martes, 24 de mayo de 2016

CARTA A LOS 7 MONJES DE TIBHIRINE Por Mari López Santos


artículo destacado


La película sobre su testimonio de vida y su martirio.







Carta a los 7 monjes de Tibhirine


Publicado: 23 mayo, 2016 en ACTUALIDAD




21 de mayo (1996-2016)
CARTA A LOS 7 MONJES DE TIBHIRINE
Celebración 20º aniversario de su muerte
MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, pazsantos@pazsantos.com
MADRID.



ECLESALIA, 23/05/16.- Queridos hnos. monjes de Tibhirine (Christian, Christophe, Luc, Celestin, Paul, Michel y Bruno):

Durante muchos años vuestro testimonio como comunidad de monjes cristianos en un país musulmán fue silencioso: compartir vuestra vida de oración, trabajo y acogida, atentos a vuestros vecinos y a quienes se acercaban a la hospedería del monasterio. Pero también compartíais el sufrimiento y la inquietud que generaba la violencia que azotaba Argelia en aquellos años, junto a la gente sencilla del pueblo. Como otros muchos religiosos y religiosas que optaron por permanecer aún sabiendo que el precio podía ser el que, finalmente, pagasteis.

Tras vuestro secuestro y muerte, en 1996, y en los años siguientes, a muchas personas en el mundo fue llegando, de una forma casi subliminal… (¿será esto el soplo del Espíritu que no hay quien lo pare?) vuestro testimonio. Se ha esparcido silenciosamente a modo de semillas dormidas bajo tierra, que en la explosión de la primavera se convierten en plantas magníficas, con hojas y flores, distribuyendo el polen de vuestra vida vivida con coherencia, discernimiento y opción comunitaria.

En 2011, la película “DE DIOSES Y HOMBRES” recogía con dignidad, dureza y belleza lo que fueron los últimos tres años de vuestras vidas. Y este acontecimiento os puso en medio del mundo para quien quiera recoger el mensaje de no-violencia, cercanía interreligiosa en la vida desde lo sencillo, desde la oración, desde la ayuda al otro, ya sea cristiano, musulmán o quien se acerque necesitado.

En los tiempos que corren se necesita urgentemente “escucharos” de nuevo. Será a través de lo que dejasteis escrito, como el Testamento de Christian, abierto el 25 de mayo de 1996, en la fiesta de Pentecostés; los libros y textos de muchos de vosotros y los testimonios de quienes os conocieron en persona: también vuestros vecinos y amigos musulmanes; las personas con las que compartíais diálogo interreligioso desde el respeto y los sencillos detalles de la vida.

Y también, como le pasó al San Pablo, los que de alguna forma quedamos “tocados” por vuestra vida, aún sin conoceros personalmente, poniéndonos en marcha para ayudar a que la semilla de Tibhirine siga siendo fecunda para la vida de la Iglesia y, muy especialmente, del mundo en este convulso tiempo en donde tenemos que mirarnos en vuestro espejo, para identificar al hermano más allá de la densa bruma de la violencia; con mirada certera, sin caer en el desprecio globalizado. Una filigrana de la que sois maestros y mucho tenemos que aprender.

He escrito en otras ocasiones sobre lo recibido a través de vuestro testimonio y, como siempre, creo que debo callar y nuevamente dar la palabra a Christian que, en su Testamento, dice todo lo que hay que decir y en primera persona (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Me uno a su despedida: ¡Amén!… ¡In Shallah!

