lunes, 22 de enero de 2018

UNA REFLEXIÓN SOBRE EL VIAJE DEL PAPA / Claroscuros del paso de Francisco por Latinoamérica Por Eduardo de la Serna



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OPINIÓN

Una reflexión sobre el viaje del Papa





Claroscuros del paso de Francisco por Latinoamérica




El reciente viaje del Papa por las hermanas y queridas repúblicas de Chile y Perú suscitó una importante cadena de comentarios muy diversos. El diario El Tiempo (Bogotá, Colombia) interpreta el paso por Chile como una suerte de fracaso (21 de enero 2018) y dice allí Darío Menor Torres: “En su momento histórico más bajo a raíz de los escándalos de abusos sexuales contra menores cometidos por eclesiásticos, la Iglesia de ese país era la más necesitada de América Latina en recibir al obispo de Roma”. Empiezo citando un periodista “no implicado” ya que las voces en Chile y Perú son parte de la información, y las argentinas son claramente parciales. Y empiezo aquí porque quiero preguntarme varias cosas a raíz de este viaje.

El periodismo ante la Iglesia, el Papa, sus viajes y sus palabras


Habitualmente, la información previa, posterior y en el momento de los viajes de un Papa, podemos “seguirla” por los Medios de Comunicación. Hay cosas que pueden tener un sentido simbólico (que el Papa ayude a una carabinera que cayó del caballo) o desconocido (¿por qué cambió dos veces de carro en Perú?) que figuran más para la galería de anécdotas que para el sentido profundo del viaje.
Dentro de esa información, como ocurre en todos los casos, una cosa es la transmisión precisa de hechos y palabras y otra la interpretación de los mismos. En el primero de los casos, sólo se trata de honestidad o no en la transmisión precisa: “dijo esto / hizo aquello”; en el segundo, se trata de la posición que el intérprete toma ante esos dichos o hechos. Posición legítima, por cierto, en la medida en que esta sea explícita y no quede oculta bajo una capa de supuesta neutralidad.
En mi opinión, la inmensa mayoría de los periodistas al hablar de temas eclesiásticos hacen alarde de una manifiesta y preocupante ignorancia; son contados con los dedos de una mano —a la que, además, le sobran dedos— los periodistas que “están en tema”. Creo que suelen hacer un análisis “político” de un tema que, si bien tiene muchas aristas políticas, no es expresamente político. Y entonces sus modos de análisis resultan parciales, incompletos, o —en algunos casos— francamente espantosos.
Si para el periodismo el Papa es “el jefe de la Iglesia” (y para una inmensa mayoría lo es), sus palabras son “dogmas”, o la Iglesia es una institución “vertical y verticalista”, sus análisis serán distintos a los de aquellos que tengan (tengamos) otra eclesiología. Los dichos del periodista español para El Tiempo demuestran claramente esta ignorancia y este verticalismo. Si el Papa es “el obispo de Roma”, el que “preside en la caridad” a la “comunidad eclesial”; si la Iglesia es una “comunidad de comunidades” en la que hay obispos, curas, laicos de las más diversas corrientes y opiniones (aunque siempre “en comunión”) el sentido de los viajes, de las palabras papales y sus gestos, será sumamente diferente. En lo personal creo que en el periodismo, en estos temas, hay más pereza por entender, hay más ignorancia disimulada, que verdadero esfuerzo de análisis.
Y vuelvo a un ejemplo colombiano. Al terminar el viaje del Papa por Colombia, que fue considerado un éxito, en general hubo una serie de cosas interesantes de preguntarse. Una viñeta de Beto Barreto titulada “Balance de la visita” (publicada en http://dateateweb.wixsite.com/dateatealminuto/a-la-vista) sirve para formularse con profundidad la pregunta. Hablar de éxito o fracaso debería dejar bien claro con respecto a qué expectativa. Muchos de los que aplaudieron la visita, una vez concluida siguieron trabajando militantemente en contra de la paz, por ejemplo; o poniendo obstáculos a su búsqueda ardua. Otros criticaron claramente discursos “buenos” pero que al no ser “encarnados” podían servir para cualquiera, como por ejemplo al denunciar casos de corrupción.
Y retomo el texto del comienzo: si la Iglesia chilena está en un momento crítico, toca a la misma Iglesia (no al “papá” que vive en el exterior venir a arreglar pelea de hermanos). Toca a la Iglesia (no a los obispos [otro síntoma de “pereza” periodística hablar de “la Iglesia” cuando habla un obispo], sino laicos, comunidades, curas y también obispos) analizar las causas y proponer soluciones. En lo personal, si tengo problemas parroquiales puedo consultar a otros curas, pero no espero que otro cura venga a mi comunidad a “traer soluciones”; si hay problemas en mi diócesis, espero que el obispo consulte a los curas, laicos y comunidades y no que venga otro obispo a “decir qué hay que hacer”. No entiendo, por lo tanto, que “el obispo de Roma” venga a la diócesis de “X” a decir qué debe hacerse. Se supone que los problemas, las causas, las situaciones, las posibilidades, los instrumentos para la solución los conoce “la Iglesia local”. Creo —en suma— que los viajes papales y esperar de ellos soluciones, normativas, criterios sólo sirven a una eclesiología que yo rechazo y cuestiono. Y si se celebra que el Papa hable de “amor”, de “paz”, de “comunidad”, de “pobres”, de “solidaridad” o críticamente de la “violencia”, la “corrupción”, la “insolidaridad”, la “indiferencia” es realmente preocupante: que tenga que venir el “papá” a decirnos que tenemos que vivir conforme a lo que nos dice Jesús de Nazaret que debemos hacer resulta verdaderamente preocupante. Y además, si es así, es evidente dónde está el problema por el que “la Iglesia está en crisis”: por no vivir el Evangelio.

