"Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos".
(1Cor 12,4-6).-
BuenaNueva21
Con pesar por la muerte del Pastor y Teólogo José Miguez Bonino reproduce dos artículos sobre su ejemplar compromiso con el Evangelio, los más pobres y su lucha por los DD.HH.
PUBLICACION DE:
José Míguez Bonino falleció el 30 de junio pasado a la edad de 88 años. Fue pastor metodista y rector de la entonces Facultad Evangélica de Teología (hoy IU-ISEDET), entre otras tantas labores. Sin duda, fue uno de los teólogos protestantes que más ha influenciado a la reflexión teológica latinoamericana. A modo de homenaje, citamos un reportaje que le hiciera Víctor Rey, extraído del sitio web de la Fraternidad Teológica Latinoamericana.
José Míguez Bonino, pastor metodista, argentino, teólogo reconocido, profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Teológicos(ISEDET); miembro de la Constituyente que dio a la luz la nueva Constitución argentina. Destacado pensador. Decano de los teólogos evangélicos latinoamericanos.
ENTREVISTA
¿Nos puede contar algo de su vida?
Soy hijo de dos inmigrantes, padre
gallego y madre italiana, trabajadores de puerto. Se convirtieron aquí. Mi
madre se convirtió primero y mi padre la siguió. De manera, que yo estuve dentro
de la Iglesia Evangélica Metodista de chico y participé activamente a nivel de
juventud hasta cuando sentí, estudiando en la Facultad de Medicina, la vocación
al ministerio. Entonces vine a Buenos Aires a estudiar teología, y luego
ingresé al pastorado de la Iglesia Metodista.
Tuve ya un pastorado como
estudiante en Bolivia por un año y después en Mendoza, en Buenos Aires.
Entonces el Obispo de la Iglesia me invitó a hacer un curso de post-grado para
trabajar en la enseñanza teológica. Lo hice en Estados Unidos en la Facultad
Metodista y luego en el Seminario Unión en New York. Volví a enseñar aquí desde
1954 hasta 1958, y luego del trabajo del doctorado del 60, me hice cargo de la
Dirección de lo que era entonces la Facultad Evangélica de Teología, que al
unirse con la Facultad Luterana de Teología formó lo que es ahora el
ISEDET.
Mientras tanto, siempre mantuve una
vinculación con la iglesia local, en unos casos como pastor titular y en otros
como pastor asociado, lo que todavía sigo haciendo y, eventualmente, por
distintas circunstancias tuve participación en el Movimiento Ecuménico de
Comisión de Fe y Doctrina del Consejo Mundial de Iglesias, y en un momento
entre 1975 y 1983 formé parte de la Presidencia del CMI. Diría que dos o tres
cosas que me marcaron fueron la experiencia que me dio -justamente el
participar en el Movimiento Ecuménico-, por una parte, conocer sobre las
iglesias de Europa, Africa, Asia y su problemática, y la oportunidad de viajar
bastante por América Latina.
La segunda cosa fue durante el
período del gobierno militar en Argentina; mejor dicho, poco antes del gobierno
militar, la formación de la Asamblea Permanente por los Derecho Humanos con
participación de personas de diversas extracciones políticas, religiosas, ideológicas,
culturales. La Asamblea tuvo la responsabilidad, junto con otras
organizaciones, de defender los Derechos Humanos, así como la protección hasta
donde fuera posible, y el apoyo, de la gente que sufrió persecución durante
esos años. Medió una visión que me parece que para mí fue muy significativa, en
relación con los esfuerzos de solidaridad dentro de la sociedad civil y el
valor que tienen en momentos de crisis.
¿Cuáles han sido los factores,
autores y libros que han contribuido en su formación como teólogo?
En primer lugar, por supuesto,
fuera de todo el resto, la Biblia. Yo estoy convencido, desde mi infancia, que
finalmente allí uno encuentra no respuestas hechas, pero sí dirección,
conducción y orientación, de modo que hay la necesidad de volver constantemente
a la Biblia. Luego yo diría que de las cosas que yo he leído me ha ayudado a
contemplarla mejor. Desde el punto de vista del estudio son para mí muy
significativos los comentarios y trabajos que ubican la Historia Bíblica dentro
de su contexto, saber lo que significaba, lo que hizo un Isaías, Jeremías en su
tiempo, la clase de sociedad que Jesús anuncia y el significado que tiene. Ver
el mundo helenístico al cual entra Pablo y como logra hablar en el idioma de
ese mundo, sin traicionar ni cambiar para nada la centralidad de la Fe.
