martes, 22 de abril de 2014

MONS. ENRIQUE ANGELELLI: "...EL PODER QUE DA VIDA"








"Vayan, llénense los pies de tierra y que la panza les quede verde de mate conversando con la gente, queriendo a la gente y descubriendo en la gente, porque en la gente está el poder, porque ése es el poder que vale, el poder que da vida, el poder del pueblo que se pone de pie, que es capaz de luchar por su libertad. La materialidad de la vida para ser libres..."

Monseñor Enrique Angelelli



sábado, 12 de abril de 2014

PERDERSE PARA ENCONTRARSE: EL MONJE, EL GATO Y LA LUNA Por W. Boff / de la Pagina de Leonardo Boff






Perderse para encontrarse: el monje, el gato y la luna
2014-04-11







El hombre moderno ha perdido el sentido de la contemplación, de maravillarse delante de las aguas cristalinas de un riachuelo, de llenarse de sorpresa ante un cielo estrellado y de extasiarse delante de los ojos brillantes de un niño que lo mira interrogante. No sabe lo que es el frescor de una tarde de otoño y es incapaz de quedarse solo, sin móvil, sin internet, sin televisión, sin aparato de sonido. Tiene miedo de oír la voz que le viene de adentro, aquella que nunca miente, que nos aconseja, nos aplaude, nos juzga y siempre nos acompaña. Esta pequeña historia de mi hermano Waldemar Boff, que intenta personalmente vivir al modo de los monjes del desierto, nos trae de vuelta a nuestra dimensión perdida. Lo que es profundamente verdadero sólo se deja decir bien, como atestiguan los antiguos sabios, por pequeñas historias y raramente por conceptos. A veces cuando imaginamos que nos perdemos, es cuando nos encontramos. Es lo que esta historia nos quiere comunicar: un desafío para todos.



«Erase una vez un ermitaño que vivía bastante más allá de las montañas de Iguazaim, al sur del desierto de Acaman. Hacía sus buenos 30 años que se había recogido allí. Unas cabras le daban la leche diaria y un palmo de tierra de aquel valle fértil le daba el pan. Junto a la cabaña crecían unas ramas de vid. Durante todo el año, bajo la techumbre de palma, las abejas venían a hacer sus colmenas.

“Hace 30 años que vivo por aquí...”, suspiró el monje Porfirio. “Hace sus buenos 30 años...”. Y, sentado sobre una piedra, la mirada perdida en las aguas del regato que saltaban entre los guijarros, se detuvo en este pensamiento durante largas horas. “Hace 30 buenos años y no me he encontrado. Me perdí para todo y para todos, en la esperanza de encontrarme. ¡Pero me he perdido irremediablemente!”.

A la mañana siguiente, antes que naciera el sol, después del rezo de los peregrinos, con un parco talego a la espalda y sandalias medio rotas en los pies se puso en camino hacia las montañas de Iguazaim. Siempre subía a las montañas cuando bajo fuerzas extrañas su mundo interior amenazaba derrumbarse. Iba a visitar a Abba Tebaíno, eremita más provecto y más sabio, padre de toda una generación de hombres del desierto. Vivía debajo de un gran peñasco desde donde se podían ver allá abajo los trigales de la aldea de Icanaum.

“Abba, me perdí para encontrarme. Me he perdido, sin embargo, irremediablemente. No sé quién soy, ni para qué o para quien soy. He perdido lo mejor de mí mismo, mi propio yo. He buscado la paz y la contemplación, pero lucho con una falange de fantasmas. He hecho todo para merecer la paz. Mira mi cuerpo, retorcido como una raíz, marcado por tantos ayunos, cilicios y vigilias... Y aquí estoy, roto y debilitado, vencido por el cansancio de la búsqueda”.

Y noche adentro, bajo una luna enorme iluminando el perfil de las montañas, Abba Tebaíno, sentado a la puerta de la gruta, se quedó escuchando con ternura infinita las confidencias del hermano Porfirio.