El Papa en Chile


Al ser la Iglesia una comunidad internacional (eso significa “católica”) una buena pregunta es cuáles son las fuentes de información —del Papa en este caso— para hablar u obrar. El Papa no tiene posibilidades, sin duda, de conocer a todos los curas del mundo cuando tiene que elegir a “fulano” para que sea obispo de la diócesis “mengania”. Alguien (alguienes) le informa/n. Sin duda una fuente sabida es la Conferencia episcopal del lugar y su embajador en la región, el Nuncio. Claro que si los obispos del lugar están en crisis (es lo que se ha dicho del episcopado chileno) la pregunta adquiere doble sentido. Y cuando las conferencia episcopales son numerosas también cabe saber a quien/es entre ellos elegir a la hora de estar informado. Este tema vale para Chile y casi todos los restantes países (quizás no para Argentina ya que el universo de conocidos para el papa Francisco es más amplio). Siendo que para el consejo de Cardenales que lo asesoran, el Papa ha escogido al cardenal emérito Francisco Errázuriz, es de suponer que él será una fuente privilegiada de información para el Papa. Por tanto, conocer al cardenal puede servir para suponer reconocer una fuente importante de información papal. Sin duda habrá otras.
Por otra parte, si el Papa viaja a una región, es de suponer que los temas que analice, comente, le preocupen sean los temas “pastorales” que para los informantes del lugar sean los más importantes. ¿Cómo podría el Papa saber de la existencia de Tal problema si no le han informado? Sin duda hay temas propios del lugar que —por otro lado— son “generales”: el clero, el episcopado, la pastoral, la evangelización… Habitualmente estos temas, que son el corazón de la misión eclesial, no son mencionados por la prensa salvo que toquen las aristas políticas que les interesan o salvo que orillen escándalos que “venden”. ¿Qué le importa a la prensa en general, si el Papa habla de teología, pastoral o Biblia? Lo que trasciende entonces, de los viajes (este, los pasados o los futuros) es lo que para la prensa (y – en muchos casos – su pereza) “debe” importar.

El Papa en Temuco


En una correspondencia con un amigo, un cura de Temuco que tuvo injerencia en la visita del Papa a la región le decía: “Tuvimos una contra muy fuerte. Amenazas de que se iba a boicotear la actividad, por lo cual muchas personas tuvieron miedo y desistieron de asistir. ¡Nada de eso hubo! El ambiente estuvo cargado de alegría y de espiritualidad”.
Visto desde Argentina (¿por qué deberíamos mirarlo “desde” allí? Lo hago como argentino, pero no creo que sea ni siquiera el lugar más importante para mirarlo) el “tema mapuche” era tema central. Ciertamente lo fue, visto “desde Chile”, pero —obviamente— las realidades son bien diferentes. En nombre de una supuesta “causa mapuche”, la situación de violencia es importante. Muchas iglesias quemadas con lemas tipo “no respetan nuestra religión, no respetamos la suya”, pero ni un solo responsable detenido a pesar que hay destacamentos de carabineros por todas partes, hace pensar en otras posibilidades. Las así llamadas “fuerzas de seguridad” reciben buenos aumentos de presupuestos, salarios y demás en estas circunstancias. Uno puede preguntarse, por ejemplo, por qué los atentados son contra comunidades católicas y no evangélicas, por ejemplo. Para algunos grupos pentecostales todo lo indígena es visto como “idolátrico y del demonio”, mientras que —me consta— hay curas que han participado en nguillatunes, por ejemplo. Conozco curas mapuche que no reniegan de serlo, mientras que los pastores (me refiero a algunos grupos específicos, no a las iglesias evangélicas en general) deben purificarse de su pasado. ¿Por qué no se atenta contra estas comunidades si de “no respetar” lo mapuche se trata? Sospechar de políticas que favorecen a los apropiadores de tierras, a los poderosos y críticos de comunidades eclesiales que tienen una cierta cercanía con el universo mapuche no sería insensato. El tema “violencia”, entonces, es ciertamente distinto, aunque el gobierno argentino quiera inventar inexistentes grupos mapuche violentos en Argentina.
Lo cierto es que el paso del Papa por Temuco fue visto como muy positivo en general. Sin duda puede haber grupos, más o menos representativos de algunas comunidades que estén desconformes pero en general el balance ha sido muy positivo.

El Papa en Iquique


Si tengo en cuenta el “desde” y el “quien”, confieso que a mí me hubiera gustado alguna referencia del Papa a la masacre en “Santa María”, en Iquique (1907). Si la hubo no la registré. Las fotos revelan una magra presencia de público. El tema del que se esperaba que hablara estaría centrado en los migrantes que, en la zona, son un colectivo muy importante (bolivianos, peruanos, colombianos, venezolanos, haitianos, dominicanos…). Sin embargo, también hay que anotar que la zona es parte del territorio anexado por Chile al vencer a Bolivia en la “guerra del Pacífico”, o “del salitre” (1836-1839) y “palabras claras” hubieran significado una “toma de posesión” en el conflicto entre ambos países. Lo cierto es que las fotos aéreas revelan que los participantes fueron pocos en comparación con lo esperado. Era de esperar que esa foto fuera utilizada —como lo fue— por la prensa hegemónica argentina en su campaña contra el Papa que hasta ha merecido una declaración de la habitualmente silenciosa conferencia episcopal argentina.

El Papa y la pederastia


Pero antes de la presencia en Iquique un tema empezó a sobrevolar fuertemente la visita papal: los casos públicos y notorios de pederastia por parte de sectores de la jerarquía chilena y el silencio, a veces cómplice, de parte del episcopado. Que el Papa se reuniera con víctimas de abusos no resultó suficiente, el “caso Karadima” y la presencia del obispo Barros en todas las ceremonias empañó gravemente la visita papal en Chile. El cura Fernando Karadima resultó un caso particularmente resonado en Chile; como ha ocurrido en numerosos casos, lamentablemente, la jerarquía eclesiástica simuló investigaciones que finalizaban en la nada misma, e incluso hubo presiones para que la cosa no avanzara en la justicia ordinaria. Se presentaba a sí mismo como buen discípulo de san Alberto Hurtado (cosa aparentemente desmentida por Óscar, el propio hermano del acusado) pero era visto como modelo y ejemplo eclesial: de su comunidad hubo muchísimos curas e incluso varios alcanzaron el episcopado. Finalmente, luego de sortear varias trabas civiles y eclesiásticas, fue sancionado el 2010 y expulsado. Esto indica, sin prejuzgar, pero teniéndolo en cuenta como dato, que todo el episcopado de Errázuriz en Santiago de Chile lo tuvo como cura en su diócesis. Recién su sucesor Ricardo Ezzati comunicó la decisión tomada por la Santa Sede. Las condenas de pederasta y efebofilia determinaron la suspensión. Desconozco si ha sido expulsado del estado eclesiástico. Uno de los obispos que pertenecían originariamente al “grupo del Bosque” —de donde era párroco Karadima— era el obispo Barros: auxiliar de Santiago, obispo de Iquique, obispo castrense (y general del ejército) y recientemente nombrado por el papa Francisco obispo de Osorno. Algunas de las víctimas de Karadima han denunciado a Barros por encubrimiento algo que —obviamente— él niega, pero el Papa ha elegido creerle a éste y afirma que se trata de una “calumnia” y que “no hay pruebas en su contra”. Quizás el papa hubiera debido recibirlos para escucharlos. Prefirió escuchar su campana. Sin duda esta actitud empañó —¡y demasiado!— el paso del Papa por Chile. Y en ese enturbiamiento, Barros contribuyó particularmente mostrándose en toda ocasión al lado del Papa. En lo personal no tengo elementos para afirmar que Barros encubrió o no a Karadima, pero sí creo que:
  1. El Papa bien podría haberle puesto nombre a esos abusos para dejar claro que no adhiere a la complicidad de gran parte de la Iglesia chilena del “santito” condenado;
  2. Bien hubiera podido Barros correrse a un costado casi invisible para favorecer la visita papal. Él (con la anuencia pontificia) eligió lo contrario;
  3. No veo cómo un obispo que llega tan cuestionado pueda contribuir (sea o no responsable de encubrimiento) a desarrollar su ministerio pastoral en la diócesis;
  4. Es posible que “algo pase en adelante y que algunas cosas sean “manejadas en el silencio”, pero a la hora de evaluar el viaje del Papa” sin duda la mancha es grande.

El Papa en Perú: el tema ambiental e indígena


Salvando el saludo protocolar en el aeropuerto a la llegada al Perú, la primera actividad del Papa no fue una visita “oficial” al gobierno sino a las comunidades indígenas de la Amazonía (que prepara, por otra parte, un sínodo regional). Allí el papa enfrentó algunos de sus temas preferidos (el medio ambiente, los pobres, las culturas) con lo cual se “movió a sus anchas”. La continuidad con su encíclica Laudato Si fue evidente, y era de esperar.

La corrupción


Pero al dirigirse a los ambientes “públicos” hay temas insoslayables que no pueden quedar en la nebulosa para no repetir el “chiste colombiano” citado más arriba. La casi inminente destitución del presidente a causa de los escándalos de Odebrecht (que en tantas partes, salvo Argentina, por cierto) ha causado tanto escándalo y juicios se vio frenada por el apoyo del fujimorismo. Alberto Fujimori estaba condenado por crímenes de lesa humanidad y en la campaña hasta su hija Keiko dijo que no iba a indultarlo. Pero como “amor con amor se paga” (¡perdón Juan de la Cruz!) a poco de re-confirmado Kuczynski en la presidencia con tan “notable” apoyo, Fujimori fue indultado. Todos supieron que se trataba de “devolución de favores”. Si se habla contra la corrupción no parece que este sea un tema soslayable. Pero la corrupción no tuvo “nombre y apellido” ni indicios evidentes de dirección.

El episcopado


El arzobispo de Lima es el cardenal Juan Luis Cipriani (Opus Dei). Más que amigo, cómplice del fujimorismo, algo ya notorio desde su participación en la toma de la embajada de Japón (1996). En la reciente campaña electoral su postura en favor de la candidata Keiko Fujimori fue indubitable. Su postura hipercrítica contra toda teología con tufillo liberador, comenzando por el teólogo Gustavo Gutiérrez, resulta deplorable. Fue connotada su participación en la asamblea episcopal latinoamericana en Aparecida (2007) cuando pidió que “no se hable de ‘reino de Dios’ porque era una categoría sociológica” (sic). Hablar de corrupción hubiera debido complicar al cardenal, pareciera.

El papa y la pederastia


Como en tantas partes, la pedofilia ocupa un lugar importante en el descrédito eclesiástico y en los temas que se espera que el Papa hable con claridad. Como ocurrió en Chile, un caso muy connotado fue el del fundador de los sodalicios de vida cristiana fundados por Luis Fernando Figari (invitado personal del papa Benito XVI a la asamblea de Aparecida). Es curioso que, como ha ocurrido en otros casos como Marcial Maciel (Legionarios de Cristo), Roberto José Lettieri (Toca de Asis), Carlos Buela (Verbo Encarnado) se trate de grupos religiosos ultra conservadores, con un discurso muy rígido en lo concerniente a lo sexual, con poderosa influencia en las conciencia de personas débiles que termina accediendo “libremente” a todo lo que el fundador propone. De allí a los abusos no hay más que un pequeño paso que sencillamente han traspasado. A Figari lo sucedió Germán Doig (+ 2001); había comenzado el proceso de beatificación abruptamente clausurado por denuncias de abusos sexuales. Como es el caso de Karadima, Figari ha sido sancionado al interno de la Iglesia, “condenado” a oración y penitencia (sic). No deja de ser interesante notar que los sodalicios llevaron adelante toda la secretaría de la asamblea episcopal de Aparecida (2007) y que su llegada a la Argentina (2005) se debió —según ellos mismos lo afirman (http://sodalicio.org/el-sodalicio-de-vida-cristiana-en-argentina/)— a una invitación del entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio. Nuevamente los “abusos” no tuvieron “nombre y apellido”.

Conclusión


Si debo señalar algo del viaje papal y miro lo que dicen sus adversarios (hoy, 21 de enero 2018, Julio Blanck y Eduardo Van der Kooy en Clarín, y días pasados Loris Zanatta y Joaquín Morales Solá en La Nación) debo señalar que celebro su viaje y las cosas positivas —¡muchas!— que encuentro en él. La insistencia en los pobres, en una iglesia más evangélica que dogmática, los gestos numerosos de cercanía y humanidad, su lenguaje desacartonado, algunos reconocimientos (el del obispo chileno Enrique Alvear es un gran ejemplo) y los temas elegidos me resultan muy significativos y constructivos.
Debo repetir lo que ya dije varias veces: no quiero que el Papa viaje (ni este ni otros), salvo cuando de acontecimientos internacionales se trata como asambleas, congresos, etc… Y por tanto, no celebro este ni otros viajes. Creo que no dejan demasiado (el caso colombiano que señalé es evidente) y creo que:
  1. Las fuentes de información del Papa en los lugares a visitar no me parecen, en muchos casos, lo suficientemente amplias como para que haya una acabada comprensión de los problemas, las situaciones y las propuestas de solución.
  2. Creo que en algunos casos, por no visibilizar complicidades eclesiásticas quizás, las cuasi-denuncias son lo suficientemente ambiguas para que nadie se sienta implicado y hasta los más sospechados puedan afirmar estar de acuerdo con él.
  3. Creo que algunos casos parecen más de marketing que de una profunda convicción. En el caso de pederastia, lamento sospecharlo. En la iglesia parece no haber una acabada comprensión de la distinción entre pecado y delito. Hay cosas que son pecado y a su vez delito, hay otras que son lo uno y no lo otro… En el caso del pecado, esto es en la reconciliación del pecador con Dios, la absolución sacramental es el paso necesario. Pero en los casos del delito se trata de algo que la sociedad civil debe evaluar, juzgar y —eventualmente— condenar. La pederastia es uno de estos casos. El “caso Grassi” en Argentina resulta harto evidente: ya condenado en todas las instancias, sigue en ejercicio del ministerio en la prisión. No espero que sobre esto se pronuncie el obispo de Roma (no quiero que lo haga), pero sí el obispo de Morón. Pero en la Iglesia parece primar a veces una actitud corporativa antes que evangélica que contribuye notablemente a su descrédito.

En suma: el Papa pasó por América del Sur. No visitó (afortunadamente) la Argentina. Y muchísimas cosas positivas, algunas negativas y otras en nebulosa quedan para el análisis; análisis que cada quien puede hacer, es de esperar que señalando claramente “desde dónde” lo hace. Y —sobre todo— espero que el pueblo de Dios de América Latina, los pobres del pueblo, encuentren, en comunión con el Papa, una comunidad eclesial que nos permita y ayude a vivir el Evangelio de Jesús denunciando claramente todo lo que se opone a que Dios reine en la justicia y el derecho; y anunciar un nuevo mundo posible, de hermanas y hermanos que juntos caminamos a la vida en abundancia que Dios sueña para nosotros.




Eduardo de la Serna es sacerdote católico, integrante del Grupo de Curas en Opción por los Pobres




http://www.elcohetealaluna.com/



jueves, 18 de enero de 2018

¿EL FUTURO DEL MUNDO? ¡EL MONASTERIO INTERIOR! Por Stefano cartabia


artículo destacado




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REFLEXIONES


¿El futuro del mundo? ¡El monasterio interior!


Por Stefano cartabia, Oblato, 
stefanocartabiaomi@gmail.com
URUGUAY




ECLESALIA, 19/01/18.- Arde el mundo en la búsqueda de la verdadera paz y de la alegría. Gente corriendo por la rutas de la vida, persiguiendo frágiles sueños. Todo se mueve y no se sabe por qué y hacia donde. La frustración y el cansancio nos ganan.

Pero hay otros y consoladores signos.

Hay signos, poderosos signos, de luz y novedad. Signos que revelan nuestra Casa de origen. La Casa del Silencio y del Amor. La Casa del Ser.

En nuestro contradictorio y herido mundo se entrelazan y acompañan los signos y los anhelos.

El sin sentido, la desesperación, la pobreza, la violencia, el egoísmo, el consumismo van de la mano – conviviendo (a veces pacíficamente y otras en conflicto) – con la solidaridad, la ecología, la defensa de los pobres, el progreso de la ciencia, las esperanzas y los sueños de un mundo unido y fraterno.

¿Adonde va nuestro mundo? ¿Cuál futuro espera a nuestros descendientes?

¿Podemos aportar algo que marque un hito?

Sin duda la humanidad evoluciona. Evoluciona desde muchos campos y la historia – nuestra humana historia teñida de sangre – está ahí, evidenciándolo.

Crecimos en la comprensión del valor del ser humano y de la vida en general. Crecimos en la tolerancia y en el respeto al diferente de cualquier clase. Los avances de la ciencia y la medicina son extraordinarios.

Crecimos en la conciencia de nuestra raíz espiritual y divina.

Todavía falta, lo sé. Siguen presente en nuestro mundo tanto egoísmo y tanto dolor inútil y evitable. Pero el salto de conciencia en realidad está siempre ahí, al alcance de la mano, porque la conciencia no conoce de tiempo y espacio.

Los grandes espíritus siempre lo supieron: Francisco de Asís había visto – hace 800 años – que la hermandad define el Universo.

Gandhi había visto y vivido que la clave de la convivencia era el respeto y la no violencia.

Y muchos antes, Buda, Confucio, Lao Tse, Jesús, habían experimentado y compartido con sus contemporáneos que la salida del sufrimiento y la vivencia de la plenitud radicaba (y radica) en el amor.

Muchos, muchísimos, estamos de acuerdo con estos descubrimientos e invitaciones de estos grandes espíritus. Tal vez la mayoría de la raza humana, con sus distintas culturas, aprueba y comparte esta visión.

¿Por qué entonces nos cuesta tanto vivirlas, practicarlas, compartirlas?

El desafío se vislumbra en el mismo proceso evolutivo de la humanidad. El amor que nuestros pensamientos y sentimientos aprueban y anhelan, es todavía vivido como algo exterior. No caemos en la cuenta que el amor es, en definitiva, lo que somos.

Es un problema antropológico/espiritual, un problema de identidad.

Perdidos en el pensamiento y zarandeados continuamente por sentimientos y emociones andamos angustiados por el mundo anhelando migas del mismísimo Amor que nos define, nos sostiene, nos crea, nos alimenta.

Nuestro mundo necesita identidad. Necesita descubrirse. La humanidad necesita descubrirse. Apenas hemos entrado en una veta cuya profundidad desconocemos.

Todas las demás “identidades” por cuanto psicológicamente y socialmente sean importantes, son secundarias y relativas: varón, mujer, rico, pobre, europeo, americano o asiático, campesino o doctor, creyente o ateo, de tal o cual apellido.

“Identidades” relativas a nuestra experiencia humana y terrestre, pero “identidades” que se diluirán para dejar lugar a la sola, única y auténtica identidad: el Amor.

El desafío, el único desafío verdaderamente importante es entonces el desafío que nos conduce a descubrirnos amor, amados, amantes.

Hay un camino privilegiado. Un camino directo, una autopista. Un camino que muchas personas “logradas” recorrieron y señalaron.

Es el camino del silencio.


¿Por qué tan esencial y tan directo este camino?


En la experiencia cristiana – por citar una sin desmerecer a las demás que tanto tienen para enseñarnos en este camino – tenemos la gran tradición de los monasterios.

Los monasterios eran y son, lugares de identidad. Lugares de búsqueda de nuestra verdadera identidad. Por eso son lugares rodeados y empapados de silencio.

Monjes y laicos iban a los grandes monasterios – cartujas, benedictinos, carmelitas, cistercienses, por citar unos pocos – para palpar lo eterno. No se conformaban con lo transitorio y lo pasajero. Transitorio y pasajero que tanto nos atrapa y distrae en nuestro tiempo.

Buscaban (y buscan) el Ser que no pasa. Buscaban (y buscan) lo Invisible que se manifestaba en las maravillas visibles.

El Ser eterno que se manifiesta en el tiempo y lo Invisible que late en lo visible, lo permite y lo sostiene tienen una misma característica: se palpan en el silencio.

Por una simple y exquisita razón: pensamiento, sentimientos y emociones son transitorios y pasajeros. Solo el silencio es eterno. El silencio es el espacio donde todo aparece y toma forma. El pensar surge del silencio y vuelve a él. Así los sentimientos.

Entonces ponernos de lado del silencio es optar por la sabiduría. Es optar por lo eterno y por ser verdaderamente libres. Solo el silencio es el espacio de pura libertad. Esta libertad tan aclamada y proclamada en nuestras culturas y desde las clases políticas, pero no encontrada. Porque es una seudo-libertad, una libertad siempre dependiente y condicionada por el frágil pensar y las heridas emocionales.

Solo desde el silencio aprendemos la única libertad. Desde él aprendemos a manejar y disfrutar del pensar y del sentir. En otras palabras de la vida.

Porque hay una Vida y una vida. La Vida silenciosa es la que permite y crea esta nuestra vida terrenal, empastada del pensar y del sentir. Qué pueden ser – y lo son si dudas – enormemente hermosos y disfrutables. Como también sumamente dolorosos.

Hay que volver a los monasterios. Con un cambio por cierto.

Un cambio dictado por la evolución de la humanidad.

Volver y construir el monasterio interior. Hacer del corazón humano un monasterio, un lugar – el lugar – donde el silencio susurra y revela lo que somos.

Se terminarán los templos exteriores o pasarán a ser secundarios. Descubriremos otro templo, otro imponente monasterio en nuestro frágil corazón. Un monasterio que siempre estuvo presente en realidad. El maestro de Nazaret lo había vislumbrado cuando dijo:


“Pero la hora se acerca, y ya ha llegado,
en que los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y en verdad,
porque esos son los adoradores
que quiere el Padre.
Dios es espíritu,
y los que lo adoran
deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Jn 4, 23-24).


Podemos acelerar este cambio de época. Podemos crear comunidades espirituales – monasterios sin paredes – que viven desde el silencio y desde el monasterio interior de cada cual.

Monasterio interior que algunos llamaron “Santuario interior”, otros “alma”, otros “intimidad más íntima”, otros “sala del rey del castillo interior”.

Poco importa el nombre. Utiliza el que más te inspire y guste, el que más se ajuste a tu historia y perfil psicológico.

Hermosa es la metáfora del “Debir”. El “Debir” era el lugar más sagrado de Templo de Jerusalén, donde se guardaba el Arca de la Alianza y donde el Sumo Sacerdote entraba una sola vez al año. Es el Sanctasanctorum (Santo de los santos). El término hebreo “Debir” significa “lo que está detrás” y por eso algo oculto, escondido. También viene de la misma raíz de “palabra” (“dabar”). El Debir entonces es el lugar más íntimo, donde todo es silencio y donde se escucha la verdadera palabra. Es nuestro lugar más sagrado, nuestro Monasterio interior.

El futuro de la humanidad pasa por el monasterio interior, pasa por la experiencia de silencio. No tengo duda.

Porque solo enraizados en el silencio podremos descubrir y vivirnos desde lo que somos: el Amor. Porque solo el silencio permite y engendra la vida.

Cuando nos instalamos en el Silencio de nuestro monasterio interior, el Amor aparece. Misterio inagotable que se esfuma a la mínima tentativa de ser atrapado y retenido. Sumamente libre el Misterio nos hace libres, a la única condición de no intentar poseerlo.

No podemos manipular el Misterio, como no podemos decir el Silencio. Solo los podemos ser. Siendo, desde el Silencio interior, el Amor te transforma y transforma la realidad.

Podemos hacer algo. Debemos: por el bien de nuestro mundo maravilloso y de los que vendrán. Podemos hacer algo: haciendo del silencio nuestra Casa y anunciando el silencio por doquier (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).




https://eclesalia.wordpress.com


VÍCTIMAS DE KARADIGMA POR RESPALDO DEL PAPA A OBISPO BARROS: " LO QUE HA HECHO HOY ES OFENSIVO" Por Alejandra Jara



Víctimas de Karadima por respaldo del Papa a obispo Barros: “Lo que ha hecho hoy es ofensivo”




Víctimas de Karadima por respaldo del Papa a obispo Barros: “Lo que ha hecho hoy es ofensivo”



Por  Alejandra Jara




Los denunciantes de los abusos sexuales en la Iglesia entregaron una serie de antecedentes que a su juicio vincularían a Barros como cómplice de estos hechos: que era parte del círculo de confianza de Karadima y que viajó a Roma para desacreditar sus testimonios.


Este jueves José Andrés Murillo, James Hamilton y Juan Carlos Cruz, víctimas de Fernando Karadima, calificaron como “ofensivas” las declaraciones del Papa Francisco quien respaldó al obispo Juan Barros, asegurando que las acusaciones en su contra son “calumnias” y no hay “pruebas” en su contra.

Los denunciantes de los abusos sexuales en la Iglesia entregaron una serie de antecedentes que a su juicio vincularían a Barros como cómplice de estos hechos: que Barros era parte del círculo de confianza de Karadima, y que nunca ha negado lo contrario, y que el obispo viajó a Roma para blindar al ex líder de El Bosque y desacreditar sus testimonios.

La conferencia de prensa comenzó con una declaración pública de José Andrés Murillo, quien respondió a la frase del Papa: “El día que me traigan una prueba ahí veré, las demás son calumnias”.

“Calumnia es la imputación de un hecho falso. Esto es grave y no podemos aceptarlo. El obispo Barros formó por casi 40 años parte del círculo íntimo del sacerdote Karadima. Nadie ha desmentido la participación de Barros en dicho círculo, ni siquiera él”, aseguró Murillo.

Además agregó que ellos denunciaron en innumerables ocasiones la presencia de Barros en los abusos sicológicos y sexuales cometidos por Karadima y que en la causa judicial se sabe que los miembros de la comunidad del Bosque -incluido el obispo de Osorno- conocían de los abusos, “a pesar de este nunca denunció al sacerdote”.

Juan Carlos Cruz también relató que en los años 80 un grupo de fieles envío una carta al cardenal Juan Francisco Fresno denunciando los abusos de Karadima y que Barros, como secretario personal de Fresno, destruyó dicha carta.

Cruz dijo que una vez que se hicieron públicas sus denuncias contra el ex líder de El Bosque, el hoy obispo de Osorno viajó al Vaticano para reunirse con Luis Ladaria Ferrer, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe en esa época, para intentar blindar a Karadima y desacreditarlos a ellos a través de cartas de personas cercanas a él.

El denunciante también citó la carta que en 2015 el Papa envió a la Conferencia Episcopal Chilena para abordar la situación de Barros que había sido nombrado obispo de Osorno. Que ese mismo año se filtró un video en que aparecía tildando de “tontos” a los fieles que se mostraron en contra de esta designación y agregó que hubo una acusación judicial contra Barros, pero que había sido desacreditada.

“Hoy el Papa dice que no hay ni una sola acusación”, agregó cruz.

James Hamilton sostuvo que los antecedentes descritos y los dichos del Papa son “de extrema gravedad” y “revelan un rostro desconocido del Pontífice”.

“Lo que ha hecho el Papa hoy es ofensivo y doloroso y no sólo contra nosotros, sino para todos quienes luchan por terminar con contextos abusivos”, sostuvo.

Y agregó: “Esta no es una cruzada contra la Iglesia Católica. Tenemos una relación cercana con muchos religiosos que se la juegan por la verdad dentro y fuera de la Iglesia. Lo nuestro es contra el abuso sexual, el abuso psicológico y los encubrimientos de estos abusos”.

“Por esa razón es inaceptable lo que ha dicho el Papa Francisco en referencia a nuesta causa y nuesta lucha que es la de todos los abusados. En particular del clero, también es la de Osorno. Es ofensivo para nosotros y para todos quienes han sufrido abuso, en especial abuso clerical”, aseguró.


Y concluyó: “No aceptamos amedrentamientos de nadie, por más poderoso que sea”.










miércoles, 17 de enero de 2018

HOMILÍA DE FRANCISCO EN LA MISA EN TEMUCO EN EL SUR DE CHILE (texto completo y Video)







TEXTO y VIDEO: Homilía del Papa en la Misa en Temuco en el sur de Chile


(ACI).- El Papa Francisco presidió este miércoles 17 de enero una Misa en el aeródromo de Maquehue en Temuco. En su homilía alentó a vivir la unidad y a superar todo tipo de violencia.




A continuación el texto completo de la homilía del Santo Padre:



«Mari, Mari» (Buenos días)

«Küme tünngün ta niemün» (La paz esté con ustedes) (Lc 24,36).

Doy gracias a Dios por permitirme visitar esta linda parte de nuestro continente, la Araucanía: Tierra bendecida por el Creador con la fertilidad de inmensos campos verdes, con bosques cuajados de imponentes araucarias —el quinto elogio realizado por Gabriela Mistral a esta tierra chilena—, sus majestuosos volcanes nevados, sus lagos y ríos llenos de vida.

Este paisaje nos eleva a Dios y es fácil ver su mano en cada criatura. Multitud de generaciones de hombres y mujeres han amado y aman este suelo con celosa gratitud. Y quiero detenerme y saludar de manera especial a los miembros del pueblo Mapuche, así como también a los demás pueblos originarios que viven en estas tierras australes: rapanui (Isla de Pascua), aymara, quechua, atacameños, y tantos otros.

Esta tierra, si la miramos con ojos de turista, nos dejará extasiados, y luego seguiremos nuestro rumbo sin más; y acordándonos de los lindos paisajes, pero si nos acercamos a su suelo, lo escucharemos cantar y cantar con tristeza: «Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticias de siglos que todos ven aplicar».

En este contexto de acción de gracias por esta tierra y por su gente, pero también de pena y dolor, celebramos la Eucaristía. Y lo hacemos en este aeródromo de Maquehue, en el cual tuvieron lugar graves violaciones de derechos humanos. Esta celebración la ofrecemos por todos los que sufrieron y murieron, y por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticias.y recordando estas cosas nos quedamos un instante de silencio, ante tanto dolor y ante tanta injusticia.

La entrega de Jesús en la cruz carga con todo el pecado y el dolor de nuestros pueblos, un dolor para ser redimido.

En el Evangelio que hemos escuchado, Jesús ruega al Padre para que «todos sean uno» (Jn 17,21). En una hora crucial de su vida se detiene a pedir por la unidad. Su corazón sabe que una de las peores amenazas que golpea y golpeará a los suyos y a la humanidad toda será la división y el enfrentamiento, el avasallamiento de unos sobre otros. ¡Cuántas lágrimas derramadas!

Hoy nos queremos agarrar a esta oración de Jesús, queremos entrar con Él en este huerto de dolor, también con nuestros dolores, para pedirle al Padre con Jesús: que también nosotros seamos uno. No permitas que nos gane el enfrentamiento ni la división.

Esta unidad, clamada por Jesús, es un don que hay que pedir con insistencia por el bien de nuestra tierra y de sus hijos. Y es necesario estar atentos a posibles tentaciones que pueden aparecer y «contaminar desde la raíz» este don que Dios nos quiere regalar y con el que nos invita a ser auténticos protagonistas de la historia. ¿Cuáles son esas tentaciones?

1. Los falsos sinónimos

Una de las principales tentaciones a enfrentar es confundir unidad con uniformidad. Jesús no le pide a su Padre que todos sean iguales, que todos sean idénticos; ya que la unidad no nace ni nacerá de neutralizar o silenciar las diferencias. La unidad no es un simulacro ni de integración forzada ni de marginación armonizada.

La riqueza de una tierra nace precisamente de que cada parte se anime a compartir su sabiduría con los demás. No es ni será una uniformidad asfixiante que nace normalmente del predominio y la fuerza del más fuerte, ni tampoco una separación que no reconozca la bondad de los demás.

La unidad pedida y ofrecida por Jesús reconoce lo que cada pueblo, cada cultura está invitada a aportar en esta bendita tierra. La unidad es una diversidad reconciliada porque no tolera que en su nombre se legitimen las injusticias personales o comunitarias. Necesitamos de la riqueza que cada pueblo tenga para aportar, y dejar de lado la lógica de creer que existen culturas superiores o culturas inferiores.

Un bello «chamal» requiere de tejedores que sepan el arte de armonizar los diferentes materiales y colores; que sepan darle tiempo a cada cosa y a cada etapa. Se podrá imitar industrialmente, pero todos reconoceremos que es una prenda sintéticamente compactada. El arte de la unidad necesita y reclama auténticos artesanos que sepan armonizar las diferencias en los «talleres» de los poblados, de los caminos, de las plazas y paisajes.

No es un arte de escritorio la unidad ni tampoco de documentos, es un arte de la escucha y del reconocimiento. En eso radica su belleza y también su resistencia al paso del tiempo y de las inclemencias que tendrá que enfrentar.

La unidad que nuestros pueblos necesitan reclama que nos escuchemos, pero principalmente que nos reconozcamos, que no significa tan solo «recibir información sobre los demás, sino de recoger lo que el Espíritu ha sembrado en ellos como un don también para nosotros».

Esto nos introduce en el camino de la solidaridad como forma de tejer la unidad, como forma de construir la historia; esa solidaridad que nos lleva a decir: nos necesitamos desde nuestras diferencias para que esta tierra siga siendo bella. Es la única arma que tenemos contra la «deforestación» de la esperanza. Por eso pedimos: Señor, haznos artesanos de unidad.

2. Otra tentación puede venir en consideración de cuáles son las armas de la unidad.

La unidad, si quiere construirse desde el reconocimiento y la solidaridad, no puede aceptar cualquier medio para lograr este fin. Existen dos formas de violencia que más que impulsar los procesos de unidad y reconciliación terminan amenazándolos. En primer lugar, debemos estar atentos a la elaboración de «bellos» acuerdos que nunca llegan a concretarse. Bonitas palabras, planes acabados, sí —y necesarios—, pero que al no volverse concretos terminan «borrando con el codo, lo escrito con la mano». Esto también es violencia, y ¿Por qué? porque frustra la esperanza.

En segundo lugar, es imprescindible defender que una cultura del reconocimiento mutuo no puede construirse en base a la violencia y destrucción que termina cobrándose vidas humanas. No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia y división.

La violencia llama a la violencia, la destrucción aumenta la fractura y separación. La violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa. Por eso decimos «no a la violencia que destruye», en ninguna de sus dos formas.

Estas actitudes son como lava de volcán que todo arrasa, todo quema, dejando a su paso solo esterilidad y desolación. Busquemos, en cambio, y no nos cansemos de buscar el diálogo para la unidad. Por eso decimos con fuerza: Señor, haznos artesanos de unidad.

Todos nosotros que, en cierta medida, somos pueblo de la tierra (Gn 2,7) estamos llamados al (Küme Mongen) al Bien vivir, al Buen vivir, como nos lo recuerda la sabiduría ancestral del pueblo Mapuche.

¡Cuánto camino a recorrer, cuánto para aprender el Küme Mongen! Un anhelo hondo que brota no solo de nuestros corazones, sino que resuena como un grito, como un canto en toda la creación. Por eso, hermanos, por los hijos de esta tierra, por los hijos de sus hijos, digamos con Jesús al Padre: que también nosotros seamos uno. ¡Señor haznos artesanos de unidad!




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jueves, 11 de enero de 2018

LOS POBRES (Y LAS POBRES) COMO LUGAR TEOLÓGICO, A LA LUZ DE NUEVOS SENTIRES EMERGENTES



Imagen extraída de: Pixabay




LOS POBRES (Y LAS POBRES) COMO LUGAR TEOLÓGICO, A LA LUZ DE NUEVOS SENTIRES EMERGENTES


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Pepa Torres. Estas Navidades he estado releyendo un artículo de Carmiña Navia, “Sentires teológicos emergentes: retos para las teólogas”[1], que en su momento me resultó muy provocador y que hoy lo sigue siendo. Su reflexión me inspira este post. Su relectura me hace consciente de la necesidad de descolonizar la teología. Hasta ahora las teólogas españolas hemos sido conscientes de la necesidad de despatriarcalizarla, pero descolonizarla es un nuevo salto al vacío. Los feminismos postcoloniales llevan tiempo retándonos a ello.




El reconocimiento de la imposible neutralidad del lugar de enunciación y de que un lugar en el mapa, un color en la piel, una identidad sexuada y construida culturalmente configura la manera en que pensamos, actuamos y concebimos las relaciones de dominación y la forma de enfrentarla, redimensiona la compresión de los pobres (y las pobres) como lugar teológico, abriéndonos a nuevas subjetividades y acentos. Hasta la irrupción y el reconocimiento de las diferencias, los pobres no tenían raza, ni color, ni sexo. Se identificaban por los aspectos socio-económicos. En la categoría pobres se incluían distintos aspectos de la marginalidad, se abarcaba la globalidad de la realidad de todas las personas que estaban fuera de los privilegios del capitalismo. Sin embargo, como no se puede detener la expresión de la diferencia, nuevos sujetos se han puesto en pie.