Todo el campo de estudios bíblicos
que se abre enormemente en Europa y en particular en las décadas del 50, 60 y
70 me ha ayudado muchísimo y ha sido fuente de inspiración.
Por otra parte, tal vez el tema
teológico que se nos presentaba a los estudiantes de teología por la década del
40, cuando yo estudié, era que por un lado teníamos herencia religiosa muy
pietista, muy evangélica, centrada en la Salvación de Jesucristo, en la
búsqueda de la Santidad, la dirección del Espíritu Santo. Muy centrada en la
experiencia de la conversión y el crecimiento en la fe. Además, habían entrado
todas las tendencias liberales que nos interesaban, porque nos ponían en
contacto con la cultura de nuestros pueblos y como jóvenes evangélicos
argentinos sentíamos la necesidad de entrar y participar de la cultura, en la
vida social de nuestros pueblos.
Entonces, en las tendencias
liberales, especialmente lo que se llamó "el evangelio social",
encontramos una orientación para esa preocupación nuestra por la cultura, por
la sociedad. Pero al mismo tiempo, notamos la debilidad teológica de esa
orientación, en la búsqueda de ligar nuestra tradición bíblica teológica
evangélica con la preocupación social, con el ámbito cultural. Para mí y para
muchos compañeros míos, la Teología de Bart fue sumamente significativa. Este
era un teólogo que había llamado a la teología de vuelta a la Escritura, pero
que al mismo tiempo participaba activamente en la lucha contra el racismo.
Entonces creo que esto nos atrapó y
aprendimos mucho. Para mí por lo menos fue significativo leer primeramente
algunos artículos de Bart, luego el libro sobre Romanos, la Teología
Sistemática, y junto con él a otros autores ligados a este despertar teológico
europeo de origen reformado, por ejemplo, que nos ha ayudado. También Ray
Hollinworth, que critica el evangelio social fuertemente por su debilidad
teológica y por su idealismo utópico, pero al mismo tiempo está preocupado en
cómo se puede construir dentro una sociedad moral, una vida más justa y más
digna.
¿Nos podría dar una breve
definición de lo es la teología?
Ya que mencioné a Bart, una
definición bartiana que para mí sigue siendo vigente es la reflexión de la
Iglesia a la luz de las Escrituras sobre su misión en el mundo. Todavía es la
mejor definición que conozco.
¿Y a qué se debe que América Latina
la teología no tenga mucha presencia y cuál sería el futuro de la teología en
América Latina?
La teología en América Latina fue
siempre una teología importada. Desde el principio, la teología española de la
conquista fue una teología importada; la teología protestante, tanto de las
iglesias de inmigración como de las iglesias misioneras, fue importada. Esto a
mí no me escandaliza, porque a cualquier lugar del mundo donde llega el
Evangelio tiene que traerlo alguien. El Evangelio no lo inventa un pueblo,
tiene que recibirlo. Y tiene que recibirlo, de manera que uno puede decir que
toda la teología ha sido de alguna forma importada desde el nacimiento del
cristianismo, desde que de Palestina la llevó Pablo al mundo helenístico y
después muchos a varias partes del mundo.
A mí no me preocupa, siempre que en
algún momento esa teología heredada empiece a ser reflexionada, interpretada en
relación con la vida del pueblo donde se está arraigando el Evangelio, es
decir, que tome en cuenta las experiencias históricas, sociales y tradición,
mas esto en América Latina no había ocurrido.
Hay algunos textos que podríamos
mencionar, muy esporádicos, donde se intenta. Pero yo diría que hasta la década
del 40 ó 50 no hay un intento serio de pensar sobre la Fe recibida, heredada,
vivida y pensar a la luz de la problemática y necesidades de nuestros pueblos.
Entonces yo creo que recién allí empiezan a aparecer esos intentos, estimulados
a veces por otros autores de afuera. Pero al mismo tiempo, porque había surgido
ya una segunda generación de evangélicos y, en algunos casos, una tercera que
se sentían verdaderamente parte de su país. Entonces intentaban pensar en esta
teología.
