Sábado 29 de noviembre de 2014 | Edición del día
BERGOGLIO Y LA DICTADURA
Estela de la Cuadra: “Aunque la Iglesia quiera tapar el sol con la mano no lo va a lograr”
Hace dos meses La Izquierda Diario conversó con la hija de la primera presidente de Abuelas de Plaza de Mayo y tía de Ana Libertad, la joven que hace tres meses se convirtió en la nieta recuperada 115. Allí Estela denunciaba a Jorge Bergoglio por su complicidad con la dictadura, sobre todo en la desaparición de su hermana, su cuñado y su sobrina. Si bien la causa fue levantada durante años por Abuelas, hace veinte días Estela de Carlotto fue al Vaticano a pedirle perdón a Bergoglio porque, dijo, le habían informado mal. La Izquierda Diario volvió a hablar con Estela de La Cuadra, quien reafirma su denuncia contra Bergoglio y profundiza sobre el rol de la Iglesia Católica en el genocidio.
En el marco de todo lo que se dijo estas últimas semanas, ¿volvés a afirmar tu denuncia contra Bergoglio?
Por lo último que está circulando, creo que hay que volver a hablar y no transformar esto de Bergoglio en un “River-Boca”, porque eso sería relativizar el genocidio y el rol de la Iglesia. A Jorge Bergoglio, y todas las pequeñas o grandes pruebas que se juntaron, hay que verlo en ese marco. Conductas que, por supuesto, se trasladan hasta hoy en cuanto a toda la protección y a todo lo que se sabe y está minuciosamente registrado y archivado por ellos, que tuvieron un rol preponderante en la dictadura.
Lo de Bergoglio, ¿no es más que una muestra concreta de la complicidad de la jerarquía eclesiástica con el genocidio y de todo el encubrimiento posterior?
En los juicios orales que se fueron dando hasta hoy casi siempre aparece el rol de la Iglesia. En cada causa contra los genocidas, que logramos abrir con la lucha del pueblo, aparecen sacerdotes estructurados en el Estado y en el Vicariato Castrense que están hasta las manos por su participación en los campos de concentración. Los testigos cuentan barbaridades sobre ellos.
Y lo que vemos es que a Von Wernich la Iglesia lo refugió durante años en Chile; a un cura del sur lo mandaron a Paraguay, donde “oportunamente” falleció; hay otro refugiado en Parma, donde está en curso el pedido a la Justicia italiana para que lo extradite.
Y está el caso de Sonia Torres, Abuela de Plaza de Mayo de Córdoba que busca a su nieto. A la monja Monserrat Tribo, que podía aportar datos sobre el nieto de Sonia, apenas la citó un Tribunal cordobés la Iglesia la mandó a España. ¿Quién la mandó? ¿Fue la misma jerarquía de la Iglesia que ahora pide etéreamente que si alguien conoce datos de niños “robados” o “perdidos” los aporte a la Justicia?
Además Bergoglio fue parte de esa jerarquía durante muchos años
Desde 1992, cuando lo nombran obispo auxiliar de Buenos Aires, Bergoglio fue una autoridad importante en la Iglesia Argentina. Y fueron años en que salieron a la luz muchas cosas. Por ejemplo la confesión de Adolfo Scilingo sobre los vuelos de la muerte. O lo que se conoció en el juicio de Bahía Blanca, que esos vuelos fueron sugeridos por miembros de la propia Iglesia, que los consideraban la forma más “humana” de eliminar los cuerpos. A mí me toca de cerca porque el papá de Ana, Héctor Baratti, fue arrojado al mar tras un largo cautiverio y su cuerpo apareció en las costas. De todo eso siempre supo Bergoglio y nunca dijo nada.
Y cuando era la autoridad máxima de la Iglesia pasó lo de Baseotto, el vicario castrense que dijo que al ministro Ginés González García había que atarle una piedra al cuello y tirarlo al mar. Eso, en Argentina tiene un solo significado. ¿Y qué hizo Bergoglio cuando Kirchner sacó a Baseotto del Vicariato? Lo protegió, dejó vacante el puesto y no lo reemplazó hasta que Baseotto se retiró a los 75 años cobrando una jubilación. El mismo Baseotto que está implicado en el tráfico de niños en Santiago del Estero.
¿Qué rol cumplió el Vicariato Castrense?
Medular. Y ahí también aparece Bergoglio, ya que fue vicario castrense durante un tiempo, a principio de los años 2000. Por eso no es sólo que Bergoglio está marcado por su conducta en la dictadura sino por todo lo que hizo después.
