jueves, 21 de marzo de 2013

J. M. BERGOGLIO: PAPA FRANCISCO

Estos artículos son publicados en este sitio web, en virtud de la importancia del contenido testimonial y documental de los mismos. En busca de la Verdad histórica y La Trascendente, de la voz silenciada de las victimas de la dictadura genocida cívico-militar, y en definitiva, en la lucha por Justicia y castigo a los culpables.

Raúl Olivares.-

miércoles, 20 de marzo de 2013

DE BERGOGLIO A FRANCISCO por Atilio Boron




De Bergoglio a Francisco



 Por Atilio A. Boron


Poco nuevo hay por agregar a lo mucho que ya se ha dicho sobre el papa Francisco desde su sorpresiva elevación al trono de San Pedro. Trataré de sintetizar esta breve nota en torno de tres ejes: a) las acusaciones sobre su actuación durante la dictadura genocida cívico-militar; b) su política como arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal; c) el posible impacto de su pontificado sobre la realidad sociopolítica de América latina.

En relación con el primer punto es indiscutible que su conducta se encuadró, en términos generales, en las deplorables líneas establecidas por la jerarquía católica. No fue un monstruo como Christian von Wernich, activo participante en la comisión de delitos de lesa humanidad y por ello condenado por la Justicia argentina; o un troglodita medieval como el obispo castrense Antonio Baseotto, que propuso colgarle una piedra de molino al cuello y tirar al mar al ministro de Salud Ginés González García por haber recomendado la utilización de preservativos. Pero tampoco fue un cristiano ejemplar como los obispos Enrique Angelelli y Carlos Horacio Ponce de León, el padre Carlos Mugica, los sacerdotes palotinos o las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon, todos asesinados por la dictadura, o como los obispos Miguel Hesayne, Jorge Novak y Jaime de Nevares, duros críticos del régimen militar. El por entonces Provincial de la Compañía de Jesús tuvo una conducta reprobable en relación con dos de sus directos subordinados, los sacerdotes Francisco Jalics y Orlando Virgilio Yorio, quienes ejercían su labor pastoral en una villa del Bajo Flores y fueron secuestrados y torturados por la dictadura ante la inacción de su superior, que los privó de su protección. Algunos testimonios, como el de Alicia Oliveira, rechazan estas críticas señalando su activa colaboración para salvar la vida de clérigos y laicos en peligro. Pero la evidencia documental –que no es lo mismo que una opinión– aportada en estos días por Horacio Verbitsky en Página/12 o lo que escribiera un eminente católico como Emilio F. Mignone lo tipifican como un pastor que entregó “sus ovejas al enemigo sin defenderlas ni rescatarlas”, en un caso al menos de un nieto que fue apropiado por los represores manteniendo oculta esta información por años. Lo más probable es que ambas actitudes sean ciertas, pero los buenos gestos destacados por algunos no alcanzan para opacar la gravedad de los otros. En un país en donde todos sabían de los crímenes perpetrados por el terrorismo de Estado no se puede aducir ignorancia, menos que menos un sacerdote que administraba el sacramento de la confesión y en permanente contacto con el común de la gente. En su momento, Bergoglio pidió perdón en nombre de la Iglesia “por no haber hecho lo suficiente” para preservar los derechos humanos ante la barbarie del terrorismo de Estado; debería haberlo pedido, en cambio, por el explícito apoyo que la jerarquía les brindó a los genocidas y no por lo poco que hizo para combatirlos. ¿Neutralidad o tolerancia ante el terrorismo de Estado? ¡Hum!, recordemos lo que dice el Dante en La Divina Comedia: “El círculo más horrendo del infierno está reservado para quienes en tiempos de crisis moral optan por la neutralidad”.