Por eso reconocer a los pobres hoy como lugar teológico es hacerlo como sujetos emergentes, es decir, identificando nuevas identidades que se declaran en rebeldía frente a la exclusión e invisibilidad a las que el sistema intenta reducirles y reclaman reconocimiento, participación, derechos, a la vez que aportan desde sus saberes compartidos y tradiciones elementos alternativos para hacerlo. Las mujeres, los y las desplazadas y desplazados: migrantes y refugiados, que constituyen el sujeto de la realidad de la movilidad humana por causas económicas, ambientales, políticas, religiosas, las comunidades indígenas, las personas marginadas por su orientación sexual o abusadas por la violencia patriarcal, las personas discriminadas por el color de su piel o su origen étnico son algunos de los rostros que toma la pluralidad del sujeto pobres hoy como lugar teológico. Su emergencia despierta también nuevos sentires y acentos en la teología, como reclama la teóloga colombiana. Entre ellos la centralidad del cuerpo, la raza y el género.
El papa Francisco ha afirmado en numerosas ocasiones que los pobres son la carne de Cristo. Sin embargo, aunque el cristianismo es la religión del cuerpo, como leemos en 1Timoteo 3,14, el cuerpo ha sido el gran ignorado y devaluado a la vez que objeto de opresión y violencia en base a la jerarquización de la raza y el género. Por eso, un sentir que sigue siendo urgente para hacer teología desde el lugar teológico de los pobres y las pobres es la opción a favor del cuerpo. El cuerpo individual, el cuerpo social y el cuerpo cósmico, la tierra como cuerpo de Dios. El cuerpo es el centro de todas las relaciones, con sus necesidades físicas, psicológicas y espirituales. El cuerpo como lugar de comunión o de fractura, como lugar de respeto al otro o de humillación y abuso, como lugar de éxtasis, amor, y liberación o por el contrario de violencia y explotación.
Cuerpos marcados que llevan tatuados en la piel la violencia de las fronteras, el abuso sexual, la explotación laboral, la discriminación por ser negra o negro. Los cuerpos de las mujeres que siguen siendo concebidos en la mentalidad patriarcal dominante como cuerpos a disposición del varón e impurospara la representación de lo divino. Cuerpos violentados, discriminados por sus orientaciones sexuales o apaleadas por las fuerzas de seguridad bajo la legalidad injusta de la ley mordaza o la ley de extranjería. El cuerpo como lugar de Justicia, reconciliación, signo del Reino y resurrección. Cuerpos que vuelven a la vida tras pasar la noche de los infiernos humanos: cuerpos convertidos en campos de batalla, en botín de guerra, sometidos a tortura, hambre, pederastia, invisibilidad, trata, explotación laboral, cuerpos que son lugares teológicos, carne de Cristo.
Pero el cuerpo no es sólo cuerpo individual, sino también cuerpo social, clase, raza, cultura subalterna frete a la hegemónica que impone lo que es bello o lo que no, lo que es sujeto de derechos u objeto de explotación y de conquista. La reivindicación del cuerpo en la teología significa la valoración del pluralismo, de su diversidad, la salida de un universalismo abstracto que en realidad no es más que el universalismo masculino, blanco, y occidental, para entrar en la singularidad de cada ser humano, y situación. Significa también la superación del miedo a la sexualidad, a la afectividad y al placer y su reconocimiento como bendición de Dios.
También la tierra como cuerpo de Dios constituye un nuevo acento en la comprensión de los pobres como lugar teológico. La Madre tierra es un sujeto oprimido, expoliado, abusado, hasta el punto que el grito de la tierra es el grito de los y las pobres que nos reclaman con urgencia un cambio de rumbo, como nos recuerda Laudato Si. Todo está interconectado y es la misma mentalidad depredadora que mata la biodiversidad la que masacra pueblos y comunidades enteras generando la cultura del descarte. De ahí que un verdadero planteo ecológico tenga que ser necesariamente integral y estar vertebrado por la justicia (LS 49). La conversión a los pobres hoy no puede ser por tanto concebida si no es también desde una conversión a la tierra. Esta conversión implica pasar de una visión antropocéntrica del mundo a una visión ecocéntrica más amplia, una democracia cósmica, que sea capaz de incluir otras especies en el círculo de lo que consideramos religiosamente significativo. Para ello es necesario superar el dualismo jerárquico que divide en dos pisos la realidad primando el elemento espiritual sobre la materia y en consecuencia separando a Dios del mundo, de lo terreno, de lo concreto.
Convertirse a la tierra implica descubrir a un Dios dador de vida en y con la comunidad ecológica de especies que sostiene el fluir de la vida en toda su diversidad desde la creatividad y la sobreabundancia del Amor. La conversión ecológica significa enamorarse de la tierra como cuerpo de Dios, desarrollar una relación profunda con el dinamismo vital del cual es origen y comprometernos con él en su cuidado desde las vidas más amenazadas.
Otro sentir y acento emergente importante para resignificar el lugar teológico de los pobres es la diversidad y la interculturalidad. En la historia y más aún en la de la iglesia la diferencia ha estado vista bajo sospecha y amenaza, quizás como lastre heredado de una teología trinitaria más al servicio de un Dios todo poderoso y controlador que del Dios-Relación, comunidad de amor, que asume e integra diferencias sin asimilarlas, como nos revela Jesús en el encuentro con la mujer sirofenicia o la samaritana. Un Dios que rompe con todo exclusivismo religioso y cultural y al que se le rinde culto en espíritu en verdad, allí donde emerge la autenticidad, la transparencia, donde brilla lo más auténtico del ser humano, lo más hondo. Un Dios cuyo culto y adoración no está vinculado a un lugar físico o un espacio privilegiado sino más bien a una actitud indispensable, una posición existencial imprescindible: la honradez con lo real, la reverencia ante el misterio de proximidad en que se encarna y a hacerlo en espíritu y en verdad, lo cual es posible para cada ser humano, cada pueblo, y cultura de la tierra.
Por otro lado, la globalización y la movilidad humana nos desvelan una verdad que nos sigue costando reconocer y asumir: no somos hijos e hijas únicas ni nuestra cosmovisión es superior a otra. La identidad de un pueblo, una cultura, una religión no es una realidad estática sino dinámica y precisamente sólo en el diálogo y el tejido de las diferencias desde el entramado de la vida compartida se pueden desarrollar aspectos inéditos que las culturas, los pueblos y las espiritualidades y las personas portamos seminalmente (AD 11). Porque la diferencia es también algo que llevamos dentro. Es también lo que todavía no ha sido escuchado profundamente, mirado, acogido. Es una posibilidad por estrenarse en la danza de la vida entendida como relación e interdependencia. Por tanto la diversidad no es una amenaza para la comunión sino justo su condición. Dios es una realidad viva en el arco iris de la humanidad y del cosmos y no una verdad estática encerrada en un dogma.
Identificar a los pobres y las pobres hoy como lugar teológico desde este acento es una llamada urgente a superar el etnocentrismo, a creer que nuestra cultura y cosmovisión es el modelo, porque todas las culturas están llamadas a la conversión.  Todas las culturas contienen elementos evangélicos y elementos diabólicos, es decir elementos que rompen  la comunión, la fraternidad y la sororidad humana. Por ello es necesario descolonizar la teología, la espiritualidad, la convivencia y la vida cristiana en general. Necesitamos vivir una fe más católica en el sentido más original del término, precisamente no más romana y occidentalizada, sino más intercultural. La interculturalidad es una forma de vida consciente en la que se va fraguando una toma de posición ética a favor de la convivencia con las diferencias, desde una mayor conciencia de igualdad y reciprocidad entre la diversidad de culturas, la interacción y comunicación simétrica, buscando diálogo entre iguales y sin jerarquizaciones previas. Su punto de arranque es por tanto la apertura a la pluralidad de textos y contextos considerados todos ellos como fuente de conocimiento y sabiduría.
Descolonizar la teología nos desafía hoy a:
-Repensar de nuevo la propia tradición a la luz del dialogo crítico con otras tradiciones renunciando a posturas dogmáticas
-Atrevernos a sospechar de las certezas prescritas y reconocer que la diversidad de culturas ofrecen visiones emancipadoras que son útiles en la búsqueda de nuevos modos de vida y que cada cultura tiene en si elementos valiosos que aportar y que aprender.
-Apostar por el conocimiento que emerge de las experiencias existenciales de las personas, colectivos y pueblos, es decir, reconocer y optar por sabidurías, lenguajes, símbolos que nacen del reverso de la historia y que desde la lógica del poder hegemónico se consideran periféricos, no oficiales, saberes y conocimientos compartidos que nacen del amor, la solidaridad, los sueños y las luchas comunes.
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[1] Carmina Navia, Sentires teológicos emergentes: retos para las teólogas,  Franciscanum. Revista de las ciencias del espíritu, vol. LI, núm. 151, enero-junio, 2009, pp. 21-36 Universidad de San Buenaventura Bogotá,

Los pobres (y las pobres) como lugar teológico, a la luz de nuevos sentires emergentes

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