Después, en uno de esos intervalos donde las palabras se apagan y solo queda la presencia, un gatito que vivía desde hacía muchos años con Abba, vino arrastrándose despacito hasta sus pies descalzos. Maulló, le lamió la punta recta del sayal, se acomodó y se puso, con grandes ojos de niño, a contemplar la luna que, como alma de justo, subía silenciosa a los cielos.

Y, pasado mucho tiempo, Abba Tebaíno empezó a decir con gran dulzura:

“Porfirio, mi querido hijo, tienes que ser como el gato; él no busca nada para sí mismo, pero espera todo de mí. Cada mañana espera a mi lado un pedazo de corteza y un poco de leche de este cuenco secular. Después, viene y pasa el día juntito a mí, lamiéndome los pies machucados. Nada quiere, nada busca, espera todo. Es disponibilidad. Es entrega. Vive por vivir, pura y simplemente. Vive para el otro. Es don, es gracia, es gratuidad. Aquí, echado junto a mí, contempla inocente e ingenuo, arcaico como el ser, el milagro de la luna que sube, enorme y bendecida. No se busca a sí mismo, ni siquiera la vanidad íntima de la autopurificación o la complacencia de la autorrealización. Se perdió irremediablemente para mí y para la luna... Es la condición para ser lo que es y para encontrarse”.

Y un silencio profundo descendió sobre la boca del peñasco.

A la mañana siguiente, antes de que naciera el sol, los dos eremitas cantaron los salmos de maitines. Sus loas resonaron por las montañas e hicieron estremecer las fimbrias del universo. Después, se dieron el ósculo de despedida. El hermano Porfiro, de parco talego al hombro y sandalias medio rotas en los pies, regresó a su valle, al sur del desierto de Acaman. Entendió que para encontrarse debía perderse en la más pura y sencilla gratuidad.

Y cuentan los moradores de la aldea vecina, que muchos años después, en una profunda noche de luna llena, vieron en el cielo un gran resplandor. Era el monje Porfiro que subía, junto con la luna, a la inmensidad infinita de aquel cielo delirantemente sembrado de estrellas. Ahora ya no necesitaba perderse porque se había definitivamente encontrado para siempre».



Waldemar Boff (uno de mis 10 hermanos) estudió en Estados Unidos, es educador popular y campesino.




viernes, 11 de abril de 2014

CUARESMA: TIEMPO DE CONVERSIÓN / SUS ORÍGENES Y SIGNIFICADO




http://lasmemis.com/cuaresma-tiempo-de-conversion/

¿Cómo vivían los Primeros Cristianos la Cuaresma?

¿CÓMO Y CUÁNDO EMPIEZA A VIVIRSE LA CUARESMA?¿POR QUÉ 40 DÍAS? ¿POR QUÉ LA PENITENCIA Y EL AYUNO?¿POR QUÉ LA IMPOSICIÓN DE LA CENIZA?



Habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. A finales del siglo IV, Roma conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.

La celebración de la Pascua del Señor, constituye, sin duda, la fiesta primordial del año litúrgico. De aquí que, cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar anualmente el misterio pascual de Cristo, advirtió la necesidad de una preparación adecuada, por medio de la oración y del ayuno, según el modo prescrito por el Señor. Surgió así la piadosa costumbre del ayuno infrapascual del viernes y sábado santos, como preparación al Domingo de Resurrección.
Los primeros pasos

Paso a paso, mediante un proceso de sedimentación, este período de preparación pascual fue consolidándose hasta llegar a constituir la realidad litúrgica que hoy conocemos como Tiempo de Cuaresma. Influyeron también, sin duda, las exigencias del catecumenado y la disciplina penitencial para la reconciliación de los penitentes.

La primitiva celebración de la Pascua del Señor conoció la praxis de un ayuno preparatorio el viernes y sábado previos a dicha conmemoración.


