lunes, 27 de julio de 2015

"EL SOCIALISMO ESTÁ MUCHO MÁS CERCA DEL EVANGELIO QUE EL CAPITALISMO" Por Javier Larrain P.*



Hay una coincidencia muy fuerte entre
los gobiernos progresistas de América Latina
y todo eso que piensa, hace y habla el papa Francisco 


Por Javier Larrain P.*

Durante la noche del martes el fraile dominico brasileño Frei Betto se comunicó con La Época para decirnos que estaba “encantado” de poder responder un cuestionario, en el marco de la visita del Papa al país, que le habíamos comentado rápidamente el día anterior.

Teólogo de la Liberación, prolijo escritor y orador, no pocos crecimos leyendo su clásico libro: Fidel y la religión (1985), un inestimable trabajo donde en diálogo con el dirigente cubano establecen los puentes entre el cristianismo y el comunismo.

La Época (LE).- Ud. Ha señalado que la primera visita papal a Suramérica se hace a Ecuador, Bolivia y Paraguay porque estos pueblos fueron históricamente explotados. ¿Hay una identificación particular del papa Francisco con los más débiles?

Frei Betto (FB).- Es cierto. El papa Francisco está en la línea de la opción por los pobres, misma de la Teología de la Liberación.

En todos sus pronunciamientos y documentos siempre subraya la opción preferencial por los pobres. Incluso, ahora, en su encíclica sobre el tema socio ambiental, que es hecha en homenaje a San Francisco de Asís, dice que “la degradación de la Tierra sacrifica más directamente a los pobres” y que “no se puede separar la defensa del medio ambiente de la defensa de los derechos de los pobres”.

Creo que la opción por visitar estos países va en la línea de un pontificado que quiere valorar el mundo de los pobres.

LE.- ¿Cómo se alcanzan la “inclusión social” y la “libertad” en mundo capitalista?

FB.- La inclusión social va a ocurrir en la medida que combatamos las estructuras del mundo capitalista. El Papa es muy crítico, tanto en su documento Alegría del Evangelio como en la encíclica condena no solo los efectos del capitalismo sino además las causas, las estructuras que promueven esa desigualdad.

Nos alerta que debemos buscar nuevos modelos de sociedad –incluso subraya la economía solidaria– para lograr una civilización más justa. Tiene en su misión alertar y nosotros, en nuestros movimientos políticos y sociales, debemos encontrar, en cada país, la manera de superar estas estructuras capitalistas y construir otro mundo posible.

LE.- ¿Se puede ser cristiano y creer en el capitalismo?

FB.- No. Pienso que es un equívoco muy común, lamentablemente, porque muchos cristianos no perciben que el capitalismo es intrínsecamente malo e injusto, que significa –como dice su nombre– la prevalencia del capital sobre los derechos humanos.

Hay muchos cristianos que ingenuamente son capitalistas, como hay muchos capitalistas que se dicen cristianos. Pero eso es un equívoco en la medida que el mensaje de Jesús era profundamente anticapitalista en el sentido de que todos nosotros tenemos derecho de vivir como hermanos y hermanas y compartir los bienes de la Tierra y los frutos del trabajo humano.

LE.- ¿Hay coincidencias entre los proyectos políticos de los gobiernos progresistas de la región y el pensamiento y praxis del papa Francisco?

FB.- Sin duda hay mucha coincidencia, por eso el papa Francisco ha promovido en Roma, hace dos años, el Encuentro de Movimientos Sociales, de líderes de movimientos de todo el mundo, incluso invitó a Evo Morales no como Jefe de Estado sino como líder del movimiento indígena de Bolivia.

Nunca en la historia de la Iglesia un Papa había invitado a dirigentes sociales para discutir el tema de la tierra, el techo, el trabajo, la vivienda, etc.

Hay una coincidencia muy fuerte entre los gobiernos progresistas de América Latina y todo eso que piensa, hace y habla el papa Francisco.

LE.- Para muchos creyentes y no creyentes fue importante la presencia simbólica del padre Espinal en la reunión entre Evo Morales y el Papa. ¿Cuál es la significación de esto?

FB.- Es un reconocimiento de toda esa gente que ha sido martirizada por las represiones dictatoriales que Estados Unidos impuso en América Latina.

El hecho de canonizar a Monseñor Romero en El Salvador, el hecho de recibir en el Vaticano a Gustavo Gutiérrez –yo mismo fui recibido el 9 de abril de 2014–, el hecho de estar atento a estos mártires que han derramado su sangre en defensa de los pobres y de los derechos humanos, es un reconocimiento del Papa de que esta es la Iglesia de Jesús, de los Apóstoles, que está comprometida con las trasformaciones sociales y con la construcción de un mundo de justicia y de paz.

LE.- ¿Tiene vigencia la Teología de la Liberación?

FB.- Claro que la tiene y es cada vez mayor porque ahora tenemos el apoyo del Papa.

La Teología de la Liberación nunca ha sido condenada por el Vaticano pero sí ha sido censurada por el papa Juan Pablo II; el propio papa Benedicto XVI no le tenía mucha simpatía.

Ahora está revitalizada por este apoyo del papa Francisco, por la convergencia de su pensamiento y acción con todo eso que nosotros defendemos.

LE.- ¿Cuál es la importancia de la encíclica Laudato Si?

FB.- Es el documento más importante que se ha producido en la historia sobre el tema socio ambiental. No hay ninguna conferencia ecológica, cumbre de jefes de estados sobre medio ambiente, nada que supere este documento. Hay que leerlo con atención porque es un texto muy profundo, actual y muy profético.

Pienso que hace una vinculación que ya Chico Mendes, líder ecológico de Brasil, hacía cuando advertía que tenemos que preservar la naturaleza para preservar al ser humano, porque el ser humano es la expresión más admirable de la naturaleza. No se puede separar la defensa de la naturaleza de la defensa de los derechos de los más pobres.

LE.- En Ecuador el Papa ha señalado que la humanidad se encuentra en un “espiral de autodestrucción” y que solo se salvará cuando se salve a los pobres, ¿cómo se salva a los pobres y qué significa salvarlos?

FB.- Se salva a los más pobres combatiendo las estructuras de injusticia, exigiendo políticas de transformación social, exigiendo el perdón de las deudas externas de los países más pobres.

Se salva a los más pobres tomando medidas efectivas que Morales, Correa, Lula, Dilma, y tantos otros presidentes, han asumido en estos últimos años en América Latina, en la dirección de priorizar políticas sociales para garantizar a los más pobres vivienda, trabajo, cultura, el acceso a las escuelas y la salud.

El Papa está diciendo que no basta con administrar los abusos del sistema capitalista, hay que ir a sus causas.

