artículo destacado
LA VERDAD DE LOS HECHOS
Las mentiras de LA NACIÓN
Ante el cúmulo de falsa información contenida en la editorial del diario La Nación (30/julio/2018), el Centro Tiempo Latinoamericano, como querellante en la causa por el homicidio del obispo Enrique Angelelli, aporta a los ciudadanos amigos de la verdad y la democracia, la información contenida en el expediente judicial y las carpetas de pruebas acumuladas en un proceso que se inició el 4 de agosto con la muerte violenta del obispo Enrique Angelelli y finalizó treinta y cuatro años después con el fallo judicial que quedó firme en la máxima judicial de la Nación.
El médico Cappeletti, que atendió a P. Arturo Pinto, gravemente herido, al llegar al hospital de Chamical declaró: que Pinto no podía hablar por la fractura del maxilar inferior y la inflamación de la lengua, que le impedían hablar. Nada pudo declarar , aunque los policías sumariantes le hicieron firmar un breve escrito fraguado en la madrugada del 5 de agosto en el mismo hospital.
Tampoco pudo declarar después, porque el sumario policial se archivó el 31 de agosto de 1976, cuando Pinto aún no había regresado de su internación en Córdoba. La primera reapertura de la causa se produjo en septiembre de 1983, a raíz de declaraciones del Obispo de Neuquén Mons. Jaime De Nevares, en el marco de los homenajes a Mons. Angelelli allí realizados, que también presidieron los obispos Jorge Novak, Miguel Hesayne y Marcelo Mendiharat.
Apenas el Juez de Instrucción Aldo Morales resolvió el 19 de junio de 1986 que la muerte de Mons. Angelelli había sido “un homicidio fríamente premeditado y esperado por la víctima”, el Coronel Eduardo de Casas miembro de inteligencia del ejército, desarrolló un rápida tarea contactando al entonces obispo de La Rioja Bernardo Witte, a quien le presentó un supuesto testigo: Raúl Alberto Nacuzzi, que nunca declaró ante la justicia. Y según manifestó su segunda esposa (el 9 de mayo de 2014) en la audiencia del juicio, mantenía relaciones con los militares del Batallón de Ingenieros de la Rioja, concurría al mismo y era visitado en su casa, ocasiones en que la esposa debía retirarse de su vivienda. Este Coronel De Casas, interventor de la policía federal de La Rioja, logró que el obispo Witte certificara una manifestación privada de Raúl Nacuzzi, la que fue depositada en la escribanía de la dra Ilda Rearte de Rearte, quien cuando se produjo la segunda reapertura de la causa en el 2006, la aportó al Juzgado Federal de La Rioja.
Copia de esa manifestación de Nacuzzi se acumuló en actuaciones secretas de los servicios de inteligencia, que incluyeron informes sobre recordaciones y homenajes al obispo Angelelli hasta los años noventa. Y un “peritaje extrajudicial” efectuado por el Cnel. Maximiano Payba en 1988. Estas actuaciones llegaron al Tribunal en el 2014 por dos vías distintas: Una la incorporó el entonces también acusado por el crimen Gral. Jorge Rafael Videla, quien además dijo ante el juez que dichas copias en 69 fojas le habían sido proporcionadas por su colaborador Cnel Eduardo de Casas. La copia mecanografiada del peritaje del Cnel. Payba, estaba titulada en forma manuscrita diciendo que había sido realizada “a pedido del obispo Witte”. En la otra copia, que llegó con la documentación aportada por el Conferencia Episcopal Argentina, no tenía ningún titulo manuscrito. Y cuando el Tte. Cnel. Payba declaró por videoconferencia en el juicio dijo que la había realizado a pedido del área de inteligencia del Estado Mayor del Ejército. Esta maniobra para desviar la investigación concluyó cuando la Cámara Federal de Córdoba aplicó las leyes de obediencia debida y punto final a los entonces acusados, y en consecuencia sobreseyó la causa por el impedimento legal de las citadas leyes.