Pero supongamos que un examen exhaustivo e imparcial dictamine la absoluta inocencia de Bergoglio en los años de plomo. ¿Qué podemos decir de su actuación durante la reconstitución democrática posterior a la dictadura? A tono con la contrarreforma lanzada por Juan Pablo II con el apoyo y beneplácito de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, Bergoglio se asoció a las tendencias más reaccionarias de la Iglesia argentina, lo que no es poco decir. Formado en el peronismo de derecha, militante de Guardia de Hierro en su juventud, durante su gestión como cardenal primado de la Argentina se alineó inequívoca y sistemáticamente en contra de todas las buenas causas: se opuso –sin éxito– al matrimonio igualitario; reaccionó con el furioso fanatismo de Tomás de Torquemada ante la muestra del artista plástico León Ferrari, que tuvo que ser levantada antes de tiempo; ha combatido con fiereza todo lo relacionado con la educación sexual, el control de la natalidad, la despenalización del aborto y los derechos de las minorías sexuales; mantiene dentro de la Iglesia (y así les extiende su protección) a criminales como Von Wernich y Julio César Grassi (condenados los dos últimos por pedofilia); atenta contra el carácter laico del Estado democrático y defiende con enjundia los privilegios que tiene la Iglesia en materia financiera y en el control sobre el proceso educacional, en abierta violación a lo dispuesto por la Constitución de 1994.

En conclusión, un papa austero y alejado del boato del Vaticano con una marcada preocupación por la suerte de los pobres, pero sumamente conservador. ¿Es esto novedoso? Para nada. El conservadurismo popular tiene larga historia, y no sólo en América latina. A diferencia de su variante elitista y aristocratizante, los valores e intereses tradicionales que sostienen un orden social injusto se refuerzan, aprovechándose de la ignorancia y credulidad de los sujetos populares ganados por la prédica eclesiástica. Es un conservadurismo plebeyo, excéntrico en sus formas, pero que presta un valioso servicio a las clases dominantes, como lo prueba la obscena explosión de júbilo de los genocidas en los juzgados cuando se conoció la designación de Bergoglio como pontífice, o la desbordante alegría de las más diversas expresiones y variados representantes de la derecha argentina, o la fenomenal campaña apologética de los diarios de la burguesía y del imperio –principalmente Clarín y La Nación, este último marcando la penosa involución moral de un periódico fundado por Bartolomé Mitre, un masón probado y confeso– ante las noticias procedentes de Roma. Con semejantes amigos, ¿cómo creer que Francisco va a imitar al santo de Asís, cuya renuncia a la riqueza y los bienes materiales fue total y absoluta? En compañía de estos ricos cofrades, la “opción por los pobres” difícilmente pueda ser algo más que un lejano acompañamiento de sus sufrimientos y privaciones, pero cuidándose de enseñarles quién es el que los condena a transitar por este valle de lágrimas, padecimientos e infortunios. Hace casi medio siglo que don Helder Cámara, obispo de Olinda y Recife, explicó muy bien esta contradicción: “Si les doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista”. No basta con la humildad ni con la confraternización con los pobres: de lo que se trata es de enseñarles que la pobreza no es resultado de un designio divino o de un capricho de la naturaleza, sino un producto histórico de una sociedad llamada capitalista, máquina implacable de fabricar pobreza y miseria y a la cual la Iglesia jamás tuvo la osadía de condenar a pesar de su intrínseca malignidad.

De los dichos y los hechos de Francisco no se desprende que esto vaya a ocurrir. Es bueno que el esclavo se rebele contra su amo, pero como decía Lenin, el cambio sólo se producirá cuando aquél se rebele contra la esclavitud, contra el sistema y no sólo contra uno de sus agentes. ¿Alentará Francisco la rebelión anticapitalista de los pobres, dado que dentro del capitalismo su suerte está echada? Nada en su biografía autoriza a pensar en ese curso de acción; lo más probable será que estimule su mansedumbre y eternice su sumisión. Es que la “opción por los pobres” de la Iglesia que surge de la contrarreforma liderada por Juan Pablo II y que barrió con los avances del Concilio Vaticano II no es la que proponía la Iglesia de Carlos Mugica, Jaime de Nevares, Miguel Hesayne, Oscar Arnulfo Romero (arzobispo de San Salvador), Sergio Méndez Arceo (obispo de Cuernavaca, México), Samuel Ruiz García (obispo de San Cristóbal, Chiapas), Pedro Casaldáliga y don Helder Cámara (Brasil) y Ernesto Cardenal (Nicaragua) o, en nuestros días, los teólogos de la liberación como Frei Betto, Leonardo Boff, Gustavo Gutiérres o Jon Sobrino.

