DESTACADO
Publicado: 26 diciembre, 2014 en DENUNCIA / ANUNCIO
LA NAVIDAD DE LOS POBRES
DIEGO PEREIRA, pereiradiego34@gmail.com
MONTEVIDEO (URUGUAY).
ECLESALIA, 26/12/14.- Estamos ya en Navidad y el mundo entero sufre una gran explosión de emociones, luces y colores. Pero no lamentablemente poco tiene esto que ver con el espíritu de la Navidad. Estamos tan lejos de aquel sentido primero de la Navidad pues quedamos perdidos en el mar de propuestas del capitalismo que nos pesca con la red de consumismo compulsivo, del “tener para ser”, de los fuegos artificiales. Somos parte de un gran circo mundial preparado perfectamente para convencernos de que la Navidad es simplemente una gran razón para que todo el mundo, durante alrededor de un mes, gaste la mayor cantidad de dinero posible con tal de no darse un tiempo de reflexión e interiorización. La Navidad pasa a ser un barullo exterior que nos aparta del silencio interior que todos necesitamos, de la comunión íntima con lo importante.
Visto así pareciera que toda la sociedad, en sus diferentes capas, pudiera cumplir con los requisitos que le impone el mercado. Pero no, no todos lo pueden hacer. No todos en la sociedad poseen tarjetas de crédito ni cuentas bancarias, no todos manejan chequeras, no todos tienen tarjetas de débito, no todos cuentan con sueldos que alcancen para pagar las cuentas del mes y guardar algo como reserva para estas ocasiones. No todos pueden ir de compras al super y comprar sin preocuparse. No a todos le alcanza el sueldo para irse de shopping (aprovechando la rebaja del 23%) y comprarse hasta aquello que no necesita, y que aún le sobre dinero en su bolsillo. No a todos le sobra para hacer esto, cuando días antes pasó el tan esperado “día del centro” donde todos corren a aprovechar las ofertas de los productos que tanto se desean. No, no todos lo pueden hacer. Los pobres viven de una manera muy distinta este consumismo masivo.
Muchos son los que no tienen sueldo, muchos los que no llegan a fin de mes, los que sacan préstamos cada dos por tres para poder comprarse algo que los haga sentir iguales a los de la clase pudiente. Éstos llegan a de dejar de comer bien durante un tiempo para poder acceder a los mismos productos que los demás pero a un costo mayor: el crédito eterno de las mil cuotas, donde se condena la conciencia a una deuda a largo plazo. Son lo que piden prestada la tarjeta de un conocido para poder comprarse lo que los demás tienen. Son los que lapidan de antemano su flaco aguinaldo al cual ven como la solución a tantos problemas: el pago de las cuentas atrasadas, la oportunidad de comprar algo nuevo para el hogar (si ya tienen la TV plasma y el equipo de música), el hacer regalos, comprar adornos para la navidad, comprar el cordero o el lechón para comer muy bien, el casillero de cerveza, el pan dulce y la sidra. La felicidad pasa por lo que se puede consumir.
La Navidad es mucho más que consumismo
Con todo lo anterior parece que la Navidad es sólo consumir cosas, comidas, regalos, y cuentas. Pero no, la Navidad tiene otras connotaciones que tienen que ver con esa necesidad humana de reunirse para celebrar, de sentirnos unidos y poder festejar. Por eso también en toda la sociedad se experimenta la necesidad de reunirse en familia y con amigos para poder compartir un momento todos juntos, de compartir el mismo pan en la mesa y de sentir el cariño de otros mediante el recibimiento de un abrazo, de un beso, de un regalo, sin importar lo que sea. Tiene muchas veces al árbol de Navidad como centro y, en la mayoría de los casos al pesebre, aunque en el fondo la escusa es estar cerca unos de otros.
Experimentamos en el alma y en el cuerpo esa necesidad afecto que nos atraviesa a lo largo del año y nos hace padecer, que la vamos posponiendo por la velocidad con que vivimos a lo largo del año entre familia, trabajo, compromisos, estudio, etc. Es el abrazo, el beso, el cariño que se transforma en la gran descarga de emociones que el mundo continuamente reprime porque la vida es dura y hay que estar siempre bien para poder sobrellevar las responsabilidades. Al coincidir con el final del año la Navidad es la oportunidad de pasar raya y hacer las cuentas, no sólo las monetarias, sino las que tienen que ver con la propia realización, con aquellas cosas que logré hacer y me hicieron sentir vivo, con las personas que conocí y que se integraron a mis redes de afectos, con aquellos que perdí y que en estos momentos siento su falta. La Navidad es oportunidad de darnos cuenta si al terminar el año hemos crecido en humanidad o si nos hemos cosificado.