El Vicariato Castrense fue una especie de “Batallón 601 de la Iglesia Católica Apostólica y Romana”, como bien lo definió un periodista hace unos años.
El Vicariato es una especie de acuerdo entre los estados argentino y vaticano, por el cual el Vaticano nos invade con sus señores, que se integran al Estado a través del Ejército, les pagamos un sueldo (sin que planten una papa ni fabriquen un tornillo), después les damos una pensión y ni siquiera podemos acceder a sus archivos y documentos.
¿Y dónde están los archivos del Vicariato?
Hay por todos lados. El Vicariato tenía que remitir sus archivos al Ministerio de Relaciones Exteriores, al de Interior, al mismo nuncio apostólico Pío Lagui. Si no se abren es porque no hay voluntad. El movimiento se demuestra andando.
Para nombrar sólo una experiencia, en los Juicios por la Verdad a fines de los 90 en La Plata, los jueces Schifrin y Revoredo llegaron a retener al mismo Graselli (secretario del Vicariato durante la dictadura) cuando confesó que tenía archivos personales. Allanaron sus oficinas y esos archivos fueron incorporados a la causa. ¿Por qué hoy no se abren todos esos archivos? Esa es una tarea fundamental.
Con la lucha logramos abrir causas como la que en ahora está en etapa de instrucción, que es justamente la del Vicariato Castrense. Allí se va poner en evidencia todo esto y vamos a demostrar el rol del Vicariato.
Sobre Bergoglio y el caso de tus familiares, ¿qué podés agregar a lo que ya nos relataste en la entrevista anterior?
Lo importante a remarcar es que Bergoglio sabía perfectamente a quién tenía que derivar el caso cuando mi padre se entrevistó con él. Era Mario Picchi, entonces obispo auxiliar de La Plata. Picchi primero fue a ver al subjefe de la Policía Bonaerense, Tavernero, quien no le dio precisiones. Después se contactó con Enrique Rospide, coronel del Ejército del área de Inteligencia que resulta ser el enlace entre el destacamento del Batallón 601 y la DIPBA (Dirección de Inteligencia de la Policía de Buenos Aires) que todos sabemos el importante rol que jugó en la dictadura. Dicho así, son nombres nomás. Pero si se ve el entramado de relaciones la cosa es distinta.
Pedro Arrupe (conocido de mi familia y entonces autoridad máxima de los jesuitas a nivel mundial) manda a mi papá a hablar con Bergoglio. Bergoglio deriva el caso a Picchi que termina consultando a Rospide. Y esto es lo importante. Rospide es el que le dice a Picchi que la nena había nacido en cautiverio y que ya la tenía “una buena familia” mientras que lo de Elena y Roberto (mi hermana y mi cuñado) era “irreversible”, cerrando el asunto.
Y Rospide es un personaje central
En el juicio del Plan Sistemático de sustracción de bebés, en el que éramos unos treinta querellantes, se presentó un informe de la Comisión Provincial por la Memoria basado en archivos de la DIPBA. Ahí está documentado todo lo referente los niños desaparecidos y las mujeres embarazadas, y Rospide figura como un importante engranaje de inteligencia, con un rol privilegiado. Porque Inteligencia (y específicamente los batallones que respondían al 601) fue fundamental en la asignación de los niños apropiados. Dicho sea de paso, ahí también figura el papel jugado por el Movimiento Familiar Cristiano.
Rospide era la última palabra, quien dijo que Ana estaba en manos de una “buena familia”. Con eso y nada más se quedó Mario Picchi, que fue encomendado directamente por Bergoglio para averiguar el destino de mi hermana, mi cuñado y mi sobrina.
Vuelvo a preguntar, ¿cómo sabía Bergoglio que tenía que derivar el tema a Picchi? ¿Y Picchi cómo llega tan holgadamente a Rospide? La burocracia genocida tenía organizado todo.
Nos resta preguntar a quién le pidió la información Rospide. ¿Quizás a Christian Von Wernich, el verdugo de la Comisaría Quinta de La Plata?
Todos esos personajes, además, tenían estrecha relación institucional
Von Wernich antes de ir a las sesiones de tortura pasaba a tomar unos mates o un té por el Seminario Mayor, donde estudió y fue docente Mario Picchi y donde pasaron y se instruyeron el vicario castrense Tórtolo (confesor de Videla) y tantos otros.