A esta práctica podría aludir la Traditio Apostolica, documento de comienzos del siglo III, cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen el viernes y transcurran la noche del sábado en vela. Por otra parte, en el siglo III, la Iglesia de Alejandría, de hondas y mutuas relaciones con la sede romana, vivía una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.
En el siglo IV se consolida la estructura cuaresmal de cuarenta días

De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual se circunscribía en Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos. Este ayuno prepascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en vigor, pues a finales del siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.

El período cuaresmal de seis semanas de duración nació probablemente vinculado a la práctica penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la reconciliación, que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo. Como este período de penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre deQuadragesima o cuaresma.

Durante el primer estadio de organización cuaresmal se celebraban tan sólo las reuniones eucarísticas dominicales, si bien entre semana existían asambleas no eucarísticas: los miércoles y viernes.

Pero a finales del siglo VI las reuniones del lunes, miércoles y viernes celebraban ya la eucaristía. Más tarde, se añadieron nuevas asambleas eucarísticas los martes y sábados. Por último, el proceso se cerró bajo el pontificado de Gregorio II (715-731), con la asignación de un formulario eucarístico para los jueves de cuaresma.
¿Por qué la ceniza?

Hacia finales del siglo V, el miércoles y viernes previos al primer domingo de cuaresma comenzaron a celebrarse cómo si formaran parte del período penitencial, probablemente como medio de compensar los domingos y días en los que se rompía el ayuno.

Dicho miércoles, los penitentes por la imposición de la ceniza, ingresaban en el orden que regulaba la penitencia canónica. Cuando la institución penitencial desapareció, el rito se extendió a toda la comunidad cristiana: este es el origen del Miércoles de Ceniza o «Feria IV anerum».


El proceso de alargamiento del período penitencial continuó de forma irremediable. Esta anticipación delayuno cuaresmal no es una práctica exclusivamente romana: se encuentra también en Oriente, y en diversas regiones de Occidente.

Probablemente se trata de una praxis originada en la ascesis monástica y más tarde propagada entre la comunidad cristiana, aunque resulte difícil conocer sus características.
¿Por qué los cuarenta días?

El significado teológico de la Cuaresma es muy rico. Su estructura de cuarentena conlleva un enfoque doctrinal peculiar.

En efecto, cuando el ayuno se limitaba a dos días —o una semana a lo sumo—, esta praxis litúrgica podía justificarse simplemente por la tristeza de la Iglesia ante la ausencia del Esposo, o por el cli­ma de ansiosa espera; mientras que el ayuno cuares­mal supone desde el principio unas connotaciones propias, impuestas por el significado simbólico del número cuarenta.

En primer lugar, no debe pasarse por alto que toda la tradición occidental inicia la Cuaresma con la lectura del evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el período cuaresmal constituye, pues, unaexperiencia de desierto, que al igual que en el caso del Señor, se prolonga durante cuarenta días.

En la Cuaresma, la Iglesia vive un combate espiritual intenso, como tiempo de ayuno y de prueba. Así lo manifiestan también los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel por el Sinaí.

Otros simbolismos enriquecen el número cuarenta, como se advierte en el Antiguo y Nuevo Testamento. Así, la cuarentena evoca la idea de preparación: cuarenta días de Moisés y Elías previos al encuentro de Yahveh; cuarenta días empleados por Jonás para alcanzar la penitencia y el perdón; cuarenta días de ayuno de Jesús antes del comienzo de su ministerio público. La Cuaresma es un período de preparación para la celebración de las solemnidades pascuales: iniciación cristiana y reconciliación de los penitentes.

Por último, la tradición cristiana ha interpretado también el número cuarenta como expresión del tiempo de la vida presente, anticipo del mundo futuro. El Concilio Vaticano II(cfr. SC 109) ha señalado que la Cuaresma posee una doble dimensión, bautismal y penitencial, y ha subrayado su carácter de tiempo de preparación para la Pascua en un clima de atenta escucha a la Palabra de Dios y oración incesante.