Mari Paz López Santos



Cuando un A-Dios se vislumbra…

Si me sucediera un día –y ese día podría ser hoy–
ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento
a todos los extranjeros que viven en Argelia,
yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia,
recuerden que mi vida estaba ENTREGADA a Dios y a este país.
Que ellos acepten que el Único Maestro de toda vida
no podría permanecer ajeno a esta partida brutal.
Que recen por mí.
¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda?
Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas
y abandonadas en la indiferencia del anonimato.
Mi vida no tiene más valor que otra vida.
Tampoco tiene menos.
En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia.
He vivido bastante como para saberme cómplice del mal
que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo,
inclusive del que podría golpearme ciegamente.
Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez
que me permita pedir el perdón de Dios
y el de mis hermanos los hombres,
y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido.
Yo no podría desear una muerte semejante.
Me parece importante proclamarlo.
En efecto, no veo cómo podría alegrarme
que este pueblo al que yo amo sea acusado, sin distinción, de mi asesinato.
Sería pagar muy caro lo que se llamará, quizás, la “gracia del martirio”
debérsela a un argelino, quienquiera que sea,
sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree ser el Islam.
Conozco el desprecio con que se ha podido rodear a los argelinos tomados globalmente.
Conozco también las caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo.
Es demasiado fácil creerse con la conciencia tranquila
identificando este camino religioso con los integrismos de sus extremistas.
Argelia y el Islam, para mí son otra cosa, es un cuerpo y un alma.
Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien todo lo que de ellos he recibido,
encontrando muy a menudo en ellos el hilo conductor del Evangelio
que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primerísima Iglesia,
precisamente en Argelia y, ya desde entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.
Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón
a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista:
“¡qué diga ahora lo que piensa de esto!”
Pero estos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad.
Entonces podré, si Dios así lo quiere,
hundir mi mirada en la del Padre
para contemplar con El a Sus hijos del Islam
tal como El los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo, 
frutos de Su Pasión, inundados por el Don del Espíritu,
cuyo gozo secreto será siempre, el de establecer la comunión
y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.
Por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos,
doy gracias a Dios que parece haberla querido enteramente
para este GOZO, contra y a pesar de todo.
En este GRACIAS en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida,
yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy,
y a vosotros, amigos de aquí,
junto a mi madre y mi padre, mis hermanas y hermanos y los suyos,
¡el céntuplo concedido, como fue prometido!
Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías.
Sí, para ti también quiero este GRACIAS, y este “A-DIOS” en cuyo rostro te contemplo.
Y que nos sea concedido reencontrarnos como ladrones felices
en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío.
¡AMEN! IN SHALLAH!

Argel, 1 de diciembre de 1993
Tibhirine, 1 de enero de 1994

Christian.+




https://eclesalia.wordpress.com/





LOS MONJES DE TIBHIRINE: UN SUPERVIVIENTE Y SIETE MÁRTIRES Por Eva Dallo



Midelt, Marruecos. El padre Jean Pierre Schumacher (último superviviente de Tibhirine) en la habitación dedicada a los mártires de Tibhirine, en el monasterio de Notre Dame de l'Atlas de Midelt (se llama como el argelino)" BRUNO ZANZOTTERA/PARALLELOZERO




Argelia


Los monjes de Tibhirine: un superviviente y siete mártires

  • En marzo de 1996 el GIA secuestró en Argelia a siete monjes, cuyas cabezas aparecieron en una cuneta, lo cuenta el superviviente Jean-Pierre.




EVA DALLO

 

Tibhirine quiere decir jardines en taqbaylit, una de las variedades de la lengua bereber en Argelia. Tibhirine es, también, un pueblo a 100 kilómetros al sur de Argel en el que, a pesar de su nombre, se vive sin florituras. Los veranos son achicharrantes y los inviernos gélidos, condiciones salvajes que preservan una belleza virgen. Puede ser el cielo y el infierno. Como aquella noche del 26 al 27 de marzo de 1996, hace ahora 20 años. "Estábamos preparados, hacía tres años que vivíamos con miedo. La noche que vinieron y se los llevaron, me dijo el hermano Amédée que no los matarían, que si quisieran hacerlo lo habrían hecho allí mismo. Que si corrían el riesgo de llevárselos, pues entre el grupo había un monje con by-pass y otro asmático, era porque querían hacer algo con ellos, querían utilizarlos". Pero Amédée, o Hamidi, como le llamaban los lugareños, se equivocaba. No volverían a ver a ninguno de los siete monjes trapenses con vida. Lo cuenta aCrónica en primera persona Jean-Pierre Schumacher, de 92 años, el último superviviente vivo de una tragedia a la que sólo él y Amédée (fallecido en 2008) escaparon.

De origen francés, Jean-Pierre es menudo, perennemente ataviado con su hábito, un forro polar y un gorro árabe de punto. Hoy habita otro monasterio, el de Middelt, en Marruecos, el único cisterciense en el Magreb. Uno de esos templos donde se viven los votos con doble fervor, como queriendo asumir los de otros. "No sabemos quiénes vinieron al monasterio. Nos hacemos preguntas como todo el mundo, y las investigaciones continúan. El guardián me contó que uno de los raptores dijo a uno de sus colegas "ve a buscar un trozo de alambre, vamos a enseñarle a éste quién es el GIA [Grupo Islámico Armado]", porque querían degollarlo. Consiguió escapar", explica, sereno, a pesar de lo que sigue.

