jueves, 11 de agosto de 2016

EL PAPA EN AUSCHWITZ Por Victor Codina



"Hemos de callar horrorizados ante los crímenes del pasado, no tenemos respuestas, nos abruma el misterio de la iniquidad, el misterio de Dios y el misterio de la cruz. Pero después de Auschwitz no podemos callar ante los crímenes del presente, ni ante un sistema que mata, ni ante una violencia revestida de motivaciones pseudoreligiosas, porque todas las religiones defienden la vida. Más que pedir responsabilidades a Dios por el pasado, nos hemos de sentir responsables de lo que sucede hoy".



Imagen extraída de: JMJ 2016



EL PAPA EN AUSCHWITZ 





Victor Codina. El Papa ha visitado Auschwitz. Entró en aquella ciudadela de horror solo, a pie y en silencio, incluso algo encorvado, como cargando sobre sí la tragedia del holocausto de millones de judíos. También visitó solo y en oración la celda de Maximiliano Kolbe, el franciscano que ofreció su vida para salvar de la muerte a un compañero. Francisco no hizo ningún discurso, no justificó el silencio de Dios, no dijo nada, calló y oro en silencio. Solo escribió una breve frase en el libro de visitantes ilustres, pidiendo perdón a Dios por tanta crueldad.

Pero el silencio de Francisco no es resignación ni cobardía. En el avión que le llevaba a Polonia dijo que estábamos en guerra, una tercera guerra mundial, pero que no era guerra de religión sino una guerra de intereses económicos y políticos, una guerra de egoísmos y luchas por el poder. Y después de la visita de Auschwitz dijo que también hoy se tortura.

Podríamos decir que Auschwitz continúa hoy, hay muertes de inocentes, hay víctimas de guerras absurdas, hay millones de refugiados y de desplazados, hay destrucción de la naturaleza. No existe ahora un culpable único, como lo fue el Tercer Reich nazi, tampoco existe una víctima única, como fueron los judíos. Ahora todo es anónimo y afecta a todos, sobre todo a los más pobres.

Hemos de callar horrorizados ante los crímenes del pasado, no tenemos respuestas, nos abruma el misterio de la iniquidad, el misterio de Dios y el misterio de la cruz. Pero después de Auschwitz no podemos callar ante los crímenes del presente, ni ante un sistema que mata, ni ante una violencia revestida de motivaciones pseudoreligiosas, porque todas las religiones defienden la vida. Más que pedir responsabilidades a Dios por el pasado, nos hemos de sentir responsables de lo que sucede hoy.

Y sobre todo hemos de mirar al futuro. El Papa les dijo a los jóvenes que otro mundo es posible, que hiciesen lío y luchasen para edificar un mundo diferente, otro mundo mejor. Etty Hillesum, la joven mística judía, asesinada también en Auschwitz, decía que “hemos de ayudar a Dios”. De todos nosotros depende el construir un mundo diferente, sin torturas, sin bombardeos, sin asesinatos, sin comercio de armas, sin trata de personas, sin muros contra los refugiados.

La vergüenza del pasado -y del presente- nos tiene que llevar a un compromiso por el futuro, por la vida, por los demás, como hizo Maximiliano Kolbe, como Francisco nos propone, para vivir la alegría del evangelio.





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