El período cuaresmal concluye la mañana del Jueves Santo con la Misa crismal —Missa Chrismalis— que el obispo concelebra con sus presbíteros. Esta Misa manifiesta la comunión del obispo y sus presbíteros en el único e idéntico sacerdocio y ministerio de Cristo. Durante la celebración se bendicen, además, lossantos óleos y se consagra el crisma.

El tiempo de Cuaresma se extiende desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la cena del Señor exclusive. El miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia; los viernes de Cuaresma se observa la abstinencia de carne. El Viernes Santo también se viven el ayuno y la abstinencia.





http://www.primeroscristianos.com/

" TU PADRE VE EN LO SECRETO" Mateo 6,1-6.16-18.

PALABRA DEL SEÑOR


"Guárdense de las buenas acciones hechas a la vista de todos, a fin de que todos las aprecien. Pues en ese caso, no les quedaría premio alguno que esperar de su Padre que está en el cielo.
Cuando ayudes a un necesitado, no lo publiques al son de trompetas; no imites a los que dan espectáculo en las sinagogas y en las calles, para que los hombres los alaben. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio.
Tú, cuando ayudes a un necesitado, ni siquiera tu mano izquierda debe saber lo que hace la derecha:
tu limosna quedará en secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.
Cuando ustedes recen, no imiten a los que dan espectáculo; les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que la gente los vea. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio.
Pero tú, cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí, a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.
Cuando ustedes hagan ayuno, no pongan cara triste, como los que dan espectáculo y aparentan palidez, para que todos noten sus ayunos. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio.
Cuando tú hagas ayuno, lávate la cara y perfúmate el cabello.
No son los hombres los que notarán tu ayuno, sino tu Padre que ve las cosas secretas, y tu Padre que ve en lo secreto, te premiará."


Evangelio San Mateo 6,1-6.16-18.



www.evangelizafuerte.com.


lunes, 7 de abril de 2014

SAN ROMERO DE AMERICA: A 34 AÑOS DE SU MARTIRIO

A 34 años de su martirio

24 de marzo de 1980
24 de marzo de 2014





Visite esta pagina web:

http://www.romeroes.com

http://www.un.org/es/events/righttotruthday/romero.shtml



ACLARACIÓN: 

Por razones técnicas no se pudo publicar en su fecha este sencillo homenaje a nuestro amado San Romero de América. Superadas las mismas, y con las debidas disculpas, son difundidas en su memoria.

BuenaNueva21




MONS ROMERO, 34 AÑOS DE SU MARTIRIO / Nota de autor

A 34 años de su martirio

24 de marzo de 1980
24 de marzo de 2014



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lunes, 24 de marzo de 2014


Monseñor Romero, 34 años de su martirio

XXXIV ANIVERSARIO DEL MARTIRIO DE MONSEÑOR ROMERO

Cripta de Catedral. Lunes, 24 de marzo de 2014

El 34 aniversario del martirio y la pascua consiguiente de Monseñor Romero tiene sabor a victoria. En primer lugar, porque cada vez se van aproximando más el sentir popular, que ya considera como santo a Mons. Romero y las instancias vaticanas, que bajo la motivación del Papa Francisco, le van restituyendo dignidad a una de las víctimas más representativas del capitalismo salvaje imperante.

La cercanía del 35 aniversario de su martirio, el próximo año; así como la feliz concurrencia del centenario de su nacimiento, el año 2017, nos ponen en estado de preparación festiva. Ambos acontecimientos nos reclaman una adecuada preparación, tanto interior como exterior. La profundización sistemática de su magisterio pastoral. Los precedentes sentados en su defensa de los derechos humanos. La construcción de un modelo de Iglesia donde los pobres tengan el centro de la atención, no el mafioso o el corrupto de turno. En fin, son aspectos que, sin duda, el sentido de la fe del pueblo irá sugiriendo a nuestra creatividad organizativa.

