nieto restituido.

Más que Su Santidad, lo siento como un hermano menor que me ha brindado, en cada una de las oportunidades que me recibió, una sincera sonrisa, mirada afectuosa y sanos consejos y opiniones. El papa Francisco es un ejemplo para el mundo. Sea cual sea la religión del país que visita, siente a ese pueblo como hermano en el dolor y necesidades. Pide, para renovar sus fuerzas, que recemos por él. Necesita esta devolución de todos aquellos por los que lucha.

Muchas gestas heroicas de la Argentina, y algunos de sus protagonistas, son y serán dignos de la admiración mundial.

Creo, estoy segura, que monseñor Jorge Bergoglio, el papa Francisco, ya tiene su lugar asegurado en las páginas de la historia.



* Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.



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UN FARO QUE ILUMINA AL MUNDO Por Hernán Patiño Mayer








Un faro que ilumina al mundo



Por Hernán Patiño Mayer




Con la elección, cinco años atrás de Bergoglio como obispo de Roma y jefe del catolicismo, comenzó a gestarse un nuevo liderazgo global, en un mundo que exhibía entonces y hoy,una mediocridad desoladora. Recordemos quiénes eran los protagonistas del poder mundial en tiempos de la Guerra Fría. Compararlos con los que los reemplazan hoy luego de la implosión soviética, nos hará sentir la orfandad de una victoria sin dueños. Los líderes políticos del capitalismo triunfante solo pueden ofrecer al mundo incertidumbre, inequidad, fragmentación y un devenir con rumbo de colisión universal. En ese contexto aterrador que solo anestesian los placebos del consumo desenfrenado y minoritario; Francisco comenzó a forjar lo que solo cinco años después es, sin margen de duda, el primer y más importante liderazgo religioso y moral de este siglo, aún adolescente.

Sobre dos pilares se sostiene este liderazgo. Uno el de haber reinstalado, luego de décadas de retroceso conservador, el espíritu transformador del catolicismo rescatado hace medio siglo por San Juan XXIII y continuado por Paulo VI. Transformación que tiene como objetivos la lucha contra la corrupción interna en todas sus manifestaciones y la recuperación de una institución que solo tiene su razón de ser en su capacidad de encarnar el mensaje de Cristo y ser la expresión colectiva de su testimonio de entrega ilimitada, por la liberación y salvación del género humano. Sin esta capacidad y su opción preferencial por los pobres, la iglesia es una cáscara vacía y un recipiente que solo puede albergar aguas servidas y nauseabundas.

En la primera carta a los Corintios, Pablo nos recuerda la misión de la iglesia, cuando dice que “predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos (que esperaban un mesías que los liberara de la dominación romana) y locura para los paganos…Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres”. 

No sin duras resistencias de la casta clerical, el rumbo de Francisco se mantiene, sostenido en el respaldo mayoritario de un pueblo que junto a los pastores con “olor a oveja”, ven en él un testimonio de la razón de su esperanza y del sentido de su fe. 

El otro pilar de su liderazgo se construye desde el humanismo moral. Una defensa a ultranza de la dignidad inviolable de la persona humana, lo lleva a Francisco a confrontar abiertamente con el sistema global donde reinan las mil caras del poder transnacional del capital. El dios dinero, en cuyo altar se sacrifican los destinos de naciones enteras y las vidas de millones de víctimas inocentes es denunciado reiteradamente, como el responsable de la “globalización de la indiferencia”.

Este liderazgo se fortalece y no reconoce competencia, pese los esfuerzos histéricos, de los mercenarios de la letra y la palabra que lo acusan de creador del “pobrerismo” (Loris Zanatta, La Nación, 7-2-18) como si Jesucristo hubiera nacido y gastado las alfombras palaciegas. El Papa es hoy el referente mundial de una santa rebeldía: que se expresa en la voluntad pacífica de poner la agenda de los pueblos y de los pobres, por encima de la agenda del poder. 

El respaldo de Francisco a los movimientos populares y su convocatoria a un protagonismo social y político activo que se atreva a cambiar la historia, es una prueba de su voluntad y compromiso.

Finalmente, existe una “reacción” que intenta en nuestra patria devaluar su mensaje y su misión universal, para hacerlo protagonista de mezquinas disputas de la política local. Son los escribas y juglares del poder empeñados en hacer realidad lo de Lucas 4, 24-30 “En aquel tiempo, Jesús llegó a Nazaret, entró a la sinagoga y dijo al pueblo: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra”. Tengamos conciencia de que somos testigos y protagonistas de un tiempo histórico e irrepetible. Un argentino, un hermano nuestro, se ha transformado en un faro que ilumina en el mundo un horizonte de esperanza frente a la prepotencia de los poderosos y la resignación de los anestesiados. Recemos por él.

* Cristianos para el Tercer Milenio.



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