LE.- Para avanzar en esa liberación humana es imprescindible cambiar nuestra manera de percibir la realidad, ¿cómo se hace ese trabajo?

FB.- Ese es un trabajo difícil de hacer porque muchas veces nuestros gobiernos, como ha pasado en Brasil, promueven el bienestar material pero no hacen inclusión política, no realizan un trabajo de politización y concientización de la gente.

En consecuencia, la gente tiene una inclusión política pero tiene una mentalidad consumista. Hoy pasa eso en Brasil, la gente fue mal acostumbrada al consumismo por las facilidades de las buenas políticas económicas de los gobiernos de Lula y Dilma, pero ahora la gente no sabe bien como serán las cosas porque quiere cada vez más consumir y no tiene perspectiva política para entender los desafíos que se presentan. Por eso es muy importante ese trabajo de educación política.

LE.- ¿Cuáles son los temas que la Iglesia Católica aún tiene pendientes de tratar?

FB.- La Iglesia tiene ahora que tratar el tema de la sexualidad. Eso comenzó en el sínodo de la familia, en octubre del año pasado, y se va a continuar este año en la nueva reunión del sínodo de octubre de 2015 en Roma.

Desde el siglo XVI la Iglesia no trata profundamente el tema de la sexualidad, de ahí la importancia de abordar ese tema.

LE.- ¿Qué temas en específico de la sexualidad se abordarán?

FB.- Se abordarán los temas de los curas casados y si pueden o no volver al ministerio sacerdotal; el derecho de los homosexuales de contraer unión; el derecho de la mujer en la Iglesia a ser sacerdote; si el celibato debe ser optativo. Esto entre un conjunto de temas que tienen que ser profundizados en las citas mencionadas.

LE.- El Papa ha dicho que “Evangelizar es nuestra revolución”. ¿En qué sentido la acción evangelizadora se convierte en revolucionaria?

FB.- Evangelizar es hacer una revolución en el sentido de que la evangelización debe llevar a la gente a cambios de vida y a cambios de estructuras sociales.

LE.- Finalmente, en abril Ud. señaló que “Fidel es en quien Dios tiene mucha fe”, ¿por qué?

FB.- Porque es un hombre que logró liderar una revolución en Cuba y cambiar las estructuras capitalistas al mismo tiempo de crear las condiciones efectivas de un pueblo que hoy, con todas las dificultades, no vive en la miseria, no tiene narcotráfico, tiene el más alto índice de educación y salud en América Latina.

Fidel es una persona que camina dentro de los valores del Evangelio.

LE.- ¿Son compatibles los ideales del socialismo con los del cristianismo?

FB.- Esa es la meta. El régimen socialista se basa en compartir los bienes de la Tierra y los frutos del trabajo humano.

Tanto el socialismo como la propuesta del Evangelio están en la línea de Jesús. Éste no vino para fundar una religión o una iglesia, vino para formar un movimiento social que garantice a toda la gente la dignidad de vida. El propio Jesús ha dicho “yo he venido para que todos tengan vida y plenitud”.

El socialismo está mucho más cerca del Evangelio que el capitalismo.





* Director de La Época


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LAS SOTANAS DEL TERRORISMO DE ESTADO Por Diego Martínez


El ex provicario Victorio Bonamín.

                                                                                  

EL PAISDURANTE LA DICTADURA, AL MENOS 102 SACERDOTES ACTUARON EN UNIDADES MILITARES DONDE HABIA CENTROS CLANDESTINOS


Las sotanas del terrorismo de Estado



Un estudio sobre el vicariato castrense detalla la participación de los capellanes militares como apoyo de los represores e incluso como partícipes de torturas e interrogatorios. Las pruebas en los diarios del ex provicario Victorio Bonamín.



Por Diego Martínez




Mientras el papa Francisco pide perdón en nombre de la Iglesia Católica “por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”, los capellanes que participaron del terrorismo de Estado disfrutan impunes y en silencio sus últimos años de vida. A una década de la reapertura de causas por delitos de lesa humanidad, el único condenado es Christian von Wernich, ex capellán de la policía de Ramón Camps, quien no recibió ninguna sanción canónica pese a que la Corte Suprema de Justicia confirmó la sentencia a prisión perpetua y ostenta su condición de sacerdote en el penal de Marcos Paz sin que a ningún obispo se le mueva un pelo. José Mijalchyk, denunciado por sobrevivientes del mayor centro clandestino de Tucumán, fue absuelto en un fallo dividido sobre el que ahora deberá pronunciarse la Cámara de Casación Penal. Los pocos capellanes que cayeron en la mira de algún juez, como el fallecido Aldo Vara o Franco Reverberi Boschi, gozan o gozaron de la protección de la Iglesia, que los cobija en parroquias en el exterior. El historiador Lucas Bilbao y el sociólogo Ariel Lede, autores del primer estudio sistemático sobre el vicariato castrense a partir de los diarios del provicario Victorio Bonamín, precisan en un informe entregado a la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad que “al menos 102 sacerdotes ejercieron su trabajo pastoral en unidades militares donde funcionaron centros clandestinos” y advierten sobre la “participación necesaria” en delitos de lesa humanidad de quienes a sueldo del Estado sedaban las conciencias de los torturadores y los ayudaban a obtener información de los secuestrados.

“La dimensión religiosa del terrorismo de Estado estuvo presente en las diversas fases y con diferentes intensidades: convenciendo de la peligrosidad ideológica y material del ‘enemigo subversivo’, intensificando las ideas de ‘crisis moral’ y ‘guerra justa’, excitando a las Fuerzas Armadas a la toma del poder, acompañando su accionar represivo, avalando teológicamente los métodos clandestinos o instando a los detenidos a la delación”, resumen los investigadores, que durante seis años analizaron 750 páginas de apuntes que Bonamín tomó entre 1975 y 1976, contrastaron los datos con boletines reservados del Ejército y del Vicariato Castrense, entre otras fuentes, y escribieron un libro que se publicará el próximo año.

La legitimación que la doctrina católica brindó a la dictadura, notoria “en el discurso público de los obispos y el silencio aquiescente de la institución”, reposó “centralmente en el trabajo del Vicariato Castrense al interior de las Fuerzas Armadas”, advierten. La “función de los capellanes” consistía en “dar criterios sobrenaturales al accionar de los militares”, apuntó en octubre de 1976 el propio Bonamín, desvelado por garantizar “asistencia espiritual” a quienes por esos días secuestraban, torturaban, ejecutaban clandestinamente y desaparecían a miles de personas.