Pero también es victoria en el plano político y social, en cuanto asistimos al inicio del eclipse de los dioses del Olimpo salvadoreño que orquestaron su asesinato. A ellos queremos decirles que Romero, como el cordero del Apocalipsis, está degollado, pero sigue en pié (5,6), resucitando en las luchas del pueblo.
Mons. Romero, como el Cordero del Apocalipsis, se acercó al libro de la historia y abrió sus sellos, porque fue degollado y con su sangre ha adquirido para Dios hombres —y mujeres— de toda raza, lengua, pueblo y nación; y ha hecho de ellos para nuestro Dios un Reino de Sacerdotes, que quieren hacer reinar la justicia sobre la tierra.
Quiero detenerme en dos puntos en esta reflexión: la centralidad de la dignidad humana en la construcción del Reino de Dios y la urgencia de construir una iglesia samaritana como la encarnó nuestro mártir.


1. Dignidad humana y construcción del Reino de Dios


El escritor Publio Terencio Africano, mejor conocido como Terencio, tiene una frase famosa: homo sum, humani nihil a me alienum puto, es decir, “hombre soy y nada de lo humano me resulta extraño”. Miguel de Unamuno, inicia su obra Del sentimiento trágico de la vida, haciendo una pequeña modificación a la máxima de Terencio. No sólo lo humano, como concepto abstracto —dice Unamuno— me interesa, sino el hombre concreto, en tanto “ningún hombre me resulta extraño”. Esta sensibilidad moderna, que le otorga una particular importancia a la dignidad de la persona, como presupuesto para evitar la comprensión de una Iglesia apartada de los sufrimientos de la gente, la encontramos en el n. 1 de la Gaudium et SpesLos gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.

Y la frase casi literal de Terencio la encontramos en el n. 380 de Aparecida, pero aplicada a la Iglesia, es decir, a ella, «nada de lo humano le puede resultar extraño». O dicho de otro modo en mismo numeral: «todo signo auténtico de verdad, bien y belleza en la aventura humana viene de Dios y clama por Dios».

Lo importante aquí es comprender que, tanto nuestra vida, como nuestro testimonio y la mediación sacramental de la Iglesia no son realidades auto-referenciales, sino que orientamos «toda nuestra vida desde la realidad transformadora del Reino de Dios que se hace presente en Jesús» (DAp, 382). En otras palabras, «Jesucristo es el Reino de Dios que procura desplegar toda su fuerza transformadora en nuestra Iglesia y en nuestras sociedades» (DAp, 382).

En términos prácticos, la conjugación de esos dos elementos, dignidad humana y Reino de Dios, hacen que los discípulos de Jesucristo amplíen el horizonte de su fe para que no se encierren en sí mismos; se trata, pues de «asumir evangélicamente y desde la perspectiva del Reino las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar junto con los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano» (DAp, 384).

Una de esas tareas es determinar cuáles estilos de vida, de los que propone la cultura moderna, son contrarios a la naturaleza y dignidad del ser humano.
Por ejemplo, ante una concepción idolátrica del poder, la riqueza y el placer, Aparecida propone «el valor supremo de cada hombre y de cada mujer» (DAp, 387). A esto le corresponde una opción preferencial por los pobres, «uno de los rasgos que marca la fisonomía de la Iglesia latinoamericana y caribeña» (DAp, 391, 550) y que no nace de un afán meramente sociológico, sino que «nace de nuestra fe en Jesucristo» (DAp, 392, 501), en el sentido que lo presenta Lumen Gentium 8: «Cristo efectuó la redención en la pobreza y en la persecución». Y esto imprime carácter a nuestro modo de creer. Quien pretender vivir su cristianismo de espaldas a la pobreza y a la persecución, injustamente provocadas, es un falso cristiano.

