martes, 13 de marzo de 2018

CINCO AÑOS DE UN PONTIFICADO DISTINTO Por Eduardo de la Serna







Cinco años de un Pontificado distinto






Cosas que faltan, cosas que no se han hecho bien y otras que han refrescado el rostro de la Iglesia





No es fácil hablar de un Papa / papado, particularmente porque hay mucha desinformación en torno a su figura y —entonces— imágenes, expectativas, comentarios a favor o en contra se mueven y conmueven en torno al tema. Pero un Papa que ha sido muy distinto de lo que estábamos habituados después del interminable de Juan Pablo II y el menor de Benito XVI merecería algunas notas. Totalmente relativas e incompletas, digámoslo.

Empiezo brevemente con una nota aclaratoria. Qué es y qué no es un Papa. El Papa no es el jefe de la Iglesia, la máxima autoridad ni el vicario de Cristo, no es el representante de Dios o de Cristo. El Papa es el sucesor de Pedro, el obispo de Roma. Un buen trabajo bíblico sobre Pedro y su rol en tiempos históricos puede ayudar mucho a entender qué se debe esperar (¡y qué no!) de su sucesor. La Iglesia es una comunidad de comunidades, por lo que cada diócesis es autónoma, aunque se supone debe vivir en comunión con las demás. Cada comunidad diocesana, presidida por su obispo (que no es su jefe) se supone en comunidad con las demás con su propio (carismas). El obispo de Roma, entonces, es uno más (primus inter pares), es el que garantiza la unidad (que no es uniformidad).

Cada papado ha tenido y tendrá sus características. Sin duda los habrá mejores y peores, y la larga historia de la Iglesia es rica en casos de estos tipos. Papas santos y papas perversos, como señala el Dante en su Divina Comedia, por ejemplo. Nunca los Papas habían tenido tanta trascendencia mundial como en esta era de las comunicaciones, sin duda. En lo personal, por ejemplo, lamento que los últimos papas hayan sido todos canonizados. Me parece un mal indicio. Con ese criterio un papa no canonizado en el futuro será señal de que era malo, no era un verdadero Santo Padre, lo cual es sin duda falso. Además, entiendo que una de las reformas del Vaticano II en este tema era proponer solamente aquellas mujeres o varones que fueran significativas para la vida del pueblo de Dios en nuestro tiempo y, convengamos, de los 1.200.000.000 de católicos, sólo uno tiene posibilidad de ser Papa (y ninguna mujer) y seguir su ejemplo. Pero dejemos este tema y vayamos al Papa Francisco.

Sin duda que —como es de esperar en todos los Papas— debe ponerse en continuidad con los anteriores, le hayan o no satisfecho sus actitudes, acciones o palabras. Y continuidad significa en concreto, el Concilio Vaticano II (de Juan XXIII y Pablo VI; al que yo creo que frenaron, distorsionaron o limitaron los papas siguientes) y algunos documentos especialmente. (Pareciera que la exhortación Evangelii Nuntiandi, de Pablo VI, por ejemplo, es muy rescatada por el actual Papa.) No podemos decir nada de Juan Pablo I, al cual pareciera que un caldito le quitó la oportunidad de mostrar su ministerio. En lo personal no he querido a Juan Pablo II, aunque sin dudas he de reconocerle cosas muy positivas, pero creo que su visceral anticomunismo fue notablemente perjudicial para la Iglesia de América Latina, lo mismo que el miedo atávico de Benito XVI que parece que creyó que por ser buen teólogo —¡que lo es!— ya podía ser buen Papa. (¡Que no lo fue!) Pero pareciera que, entre los viajes de Juan Pablo y el temblequeo de Benito, la Curia romana fue creciendo en poder, en oscuridad y en sacra impunidad. Esto determinó la renuncia de Benito (¡enorme y honesto gesto, sin duda!) y la llegada al pontificado de Francisco.