El 30 de mayo las cabezas de los siete monjes secuestrados fueron encontradas en bolsas de plástico junto a la carretera, cerca del pueblo de Medea. La de Christian, el prior del monasterio, Christophe, el agricultor, Michel, el cocinero, Célestin, el responsable del albergue, Luc, el médico que llevaba más de 47 años en Argelia y que curaba gratis a los habitantes de la región, y los monjes Bruno y Paul, de visita en el monasterio, quienes probablemente salvaron la vida a Amédée y Jean-Pierre. Los cuerpos nunca fueron localizados, y dos décadas después, tras numerosos artículos, libros, investigaciones, e incluso un documental de ficción -De dioses y hombres- merecedor del Gran Premio del Jurado de Cannes, esta oscura tragedia aún no se ha resuelto. Aunque todo apunta a que el GIA, grupo islamista armado surgido con motivo de la anulación de las elecciones de Argelia en diciembre del 1991, perpetró el secuestro, nunca se ha sabido a ciencia cierta quién ejecutó y decapitó a los trapistas. De hecho, nuevas investigaciones señalan que pudo ser elpropio ejército argelino quien los matara de forma no premeditada en un ataque contra los islamistas, aunque éstos, para hacerse fuertes, reivindicaran después las muertes.

Otra hipótesis apunta a que los terroristas sacrificaron a los rehenes al verse asediados por el ejército. Desde Marruecos, donde su pequeña comunidad de cuatro monjes intenta mantener vivo el espíritu de Tibhirine, el último superviviente recuerda lo sucedido con la lucidez propia de una mente que se ha dispersado poco. "Los comienzos de la orden fueron difíciles. Fue un periodo duro y de poca estabilidad. Eran los años 60 y se estaba construyendo la nueva Argelia. Abrimos el dispensario, donde el hermano Luc atendía a casi 80 personas al día. En 1984 Christian, que hablaba árabe, fue elegido prior, y a partir de ahí nos convertimos en una auténtica comunidad. Éramos casi independientes, lo que fue una ventaja porque nos permitía tomar muchas iniciativas en la relación cristiano-musulmana". Una de ellas fue la creación de encuentros bianuales con musulmanes sufíes que llamaron ribat (monasterio islámico). "Esto nos permitió llevar a cabo una evolución hacia el estudio del islam". Sin embargo, los ribat dejaron de celebrarse en 1993, cuando el primer ataque. "Era la noche de Navidad, y estábamos en la sacristía preparando los cantos, cuando entró un grupo de hombres armados hasta los dientes. Los croatas y los bosnios acababan de ser asesinados [13 degollados a manos del GIA en Tamesguida, el 14 de diciembre de 1993, a tres kilómetros], y pensamos que nos pasaría lo mismo. Pero nos dijeron que, como éramos religiosos, no nos harían nada. Hicieron llamar al padre Christian y exigieron que el doctor fuera a curar a los heridos a la montaña, que les diéramos medicamentos y dinero. En árabe, Christian dijo que no a las tres cosas, pero les invitó a traer a los heridos al monasterio para curarlos. Volveremos, dijeron. Al día siguiente, comenzamos a debatir si nos quedábamos o no". Unos querían, otros no.


Arriba de izquierda a derecha: Hermano Christian, Hermano Célestin, Hermano Bruno y Hermano Christophe. Abajo Hermano Paul, hermano Luc y Hermano Michel


"Yo había llegado en 1964... Llevaba el economato, hacía recados, iba a vender las verduras de nuestra cooperativa al mercado. Tenía contacto con los comerciantes y la gente. Lo veía como un ministerio, me veía como el representante del monasterio entre la gente. Para nada buscaba convertirlos, se trataba del intercambio, de ayudar a esa gente y de demostrar que la convivencia de los hermanos musulmanes y los cristianos era posible".