Pensemos en esa imposición que el imperio del Norte nos quiere hacer, es decir, dice que nos aprueba el FOMILENIO II, a condición que aceptemos que el agua de nuestro país pase a formar parte de las mercancías comercializables del capital extranjero y nacional. El agua es un elemento vital y no está en venta. ¿Qué tipo de negocio es ese que nos quita el agua y nos deja a cambio un pedazo de carretera construido? ¿Qué haremos cuando los niños tengan sed? ¿Les haremos morder el pavimento?

Esto me recuerda la respuesta de Jesús al tentador: “No sólo de pan vive el hombre”, entiéndase, “no sólo de dólares viven los salvadoreños”.
También viene a mi mente el evangelio que leímos ayer, cuando los discípulos le dicen a Jesús: “Maestro, come”.  Pero Él les dijo: “Yo tengo un alimento, que ustedes no conocen”. Los discípulos, totalmente desubicados, se decían entre ellos: “¿Alguien le habrá traído de comer?”. Pero Jesús les explica de qué se trata: “Mi alimento es hacer la voluntad de Aquel que me envió y dar cumplimiento a su obra”. Por tanto, no estamos en esta historia solamente para engordar barrigas, sino para construir el Reino de Justicia que nos encomienda nuestro Señor Jesucristo.

No puedo dejar de pensar también en el fiscal que tenemos los salvadoreños, el cual, si los señores que han comprado su vida le ordenan que debe investigar si salieron reos a votar en la segunda vuelta electoral, obedece presto y sin demora. Pero si el pueblo le ordena investigar los millones de dólares que se ha robado Francisco Flores, entonces, se hace el mareado y da largas al asunto.

Este hecho me recuerda la segunda tentación en la versión lucana, cuando el diablo lleva a Jesús a una altura y le muestra los poderes y riquezas del mundo y le dice: Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. A una condición, que Jesús le adore. Pero, Jesús le advierte: está escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto.

Nuestro Dios no es el mercado divinizado, como dice el papa Francisco, sino el Dios de Jesús y de Mons. Romero, a quien debemos respeto y del cual nos constituimos en sus discípulos, siguiendo los pasos de Jesús pobre y sufriente.

Pero, se impone también la tarea de descubrir el rostro de Cristo en los rostros sufrientes de los sectores marginados de la sociedad. Los pobres se constituyen en la medida que determina la autenticidad del actuar de todo el aparato eclesial; ellos constituyen una forma sacramental en la historia, que expresa la presencia de Cristo entre nosotros: «Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo: “Cuanto lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25,40)» (DAp, 393). En este marco de comprensión, «la Iglesia está convocada a ser abogada de la justicia y defensora de los pobres ante intolerables desigualdades sociales y económicas, que claman al cielo» (DAp, 395).

Ahora bien, si la opción por los pobres está vinculada al dato de fe, nuestra valoración de ellos debe ser más positiva. En primer lugar, no puede limitarse a ser sólo teórica, emotiva, paternalista, sin una verdadera incidencia en nuestro estilo de vida. En segundo lugar, el documento hace un llamado importante a considerar a los pobres no como meros destinatarios de la misión, sino sus protagonistas: «los pobres se hacen sujetos de la evangelización y de la promoción humana integral» (DAp, 393).

Recordemos las palabras de nuestro mártir: “¿Qué otra cosa es la riqueza cuando no se piensa en Dios? Un ídolo de oro, un becerro de oro, y lo están adorando, se postran ante él, le ofrecen sacrificios. ¡Qué sacrificios enormes se hacen ante esta idolatría del dinero; no sólo sacrificios, sino iniquidades! Se paga para matar, se paga el pecado y se vende, todo se comercializa, todo es lícito ante el dinero”. (Día a Día con Monseñor Romero, Homilía 11 de septiembre de 1977).