Yo creo que es allí donde nacen,
por un lado, algunas participaciones en lo que se ha llamado Teología de la
Liberación; donde comienza la Fraternidad Teológica Latinoamericana a tratar de
sus experiencias desde sus iglesias, a pensar la teología como
latinoamericanos. Eso se va profundizando, yo creo que desde las décadas del 50
y del 60 empieza a aparecer una teología latinoamericana que las iglesias aún
no han asumido. Tal vez por el peso de la tradición. En realidad siempre ha
ocurrido así, pero creo que ya hay una consciencia teológica latinoamericana,
que se expresa de muchísimas maneras: movimientos estudiantiles, grupos de
estudio, etc. Y que es muy necesaria, especialmente en gente joven de todas las
iglesias evangélicas.
Uno pude también advertir en los
seminarios e institutos bíblicos el sentimiento de que se necesita una
formación más profunda, en términos de la interpretación de la Escritura como
de la teología, la ética. De ahí que creo que hay un campo muy grande y que
estos intentos de los últimos años no deben considerarse como la última
palabra, sino que tienen que ser profundizados y enriquecidos.
¿Cuál es la misión de la Iglesia
hoy?
La misión de la Iglesia está dada
fundamentalmente por la comisión evangélica. En las distintas versiones que
tienen los escritos de los evangelios, se llama a predicar el Evangelio a todas
las naciones, no solamente a todos los individuos, sino a todas las naciones.
Este evangelio del Reino será predicado hasta el día del retorno en Gloria, del
Señor. En el mensaje de la vida, en el Evangelio de Juan, el Señor sopla para
que ese mensaje de la vida eterna sea anunciado. Creo que el énfasis en
predicar el Evangelio, de ser testigos del Reino de Dios y de anunciar la vida,
me parece que son formas distintas de referirse a una misma misión, pero que
tienen que ser formas complementarias. De manera que la misión no se la
entienda simplemente como una proclamación oral del Evangelio, tampoco se puede
entender uniteralmente como una forma de vida que de por sí misma sin hablar,
muestre lo que signifique el Reinado de Jesucristo en la vida humana.
De manera que creo que es necesario
tomar en conjunto esta diversidad, esta amplitud que nos muestra la Biblia para
una concepción de la misión de la Iglesia para que sea lo que hoy llamamos
Integral o algunos utilizan la expresión Holística, si es que se refiere a la
totalidad a la vida.
¿Cómo ve al pueblo evangélico en
estos momentos en América Latina, cuáles son sus áreas fuertes y débiles?
Evidentemente, si uno piensa de sus
áreas fuertes creo que el impulso misionero, el impulso evangelizador es (en un
librito que va a salir por aquí) el principio básico de las Iglesias
Evangélicas en América Latina. La Iglesia en América Latina tiene la
consciencia de que tiene que anunciar el evangelio y que tiene que llamar a la
gente a creer y seguir a Jesucristo. De amanera que creo que eso es lo fuerte,
principalmente. La experiencia de los últimos años ha mostrado que responde a
una necesidad muy profunda de la población nuestra, en estos momentos de crisis
cultural, social, ética, muy fuerte de condiciones en las cuales sectores
crecientes de nuestra población, son lanzados a la marginalidad o situaciones
muy precarias donde no se encuentra el sentido de la vida. Parecería que todas
las posibilidades están agotadas creo que la ansiedad y la necesidad que eso
crea ha encontrado en la predicación evangélica una respuesta y por eso se da
el crecimiento, éstas son las cosas débiles. Yo diría que nuestra fortaleza y
nuestra debilidad, es decir que esa concentración enorme en la acción misionera
a veces no ha sido acompañada de un crecimiento. Tanto en el aspecto yo diría
espiritual más profundo, es decir que a veces hemos cultivado una especie de
piedad bastante superficial, la piedad hecha solamente de cantos fervorosos, de
predicación encendida está muy bien, pero que no tiene suficientes raíces y
entonces cuando sobrevienen situaciones difíciles fácilmente se diluyen o lo
que es peor es llevada a expresiones espectaculares que no me parece que tienen
la profundidad y la seriedad que tiene el evangelio, expresiones puramente
exteriores que son muy contagiosas pero que a veces nos generan un verdadero
compromiso de toda la vida, estamos teniendo ya, desgraciadamente, las Iglesias
Evangélicas una especie de clientela religiosa que consume la religión pero que
no produce la vida, es decir que son clientes de la religión pero no discípulos
en el sentido total del discipulado. También me parece que es sumamente
peligroso el mostrar el evangelio como un camino para la prosperidad. Esto está
entrando fuertemente en unos sectores evangélicos, tal vez con muy buena
voluntad y tal vez respondiendo a una necesidad real porque la gente necesita
poder vivir, pero haciendo promesas que no son las promesas de Jesucristo, el
no nos prometió que nos iba a ir bien, que todo el mundo nos iba a querer , que
vamos a ser prósperos. Nos dijo que lo siguiéramos que estuviéramos dispuestos
a llevar la cruz, que lo que dejáramos por el evangelio nos sería devuelto en
dos o tres o diez veces más, pero eso es gracia, el propósito es seguirlo a él,
lo demás viene por añadidura conseguiremos que la gente crea lo que es
fundamental, me parece que ahí un error y es bastante débil.