Las medidas de seguridad se hicieron necesarias, y a partir de ese momento Notre Dame de l'Atlas permanecería cerrado a partir del mediodía y hasta la mañana siguiente. El albergue dejó de funcionar, lo que afectó a la economía de los trapistas. Aun así decidieron quedarse, y con ellos lo hizo también el miedo, que tres años más tarde, el 26 de marzo de 1996, volvió a tomar forma humana, conalma terrorista. "Yo estaba en la habitación de la portería, y hacia la una de la mañana me desperté. Había ruido en la entrada, ya estaban dentro, en el jardín. Me di cuenta de que eran ellos, pero pensaba que habían venido a pormedicamentos. Hablaban delante de mi puerta, estaban dentro de los muros. Mi habitación tenía una ventana que daba al claustro, y vi a uno de ellos que aporreaba directamente la puerta del hermano Luc. Después oí a Christian que preguntaba "¿Quién es el jefe?" Y alguien contestó "Es ése, hay que obedecerlo", y eso me puso la mosca detrás de la oreja. No se habla así cuando se viene a pedir algo. Hicieron entrar a Mohammed [el guardián] y lo colocaron contra la pared de mi habitación, al lado de la puerta de cristal. Uno lo quería violar con un palo, pero otro le dijo que lo dejara tranquilo. Preguntaron si éramos siete, y Mohammed dijo "así es". Pero éramos nueve. Después alguien tocó a mi puerta. Son ellos, pensé, ya está. Abrí, y me encontré a Amédée. Me preguntó "¿sabes qué ha pasado? ¡Se han llevado a los hermanos, estamos solos los dos!"". En las horas siguientes surgieron las preguntas en la cabeza de Jean-Pierre. "Me decía, si los hubiera visto salir, ¿qué habría hecho? ¿Habría salido corriendo detrás de ellos? Todavía hoy me hago esa pregunta. El choque fue grande. Nadie pensaba que alguien fuera a hacer daño a los monjes, a hombres de paz respetados por todos".

Al día siguiente Amédée y Jean-Pierre abandonaron Tibhirine, con la sensación de que quizás nunca volverían. "Cerramos todo, organizamos las labores con los trabajadores, y nos llevamos una gran cacerola de alubias verdes que había preparado el hermano Luc. Nos las comimos por la noche, en la casa diocesana de Argel, donde se habían refugiado muchos otros religiosos y religiosas, y nos decíamos, es el hermano Luc el que nos ha preparado esta noche la cena". Sólo volvieron a su querido monasterio una vez, el 4 de junio, para enterrar las cabezas de sus siete hermanos. "Todos los hombres de alrededor del monasterio vinieron. Ellos enterraron a los hermanos. La población civil llevó los ataúdes a las tumbas, y cada uno echó un puñado de tierra. Al final todos nos abrazamos". Como unafamilia perseguida por los mismos barbudos; así los llaman algunos en Tibhirine.

Veinte años después, el Notre Dame de l'Atlas argelino continúa vivo. Un sacerdote, también llamado Jean-Pierre (Lassausse), gestiona la comunidad agrícola del monasterio con cinco hectáreas cubiertas de 2.500 frutales. Pero vive escoltado.
Noticias relacionadas



TEMAS RELACIONADOS



http://www.elmundo.es/







domingo, 22 de mayo de 2016

EL RETORNO DE LA CLASE PRIVILEGIADA Por Leonardo Boff






El retorno de la clase privilegiada



El principal problema brasileño que atraviesa toda nuestra historia es la monumental desigualdad social que reduce gran parte de la población a la condición de chusma.

Los datos son alarmantes. Según Marcio Pochman y Jesse Souza, que reemplazó a Pochman en la presidencia de IPEA, son sólo 71.000 personas (el 1% de la población, que representa solo el 0,05% de los adultos), los multimillonarios brasileños que controlan prácticamente nuestras riquezas y nuestras finanzas y a través de ellas el juego político. Esta clase adinerada, que Jesse Souza llama la clase privilegiada, además de ser socialmente perversa es muy hábil, pues se articula nacional e internacionalmente de manera que siempre consigue maniobrar el poder del Estado en su beneficio.

Estimo que su logro más reciente fue inclinar la orientación de la política de los gobiernos de Lula-Dilma hacia sus intereses económicos y sociales, a pesar de las intenciones originales del gobierno de practicar una política alternativa, propia de un hijo de la pobreza y del caos social, como era el caso de Lula.

Con el pretexto de asegurar la gobernabilidad y de evitar el caos sistémico, como se alegaba, esta clase privilegiada consiguió imponer lo que le interesaba: mantener inalterable la lógica acumuladora del capital. Los proyectos sociales del gobierno no obligaban a renunciar a nada, antes bien eran adecuados para sus propósitos. Llegaban a decir entre sí, que en lugar de que nosotros, la élite, gobernemos el país, es mejor que gobierne el PT, manteniendo intocables nuestros intereses históricos, con la ventaja de ya no tenemos ninguna oposición. Él firma nuestros proyectos esenciales.