2. La Iglesia Samaritana 


Nuestro modo de entender la Iglesia va en la línea del n. 8 de la Lumen Gentium, donde se lee: «Mas como Cristo efectuó la redención en la pobreza y en la persecución, así la Iglesia está destinada a seguir ese mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación […]. La Iglesia va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz y la muerte del Señor, hasta que él venga (cfr. 1Co 11,26). Se vigoriza con la fuerza del Señor resucitado, para vencer con paciencia y con caridad sus propios sufrimientos y dificultades internas y externas y para descubrir fielmente, aunque entre sombras, el misterio de Cristo en el mundo, hasta que al fin de los tiempos se descubra con todo esplendor».

El Decreto Ad Gentes del Vaticano II, dice algo parecido: «[La Iglesia debe] caminar, bajo el impulso del Espíritu Santo, por el mismo camino que Cristo siguió, es decir, por el camino de la pobreza, de la obediencia, del servicio y de la inmolación de sí mismo hasta la muerte, de la que salió victorioso por su resurrección. Pues así caminaron en la esperanza todos los apóstoles, que con muchas tribulaciones y sufrimientos completaron lo que falta a la misión de Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia. También fue muchas veces semilla la sangre de los cristianos» (AG, 5).

Por tanto, todas las comunidades cristinas, si realmente aman a Mons. Romero deben incorporar en su praxis eclesial la memoria de los mártires, porque la fe cristiana consiste justamente en creer en uno que murió asesinado no de muerte natural. Jesús no murió de dengue, sino como consecuencia del odio que los poderes de su tiempo infligieron sobre él, porque les hacía estorbo, como también Mons. Romero era estorbo para los poderosos de su tiempo.

Lo que pasa es que esa identificación con los más pobres y la defensa de los mismos, la ha llevado a enfrentar los poderes establecidos. La Iglesia salvadoreña se sabe también como Iglesia martirial: «queremos recordar el testimonio valiente de nuestros santos y santas, y de quienes, aun sin haber sido canonizados, han vivido con radicalidad el Evangelio y han ofrendado su vida por Cristo, por la Iglesia y por su pueblo» (DAp, 98, 140, 178).

Según Aparecida, el martirio es un signo claro de la presencia del Reino de  Dios entre nosotros (cfr. DAp, 383). De ahí que se pueda notar una evolución, coherente con la realidad eclesial y social del continente latinoamericano, que va de una auto-comprensión como Iglesia de los pobres, a una auto-comprensión como iglesia martirial.
La Iglesia salvadoreña está llamada a  mirarse a sí misma como «compañera de camino de nuestros hermanos más pobres, incluso hasta el martirio» (DAp. 396).

Cierro con el n. 42 de la Lumen Gentium, que dice:«Dado que Jesús, el Hijo de Dios, manifestó su amor entregando su vida por nosotros, nadie tiene mayor amor que el que entrega su vida por Él y por sus hermanos (cf. 1 Jn 3,16; Jn 15,13). Pues bien: algunos cristianos, ya desde los primeros tiempos, fueron llamados, y seguirán siéndolo siempre, a dar este supremo testimonio de amor ante todos, especialmente ante los perseguidores. Por tanto, el martirio, en el que el discípulo se asemeja al Maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, y se conforma a Él en la efusión de su sangre, es estimado por la Iglesia como un don eximio y la suprema prueba de amor, Y, si es don concedido a pocos, sin embargo, todos deben estar prestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle, por el camino de la cruz, en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia».


Fuente: http://misionologiachopin.blogspot.com.ar/
            Juan Vicente Chopin






SAN ROMERO DE AMERICA: ÚLTIMA HOMILIA

A 34 años de su martirio

24 de marzo de 1980
24 de marzo de 2014



"No es voluntad de Dios que unos tengan todo y otros no tengan nada."


Mons. Oscar A. Romero, setiembre de 1978.-



Mons. Romero - Ultima homilía 23 marzo 1980






SAN ROMERO DE AMERICA: A 34 DE SU MARTIRIO / "EL CIELO ABIERTO" de Everardo González (Documental)

A 34 años de su martirio

24 de marzo de 1980
24 de marzo de 2014




EL CIELO ABIERTO (Everardo Gonzalez 2011)