La Navidad en la Palabra de Dios
Por un lado dijimos que la Navidad no es consumismo aunque nos quieran convencer de ello y todos seamos víctimas del mercado, y a peor grado los pobres. Por otro lado afirmamos que la Navidad es la oportunidad de dejar aflorar los verdaderos sentimientos que cargamos en nuestro interior y que es la posibilidad de dar y recibir el cariño que nos merecemos por ser seres humanos. Pero aun nos queda algo más por intentar desvelar: la posibilidad que tienen los pobres de vivir el verdadero significad de la Navidad, lo cual no es tan fácil para los que no lo son, ya que el poder adquisitivo mayor es factor de mayor distracción de lo verdaderamente importante. Vayamos a la Palabra bíblica para que nos ilumine en nuestra reflexión.
Leemos en Lucas 2, 6-12: “Estando ellos allí, le llegó la hora del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había encontrado sitio en la posada. Había unos pastores en la zona que cuidaban por turnos los rebaños a la intemperie. Un ángel del Señor se les presentó. La gloria del Señor los cercó de resplandor y ellos sintieron un gran temor. El ángel del Señor les dijo: -No teman. Miren, les doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy ha nacido en la Ciudad de David el Salvador, el Mesías y Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. ¿Cómo ilumina nuestra reflexión este texto? Intentaremos destacar algunos puntos que queremos describir:
1- Los pastores, en la época de Jesús, eran parte de la gran masa de excluidos sociales, despreciados no sólo en el ámbito social sino en su mismísima humanidad. Eran vistos como esa parte escindida del pueblo elegido, pues eran pobres, y si eran pobres era porque ellos o alguien de su familia había pecado y Dios los había castigado con la pobreza. En un mundo donde la riqueza era vista como bendición, la pobreza significaba que Dios se había olvidado de ellos, abandonándolos a su propia suerte. Así ellos dedicaban sus vidas al cuidado de las ovejas y guardaban, como todo judío religioso, la esperanza de la llegada del liberador que les traería la vida en abundancia y la liberación de su condición de esclavos y excluidos.
2- El anuncio del Ángel. Más allá de la figura del Ángel nos queremos detener en el contenido de su mensaje: la llegada del tan esperado Mesías del Pueblo elegido, no es con bombos y trompetas, rodeado de un gran ejército poderoso y majestuoso. El Mesías Salvador llega en forma de un niño recién nacido; Dios ha elegido para revelarse la manera más débil de la condición humana: un bebé. Alguien totalmente dependiente de las decisiones de una madre joven y de un padre postizo que aún no saben bien qué hacer con lo que reciben. Es imagen de la completa debilidad: necesita ser alimentado con leche materna, necesita abrigo, necesita cuidados, necesita ser protegido de todos los peligros de la árida vida propia de los pobres.
3- El pesebre. Dios no eligió nacer en el gran Palacio de Herodes, rodeado de todos los lujos propios de la aristocracia judía, donde no falta la comida, ni el vino, ni el mejor coro de aduladores del poder. Tampoco ha decidido nacer en el Gran Templo de Jerusalén donde los sacerdotes decían adorar a al Dios Todopoderoso, creador de todo lo existente, que guió con mano firme al pueblo de la mano de los padres y de los profetas, llegando hasta el Rey Herodes. Dios no ha elegido ni la riqueza ni el poder de los hombres, sino todo lo contrario: ha elegido ser un pobre completo, sin poder alguno y sin riqueza alguna. Ha elegido la debilidad y dependencia. El pesebre quizá sea el peor de los lugares pensables para a llegada del Mesías, del Hijo de Dios, pero así ha sido, ¿porqué? Porque Dios lo ha querido y si lo quiso es porque era bueno.
Estos elementos analizados nos ayudan a destacar un determiando accionar de Dios en la historia humana, que es nuestra historia y que es la historia de Dios con el hombre, y que es allí donde confirmamos nuestra fe en un Dios que se hizo hombre no sólo para que el hombre lo comprenda, sino que -y sobre todo- lo hace para experimentar en su propia carne las necesidades humanas. Creemos firmemente (y así lo confirman los últimos estudios sobre el Jesús histórico de Pagola, Küng, Nolan, Sobrino y tantos otros) en la veracidad del acontecimiento y por ello en ello sostenemos nuestra reflexión.
La Navidad de los pobres: una oportunidad única
Dios regala su mensaje a los olvidados de la sociedad, a los expulsados de los caminos por donde va el común de la masa social. Los pobres hoy son aquellos que, aunque intenten imitar lo que viven y tienen los ricos, no lo pueden hacer, ya que son sometidos a un desprecio social debido a su condición de ser simplemente pobres. Pero son ellos a los que justamente Dios elige para anunciar la llegada del Mesías. También hoy siguen siendo los predilectos de Dios y los que más se asemejan a su Hijo Jesús. Éstos pobres son lo que el Ángel, al dirigirse a ellos, comienza diciéndoles:“No teman. Miren, les doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo…” El ser visitados por un mensajero de Dios los asusta. Desde el primer momento se muestra que los pastores no se sienten merecedores de ser los primeros en recibir la Buena Noticia. Hoy en día son muchos los pobres que no se creen con derechos a ser felices por lo que la misma sociedad les hace sentir. Muchos de ellos se sienten abandonados por Dios. Pero esto no es así, pues el Dios de Jesús es justamente el Dios de los pobres, de los que no se sienten dichosos de ser los primeros en el Reino.