¿Será su pontificado una remake del de Juan Pablo II? Es muy poco probable. El papa Wojtila fue un producto de finales de los setenta, cuando el mundo era muy diferente del de hoy. Fue el ariete que la burguesía imperial necesitaba para derrumbar a la Unión Soviética y los países el Este europeo. Pero esa estrategia fue eficaz porque aquellos regímenes padecían de un avanzado estado de descomposición moral, política, económica y social. En realidad, Juan Pablo se limitó a desencadenar la embestida final a un inmenso edificio que ya se venía abajo producto de sus propias contradicciones. Hoy el mundo ha cambiado mucho: el imperialismo ya no tiene, tal como lo reconocen sus propios intelectuales orgánicos, la gravitación del pasado. Los rivales son más numerosos y diversificados, y económicamente mucho más fuertes que lo que eran la URSS y los países de Europa Oriental. Sus aliados, además, son más débiles y vacilantes. La Iglesia, a su vez, se ha visto debilitada por una interminable sucesión de escándalos y carece de la credibilidad que había ganado en los años de Juan XXIII. Además, si se quisiera lanzar todo su peso para desestabilizar los procesos bolivarianos en Venezuela, Bolivia y Ecuador o las experiencias de transformación política en curso en otros países de la región, la respuesta será muy diferente de la que hace más de treinta años se verificara en el Este europeo. Aquí se trata de procesos que cuentan con un enorme apoyo popular que ni remotamente existía allá, y por consiguiente el proyecto de las derechas latinoamericanas –organizadas, orientadas y financiadas por el imperio– de reutilizar el ariete eclesiástico que tan buenos resultados le diera en Europa Oriental para acabar con los gobiernos progresistas y de izquierda en la región terminaría en un rotundo fracaso. La “revolución de terciopelo” de Checoslovaquia nada tiene que ver con la Revolución Bolivariana de Venezuela, Evo Morales no es Lech Walesa, y Correa no es Ceaucescu. No sólo los procesos y la época histórica son distintos: los enormes problemas que enfrenta hoy la Iglesia (crisis financiera, delitos económicos del Banco Vaticano, alianzas con intereses mafiosos, pedofilia y sus juicios, el celibato sacerdotal, la incorporación de la mujer al sacerdocio y el postergado aggiornamiento reclamado por Juan XXIII) difícilmente le permitirán a Francisco dedicarle mucha atención a lo que ocurra en los países de Nuestra América. Es un buen administrador y tendrá que poner la casa en orden. Es también un muy hábil político, y sabe que muy pronto deberá convocar a un Concilio que permita destrabar viejas disputas que están corroyendo la Iglesia y aislándola cada vez más del mundo real. Hace exactamente quinientos años Nicolás Maquiavelo diagnosticaba en El Príncipe que, para salvarse, la Iglesia necesitaba una revolución. Tal cosa no ocurrió. Cuatro años más tarde, en 1517, estallaba la Reforma Protestante de Martín Lutero, y la revolución quedó congelada. Ahora, la revolución es muchísimo más urgente y necesaria que antes.

Si Francisco fracasa en este empeño, la suerte de la dos veces milenaria institución se verá muy seriamente comprometida. No hay que engañarse con las cifras manejadas por la prensa en estos días: de esos mil doscientos millones de católicos en todo el mundo, los realmente practicantes son una ínfima minoría, que además se achica cada día. Pretender socavar los procesos emancipatorios en curso en América Latina y el Caribe sería una pérdida de tiempo, el pasaporte para una segura derrota y un esfuerzo que desviaría al papado de su desafío fundamental. Tal vez por eso Leonardo Boff confía en que, pese a sus antecedentes, Francisco se abstendrá de seguir el curso que la derecha y el imperialismo le instan a seguir y elegirá, en cambio, el camino de la reforma. En pocos años la historia ofrecerá su veredicto.