Como buenos burócratas que eran, de todo ese circuito de relaciones, de las comunicaciones e intercambios tienen que haber quedado registros y memorandum. Muchas de esas eran entrevistas oficiales. En el Arzobispado de La Plata esas entrevistas tienen que estar asentadas. Y tiene que haber registro de la respuesta de Bergoglio a Arrupe, que es a quien recurre mi familia inicialmente. Bergoglio tiene que haberle respondido algo por escrito. Todo eso, en el archivo de los jesuitas de Argentina tiene que estar.
Como dijiste hace dos meses, de Bergoglio no esperás nada
Yo no le pido nada a Bergoglio. Yo lo que pido es que el Poder Judicial argentino, y en especial el federal que entiende en estas causas, haga lugar a nuestros reclamos. En 1999 declaré ante la Cámara Federal en La Plata y pedí los archivos del Vaticano. ¿Ustedes los vieron? Yo no. Y a los que están accesibles en Argentina tampoco los abrieron.
A mí me parece importante decir que la relación inescindible entre la Iglesia y el genocidio de nuestro pueblo da para largo, y por eso no me apuro. Tenemos que ir por partes y paso a paso. Esto no es la tilinguería de “Jésica Cirio e Insaurralde”. Con esto tenemos para rato. Y aunque la Iglesia quiera tapar el sol con la mano no lo va a lograr.
El encuentro con Ana Libertad
¿Cómo fue la primera reunión con tu sobrina recuperada?
A principios de octubre fuimos las tías a encontrarnos con ella. Encontré a una muchacha muy linda, a la que le espera un largo camino. Hay muchas cosas que rozan los sentimientos. Es como que tenemos que ir despacito. Acá hay una familia que la espera y que la quiere, aunque faltan su mamá, su papá y, como ella siempre dice, su abuela “Licha”. Por eso, ni olvido ni perdón. Porque el dolor se reedita.
Estela de Carlotto, Alicia "Licha" Zubasnabar de De la Cuadra y "Chicha" Mariani en Estocolmo (Foto: Estela de La Cuadra) |
El Papa, el Momo y Milani
Estela de La Cuadra entiende que el rol cómplice de Bergoglio con el genocidio no es sólo “parte del pasado”. En el presente del Papa y en sus prácticas distingue hilos de continuidad difíciles de cortar. Y el recuerdo de las circunstancias en las que desapareció su hermano Roberto en septiembre de 1976 cobra nuevos significados.
Cuando lo ves hoy en el Vaticano, ¿qué relación hacés con el Bergoglio que actuó durante décadas en Argentina?
Hay un hecho que muestra claramente quién es. Cuando mi papá lo va a ver en 1977 le pide por mi hermana Elenita, secuestrada embarazada, y también por mi hermano, Roberto José de la Cuadra, obrero de YPF desaparecido por volantear en la empresa contra la extensión horaria.
Bueno, a los pocos días de asumir como Papa recibe y tiene una larga charla nada menos que con el “Momo” Venegas, que es un burócrata sindical de la peor calaña y además capo del partido Fe. Y también se saluda con Colella, el heredero de Yabrán, quien a su vez era el compadre de Diego Ibáñez, el capo del sindicato petrolero. De eso tampoco podemos olvidarnos.
Si a mi hermano lo entregó la burocracia sindical, es obvio que Bergoglio no quiera aportar absolutamente nada respecto a saber dónde está mi hermano, qué le pasó o qué le pudo pasar. Porque cada uno de ellos ocupó su casillero en la maquinaria genocida.
Cuando decimos que hubo un genocidio es porque una clase o sectores una de clase pergeñaron el exterminio de otra clase o sectores de clase que les molestan. Y eso está constituido por gente y por las organizaciones que la sociedad genera. Y cómo se mueve la gente en esas organizaciones, con las visitas al Vaticano, por ejemplo, es revelador.
Cuando lo vi al “Momo” Venegas con Bergoglio, no es que me sorprendí, pero sí confirmé una vez más todo lo que es. Esa es una fotografía impúdica que no tiene respeto ni por las víctimas ni por lo que lucharon.
Sin esa comprensión de la historia no se entendería el papel, por ejemplo, de César Milani. Sabemos que está el legajo del conscripto Alberto Ledo, en el que se lo acusa de “deserción”, firmado por Milani. Y nuevamente, para salir de un “sí-no” o un “Boca-River”, hay que decir que mi hermano también tuvo su “Milani”, que fue la misma burocracia sindical que le armó un legajo en el que aparece la misma cuestión, diciendo que mi hermano había “desertado” de YPF.
"El Papa se callaba mientras a mi papá lo torturaban" - HIJOS La Plata frente a la Catedral en la actualidad (Foto: Estela de La Cuadra) |
Producción y fotos: Alejandra Toledo
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