Una cosa novedosa, que podría ser muy interesante de cara al futuro, es la elección del grupo de los 8 cardenales (luego 9) con el fin de que lo ayudaran a reformar la curia. Pero pasados 5 años, todavía no se ve nada en ese sentido, tenemos que decirlo. La idea es que hubiera un cardenal de cada región, más un secretario. En este sentido señalemos que la elección de Francisco J. Errázuriz (Chile) por América Latina no pareciera la más significativa (salvo que fue el presidente del CELAM cuando fue la asamblea de Aparecida). El caso Karadima es mucho más que una mancha en su episcopado, y las reacciones por el paso del Papa por Chile no parecen ajenas a ese asunto. El secretario del grupo es el cardenal hondureño, Óscar A. Rodríguez Maradiaga, que apoyó el golpe contra Manuel Zelaya, no denunció el fraude electoral del actual gobierno y no se ha despegado del crimen de la dirigente social Bertha Cáceres. Bastante pobre representación latinoamericana para una deseada reforma de la Iglesia.

En esta misma dirección se mira con lupa el tema de los abusos sexuales (y los encubrimientos) por parte de miembros del clero y episcopado. El caso Grassi en Argentina, del cual el cardenal Jorge M. Bergoglio no se ha despegado, resulta muy serio. Ha habido casos resonantes con los cuales se ha actuado de modo firme y claro, pero también hay otros en los que no se ha obrado conforme. No sólo el caso Barros, de Chile, sino algunos otros, como —a su vez— se ha dicho de la recepción de las víctimas, la escucha y la tan mentada tolerancia cero.

Sin duda, valga esta ironía, lo que más me alegra del presente pontificado (aunque me llena de miedo para el futuro) son los enemigos. Viendo la reacción de grupos ultramontanos, integristas o —ya fuera de la Iglesia— de sectores del capitalismo neoliberal, me llena de ganas de abrazarlo y felicitarlo. De todos modos —y vuelvo al tema— si las reformas no están hechas, si no hay papeles firmados, documentos y esas cosas, nada impide que mañana un Pío XIII tire todo por la borda. Sin duda que los gestos a los que nos habitúa Francisco son en su mayor parte excelentes, pero eso no impide que pronto otro los descarte. Es cierto que incluso puede haber un Concilio (ojalá no fuera Vaticano III sino Asís I, si es el caso), y puede haber un Juan Pablo III que lo castre, pero nadie podría ser criticado, por ejemplo, por sostener cosas que allí figuran. De todos modos, mientras no haya papeles seguiremos escuchando, como ha dicho algún obispo colombiano, que “una cosa es el magisterio escrito del Papa [se refiere, inocultablemente, a la molestia que el Papa le provoca] y otra cosa son las cosas que el Papa hace”. (Aunque no se crea, hay gente escandalizada porque el Papa no utiliza los ridículos zapatos rojos de su predecesor. Llegan incluso a decir que los usaría pero tiene problemas para caminar, como si no pudiera simplemente teñirlos o hacer unos rojos ortopédicos, si fuera el caso.)

Otro elemento a tener en cuenta —me permito utilizar una analogía— es los bueyes con los que ara. Si a Fulano, buen músico, lo nombran director de la orquesta X y dicha orquesta tiene un excelente violinista y un pésimo pianista, mientras no pueda ir modificando el conjunto de los músicos para que suenen como él quisiera, mal haría en ejecutar a Chopin y bien puede presentar el concierto para violín y orquesta de Tchaikovski. Francisco Papa tiene los obispos, cardenales, curas y laicos, movimientos y comunidades que hay; puede ir contribuyendo a darles otro perfil, pero eso no se hace de la noche a la mañana. Podemos decir que en los nombramientos episcopales que conocemos, salvando excepciones, se ha intentado elegir obispos pastores o con olor a oveja, como le gusta decir. Algunos quisiéramos que haya algunos obispos profetas, que levanten la voz en nombre de Dios y de este sufrido pueblo; todavía no lo hemos visto. Claro que, es obvio, el Papa no puede conocer todos los obispos y todos los curas, por lo que deberá confiar en asesores, nuncios, obispos del lugar para nuevos nombramientos (mientras no se vuelva a los nombramientos por parte del pueblo de sus obispos, incluido el de Roma); y hubo, hay y habrá por lo tanto nombramientos desacertados y nombramientos celebrables, sin duda.

Un último elemento que quiero señalar es la trascendencia de la figura de Francisco fuera de los límites (estrechos) de la Iglesia. La proyección social del Papa es enorme, y en general hemos de celebrarla. Sin duda ha habido actos más simbólicos que reales, como el encuentro de judíos y palestinos en los jardines vaticanos, encuentros desacertados (sin duda mal asesorado por un nuncio innecesario) como el realizado entre Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe, pero otros muy felices como el realizado entre Cuba y EE.UU., por ejemplo. Los encuentros con los movimientos sociales han revitalizado (y dado encarnadura) a la llamada Doctrina Social de la Iglesia, particularmente el realizado en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). La insistencia en el Pueblo (de Dios) que tanto molesta a los anti-populistas es de las notas que más celebro (particularmente desde una perspectiva teológica), en lo personal y en lo social.

En suma, digamos que creo que hay muchas cosas que faltan, que no se han hecho bien (otras que creo que no se quieren hacer, especialmente en rol de la mujer en el seno de la Iglesia) y otras que han por lo menos refrescado el rostro de la Iglesia frente a la sociedad. Creo que es un papado positivo (y en muchas cosas, ¡muy!), especialmente al poner a los pobres en el centro… Resulta curioso que antes hablábamos de los pobres y nos decían “siempre los pobres”, aunque lo hiciéramos citando nada menos que a Jesús de Nazaret; mientras que ahora hablamos de los pobres y es bien visto porque lo hace el Papa). Por lo tanto, celebro cautelosamente los 5 años de Francisco y sueño con una Iglesia que sepa y quiera ser sal de la tierra y luz del mundo por un testimonio de vida y amor, no por deditos levantados. Sueño con una Iglesia que sea hermana de la humanidad, que no esté casada con los poderosos, sino que sea compañera de los pobres, en suma, que sea fiel a Jesús y su proyecto.



Fuente: http://www.elcohetealaluna.com




LAS HUELLAS QUE DEJA EL PAPA LATINOAMERICANO Por Washington Uranga



Imagen: EFE






Cinco años de pontificado de Francisco

Las huellas que deja el Papa latinoamericano




Francisco transformó a Bergoglio, radicalizó su perspectiva a favor de los pobres, de los excluidos y de sus derechos. Sus gestos y mensajes se pudieron ver desde el primer viaje a Lampedusa, suelo de inmigrantes. Fue memorable su discurso sobre “las tres T” en Bolivia.





Aún para los más cercanos que conocían sus pensamientos y que habían seguido su trayectoria fue difícil imaginar, aquel 13 de marzo de 2013, el “plan de gobierno” que Jorge Bergoglio tenía en su mente cuando fue ungido como Francisco, máxima autoridad de la Iglesia Católica. El tiempo, pero sobre todo los gestos de Francisco fueron dejando en claro la propuesta y las huellas que el primer papa latinoamericano deseaba establecer como impronta a su gestión. Fue así que su primer viaje político-pastoral lo llevó hasta Lampedusa, para encontrarse con los inmigrantes ilegales expulsados de su territorio que huyen desesperados en busca de la vida. A ellos y al mundo les reafirmó con un gesto de cercanía y solidaridad su prédica en favor de los pobres, de la vida y de los derechos.

Y desde allí el Papa comenzó a construir su condición de líder universal, más allá de las propias fronteras de la Iglesia Católica donde hasta hoy muchos sectores lo resisten. Puede decirse que Bergoglio es líder en un mundo con liderazgos en crisis. Pero también es cierto que para construirse en ese lugar el Papa eligió la actitud del diálogo y del encuentro con los diferentes, desde la realidad de los pobres y reclamando por sus derechos. 


Puede decirse que el discurso pronunciado el 9 de julio de 2015 por el Papa ante el auditorio plural de los movimientos sociales reunidos en Cochabamba (Bolivia) cuyo eje fue su proclama de “las tres T” (tierra, techo, trabajo) constituye una suerte de síntesis doctrinal que, en otro tono y con distinto despliegue, Francisco expresó de manera sistemática y con base teológica en Laudato Sí. Una gran suma que, a contracorriente de las fuerzas triunfantes del capitalismo mundial, se alza en favor de los pobres y sus organizaciones, critica a los poderes hegemónicos y lanza un llamado a la paz. Una militancia pacifista que Bergoglio apoya con sus acciones y las del Vaticano en cada lugar de conflicto que se presente en un rincón de la tierra.



Francisco es hoy un líder incómodo para los centros de poder mundial, pero al mismo tiempo una figura cercana y popular entre los marginados. Y ha construido esa identidad apoyándose en la historia reciente, también en el pensamiento teológico y en la experiencia pastoral, de la Iglesia afincada en América Latina. 



De modo también estratégico Bergoglio decidió consolidarse fuera de los límites de la Iglesia, concretar el viejo anhelo del Concilio Vaticano II de dialogar con la sociedad a partir de las realidades, los problemas y también los cuestionamientos que de allí surgen para la institución católica. Quienes lo conocen íntimamente aseguran que el Papa está convencido que es allí, entre los postergados por la sociedad actual y sus poderes, entre los pobres y los excluidos, donde existe el terreno más fértil para el anuncio genuino del mensaje de Jesucristo.

Curiosamente –sobre todo para quienes lo miran a la distancia– las mayores resistencias hacia Francisco radican en la misma estructura eclesiástica y, paradójicamente, en la Argentina, su país.

En la Argentina porque quienes más se alegraron con su designación son los sectores católicos más conservadores, empresarios y representantes del poder, que vieron en Francisco la continuidad de un cardenal Bergoglio que, sin considerarlo como del propio palo nunca les resultó incómodo. Pero Francisco transformó a Bergoglio, acentuó los rasgos más latinoamericanistas del entonces cardenal de Buenos Aires y radicalizó su perspectiva en favor de los pobres, de los excluidos y de sus derechos. Y esto disgustó al poder que hoy se dice decepcionado o directamente escandalizado con el Papa. 

Francisco apoyó todo esto con su política de los gestos y con un mensaje sencillo, llano y entendible para todo el pueblo, una virtud que tampoco solía exhibir durante su paso por el arzobispado de Buenos Aires.

Y en la institución eclesiástica, ese lugar desde el cual los integrantes del colegio cardenalicio fueron a buscar a un papa latinoamericano y seleccionaron a un argentino porque siendo tal era el “más parecido” a los europeos, las resistencias (también las intrigas y las conspiraciones) han ido en aumento. Los sectores más conservadores no dejan de rasgarse las vestiduras ante lo que consideran excesivas concesiones de Bergoglio, tanto en sus mensajes como en su estilo pastoral. Francisco no se inquieta por ello. Conoce los problemas que enfrenta y utiliza la energía y el respaldo que le llega desde afuera para dar batallas en la propia Iglesia. Pero sabe que tiene una tarea por hacer: avanzar y profundizar la reforma de la Iglesia hacia una forma de gobierno y de participación más sinodal, más horizontal y plural que renueve la vida del catolicismo. Esa es, probablemente, la gran tarea pendiente y la próxima que el Papa decida encarar como legado de su pontificado. Para alcanzar este propósito no habría que descartar ni siquiera el llamado a un nuevo concilio ecuménico.






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UN LUGAR EN LA HISTORIA Por Estela Barnes de Carlotto




Imagen: Télam





Un lugar en la historia



Por Estela Barnes de Carlotto



Nací en Buenos Aires, Argentina, hace 87 años. Soy una Abuela de Plaza de Mayo hace 40 años. Desde esta doble condición podré expresar mi valoración sobre el obispo Jorge Bergoglio y el papa Francisco, una misma persona en dos etapas de su existencia.


Soy católica, por educación y por opción, por lo que confié en los religiosos y sus votos de consagración.

¿Por qué hago este introito? Porque es doloroso y duro decir que, salvo honrosas excepciones, me defraudaron cuando acudí a ellos siendo ya una Abuela de Plaza de Mayo, aunque supe de la heroica labor de algunos obispos que hasta pagaron con su vida el desafío al poder. 

Lo que no supe fue quién era el obispo Bergoglio, salvo por la voz sincera y honesta de una común amiga, Clelia Luro de Podestá.

Cinco años atrás, el humo blanco en la Basílica de San Pedro -”¡Habemus papam!”-, eligió un cura argentino para liderar los caminos del Vaticano.

Y entonces conocí (conocimos) a monseñor Bergoglio, su obra en favor de aquellos cuyas vidas corrían peligro, el hombre que con su sencillez y reserva jesuitas salvó, protegió y cuidó a los perseguidos. Y cuántas acciones más que no conocemos.

Hoy puedo expresar entonces quién es para mí el papa Francisco, el que nos extendió sus brazos, nos estrechó las manos, nos besó en la mejilla aquella primera vez en la Plaza San Pedro, un miércoles, cuando lo fuimos a encontrar dos abuelas y un nieto restituido.

Más que Su Santidad, lo siento como un hermano menor que me ha brindado, en cada una de las oportunidades que me recibió, una sincera sonrisa, mirada afectuosa y sanos consejos y opiniones. El papa Francisco es un ejemplo para el mundo. Sea cual sea la religión del país que visita, siente a ese pueblo como hermano en el dolor y necesidades. Pide, para renovar sus fuerzas, que recemos por él. Necesita esta devolución de todos aquellos por los que lucha.

Muchas gestas heroicas de la Argentina, y algunos de sus protagonistas, son y serán dignos de la admiración mundial.

Creo, estoy segura, que monseñor Jorge Bergoglio, el papa Francisco, ya tiene su lugar asegurado en las páginas de la historia.



* Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.



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UN FARO QUE ILUMINA AL MUNDO Por Hernán Patiño Mayer








Un faro que ilumina al mundo



Por Hernán Patiño Mayer




Con la elección, cinco años atrás de Bergoglio como obispo de Roma y jefe del catolicismo, comenzó a gestarse un nuevo liderazgo global, en un mundo que exhibía entonces y hoy,una mediocridad desoladora. Recordemos quiénes eran los protagonistas del poder mundial en tiempos de la Guerra Fría. Compararlos con los que los reemplazan hoy luego de la implosión soviética, nos hará sentir la orfandad de una victoria sin dueños. Los líderes políticos del capitalismo triunfante solo pueden ofrecer al mundo incertidumbre, inequidad, fragmentación y un devenir con rumbo de colisión universal. En ese contexto aterrador que solo anestesian los placebos del consumo desenfrenado y minoritario; Francisco comenzó a forjar lo que solo cinco años después es, sin margen de duda, el primer y más importante liderazgo religioso y moral de este siglo, aún adolescente.

Sobre dos pilares se sostiene este liderazgo. Uno el de haber reinstalado, luego de décadas de retroceso conservador, el espíritu transformador del catolicismo rescatado hace medio siglo por San Juan XXIII y continuado por Paulo VI. Transformación que tiene como objetivos la lucha contra la corrupción interna en todas sus manifestaciones y la recuperación de una institución que solo tiene su razón de ser en su capacidad de encarnar el mensaje de Cristo y ser la expresión colectiva de su testimonio de entrega ilimitada, por la liberación y salvación del género humano. Sin esta capacidad y su opción preferencial por los pobres, la iglesia es una cáscara vacía y un recipiente que solo puede albergar aguas servidas y nauseabundas.

En la primera carta a los Corintios, Pablo nos recuerda la misión de la iglesia, cuando dice que “predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos (que esperaban un mesías que los liberara de la dominación romana) y locura para los paganos…Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres”. 

No sin duras resistencias de la casta clerical, el rumbo de Francisco se mantiene, sostenido en el respaldo mayoritario de un pueblo que junto a los pastores con “olor a oveja”, ven en él un testimonio de la razón de su esperanza y del sentido de su fe. 

El otro pilar de su liderazgo se construye desde el humanismo moral. Una defensa a ultranza de la dignidad inviolable de la persona humana, lo lleva a Francisco a confrontar abiertamente con el sistema global donde reinan las mil caras del poder transnacional del capital. El dios dinero, en cuyo altar se sacrifican los destinos de naciones enteras y las vidas de millones de víctimas inocentes es denunciado reiteradamente, como el responsable de la “globalización de la indiferencia”.

Este liderazgo se fortalece y no reconoce competencia, pese los esfuerzos histéricos, de los mercenarios de la letra y la palabra que lo acusan de creador del “pobrerismo” (Loris Zanatta, La Nación, 7-2-18) como si Jesucristo hubiera nacido y gastado las alfombras palaciegas. El Papa es hoy el referente mundial de una santa rebeldía: que se expresa en la voluntad pacífica de poner la agenda de los pueblos y de los pobres, por encima de la agenda del poder. 

El respaldo de Francisco a los movimientos populares y su convocatoria a un protagonismo social y político activo que se atreva a cambiar la historia, es una prueba de su voluntad y compromiso.

Finalmente, existe una “reacción” que intenta en nuestra patria devaluar su mensaje y su misión universal, para hacerlo protagonista de mezquinas disputas de la política local. Son los escribas y juglares del poder empeñados en hacer realidad lo de Lucas 4, 24-30 “En aquel tiempo, Jesús llegó a Nazaret, entró a la sinagoga y dijo al pueblo: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra”. Tengamos conciencia de que somos testigos y protagonistas de un tiempo histórico e irrepetible. Un argentino, un hermano nuestro, se ha transformado en un faro que ilumina en el mundo un horizonte de esperanza frente a la prepotencia de los poderosos y la resignación de los anestesiados. Recemos por él.

* Cristianos para el Tercer Milenio.



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jueves, 8 de marzo de 2018

SAN ROMERO DE AMÉRICA





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EL ARZOBISPO ROMERO SERÁ SANTO



El arzobispo Romero, asesinado en 1980, será proclamado santo de la Iglesia Católica. Imagen: EFE




Figura icónica en El Salvador y en América latina

El arzobispo Romero será santo


Francisco aprobó los milagros atribuidos al monseñor Oscar Arnulfo Romero y también al papa Pablo VI. Ambos religiosos serán canonizados este año, aunque la fecha no está definida.



El arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, una figura icónica en América Latina, será proclamado santo de la Iglesia católica. Ayer, Francisco aprobó los milagros atribuidos al monseñor y también al papa Pablo VI, quien también será canonizado.

La certificación de un segundo milagro era el último obstáculo para que ambos beatos pudieran subir a los altares, lo que ocurrirá en una misa que se llevará a cabo más adelante. Ya en febrero, Francisco había adelantado que las misas de canonización se celebrarían este año, mientras que el portavoz vaticano, Greg Burke, había escrito en Twitter que en el caso de Romero sería pronto. Al cierre de esta edición no se habían dado a conocer oficialmente los detalles del milagro que convertirá a Romero en santo. Sin embargo, el cardenal salvadoreño, Gregorio Rosa Chávez, explicó que el milagro atribuido al monseñor corresponde al de una señora que estaba embarazada y que su vida estaba en peligro en el momento del parto. La creyente le oró a Romero que intercediera por ella y su hijo. Ambos sobrevivieron. “Es un hecho maravilloso que fue analizado con muchísimo cuidado en Roma”, dijo Rosa Chávez, citado por el diario digital El Salvador. 