Los jefes militares que adoctrinaban a sus subordinados en “técnicas antisubversivas” valoraban la influencia de los capellanes sobre la tropa y Bonamín tomaba nota de los halagos. Las “acampadas militares religiosas” que organizaba el Vicariato “conseguían en tres días lo que los oficiales en un año”, celebró en 1975 el entonces coronel Juan Bautista Sasiaiñ, director de la Escuela de Suboficiales “Sargento Cabral” de Campo de Mayo. “Con estos muchachos yo hago ahora cualquier cosa”, se emocionó el jefe del GADA 601 de Mar del Plata, Carlos Jesús Cornejo. El ex capitán Adolfo Scilingo dio un ejemplo al confesar sus crímenes: los capellanes de la ESMA lo hacían “sentir mejor” al darle “una explicación cristiana” de los vuelos de la muerte.

Los “problemas de conciencia” figuran ya en los apuntes sobre el Operativo Independencia, antesala del terrorismo de Estado en Tucumán durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón. “A fines de 1975 comienzan a aparecer la muerte y la tortura en las anotaciones de Bonamín”, explican los investigadores. El provicario dejó constancia de su exposición “sobre las torturas” a sacerdotes destinados en Tucumán. Cuando el capellán mayor del Ejército, José Menestrina, ofreció enviar más capellanes, “el Sr. Gral. Adel E. Vilas agradeció muy de corazón pero me indicó que por ahora no era necesario”, apuntó Joaquín Cucala Boix, capellán en “La Escuelita” de Famaillá y otros centros clandestinos. Después de una conferencia en el Colegio Militar de la Nación, Bonamín apuntó que cadetes de cuarto año le preguntaron “sobre ética de la guerrilla (trato de prisioneros... torturas para ‘hacer cantar’)”. “Quería quedarme con ellos cuanto fuera necesario, incluso hasta medianoche, pero el jefe del Escuadrón, Tte. Núñez, me pidió que lo acercara a Buenos Aires... y tuve que ceder”, lamentó.

Acrecentar la funcionalidad de los tormentos también fue tarea de los sacerdotes católicos. Lo acreditan las víctimas que recuerdan la voz de los capellanes después de las sesiones de picana para ofrecerles “un momento de charla”. “No fueron más que estrategias represivas disfrazadas de ‘acciones benévolas’ que buscaron obtener aquella información que con la tortura no habían logrado”, advierten Lede y Bilbao. “Un hombre de iglesia totalmente integrado a la tarea ilegal utiliza su condición de sacerdote para ingresar en un campo de la víctima al que no accede mediante instrumentos físicos de tormento: el campo de las creencias y las convicciones –citan al teólogo y filósofo Juan Pablo Martín–. Se conforma así la figura de la tortura perfecta. Junto a otros que torturan el cuerpo, se ejerce el poder religioso sobre el alma.”

Entre 1975 y 1983 fueron 400 los capellanes que poblaron cuarteles de todo el país, según contabilizaron los investigadores en base a documentación oficial. Los comandantes de cada fuerza trataban con los obispos castrenses y con los tres capellanes mayores. Los comandantes de zonas, como Luciano Menéndez en Córdoba o Carlos Suárez Mason en Buenos Aires, eran asistidos por dos capellanes cada uno. El 80 por ciento de los jefes de áreas contaron con acompañamiento religioso y al menos 102 sacerdotes cumplieron tareas en unidades donde funcionaron centros clandestinos, precisan. Por último, detallan información sobre 22 capellanes que están vivos y que, aún si no fueran imputados por fiscales o jueces, podrían por los destinos que ocuparon conservar información valiosa sobre víctimas, victimarios y apropiaciones de niños (ver recuadro aparte).

“La Iglesia y en particular el obispado castrense podría colaborar si quisieran. Nuestro objetivo es aportar información para que la Justicia empiece a mover las piezas y cite a declarar a estos capellanes”, explican los autores a Página/12. “Igual que muchos militares juzgados como autores mediatos en el área o unidad donde fueron responsables, les cabe a los capellanes una máxima equivalente, ya que eran funcionarios públicos, tuvieron un despliegue territorial enorme y adaptado a la estrategia militar y, más importante aún, ocuparon hacia el interior de cada unidad una posición de cierta ‘paridad’ con los jefes e influencia sobre el resto de los militares que les permitía ejercer una forma de poder”, argumentan. “Son razones suficientes para que la Justicia los indague sin que haga falta un testimonio previo de un sobreviviente”, concluyen.

Von Wernich es hasta ahora el único capellán entre casi los 600 condenados por delitos de lesa humanidad. El tribunal riojano que condenó a Menéndez y a Luis Fernando Estrella por el asesinato de Enrique Angelelli afirmó en los fundamentos del fallo que “los militares no podrían haber matado a un obispo sin complicidad civil y clerical”. Pero esos cómplices siguen impunes. El primer capellán militar que llegó a juicio fue Mijalchyk, imputado por su actuación en el centro clandestino que funcionó en el arsenal Miguel de Azcuénaga, en Tucumán. La sobreviviente María Angélica Mazzamuto de Romero contó que “se lo sentía pararse en algunos boxes, consolar a algunos (secuestrados) y exhortarlos a hablar con sinceridad con la gente del Ejército”. “Lo conocía muy bien porque había ido de misión evangélica a la escuela en la que yo era directora”, aclaró. Osvaldo Pérez contó que el “Padre Pepe”, como lo llamaban, iba al centro clandestino y “no a ocuparse de nuestras almas”. La única vez que pudo hablar le preguntó si podía rezar por los cautivos. “Para qué rezar si estos se van todos al infierno”, le contestó. Los jueces Gabriel Casas y Carlos Jiménez Montilla consideraron que existían “dudas razonables” sobre la presencia de Mijalchyk en el centro de detención, sugirieron diferenciar “entre pecado y delito” y resolvieron “absolver(lo) por duda”. El juez Juan Carlos Reynaga, en disidencia, consideró acreditada su presencia, apuntó que “‘persuadía’ a los detenidos clandestinos en ese lugar para que confesaran”, explicó que agregaba a las torturas “un sufrimiento adicional al utilizar su calidad de religioso y los conocimientos propios de su oficio para lograr el quebrantamiento de su voluntad” y votó una condena a diez años de prisión. Los fiscales tucumanos apelaron la absolución, que podría revertir la Cámara de Casación Penal.

Eugenio Zitelli, capellán de la policía de Santa Fe, tiene procesamiento firme y será juzgado en Rosario junto a la patota que encabezaba Agustín Feced. Como capellán del Servicio de Informaciones y de la alcaidía de la Jefatura de Policía de Rosario participaba de interrogatorios vestido con sotana. Carlos Marozzi fue identificado por un sobreviviente del centro de detención que funcionó en el Batallón de Ingenieros de Combate 141 de Santiago del Estero, donde oficiaba como capellán auxiliar, como el hombre vestido de sacerdote, con camisa celeste y cuello blanco que le metía sus pulgares en los ojos y le decía que estaba poseído por el demonio. Luego de tres pedidos de la fiscal Indiana Garzón, prestó declaración indagatoria el mes pasado, imputado por tormentos a ese secuestrado. “En una sola oportunidad vio a un muchacho vendado pero presumió que se trataba de una persona castigada por faltas militares”, minimizó su abogado Julio Navarro. Su situación procesal está en manos del juez federal Guillermo Molinari.

En el caso de Emilio Graselli, el ex secretario del vicario general castrense Adolfo Tortolo que entrevistaba a los familiares de desaparecidos en la capilla Stella Maris, en Retiro, dos fiscales pidieron que se lo cite a indagatoria. Al formular el requerimiento al juez Julián Ercolini, el fiscal Federico Delgado destacó que el capellán “estaba en un ‘lugar clave’ que le brindaba ‘información cualificada’ en relación con la represión clandestina y que de alguna forma, que sería apresurado calificar, la ‘administró’”. Miguel Angel Blanco García Ordás y Hugo Bogetti le imputaron “captar” información de los familiares de desaparecidos para luego “desorientarlos dolosamente”. “No sólo no desconocía todo el aparato ilegal montado por las Fuerzas Armadas sino que formaba parte de él”, señalaron los fiscales de San Martín al pedirle la indagatoria a la jueza Alicia Vence, y apuntaron que entre sus más de 2 mil fichas en las que volcaba los datos que aportaban las familias figuraban 140 víctimas de la zona militar IV. “Recibía a los familiares simulando una total ajenidad a los casos narrados, obteniendo así información de ellos, sin perjuicio de que luego les daba como devolución a sus interrogantes que no tenía noticias oficiales sobre su destino”, señalaron. “Tortolo y Graselli poseían el mando de todos los capellanes del país, de quienes se abastecían de la información necesaria” sobre el destino de las víctimas “para luego informar a los familiares mendazmente a sabiendas de sus destinos finales”. Graselli “simulaba que realizaba averiguaciones relativas al tema” y “les informaba en la mayoría de los casos, salvo que las personas hubieran sido puestas a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, que no tenía noticia de su detención en lugar oficial”.

Aldo Vara murió luego de ocho meses prófugo en una parroquia de Ciudad del Este. En 2013 los fiscales Miguel Palazzani y José Nebbia lo definieron como un agente de inteligencia que sólo por su técnica se diferenciaba de los militares y pidieron su detención. El entonces juez subrogante Santiago Martínez no encontró “elementos suficientes” para ordenarla. Cuando la Cámara Federal de Bahía Blanca revirtió esa decisión, el ex capellán auxiliar del Cuerpo V de Ejército ya estaba escondido en Paraguay. “Vara se refugia porque no encuentra justicia en su país. Salió porque no era un proceso justo”, dijo el párroco Ecar Rolón para justificar el encubrimiento. “Esto era posible al no existir sanción canónica”, lo respaldó el obispo Rogelio Livieres Plano. El reo murió días después de que Interpol lo ubicara.

Franco Reverberi Boschi logró burlar a la Justicia argentina gracias a un fallo de la Corte de Casación de Italia que rechazó el pedido de extradición. El ex capellán auxiliar del Escuadrón de Exploración de Montaña VIII de San Rafael, imputado por participar de interrogatorios bajo tortura en el centro clandestino La Departamental, pasa sus días en una parroquia de la provincia de Parma, a sólo 463 kilómetros de la residencia del ex cardenal Jorge Bergoglio.





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sábado, 11 de julio de 2015

TEXTO: DISCURSO DEL PAPA EL ENCUENTRO CON LOS MOVIMIENTOS POPULARES EN BOLIVIA


artículo destacado





TEXTO: Discurso del Papa el encuentro con los movimientos populares en Bolivia

SANTA CRUZ, 09 Jul. 15 / 07:31 pm (ACI).- El Papa Francisco pronunció un extenso discurso en el encuentro con los movimientos populares reunidos en esta ciudad boliviana. A continuación el texto completo del mismo (las cursivas indican las palabras que improvisó el Santo Padre):



Hermanos, hermanas. Buenas tardes a todos.



Hace algunos meses nos reunimos en Roma y tengo presente ese primer encuentro nuestro. Durante este tiempo los he llevado en mi corazón y en misoraciones. Me alegra verlos de nuevo aquí, debatiendo los mejores caminos para superar las graves situaciones de injusticia que sufren los excluidos en todo el mundo. Gracias Señor Presidente Evo Morales por acompañar tan decididamente este Encuentro.


Aquella vez en Roma sentí algo muy lindo: fraternidad, garra, entrega, sed de justicia. Hoy, en Santa Cruz de la Sierra, vuelvo a sentir lo mismo. Gracias por eso. También he sabido por medio del Pontificio Consejo Justicia y Paz que preside el Cardenal Turkson, que son muchos en la Iglesia los que se sienten más cercanos a los movimientos populares. ¡Me alegra tanto! Ver la Iglesia con las puertas abiertas a todos Ustedes, que se involucre, acompañe y logre sistematizar en cada diócesis, en cada Comisión de Justicia y Paz, una colaboración real, permanente y comprometida con los movimientos populares. Los invito a todos, Obispos, sacerdotes y laicos, junto a las organizaciones sociales de las periferias urbanas y rurales, a profundizar ese encuentro.

Dios permite que hoy nos veamos otra vez. La Biblia nos recuerda que Dios escucha el clamor de su pueblo y quisiera yo también volver a unir mi voz a la de Ustedes: “Las famosas tres T”: tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra.

Primero de todo.

1. Empecemos reconociendo que necesitamos un cambio. Quiero aclarar, para que no haya malos entendidos, que hablo de los problemas comunes de todos los latinoamericanos y, en general también de toda la humanidad. Problemas que tienen una matriz global y que hoy ningún Estado puede resolver por sí mismo. Hecha esta aclaración, propongo que nos hagamos estas preguntas:

- ¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad?

- ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan tantas guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta de nuestros barrios? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo permanente amenaza?

Entonces, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio.

Ustedes –en sus cartas y en nuestros encuentros– me han relatado las múltiples exclusiones e injusticias que sufren en cada actividad laboral, en cada barrio, en cada territorio. Son tantas y tan diversas como tantas y diversas sus formas de enfrentarlas. Hay, sin embargo, un hilo invisible que une cada una de esas exclusiones, ¿podemos reconocerlo? Porque no se trata de cuestiones aisladas. Me pregunto si somos capaces de reconocer que estas realidades destructoras responden a un sistema que se ha hecho global. ¿Reconocemos que este sistema ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza?