* Politólogo, director del PLED, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini




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UN SANTO DE LA DIÓCESIS DE ANGELELLI


Cristina Murias, durante el juicio por el asesinato de su hermano Carlos y de Gabriel Longueville.


EL PRIMER BEATIFICADO POR FRANCISCO SERIA UN CURA ASESINADO POR LA DICTADURA CON EL SILENCIO DE LA IGLESIA




Un santo de la diócesis de Angelelli






El diario italiano La Stampa publicó que el papa Francisco se encamina a beatificar a Murias, quien fue torturado y asesinado por la dictadura junto al también cura Gabriel Longueville. El fiscal Carlos Gonella recordó la complicidad de la jerarquía católica.


La primera semana del papa Francisco al frente del Vaticano estuvo cargada de gestos. El diario italiano La Stampa sumó ayer uno más a la lista: publicó que Jorge Bergoglio, de quien se cuestiona su papel durante la dictadura, se encamina a beatificar a un sacerdote argentino asesinado por los militares. Se trata del sacerdote Carlos de Dios Murias, que fue ordenado por el entonces obispo de La Rioja Enrique Angelelli, quien también fue asesinado por la dictadura por investigar la muerte de Murias y del sacerdote Gabriel Longueville. En diálogo con Página/12, el fiscal riojano Carlos Gonella explicó cuál fue el rol de la Iglesia Católica en la dictadura ante el asesinato de los curas: “Tuvo el gesto del silencio cómplice”.

Carlos de Dios Murias fue secuestrado el 18 de julio de 1976, torturado y asesinado por la dictadura. Por su muerte fueron condenados en diciembre del año pasado el ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército Luciano Benjamín Menéndez, el vicecomodoro Luis Fernando Estrella y el ex comisario Domingo Benito Vera.

Según el diario La Stampa, el proceso de beatificación de Murias se inició en mayo de 2011 con la firma del entonces arzobispo Jorge Bergoglio. El diario especula con que podría ser el primer beato declarado por el papa Francisco y cita las declaraciones del sacerdote Carlos Trovarelli, provincial de los Frailes Menores Conventuales en Argentina y Uruguay. “La causa para la canonización la comenzó Bergoglio en mayo de 2011, cuando firmó los papeles correspondientes. Y lo hizo con discreción para evitar ser bloqueado por otros obispos argentinos, que aún se oponen a iniciativas similares basadas en el compromiso social de los sacerdotes. Gracias a su cautela, el proceso siguió adelante”, advirtió.

La agencia France Press registró las declaraciones del fraile Horacio Zabala, quien dijo que hay dos comisiones que estudian la beatificación: “La que escuchó a unos 70 testigos, finalizó. La comisión histórica que analiza sus vidas puede terminar su labor en 2013 o 2014. Luego se envía el resultado al Vaticano”, dijo el vicario provincial franciscano.

En 1976, a Murias se lo llevaron junto al cura párroco francés Gabriel Longueville. Los llevaron a una base aérea donde los torturaron. Sus cuerpos aparecieron dos días después acribillados en un paraje cerca de El Chamical. El obispo Angelelli viajó allí a recabar información y murió cuando volvía de viaje en un supuesto accidente de auto, que luego se comprobó que había sido un asesinato encubierto.

“Cuentan testimonios que Angelelli se entrevistó por esto en más de una oportunidad con (el arzobispo de Córdoba, Raúl) Primatesta. Le dijo que le estaban matando a los corderos. Y Primatesta le contestó que eso le pasaba por meterse en esas cosas. Al poco tiempo, Primatesta fue presidente de la Conferencia Episcopal. Allí hay un documento en el cual lo asesoran a Videla sobre cómo tratar a los desaparecidos”, recuerda Gonella. El documento fue publicado por el periodista Horacio Verbitsky en Página/12.