La otra debilidad que estoy
advirtiendo ahora es justamente el hecho que por el gran crecimiento el mundo
evangélico viene a ser un actor social en la sociedad latinoamericana, es decir
que tiene peso, todavía no muy visible, pero tiene peso. Entonces la tentación
de aprovechar ese peso para el poder propio me parece que es una tentación muy
grande, estamos advirtiendo ya. Sería muy triste que nosotros que como
evangélicos criticados siempre por el uso del poder, legitimando religiosamente
el uso del poder político con la Iglesia Católica para sus propios fines
termináramos siguiendo el mismo ejemplo, en lugar de pensar en una cristiandad
católica, nosotros intentáramos ahora una cristiandad protestante, que sería
igualmente grave. Yo no digo que no deba pensar en el tema del poder es un tema
importante y gracias a Dios si tenemos posibilidad de participar pero separamos
desde donde participamos cual es efectivamente una forma evangélica de entender
la vida política la vida social, porque si no corremos el riesgo de
transformarnos en clientes del que más nos ofrezca, de manera que creo que aquí
hay otro campo en el que tenemos debilidades, pero, nuevamente la debilidad es
nuestra fortaleza porque llegamos de pronto a ser significativos en la sociedad
sin tener suficientemente preparado la retaguardia teológica de formación que
nos sirva para participar activamente.
¿Cómo ve la participación de los
evangélicos en la política, y cuéntenos acerca de sus propias participaciones
políticas en la constituyente que formo la constitución en Argentina?
Yo veo la participación de
evangélicos en política en principio positivamente, yo creo que el evangélico
es un ciudadano que tiene responsabilidades por su país y que debe ejercerlas
en todos los niveles. En nivel religioso, pero, también social, cultural,
económico, político, de manera que en principio esto ya esta bien,
personalmente yo no creo en la formación de partidos evangélicos, creo que la
experiencia de partidos políticos confesionales en el mundo entero no es
positiva, porque crea una confusión entre lo que es el evangelio y lo que es la
política. Me parece que las dos cosas son muy importantes pero que deben tener
identidad propia y entonces o se juntan demasiado o se separan. Es decir o uno
vive su evangelio por un lado y su política por el otro sin racionalizarlas o
una las mezcla tanto que no se sabe cuando está, cuando como político o como
cristiano. Me parece que el partido evangélico yo diría no, participación de
evangélicos en la vida política, si, y creo que la experiencia que hemos tenido
en los últimos años con la participación en varios lugares nos está mostrando a
la vez la posibilidad pero también los peligros, tenemos ya algunas experiencias
que nos advierten bastante. La experiencia en Centroamérica, me parece que nos
llama la atención a los peligros, la experiencia de Perú también. Por otra
parte nos muestra que sí que hay una posibilidad. Yo personalmente nunca quise
participar siendo pastor ministro, en un partido político, en realidad en mi
juventud yo fui afiliado de un partido político cuando ingresé al ministerio
renuncié a la afiliación porque en ese momento me parecieron incompatibles.