Esta clase adinerada obligaba al gobierno a pagar la deuda pública antes de responder a las demandas históricas de la población. Así quitaba la deuda monetaria con el sacrificio de la deuda social, que era el precio para poder hacer las políticas sociales. Estas, nunca antes habidas, fueron vigorosas e incluyeron en el consumo alrededor de 40 millones de pobres.

Los más críticos se dieron cuenta de que este camino era demasiado irracional e inhumano para prolongarlo. Fue aquí donde se instaló una falla entre los movimientos sociales y el gobierno Lula-Dilma.

Todo indicaba que con cuatro elecciones ganadas, a pesar de las limitaciones sistémicas, se consolidaba otro sujeto de poder, venido desde abajo, de las grandes mayorías procedentes de las senzalas (viviendas de los esclavos) y de los movimientos sociales. Estas comenzaron a ocupar los lugares y a utilizar los medios antes reservados a la clase media y a la clase privilegiada, que en el fondo nunca aceptó al obrero Lula y nunca se reconcilió con el pueblo, sino que lo despreciaba y humillaba. Entonces los antiguos dueños del poder despertaron con rabia, pues a través del voto podrían no volver al poder nunca más.

Instaurada una crisis político-económica bajo el gobierno de Dilma, crisis cuyos contornos son globales, la clase privilegiada aprovechó la oportunidad para agravar la situación, y por la puerta de atrás, llegar a Planalto. Se creó una articulación nada nueva, ya probada contra Vargas, Jango y Juscelino Kubischek, asentada sobre el tema moralista del combate contra la corrupción, salvar la democracia (la de ellos, que es de pocos). Para esto era necesario suscitar la fuerza de choque que son los partidos de la macroeconomía capitalista (PSDB, PMDB y otros), con el apoyo de la prensa empresarial, que era el brazo extendido de las fuerzas más conservadoras y reaccionarias de nuestra historia, con periodistas que se prestan a la distorsión, la difamación y directamente a la difusión de mentiras.

La historia es vieja, se sataniza al Estado como un antro de corrupción y se magnifica el mercado como lugar de las virtudes económicas y de la integridad de los negocios. Nada más falso. En los estados, incluso en los países centrales, existe la corrupción. Pero donde es más salvaje es en el mercado debido a que su lógica no se rige por la cooperación, sino por la competición donde casi todo vale, cada uno buscando tragarse al otro. Hay evasiones millonarias de impuestos y grandes empresarios esconden sus ganancias absurdas en cuentas en el extranjero, en paraísos fiscales, como recientemente ha sido denunciado por los Zelotes, Lava jato y los papeles de Panamá. Por lo tanto es pura falsedad atribuir las buenas obras al mercado y las malas al Estado. Pero este discurso, martilleado continuamente por los medios de comunicación ha conquistado la clase media. Jesse Souza dice con razón que «literalmente en todos los casos la clase media conservadora fue usada como fuerza de choque para derrocar al gobierno de Vargas, de Jango y ahora al de Lula-Dilma y dar el "apoyo popular" y la consecuente legitimidad a esos golpes, siempre en interés de media docena de poderosos» (El atontamiento de la inteligencia brasilera, 2015, p. 207).

En la base está una mezquina visión mercantilista de la sociedad, sin ningún interés por la cultura, que excluye y humilla a los más pobres, robándoles tiempo de vida en transportes sin calidad, en bajos salarios y negándoles cualquier posibilidad de mejora, ya que carecen de capital social (educación, tradición familiar, etc.). Para asegurar el éxito en esta empresa perversa se creó una articulación que incluye a grandes bancos, FIESP, MP, la Policía Federal y la justicia. En lugar de bayonetas ahora trabajan jueces justicieros que no son reacios a llevarse por delante los derechos humanos y la presunción de inocencia de los acusados con prisiones preventivas y presión psicológica a la delación premiada con información confidencial divulgada por la prensa.
El actual proceso de impeachment a la presidenta Dilma cae dentro de este marco golpista, pues se trata de quitarla del poder no a través de elecciones, sino mediante la exageración de prácticas administrativas consideradas delito de responsabilidad. Por errores eventuales (concedidos y no aceptados) se castiga con la pena suprema a una persona honesta a la que no se le reconoce ningún delito. La injusticia es lo que más lastima la dignidad de una persona. Dilma no merece este dolor, peor que el sufrido a manos de los torturadores. 







http://www.servicioskoinonia.org/boff/