“La beatificación de Murias sería un gesto importante de Bergoglio –estimó el fiscal Gonella–. Espero que sea el principio de una apertura del debate por parte de las máximas autoridades de la Iglesia para empezar a discutir el rol de lo que fue la jerarquía de la Iglesia en la Argentina. En este caso concreto, quedó claro cuál fue el rol de la Iglesia: el de silencio cómplice.” Gonella incluso recordó el testimonio en otro juicio en Córdoba de María Cristina Tobares. La testigo contó que ella se exilió y estuvo refugiada en el Acnur de Brasil. Y un obispo, llamado Ars, convocó a los refugiados un día y les mostró una carta de Primatesta, en la que le pedía información sobre ellos, al tiempo que le reprochaba que les diera refugio a subversivos.


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EL PRIMER BEATO DE FRANCISCO: CARLOS DE DIOS MURIAS MÁRTIR CON ANGELELLI DE LA DICTADURA




Padre Carlos de Dios Murias



VATICAN INSIDER

19/03/2013


El primer beato del Pontífice, un sacerdote asesinado por el régimen





Carlos Murias se inspiraba en la teología de la liberación
PAOLO MASTROLILLI (VATICAN INSIDER)

El primer santo de Francisco será un mártir de la dictadura militar, si el deseo que el cardenal Bergoglio había expresado antes de ser elegido Papa se cumple. Carlos de Dios Murias, un joven fraile franciscacno torturado y asesinado brutalmente por los militares de la provincia de La Rioja en 1976. 

«La causa de canonización -nos cuenta el padre Carlos Trovarelli, provincial franciscano en Argentina y Uruguay- la firmó Bergoglio en persona en mayo de 2011. Y lo hizo con discreción, para evitar que fuera bloqueada por otros obispos argentinos, que todavía estaban en contra de iniciativas de este tipo basadas en el compromiso social de los sacerdotes». 


Carlos Murias nació en 1945 en Córdoba. Su padre era un rico agente inmobiliario, además de hombre político famoso en la región. Quería una carrera militar para su hijo, por lo que lo inscribió en el Liceo Militar, pero después de sus estudios, Carlos entró al seminario y poco tiempo después fue ordenado sacerdote por Enrique Angelelli, el obispo de La Rioja, famoso por su pastoral de los campesinos. La situación en ese entonces y en esa región era el retrato de los desequilibrios de todo el país: pocas familias riquísimas que controlaban todo frente a una marea de trabajadores reducidos a la esclavitud. 


Angelelli se opuso a ello y Murias fue enviado a ayudar a los campesinos de un pueblecito llamado El Chamizal, en compañía del francés Gabriel Longueville. Debían fundar una comunidad franciscana, pero los militares dieron el golpe. Comenzó a recibir advertencias y amenazas, citaciones en las que los soldados le explicaban que «la tuya no es la Iglesia en la que creemos». Carlos siguió trabajando y el 18 dejulio de 1976 fue secuestrado con Gabriel. Fueron encerrados en la Base de la Fuerza Aérea di Chamizal y, dos días después, su cadáver fue encontrado en medio del campo: le habían sacado los ojos y le habían cortado las manos antes de dispararle. 


Angelelli celebró el funeral atacando a los militares: «Han golpeado donde sabían que habrían hecho más daño. A Carlos lo ordené yo y yo lo puse en una situación de peligro». Dos semanas después, una Peugeot 404 alcanzó el coche en el que viajaba monseñor Angelelli; el coche tuvo un accidente y todos los que viajaban a bordo murieron. La policía archivó el episodio como un simple accidente. La magistratura está finalmente investigando para determinar si se trató de un homicidio. 


La parte menos conocida de esta historia es el papel de Bergoglio, que ahora nos la revela el padre Miguel La Civita, cercano colaborador de Angelelli: «Lo conocí cuando estudiaba. Pocos días después del homicidio se llevó a nuestros seminaristas y los escondió en el Colegio Máximo de los jesuitas, del que era el provincial. No son historias que he escuchado por ahí: lo vi, en primera persona. Y que quede clara una cosa: yo era el prototipo exacto de los que entonces se llamaban “sacerdotes tercermundistas”, teología de la liberación. Con el pretexto de los retiros espirituales, el Colegio se había convertido en una especie de central para ayudar a los perseguidos: los escondían, preparaban los documentos falsos y los ayudaban a huir al extranjero. Bergoglio estaba convencido de que los militares no habrían tenido el valor de violar el Máximo».   




La muerte de Carlos Murias afectó mucho a Bergoglio. Es difícil entender cómo ciertos episodios marcan el ánimo humano, en situaciones en las que el peliro extremo se vuelve cotidiano. «Los jesuitas - explica Trovarelli - son la vanguardia total. Creo que la curia general ordenó a Bergoglio y él tuvo que encontrar la forma para salvar sus vidas sin exponer demasiado la de los colegas». 

  
El hecho es que la diócesis de La Rioja puso en marcha la causa para la canonización y el cardenal Bergoglio la firmó inmediatamente. Era mayo de 2011, por lo que no había todavía ninguna “campaña papal” a la vista. «Bergoglio firmó y nos aconsejó que fuéramos discretos: muchos obispos argentinos, sobre todo los más viejos, se oponen a las causas basadas en el compromiso social. Gracias a su cautela el proceso ha seguido su curso. Ahora Bergoglio es Papa. La voluntad de Dios hace milagros: sería conmovedor si el primer beato de Francisco fuera Carlos». 

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CAMINO A DAMASCO Hechos 9,1-43.-



Damasco puede ser nuevamente. Como antes fue, es, y también, siempre será. Ahora, lo necesitamos. 

Señor que tu encuentro nos vuelque, nos enceguezca para ver de verdad, que tu Luz nos envuelva, nos convierta para dar testimonio como Iglesia, aunque tengamos que padecer en tu nombre.

Ahora, ahora lo necesitamos... Tu Iglesia puede tener su camino a Damasco. No la dejes pasar, arremete contra ella si es necesario, cuestiónala, guíala, abrázala! Pero ante todo y como siempre, Señor, que se haga tu Voluntad.

En esa Esperanza...




Raúl Olivares.-
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Saulo de Tarso cae enceguecido por la Luz del Señor.  
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La vocación de Pablo


Saulo, que todavía respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de traer encadenados a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres o mujeres.

Y mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, una luz que venía del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor.

Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?"

Él preguntó: "¿Quién eres tú, Señor?". "Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió la voz. Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer". Los que lo acompañaban quedaron sin palabra, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco. Allí estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber.

El bautismo de Pablo




Vivía entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en una visión: "¡Ananías!" Él respondió: "Aquí estoy, Señor". El Señor le dijo: "Ve a la calle llamada Recta, y busca en casa de Judas a un tal Saulo de Tarso. Él está orando, y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para devolverle la vista". Ananías respondió: "Señor, oí decir a muchos que este hombre hizo un gran daño a tus santos en Jerusalén. Y ahora está aquí con plenos poderes de los jefes de los sacerdotes para llevar presos a todos los que invocan tu Nombre". El Señor le respondió: "Ve a buscarlo, porque es un instrumento elegido por mí para llevar mi Nombre a todas las naciones, a los reyes y al pueblo de Israel. Yo le haré ver cuánto tendrá que padecer por mi Nombre".
Ananías fue a la casa, le impuso las manos y le dijo: "Saulo, hermano mío, el Señor Jesús —el mismo que se te apareció en el camino— me envió a ti para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo". 
En ese momento, cayeron de sus ojos una especie de escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. Después comió algo y recobró sus fuerzas.

La permanencia de Pablo en Damasco


Saulo permaneció algunos días con los discípulos que vivían en Damasco, y luego comenzó a predicar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios.Todos los que lo oían quedaban sorprendidos y decían: "¿No es este aquel mismo que perseguía en Jerusalén a los que invocan este Nombre, y que vino aquí para llevarlos presos ante los jefes de los sacerdotes?" Pero Saulo, cada vez con más vigor, confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrándoles que Jesús es realmente el Mesías. Al cabo de un tiempo, los judíos se pusieron de acuerdo para quitarle la vida, pero Saulo se enteró de lo que tramaban contra él. