–¿Carlos había recibido amenazas?
–El 24 de marzo lo que empezó fueron las detenciones. Dos curas fueron detenidos, pero lo que hacían eran detenerlos en la ruta cuando iban de un lado a otro, les hacían parar el auto. Los tenían cuatro o cinco horas interrogándolos y los dejaban ir. También con las monjas. Después los citaban a la Base. A Carlitos lo citaron en junio, lo sé por él. Lo acompañó otro cura. Le dijeron: “¡Qué cristianismo es el de ustedes! ¡Eso no es cristianismo!”. Entre marzo y junio hubo muchas citaciones. Después vino Augusto Pereyra, lo citan, no va y caen a buscarlo a la casa de una feligresa. Y tiene que ir. Decían que Chamical era un nido de guerrilleros. Ahora yo creo que Carlitos lo presentía.
–¿Por qué?
–Lo vimos en junio (en Córdoba) cuando murió papá. Le dijimos que se cuidara. “No creo que se animen con un obispo”, nos dijo. Cuando vuelve a Chamical, aparece De Tomasso (alguien cuyo nombre está en la causa, ligado a otra escena en la que un comodoro de apellido Bario aparece a comienzos de los ’70 como dueño de una extensión de 68 mil hectáreas en el oeste de Chamical. Carlos, Gabriel y Angelelli trabajaban con los campesinos ahí para intentar alguna organización contra los que querían embaucarlos. Aquel De Tomasso reapareció en Córdoba mientras se llevaban adelante esos trabajos). Un día nos dijo: “¡Díganle a su cuñado que se calle la boca!”. Esa noche fuimos al teléfono de mi mamá. Llamamos a Carlitos y nos dijo: “No vuelvan a llamar a la parroquia, ni me hablen desde lo de mami. No importa, nosotros ya sabemos”. ¡Cómo no iban a saber, si la Base estaba enfrente de la parroquia! O sea, no había que decirles a los militares qué hacían ellos.
–Un día antes del secuestro Carlos dio una misa.
–Cuentan las feligresas que va a dar misa en la parroquia de Santa Bárbara. Y cuando termina la misa dice: “Recen por este cura que está amenazada la vida”. Cuando (uno de los dos acusados del juicio, el ex comisario Domingo Benito) Vera las cita a declarar, le cambian lo que dicen. Vera siempre manejó la causa, desde el primer momento.
–¿Cómo vive este momento?
–Con una terrible ansiedad, con mucha angustia porque en esta provincia somos minoría y esperando que al final salga la verdad. Durante todos estos años he tratado de aportar todo. Pero estoy esperando, esperando que al final el bien triunfe sobre el mal.
–¿La angustia es por lo que usted llama blindaje político de los acusados?
–Yo veo que Vera, oriundo de Chamical y del que todo el mundo sabe que estuvo ahí, porque lo vieron, porque dejó de ir a la Iglesia, nunca estuvo preso en estos 36 años. Tiene parientes en la cámara de Chamical; su abogado los tiene en el superior tribunal, y así. Yo veo que tiene mucho respaldo político. Y la angustia es porque ya en una oportunidad la Justicia provincial hizo un juicio con sólo dos imputados (dos ex convictos); ningún juez encontró conexiones locales, fueron absueltos y terminamos prácticamente con nosotros imputados. Ahora me da miedo de que pase lo mismo, pero me alientan los abogados, la querella de la Secretaría de Derechos Humanos y el fiscal de Córdoba.
Cristina acaba de llegar de Córdoba con su hermana. Revuelve unas carpetas y desde adentro de una bolsa saca dos fotos chiquitas en blanco y negro. El cura Carlos bautiza a uno de sus hijos. Era enero de 1976. En la foto Carlos la abrazó: “A mí me dijeron que ese abrazo me iba a acompañar toda la vida –dice–, así, acá, me lo imagino en el juicio”.
Fuente:Pagina12
Las misas prohibidas de monseñor Angelelli Las misas del Obispo Angelelli fueron prohibidas a fines de 1971 y hasta junio de 1973. Su palabra, transmitida en las homilías radiales fue silenciada. A 36 años de su asesinato, aún impune, Tiempo latinoamericano recupera esas prédicas paridas desde el compromiso y la acción junto a un pueblo que se organizaba en plena dictadura de Lanusse.
Por Luis Miguel Baronetto*
Son los dos años donde recrudecen los conflictos de los opositores a la pastoral diocesana a favor de los pobres. Las prédicas del Obispo que llegaban a todos los rincones riojanos por LV 14 radio Joaquín V. González, debían ser acalladas porque resultaban no sólo molestas a los oídos de los poderosos y cuestionadoras de las injusticias; sino alentadoras a la participación y a la organización en defensa de la vida, la justicia y la dignidad de los empobrecidos. Esa palabra episcopal no era inocua, etérea, despegada de las problemáticas cotidianas.
Arraigada en las necesidades concretas de las que el Obispo se hacía eco para que fueran asumidas por el conjunto de la comunidad en el compromiso de las soluciones, tanto de los ciudadanos como de los gobernantes.
La palabra fue suspendida cuando desembocó en acción organizada, que provocó la reacción violenta de hacendados, latifundistas y otros beneficiarios de aquel desorden establecido sobre las injusticias sociales.
En marzo de 1972 el párroco Aguedo Pucheta, en Famatina, y dos laicos fueron interceptados en su vehículo por una patota del latifundio Huiracocha, que les propinó una feroz paliza. En esa zona y en la casa parroquial de Olta, con el P. Ruiz, se organizaba entonces AOMA, el sindicato de los mineros.
Angelelli dijo: “Abramos los ojos y no nos prestemos a esta indiferencia ni a la explotación de nuestro pueblo. Para comprender mejor el hecho de Famatina, hay que pensar, entre otras cosas, en la ‘carestía de la vida’, en los ‘presos’ que no lo son por ‘delito común, en los torturados, en los perseguidos por ejercer la justicia según las enseñanzas de Jesucristo…Quieren hacernos callar como pastores de nuestro pueblo.” (12 de marzo/1972).
En junio el obispo denunció en la prensa a los servicios de inteligencia con sede en Córdoba que presionaban a los campesinos de Sierra de los Quinteros y Merced la Chimenea para comprarles el ganado a bajo precio y quedarse con sus tierras.
En el norte, el Movimiento Rural Diocesano organizó la cooperativa CODETRAL, que reclamaba la expropiación del latifundio Azzalini, entre Aminga y Anillaco. Los terratenientes de la zona, apoyados por el diario el Sol, que abrió sus páginas ese mismo año, orquestaron difamaciones injuriosas al Obispo Angelelli.
Lo acusaron de comunista y de pretender instalar “granjas rusas como en Cuba”. Cuando la movilización de los campesinos llegó con sus reclamos a la capital riojana, la respuesta del gobierno militar de entonces fue la detención de dos sacerdotes, Enrri Praolini y Antonio Gill, acusados de subversivos. Ante semejante agresión a la pastoral diocesana, el Obispo se instaló otra vez en la Catedral para convocar a un Tinkunaco, que también fue prohibido. San Nicolás y el Niño Alcalde quedaron cada uno en la puerta de su templo hasta que tuvieran autorización de los dictadores de turno para juntarse con su pueblo, en el tradicional Encuentro, como lo denunció públicamente Mons. Angelelli.
En noviembre un grupo de padres del tradicionalismo católico impidió al obispo presidir las celebraciones del centenario del Colegio regenteado por las religiosas Esclavas del Corazón de Jesús, en disidencia con las orientaciones pastorales diocesanas que estaban inspiradas en la renovación conciliar (1962-1965) y las transformaciones sociales alentadas por los obispos latinoamericanos en Medellín (1968).
1973 fue el año de la lucha por la tierra y las expectativas de liberación. Los campesinos de CODETRAL esperaron que se cumplieran las promesas electorales. Carlos Menem había levantado la consigna por la liberación nacional y social; y “la tierra para quien la trabaja”. El Obispo acompañó las aspiraciones populares, advirtiendo también que “la verdadera liberación de un pueblo” exige tener un corazón recto, porque no se le puede poner “vestidos nuevos a lo que ya es viejo” (15/julio/1973).
Era un llamado de atención a las autoridades votadas por el pueblo para no traicionar las expectativas populares. Más aún cuando eran evidentes las presiones de los señores feudales acostumbrados a la impunidad, también cubierta por el manto de una religión que prometía el cielo del más allá con el sufrimiento de los pobres en el más acá. Se llegó al extremo cuando los terratenientes de Anillaco y Aminga expulsaron con violencia al Obispo Angelelli y sus acompañantes en las fiestas patronales de San Antonio, el trece de junio de 1973.
Pocos días después destruyeron la casa de las religiosas y la sede de CODETRAL. Fue la violencia que necesitaban implantar para infundir el terror y conseguir que la legislatura rechazara la expropiación del latifundio de Azzalini para la cooperativa.
El conflicto socio económico y político como lo definió Angelelli, que quisieron disfrazar de religioso, con la complicidad del poder político – legislativo con la división del bloque del FREJULI en alianza con los radicales y el gobernador Menem - terminó negando el derecho de los pobres a tener su tierra para el cultivo, la cosecha y la vida. La palabra recuperada de la Misa Radial del Obispo – el 10 de junio de 1973 en la fiesta de Pentecostés - fue para denunciar a los responsables de la violencia y la negación al derecho de los pobres, ratificando la opción fundamental.
“La fidelidad al Señor y al proceso de una liberación integral de todo el hombre y de todos los hombres de nuestro pueblo, nos seguirán señalando el camino y marcando los objetivos a toda nuestra misión pastoral y de toda la diócesis…Y si en el camino que deberemos seguir recorriendo, difícil y riesgoso pero lleno de esperanzas, se nos señala como Iglesia, con distintos “ismos”, esto no nos apartará del cumplimiento de la misión evangelizadora…” (Misa radial, 10 de junio de 1973).
Los conflictos padecidos que absorbieron las preocupaciones de la diócesis riojana, lejos de producir en el Obispo el efecto de una predicación licuada y descomprometida, afianzaron la reflexión sobre la opción por los pobres y la responsabilidad cristiana de comprometerse con su liberación. Vale la pena hacer esta reflexión cuando celebramos los 40 años de la teología de la liberación.
Porque estas palabras y estas acciones se multiplicaban en muchas otras comunidades de Latinoamérica, al calor del Mensaje de Medellín. Y fue la reflexión sobre Dios y la misión de los cristianos, que se conoció a partir de 1972, después de la publicación del Libro “Teología de la Liberación”, del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, considerado fundador de esta reflexión teológica.
La tierra, el agua y las riquezas profundas del suelo riojano como creaturas de Dios debían alimentar y favorecer la vida en abundancia para todos. Pero el egoísmo de los poderosos persiguió hasta el martirio a los que como Mons. Angelelli, Fray Carlos Murias, el P. Gabriel Longueville, el laico Wenceslao Pedernera y tantas y tantos otros que desde la fe lucharon hasta ofrendar su sangre por la vida, la libertad, la justicia y la fraternidad.
“La fidelidad de esta Iglesia la defenderé hasta con la sangre”, había dicho el obispo Angelelli. Su martirio quedó sellado el 4 de agosto de 1976, cuando lo asesinaron mediante un atentado que judicialmente fue establecido como “accidente de tránsito provocado intencionalmente”.
Y sus autores mediatos (Jorge Videla, Albano Harguindeguy, Luciano Menéndez, Luis Estrella y Juan Carlos Romero) procesados por el delito de homicidio calificado, con ratificación reciente de la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba. Falta el juicio y la condena de los asesinos.
*Director de la revista Tiempo Latinoamericano, Belgrano 715, Córdoba (TE 0351-4609769 )
El Libro “Misas Radiales de Mons. Angelelli” – Tomo III – Años 1972 y 1973, de Ediciones Tiempo Latinoamericano, Julio de 2012, será presentado el lunes 6 de agosto, a las 20,30, en la Feria del Libro, en la ciudad de La Rioja. En tanto que el jueves 9 de agosto, a las 20, se hará lo propio en el Auditorio de la Universidad Católica, Obispo Trejo 323, ciudad de Córdoba.FuentedeOrigen:www.prensared.com.ar
Fuente:Agndh