Si esto así, insisto, digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra como decía San Francisco.

Queremos un cambio en nuestras vidas, en nuestros barrios, en el pago chico, en nuestra realidad más cercana; también un cambio que toque al mundo entero porque hoy la interdependencia planetaria requiere respuestas globales a los problemas locales. La globalización de la esperanza, que nace de los Pueblos y crece entre los pobres, debe sustituir esta globalización de la exclusión y la indiferencia.
Quisiera hoy reflexionar con Ustedes sobre el cambio que queremos y necesitamos. Saben que escribí recientemente sobre los problemas del cambio climático. Pero, esta vez, quiero hablar de un cambio en el otro sentido. Un cambio positivo, un cambio que nos haga bien, un cambio –podríamos decir– redentor. Porque lo necesitamos.

Sé que Ustedes buscan un cambio y no sólo ustedes: en los distintos encuentros, en los distintos viajes he comprobado que existe una espera, una fuerte búsqueda, un anhelo de cambio en todos los Pueblos del mundo. Incluso dentro de esa minoría cada vez más reducida que cree beneficiarse con este sistema reina la insatisfacción y especialmente la tristeza. Muchos esperan un cambio que los libere de esa tristeza individualista que esclaviza.

El tiempo, hermanos, hermanas, el tiempo parece que se estuviera agotando; no alcanzó el pelearnos entre nosotros, sino que hasta nos ensañamos con nuestra casa. Hoy la comunidad científica acepta lo que hace, ya desde hace mucho tiempo denuncian los humildes: se están produciendo daños tal vez irreversibles en el ecosistema.

Se está castigando a la tierra, a los pueblos y las personas de un modo casi salvaje. Y detrás de tanto dolor, tanta muerte y destrucción, se huele el tufo de eso que Basilio de Cesarea llamaba «el estiércol del diablo». La ambición desenfrenada de dinero que gobierna. Ese es el estiércol del diablo. El servicio para el bien común queda relegado. Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común.

No quiero extenderme describiendo los efectos malignos de esta sutil dictadura: ustedes los conocen. Tampoco basta con señalar las causas estructurales del drama social y ambiental contemporáneo. Sufrimos cierto exceso de diagnóstico que a veces nos lleva a un pesimismo charlatán o a regodearnos en lo negativo. Al ver la crónica negra de cada día, creemos que no hay nada que se puede hacer salvo cuidarse a uno mismo y al pequeño círculo de la familia y los afectos.

¿Qué puedo hacer yo, cartonero, catadora, pepenador, recicladora frente a tantos problemas si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista, trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales? ¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi chabola, mi población, mi rancherío cuando soy diariamente discriminado y marginado? ¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese militante, ese misionero que patea las barriadas y los parajes con el corazón lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para sus problemas?

Pueden hacer mucho. Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» ¿De acuerdo? (trabajo, techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, Cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No se achiquen!

2. Ustedes son sembradores de cambio. Aquí en Bolivia he escuchado una frase que me gusta mucho: «proceso de cambio». El cambio concebido no como algo que un día llegará porque se impuso tal o cual opción política o porque se instauró tal o cual estructura social. Dolorosamente sabemos que un cambio de estructuras que no viene acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón termina a la larga o a la corta por burocratizarse, corromperse y sucumbir.

Por eso me gusta tanto la imagen del proceso, los procesos, donde la pasión por sembrar, por regar serenamente lo que otros verán florecer, remplaza la ansiedad por ocupar todos los espacios de poder disponibles y ver resultados inmediatos. La opción es por generar proceso y no por ocupar espacios. Cada uno de nosotros no es más que parte de un todo complejo y diverso interactuando en el tiempo: pueblos que luchan por una significación, por un destino, por vivir con dignidad, por «vivir bien». Dignamente, en ese sentido.

Ustedes, desde los movimientos populares, asumen las labores de siempre motivados por el amor fraterno que se revela contra la injusticia social. Cuando miramos el rostro de los que sufren, el rostro del campesino amenazado, del trabajador excluido, del indígena oprimido, de la familia sin techo, del migrante perseguido, del joven desocupado, del niño explotado, de la madre que perdió a su hijo en un tiroteo porque el barrio fue copado por el narcotráfico, del padre que perdió a su hija porque fue sometida a la esclavitud; cuando recordamos esos «rostros y esos nombres» se nos estremecen las entrañas frente a tanto dolor y nos conmovemos… Todos nos conmovemos, porque «hemos visto y oído», no la fría estadística sino las heridas de la humanidad doliente, nuestras heridas, nuestra carne. Eso es muy distinto a la teorización abstracta o la indignación elegante. Eso nos conmueve, nos mueve y buscamos al otro para movernos juntos. Esa emoción hecha acción comunitaria no se comprende únicamente con la razón: tiene un plus de sentido que sólo los pueblos entienden y que da su mística particular a los verdaderos movimientos populares.

Ustedes viven cada día, empapados, en el nudo de la tormenta humana. Me han hablado de sus causas, me han hecho parte de sus luchas ya desde Buenos Aires y yo se los agradezco. Ustedes, queridos hermanos, trabajan muchas veces en lo pequeño, en lo cercano, en la realidad injusta que se les impuso y a la que no se resignan, oponiendo una resistencia activa al sistema idolátrico que excluye, degrada y mata.

Los he visto trabajar incansablemente por la tierra y la agricultura campesina, por sus territorios y comunidades, por la dignificación de la economía popular, por la integración urbana de sus villas, por la autoconstrucción de viviendas y el desarrollo de infraestructura barrial, y en tantas actividades comunitarias que tienden a la reafirmación de algo tan elemental e innegablemente necesario como el derecho a «las tres T»: tierra, techo y trabajo.

Ese arraigo al barrio, a la tierra, al oficio, al gremio, ese reconocerse en el rostro del otro, esa proximidad del día a día, con sus miserias porque las hay, las tenemos y sus heroísmos cotidianos, es lo que permite ejercer el mandato del amor, no a partir de ideas o conceptos sino a partir del encuentro genuino entre personas, necesitamos instaurar esta cultura del encuentro porque ni los conceptos ni las ideas se aman; se aman las personas. 

La entrega, la verdadera entrega surge del amor a hombres y mujeres, niños y ancianos, pueblos y comunidades… rostros y nombres que llenan el corazón. De esas semillas de esperanza sembradas pacientemente en las periferias olvidadas del planeta, de esos brotes de ternura que lucha por subsistir en la oscuridad de la exclusión, crecerán árboles grandes, surgirán bosques tupidos de esperanza para oxigenar este mundo.