Muchos pobres se avergüenzan por vivir en las condiciones que viven: en casas hechas con restos de materiales, chapas viejas y usadas, ventanas con nylon transparente como vidrio, puertas herrumbradas, pedazos de muebles viejos sacados de algún basurero o construidos con maderas encontradas en la calle, colchones viejos con olor a humedad, frazadas viejas y sucias… Muchas personas se sienten que no pueden recorrer un shopping con la ropa y costumbres que cargan consigo, pues la sociedad los ha estigmatizado y les hace saber de su rechazo. Es en condiciones similares en las cuales el hijo de Dios nace: un pesebre oloroso y sucio, utilizado como dormitorio y de baño por animales. Es allí donde el Mesías encontró acogida y decidió bajar al mundo terrenal del amor humano. Es allí, y bajo similares condiciones de pobreza, que el Salvador es recibido.
¿No son, entonces, los pobres los que Dios quiere privilegiar con su llegada? ¿Acaso no es entre ellos que el Reino de Dios comienza a tomar forma? Desde aquel día y hasta hoy es entre los pobres donde Dios sigue armando su carpa y en donde nos espera que lo visitemos y lo elijamos para quedarnos a vivir con él. No es en la Meca, ni lo que queda del antiguo Templo Judío ni los palacios del Vaticano, ni las más hermosas estructuras que abrigan la Hostia Consagrada en sus sagrarios, sino que es la vida misma del pobre la que nos muestra el verdadero lugar de Dios, donde habita siempre. Si Dios elige llegar como débil y pobre entre los pobres ¿cómo no ver en la pobreza la posibilidad de descubrir, o al menos convivir, con el Misterio del Dios encarnado? Nuestros trabajos y esfuerzos deben posarse en la pobreza porque es fruto del egoísmo humano que no sabe compartir los bienes que son de todos y que algunos se lo apropian para beneficio de pocos.
Por eso son los pobres los privilegiados. Aunque deben ser conscientes de su ser víctimas de un sistema, también pueden sacar fuerzas del Dios de los pobres, el Dios de Jesús, que decidió venir al mundo en situaciones como las de ellos. El pobre puede encontrar en el pesebre de Belén la inspiración necesaria para recobrar su dignidad de Hijo de Dios, de ser elegido directamente por el Altísimo, que lo ama más que nadie, para saberse DIGNO de Dios, merecedor de una vida feliz y próspera, de saberse valorado, no por lo que tenga, sino simplemente por ser humano. Sin duda que también nosotros, todos los cristianos, tenemos la misión de ayudarlo a ser consciente de esto por todos los medios posibles, pero sobre todo con nuestro compromiso social, político y religioso, de luchar por un mundo más justo y equitativo, donde todos podamos vivir bien. Dios viene en la pobreza para que percibamos donde está la gravedad de los grandes problemas y errores humanos.
“No caben más discusiones: Jesús estuvo de parte de los pobres, los que lloran, los que pasan hambre, los que no tienen éxito, los impotentes, los insignificantes” (Küng), y esta decisión madura de Jesús le viene por una decisión anterior: la decisión de Dios de nacer pobre entre pobres. Por eso los pobres tienen la gran oportunidad de experimentar el verdadero Misterio de la Navidad, ya que llevan marcadas en su alma las cicatrices de los latigazos sociales que reciben a lo largo de todo el año. Mientras algunos intentamos adornar el árbol con un pesebre acorde al nacimiento de Jesús, los pobres parten de su vida diaria para vivir el pesebre. Pero también tienen esa gran posibilidad de mostrar al mundo la horrible situación en la cual todos nosotros los hemos puesto y que esto exige un cambio radical, una revolución urgente.
Deseo ardientemente que la Navidad de los pobres, que no es solamente el día 25 de diciembre sino que cada día de su vida, nos ayude a ver en ellos el verdadero rostro de Dios encarnado, hecho hombre y despreciado hace más de dos mil años y hasta hoy. Somos nosotros los que seguimos ignorándolo mientras comemos tranquilos en nuestra mesa mientras Jesús nace y muere en cada hermano que sufre la pobreza. Que estos pobres de hoy y con los que nos toca convivir, nos ayuden a animarnos a vivir el pesebre de forma real y no solamente representado en una linda imagen de plástico o porcelana, por más piadosa que sea. La Navidad de Jesús nos espera entre los pobres… ¿seremos capaces de vivirla de verdad?