Dieciséis años después, en el 2006, al producirse por segunda vez la reapertura de la causa al anularse las leyes referidas; y por otra parte al resolver el Episcopado Argentino, encabezado por el Cardenal Bergoglio, la creación de una Comisión Ad Hoc para dilucidar la verdad sobre la muerte de Mons. Angelelli, se inició la segunda etapa del plan de ocultamiento – como lo calificó el Tribunal juzgador - de los servicios de inteligencia del ejército, esta vez encabezado por el general Jorge Eduardo Apa, del área terrorismo del Estado Mayor del Ejército. Su objetivo principal estuvo dirigido a hacer prevalecer sus “informaciones” a los obispos, especialmente a Mons. Carmelo Giaquinta y Mons. Roberto Rodriguez (obispo de La Rioja), de la Comisión Ad Hoc, con quienes lograron reunirse en el Cenáculo “La Montonera”, donde habitualmente deliberan los obispos argentinos. La más notorio fueron las notas similares fechadas el 2 de agosto/2006 enviadas en forma simultánea al Cardenal Bergoglio y al Arzobispo Aguer, de La Plata, adjuntándoles copias de los informes mecanografiados del Coronel Eduardo de Casas. Al Tribunal Juzgador llegaron por vías diferentes: la carta a Bergoglio fue enviada con la documentación de la CEA; y la del Arzobispo Aguer con la aportada por el exgral. Jorge R. Videla. Allí el gral Apa les advertía que “la Iglesia sería víctima de una maniobra perversa” al instrumentar la muerte de Angelelli como martirio.
En relación al “auto blanco”, las primeras menciones fueron las aportadas por el personal del hospital de Chamical que atendió al sobreviviente Pinto. En el expediente se encuentran reiteradas por el testimonio de Gervasio Mecca quien recordó que en 1977 al dirigirse a Chamical, al pasar por el lugar del hecho, el P. Pinto le refirió la presencia de un auto blanco, con alitas en las puntas, tipo Peugeot. Arturo Pinto, acompañante del obispo en su último viaje, fue el único testigo presencial que pudo declarar por primera vez ante la Justicia en 1984. Allí contó la maniobra del auto blanco que provocó el vuelco de la camioneta del obispo Angelelli y su muerte inmediata. Esta declaración fuera reiterada en términos similares en varias oportunidades tanto en las etapas instructorias como en el juicio. El chapista Nelson Ibañez, declaró que la camioneta era de color blanco hielo y tenía una mancha como hubiese sido rozada por un auto color blanco tiza. No existe en el expediente ningún otro testigo que haya declarado sobre la inexistencia de otro vehículo. Si, en cambio el oficial Pio Tanquía, que encabezó la primera comitiva policial que llegó al lugar del hecho poco después que fuera avisado por el industrial Carlos Alzola, el primero en llegar al lugar del hecho. El policía dijo que vio un auto blanco, que le pareció un Peugeot 504, a poca distancia entre unos árboles al costado de la ruta. Y lo vio en dos oportunidades, al llegar al lugar y poco después cuando regresó al puesto policial de Punta de Los Llanos.
Dentro de las infamias contenidas en los informes de inteligencia aportados a la causa judicial por el Archivo de la Comisión de la Memoria de La Plata abundan escritos que endilgan vinculaciones del obispo Angelelli con la “subversión”, sin que en caso alguno esté respaldado en prueba objetiva y documentada. Pero fueron justamente esos informes maliciosos los que abonaron las mentes asesinas de los militares que ordenaron ejecutar el crimen. Sólo con aviesa intención se puede mencionar una foto que publicada con epígrafe e información sobre las refacciones de una sala de primeros auxilios en un barrio de la periferia riojana en 1973.
Mas graves son las mentiras acerca de sus homilías. En ninguno de los cuatro tomos publicados con todas sus homilías se encuentran palabras que no sean convocatoria a luchar por la justicia y por la paz. Y específicamente su condena a todas las formas de cómo se mata la vida en su carta pastoral de Cuaresma de 1975.
Quienes lamentan que la Iglesia no siga apañando políticas de explotación y provocadoras de miseria, seguirán alimentándose en la calumnia y la infamia, como la padecida por Enrique Angelelli y tantos y tantas otros cristianos comprometidos por la justicia, la solidaridad y la paz.
Córdoba, 31 de julio de 2018
CENTRO TIEMPO LATINOAMERICANO
Belgrano 715 - Córdoba