Veo con alegría que ustedes trabajan en lo cercano, cuidando los brotes; pero, a la vez, con una perspectiva más amplia, protegiendo la arboleda. Trabajan en una perspectiva que no sólo aborda la realidad sectorial que cada uno de ustedes representa y a la que felizmente está arraigado, sino que también buscan resolver de raíz los problemas generales de pobreza, desigualdad y exclusión.

Los felicito por eso. Es imprescindible que, junto a la reivindicación de sus legítimos derechos, los Pueblos y sus organizaciones sociales construyan una alternativa humana a la globalización excluyente. Ustedes son sembradores del cambio. Que Dios les dé coraje, alegría, perseverancia y pasión para seguir sembrando. Tengan la certeza que tarde o temprano vamos de ver los frutos.

A los dirigentes les pido: sean creativos y nunca pierdan el arraigo a lo cercano, porque el padre de la mentira sabe usurpar palabras nobles, promover modas intelectuales y adoptar poses ideológicas, pero si ustedes construyen sobre bases sólidas, sobre las necesidades reales y la experiencia viva de sus hermanos, de los campesinos e indígenas, de los trabajadores excluidos y las familias marginadas, seguramente no se van a equivocar.

La Iglesia no puede ni debe ser ajena a este proceso en el anuncio del Evangelio. Muchos sacerdotes y agentes pastorales cumplen una enorme tarea acompañando y promoviendo a los excluidos en todo el mundo, junto a cooperativas, impulsando emprendimientos, construyendo viviendas, trabajando abnegadamente en los campos de la salud, el deporte y la educación. Estoy convencido que la colaboración respetuosa con los movimientos populares puede potenciar estos esfuerzos y fortalecer los procesos de cambio.

Y tengamos siempre presente en el corazón a la Virgen María, una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio, una madre sin techo que supo transformar una cueva de animales en la casa de Jesús con unos pañales y una montaña de ternura. María es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Yo rezo a la virgen tan venerada por el pueblo boliviano para que permita que este Encuentro nuestro sea fermento de cambio. El cura habla largo parece ¿no? Nooo (responden todos).

3. Por último quisiera que pensemos juntos algunas tareas importantes para este momento histórico, porque queremos un cambio positivo para el bien de todos nuestros hermanos y hermanas, eso lo sabemos. Queremos un cambio que se enriquezca con el trabajo mancomunado de los gobiernos, los movimientos populares y otras fuerzas sociales, eso también lo sabemos. Pero no es tan fácil definir el contenido del cambio, podría decirse, el programa social que refleje este proyecto de fraternidad y justicia que esperamos, no es fácil de definir.

En ese sentido, no esperen de este Papa una receta. Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio de la interpretación de la realidad social ni la propuesta de soluciones a los problemas contemporáneos. Me atrevería a decir que no existe una receta. La historia la construyen las generaciones que se suceden en el marco de pueblos que marchan buscando su propio camino y respetando los valores que Dios puso en el corazón.

Quisiera, sin embargo, proponer tres grandes tareas que requieren el decisivo aporte del conjunto de los movimientos populares:

3.1. La primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Digamos NO a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra.

La economía no debería ser un mecanismo de acumulación sino la adecuada administración de la casa común. Eso implica cuidar celosamente la casa y distribuir adecuadamente los bienes entre todos. Su objeto no es únicamente asegurar la comida o un “decoroso sustento”. Ni siquiera, aunque ya sería un gran paso, garantizar el acceso a «las tres T» por las que ustedes luchan. Una economía verdaderamente comunitaria, podría decir, una economía de inspiración cristiana, debe garantizar a los pueblos dignidad «prosperidad sin exceptuar bien alguno» (1) Esta última frase la dijo el Papa Juan XXIII hace 50 años. Jesús dice en el evangelio que aquel que le dé espontáneamente un vaso de agua cuando tiene sed será acogido en el reino de los cielos. Esto implica «las tres T» pero también acceso a la educación, la salud, la innovación, las manifestaciones artísticas y culturales, la comunicación, el deporte y la recreación.

Una economía justa debe crear las condiciones para que cada persona pueda gozar de una infancia sin carencias, desarrollar sus talentos durante la juventud, trabajar con plenos derechos durante los años de actividad y acceder a una digna jubilación en la ancianidad. Es una economía donde el ser humano en armonía con la naturaleza, estructura todo el sistema de producción y distribución para que las capacidades y las necesidades de cada uno encuentren un cauce adecuado en el ser social. Ustedes, y también otros pueblos, resumen este anhelo de una manera simple y bella: «vivir bien». Que no es lo mismo que ver pasar la vida.

Esta economía no es sólo deseable y necesaria sino también posible. No es una utopía ni una fantasía. Es una perspectiva extremadamente realista. Podemos lograrlo. Los recursos disponibles en el mundo, fruto del trabajo intergeneracional de los pueblos y los dones de la creación, son más que suficientes para el desarrollo integral de «todos los hombres y de todo el hombre». (2)

El problema, en cambio, es otro. Existe un sistema con otros objetivos. Un sistema que además de acelerar irresponsablemente los ritmos de la producción, además de implementar métodos en la industria y la agricultura que dañan la Madre Tierra en aras de la «productividad», sigue negándoles a miles de millones de hermanos los más elementales derechos económicos, sociales y culturales. Ese sistema atenta contra el proyecto de Jesús. Contra la Buena Noticia que trajo Jesús.

La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un mandamiento. Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece.

El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la Iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada. La propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos. Y estas necesidades no se limitan al consumo. No basta con dejar caer algunas gotas cuando lo pobres agitan esa copa que nunca derrama por sí sola. Los planes asistenciales que atienden ciertas urgencias sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras,coyunturales. Nunca podrán sustituir la verdadera inclusión: ésa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario.

Y en este camino, los movimientos populares tienen un rol esencial, no sólo exigiendo y reclamando, sino fundamentalmente creando. Ustedes son poetas sociales: creadores de trabajo, constructores de viviendas, productores de alimentos, sobre todo para los descartados por el mercado mundial.

He conocido de cerca distintas experiencias donde los trabajadores unidos en cooperativas y otras formas de organización comunitaria lograron crear trabajo donde sólo había sobras de la economía idolátrica y vi que algunos están aquí. Las empresas recuperadas, las ferias francas y las cooperativas de cartoneros son ejemplos de esa economía popular que surge de la exclusión y, de a poquito, con esfuerzo y paciencia, adopta formas solidarias que la dignifican. ¡Y qué distinto es eso a que los descartados por el mercado formal sean explotados como esclavos!

Los gobiernos que asumen como propia la tarea de poner la economía al servicio de los pueblos deben promover el fortalecimiento, mejoramiento, coordinación y expansión de estas formas de economía popular y producción comunitaria.