En lo de la Asamblea Constituyente
en el 94, me invitaron a participar como ex partidarios, es decir sin asumir
afiliación partidaria y pensé esto es una cosa muy distinta, se trata no de una
cuestión partidaria, sino de la Constitución de la Nación, que es para todo el
pueblo. Por otra parte yo hice muy claro que no asumía un partido, y que si
había puntos en los cuales la posición del sector con el cual yo participaba,
por el cual era elegido, no la consideraba coherente con mis convicciones no lo
iba a apoyar, además era acotado por un tiempo la Conversión Constituyente es
elegida para que haga las reformas y tardó cuatro a cinco meses en hacerlo y
allí terminó, de manera que en ese sentido acepté la candidatura pensando que
me daba la oportunidad de participar en la preparación pero que era muy difícil
que llegara a ser elegido. Fui elegido y entonces participe con una
preocupación principal por ciertos temas que me parecían que eran temas que me
interesaban como cristiano, como evangélico. Por un lado los temas que tenían
que ver con la condición de libertad religiosa y de igualdad religiosa que es
el tema más importante, nuestra constitución era todavía una constitución muy
católica, con artículos que venían del tiempo del patronato, entonces yo creía
había modificación que había que hacer. Algunas se pudieron hacer, otras,
particularmente, no. Y por otra parte me interesaba también todo el tema que
tenía que ver con la distribución del poder, Es decir, la inclusión en la
Constitución de formas directas y semidirectas de democracia que permitieran
mayor participación al pueblo y los temas que tenían que ver con Derechos
Humanos de todo orden, es decir, derechos políticos pero también derechos
sociales y muy particularmente el tema de los derechos de los pueblos
indígenas, de manera que participe. Participé particularmente en las comisiones
internas de la Asamblea que tenían que ver con esos temas de los nuevos
derechos, de las formas de participación política y del tema religioso. En ese
sentido mi experiencia fue muy positiva aunque las cosas que surgieron de la
Asamblea algunas me gustan y otras no me gustan, esto es lo que pasa cuando uno
participa en un proceso como este.
Nota de Pagina /12.
FALLECIÓ EL PASTOR JOSE MIGUEZ BONINO
José Miguez Bonino,
pastor metodista, trabajador infatigable de la causa ecuménica, luchador por
los derechos humanos y teólogo de la liberación de amplio reconocimiento en la
Argentina y América latina, falleció el pasado sábado en la ciudad de Tandil (Buenos
Aires), a la edad de 88 años. El religioso se destacó especialmente por su
lucha contra la dictadura militar y la defensa de los derechos humanos, y tenía
un amplio reconocimiento más allá de la comunidad metodista a la que
pertenecía, porque sus actividades desbordaron ampliamente ese marco a través
de una interlocución permanente con los actores protagónicos de la sociedad
civil, en las causas por la justicia y en defensa de la vida.
El pastor Miguez Bonino nació el 5
de marzo de 1924 en la ciudad de Santa Fe, estuvo casado con Noemí Nieuwenhuize
y tuvo tres hijos. Hizo estudios de teología y alcanzó el título de Doctor en
Teología del Union Theological Seminary de Nueva York (1959). Fue profesor y
luego director del Instituto Superior de Estudios Teológicos (Buenos Aires) y
su producción teológica, reflejada en numerosos libros e incontables artículos
y publicaciones, fue traducida a varios idiomas y sigue siendo parte de los
textos obligatorios en seminarios y universidades, tanto protestantes como católicos.
Fue invitado como observador evangélico al Concilio Vaticano II, donde tuvo
encuentros personales con los papas Juan XXIII y Pablo VI. Allí forjó amistad
con teólogos católicos latinoamericanos, con los que después compartiría líneas
de trabajo y producciones, formando la Asociación de Teólogos del Tercer Mundo.
Fue también observador invitado en la II Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano (Medellín 1969). Desarrolló una intensa actividad ecuménica que
lo llevó a ser presidente del Consejo Mundial de Iglesias. (CMI).
En una autobiografía escrita
recientemente, el pastor Miguez Bonino afirmó que “la teología de la liberación
fue la respuesta de una generación de jóvenes católicos y evangélicos al
llamado del Espíritu Santo hacia un renovado compromiso espiritual, ético y
social con los pobres, el llamado a una nueva e integral evangelización”.
Durante los años de la dictadura
militar, Miguez Bonino contribuyó a fundar y fue parte del Consejo de
Presidencia de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, siendo
repetidas veces orador principal en las manifestaciones organizadas por los
movimientos de derechos humanos en el país. Fue electo convencional
constituyente (1994), siendo, junto con el obispo católico Jaime De Nevares,
los dos clérigos presentes en la Convención.
Respecto de la lucha por los
derechos humanos, Miguez Bonino sostuvo que “en términos directos, la defensa
de la vida humana fue vista por muchos cristianos como el inexcusable reclamo
de amor”. Y él mismo fue consecuente con esta apreciación, dedicando gran parte
de su vida, por una parte, a la tarea de defensa de los derechos humanos y, por
otra, a la denuncia de “la opresión, la crítica de las ideologías dominantes
que inspiran al nuevo imperio” y a la búsqueda de “nuevas alternativas de
futuro” a través de la “lucha por la vida y la justicia” desde “nuestra fe y
nuestro compromiso cristiano”.