El que fuera arzobispo de San Salvador murió asesinado a manos de un francotirador integrante de los escuadrones de la muerte de la ultraderecha el 24 de marzo de 1980, a los 63 años,mientras celebraba misa, con una bala que le destrozó el corazón. Nacido en Ciudad Barrios, departamento de San Miguel, el 15 de agosto de 1917, el religioso fue nombrado arzobispo en 1977. Su figura cobró relieve debido a que usó el púlpito de la Catedral Metropolitana para denunciar las graves violaciones de los derechos humanos cometidas tanto por las fuerzas armadas como por la naciente insurgencia.

El ex mayor de inteligencia Roberto d’Aubuisson fue quien ordenó a un escuadrón de la muerte asesinar al religioso mientras oficiaba una misa en la capilla de un hospital para enfermos de cáncer. La confirmación del hecho la hizo el informe de una comisión formada en 1993 por Naciones Unidas (la Comisión de la Verdad) tras los acuerdos que acabaron con 12 años de guerra civil. El ya fallecido D’Aubuisson, fundó el partido Alianza Republicana (Arena) en 1981, que gobernó 20 años consecutivos entre 1989 y 2009. 

Cuando Romero fue nombrado arzobispo de San Salvador, el 3 de febrero de 1977, muchos sacerdotes y laicos lo consideraban conservador. Sin embargo, numerosos hechos, como el asesinato de su amigo el sacerdote jesuita Rutilio Grande, hicieron que diera un giro para pasar a ser un ferviente luchador y defensor de los pobres. Algunas personas, como su hermano Gaspar, sostienen que él siempre había trabajado por los más necesitados y que el cambio no fue tan radical.

Analistas coinciden en que su último mensaje en una misa dominical, el 23 de marzo de 1980, fue su condena de muerte. “En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día mas tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cese la represión”, expresó en un llamado dramático al cese de la matanza de obreros y campesinos. El funeral de Romero, el 30 de marzo de ese año, se tiñó de sangre. Militares apostados en las azoteas de los edificios aledaños a la Catedral Metropolitana dispararon contra los miles de fieles que participaban en la misa de despedida del arzobispo, en la plaza Gerardo Barrios, en el centro de San Salvador. 

El camino del monseñor a la santidad estuvo bloqueado durante varios años por sus conexiones políticas con la teología de la liberación,un movimiento izquierdista dentro de la Iglesia católica en las décadas de 1960 y 1970. 

Francisco desbloqueó el proceso en 2015 al reconocer su muerte como un martirio y aprobar su beatificación. El actual Papa considera al arzobispo como uno de los mejores hijos de la Iglesia. Sin embargo, hasta el momento, el crimen de Romero está impune dado que la Justicia salvadoreña nunca ha procesado y condenado a los autores del magnicidio.

Por su parte, Pablo VI dirigió la Iglesia entre 1963 y 1978 y es recordado por su impulso al Concilio Vaticano II, que introdujo numerosas reformas modernizadoras, como la abolición de la misa en latín. Durante su papado también confirmó la prohibición del aborto y del uso de anticonpectivos. Pablo VI fue beatificado en 2014, el mismo año en el que fueron proclamados santos otros dos papas modernos, Juan XXIII y Juan Pablo II. 

Expertos vaticanos y el Papa aprobaron la existencia de dos milagros atribuidos a Pablo VI. El primero se produjo en 2001 con el nacimiento en EE.UU. de un niño sano tras haber sido diagnosticado con una grave malformación. Y el segundo en 2014 con el nacimiento prematuro con éxito de una niña a las 26 semanas de gestación, cuya madre tenía problemas con la placenta.




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SAN ROMERO DE AMÉRICA: ÚLTIMA HOMILÍA



"No es voluntad de Dios que unos tengan todo y otros no tengan nada."
Mons. Oscar A. Romero, setiembre de 1978.-



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Mons. Romero - Ultima homilía 23 marzo 1980