Esto implica mejorar los procesos de trabajo, proveer infraestructura adecuada y garantizar plenos derechos a los trabajadores de este sector alternativo. Cuando Estado y organizaciones sociales asumen juntos la misión de «las tres T» se activan los principios de solidaridad y subsidiariedad que permiten edificar el bien común en una democracia plena y participativa.

3.2. La segunda tarea, eran 3, es unir nuestros Pueblos en el camino de la paz y la justicia.

Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino. Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados.

Ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía y, cuando lo hacen, vemos nuevas formas de colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia porque «la paz se funda no sólo en el respeto de los derechos del hombre, sino también en los derechos de los pueblos particularmente el derecho a la independencia» (3)

Los pueblos de Latinoamérica parieron dolorosamente su independencia política y, desde entonces llevan casi dos siglos de una historia dramática y llena de contradicciones intentando conquistar una independencia plena.

En estos últimos años, después de tantos desencuentros, muchos países latinoamericanos han visto crecer la fraternidad entre sus pueblos. Los gobiernos de la Región aunaron esfuerzos para hacer respetar su soberanía, la de cada país y la del conjunto regional, que tan bellamente, como nuestros Padres de antaño, llaman la «Patria Grande». Les pido a ustedes, hermanos y hermanas de los movimientos populares, que cuiden y acrecienten esa unidad. Mantener la unidad frente a todo intento de división es necesario para que la región crezca en paz y justicia.

A pesar de estos avances, todavía subsisten factores que atentan contra este desarrollo humano equitativo y coartan la soberanía de los países de la «Patria Grande» y otras latitudes del planeta. El nuevo colonialismo adopta diversa fachadas. A veces, es el poder anónimo del ídolo dinero: corporaciones, prestamistas, algunos tratados denominados «de libres comercio» y la imposición de medidas de «austeridad» que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres.

Los obispos latinoamericanos lo denunciamos con total claridad en el documento de Aparecida cuando afirman que «las instituciones financieras y las empresas transnacionales se fortalecen al punto de subordinar las economías locales, sobre todo, debilitando a los Estados, que aparecen cada vez más impotentes para llevar adelante proyectos de desarrollo al servicio de sus poblaciones». Hasta aquí la cita. (4) En otras ocasiones, bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo –graves males de nuestros tiempos que requieren una acción internacional coordinada– vemos que se impone a los Estados medidas que poco tienen que ver con la resolución de esas problemáticas y muchas veces empeora las cosas.

Del mismo modo, la concentración monopólica de los medios de comunicación social que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural es otra de las formas que adopta el nuevo colonialismo. Es el colonialismo ideológico. Como dicen los Obispos de África, muchas veces se pretende convertir a los países pobres en «piezas de un mecanismo y de un engranaje gigantesco». (5)

Hay que reconocer que ninguno de los graves problemas de la humanidad se puede resolver sin interacción entre los Estados y los pueblos a nivel internacional. Todo acto de envergadura realizado en una parte del planeta repercute en todo en términos económicos, ecológicos, sociales y culturales. Hasta el crimen y la violencia se han globalizado. Por ello ningún gobierno puede actuar al margen de una responsabilidad común.

Si realmente queremos un cambio positivo, tenemos que asumir humildemente nuestra interdependencia, es decir, nuestra sana interdependencia. Pero interacción no es sinónimo de imposición, no es subordinación de unos en función de los intereses de otros. El colonialismo, nuevo y viejo, que reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y todos los males que vienen de la mano… precisamente porque al poner la periferia en función del centro les niega el derecho a un desarrollo integral. Y eso hermanos es inequidad y la inequidad genera violencia que no habrá recursos policiales, militares o de inteligencia capaces de detener.

Digamos NO entonces a las viejas y nuevas formas de colonialismo. Digamos SÍ al encuentro entre pueblos y culturas. Felices los que trabajan por la paz.

Y aquí quiero detenerme en un tema importante. Porque alguno podrá decir, con derecho, que «cuando el Papa habla del colonialismo se olvida de ciertas acciones de la Iglesia». Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios. Lo han reconocido mis antecesores, lo ha dicho el CELAM El Consejo Episcopal Latinoamericano y también quiero decirlo. Al igual que San Juan Pablo II pido que la Iglesia y cito lo que dijo Él «se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos» (6). Y quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue San Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América.

Y junto a este pedido de perdón y para ser justos también quiero que recordemos a millares de sacerdotes, obispos que se opusieron fuertemente a la lógica de la espada con la fuerza de la cruz. Hubo pecado y abundante, pero no pedimos perdón y por eso pido perdón, pero allí también donde hubo abundante pecado, sobreabundó la gracia a través de esos hombres de esos pueblos originarios. También les pido a todos, creyentes y no creyentes, que se acuerden de tantos Obispos, sacerdotes y laicos que predicaron y predican la buena noticia de Jesús con coraje y mansedumbre, respeto y en paz; No me quiero olvidar de las monjitas que anónimamente van a los barrios pobres llevando un mensaje de paz y dignidad, que en su paso por esta vida dejaron conmovedoras obras de promoción humana y de amor, muchas veces junto a los pueblos indígenas o acompañando a los propios movimientos populares incluso hasta el martirio.

La Iglesia, sus hijos e hijas, son una parte de la identidad de los pueblos en Latinoamérica. Identidad que tanto aquí como en otros países algunos poderes se empeñan en borrar, tal vez porque nuestra fe es revolucionaria, porque nuestra fe desafía la tiranía del ídolo dinero. Hoy vemos con espanto cómo en Medio Oriente y otros lugares del mundo se persigue, se tortura, se asesina a muchos hermanos nuestros por su fe en Jesús. Eso también debemos denunciarlo: dentro de esta tercera guerra mundial en cuotas que estamos viviendo, hay una especie de -fuerzo la palabra- genocidio en marcha que debe cesar.

A los hermanos y hermanas del movimiento indígena latinoamericano, déjenme transmitirle mi más hondo cariño y felicitarlos por buscar la conjunción de sus pueblos y culturas, eso que yo llamo poliedro, una forma de convivencia donde las partes conservan su identidad construyendo juntas la pluralidad que no atenta, sino que fortalece la unidad. Su búsqueda de esa interculturalidad que combina la reafirmación de los derechos de los pueblos originarios con el respeto a la integridad territorial de los Estados nos enriquece y nos fortalece a todos.

3. 3. Y la tercera tarea, tal vez la más importante que debemos asumir hoy, es defender la Madre Tierra.

La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un pecado grave. Vemos con decepción creciente como se suceden una tras otra cumbres internacionales sin ningún resultado importante. Existe un claro, definitivo e impostergable imperativo ético de actuar que no se está cumpliendo. No se puede permitir que ciertos intereses –que son globales pero no universales– se impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales, y continúen destruyendo la creación.

Los Pueblos y sus movimientos están llamados a clamar, a movilizarse, a exigir –pacífica pero tenazmente– la adopción urgente de medidas apropiadas. Yo les pido, en nombre de Dios, que defiendan a la Madre Tierra. Sobre éste tema me he expresado debidamente en la Carta Encíclica Laudato si’ que creo que les será dada al finalizar. Tengo dos páginas y media en esta cita, pero (como resumen basta (verificar y falta)

4. Para finalizar, quisiera decirles nuevamente: el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño. Y cada uno Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez.

Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la Madre Tierra. Rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, y una cosa importante la esperanza que no defrauda, gracias.



Y, por favor, les pido que recen por mí. Y si alguno de ustedes no puede rezar, con todo respeto, les pido que me piense bien y me mande buena onda.



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(1) Juan XXIII, Carta enc. Mater et Magistra (15 mayo 1961), 3: AAS 53 (1961), 402.

(2) Pablo VI, Carta enc. Popolorum progressio, n. 14.

(3) Pontificio Consejo «Justicia y Paz», Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 157.

(4) V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (2007), Documento Conclusivo, Aparecida, 66

(5) Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Ecclesia in Africa (14 septiembre 1995), 52: AAS 88 (1996), 32-33; Id., Cart enc. Sollicitudo rei socialis (30 diciembre 1987), 22: AAS 80 (1988), 539.

(6) Juan Pablo II, Bula Incarnationis mysterium, 11.






Fuente: https://www.aciprensa.com/







martes, 7 de julio de 2015

LA MASACRE DE SAN PATRICIO / LOS ECOS DEL MARTIRIO




En memoria
A 39 años de la masacre de San Patricio
1976 - 4 de Julio - 2015


El domingo 4 de Julio de 1976 tres sacerdotes y dos seminaristas fueron asesinados salvajemente en la Iglesia de San Patricio. Las autoridades militares elaboraron la hipótesis de un ataque extremista, pero los indicios encontrados no dejaron dudas sobre la participación de un grupo paramilitar ligado al gobierno de facto.

Si la jerarquía eclesiástica había apoyado el golpe militar, semejante ataque al corazón de la Iglesia parecía no tener explicación.

¿Cuáles fueron los motivos que llevaron a la masacre?




"CONSTRUYAMOS JUNTOS CON ESPERANZA"


Testimonio


Es evidente que se trató de un hecho político, pero también es evidente - para la Fe - que a través de los hechos políticos, o de cualquier otro orden, habla el Padre que usa de ellos como de causas segundas.

En una carta dirigida al Padre Kevin O'Neill por el Cardenal Eduardo Pironio, éste expresaba frente al hecho: "el doloroso e inexplicable crimen de la comunidad de San Patricio en Buenos Aires, sólo explicable desde la luz de la fe y la fecundidad de la Cruz en el martirio. ¡Cómo he pensado en estos días en la Palabra del Señor!: Si el grano de trigo cae en tierra y muere, produce fruto. Indudablemente es ése el signo y fruto de la maravillosa y fecunda acción de los palotinos en estos 90 años de presencia eclesial y misionera en Argentina".

"Acabo de leer "Encuentro" acerca del 15° Aniversario del martirio de los religiosos palotinos...

Se iniciaba una época cruel por lo sangrienta, pero gloriosa por lo testimonial...
No parece escucharse el eco de muertes martiriales que en otras épocas se habrían guardado y honrado con respeto y admiración.

Les hago llegar mi comunión mas profunda en la devota memoria de sus mártires".

MONSEÑOR JORGE NOVAK S.V.D





"En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre".


Juan 12, 24-26.-


Esa  noche no fue el final, esa noche de  atrocidad  homicida, de odio y de venganza no fue el final, ni mucho menos. Esos cuerpos en el piso, fusilados desde el centro del poder y con la complicidad y el silencio de la jerarquía eclesiástica también en el poder, esos frágiles, yertos y ultimados cuerpos no simbolizan ni son el fin. Por más doloroso que sea, la muerte, aparece como victoriosa, pero no es así, eso es solo una parte de la historia verdadera. Lo que se llevaron esos criminales, fue la vida, lo que vinieron a liquidar, porque tanto les molestaba, les incomodaba, les entorpecía, les negaba su proyecto de muerte, lo que tanto querían, era sus vidas. Aquellas que habían dado ferviente y eficaz testimonio de Cristo y el Evangelio ante los pobres, aquellas que construían el Reino entre los hombres con Justicia y Verdad, sin miedos. Lo que acribillaron esa noche invernal del 4 de julio de 1976, fue a la  Iglesia misma de Jesucristo en cinco de sus santos siervos que dieron todo, todo, todo, hasta el extremo. Nos dice el documental en el final que "ellos transformaron la vida de mucha gente en una vida con sentido". Y luego sigue el sacerdote diciendo: "Por ello estoy convencido que no trabajar por la verdad y la justicia, es traicionar el Evangelio; también estoy convencido que junto con la verdad y la justicia tenemos que trabajar por el perdón, porque sino también traicionamos el Evangelio y también los traicionamos a ellos". 

Los ecos del martirio a los que se refiere Monseñor Novak, resuenan hoy en cada uno de nosotros con ese respeto y admiración que no se pueden expresar con las palabras. Entonces, que ese eco retumbe y ensordezca la vida de nuestro pueblo, la de la Iglesia, la vida de nuestras propias vidas. No creo que ese sacrificio tan grande, que ya goza de las Bienaventuranzas del Señor, quede en las  misas y en las  homilías únicamente, por el contrario, creo que esa Eucaristía que los conmemora cada 4 de julio, se siembra y crece más y más en  aquellos lugares comunes, y asimismo trascendentes, en donde ellos vivieron la Fe y la hicieron presente como construcción de un Reino que empieza aquí, en medio de los más necesitados y oprimidos. Desde ese espacio de realidad y opción preferencial de su compromiso con los más pobres, debe nacer día a día la Utopía del Señor por la cual ofrendaron lo único que les quedaba. La causa que defendieron, según San Agustín, los hizo mártires. Ellos fueron conscientes de ese riesgo enorme, y aún así, lo hicieron lo mismo. Los ecos de su Martirio, están allí, exclusivamente allí, donde todo está por hacerse todavía, y ciertamente, como ya sabemos, hacen falta más, muchos más obreros. 



Que esos ecos, en su memoria, no se detengan, que irrumpan profundo en los corazones de quienes los oigan, para que la cosecha perdure...




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DOCUMENTAL:  LA MASACRE DE SAN PATRICIO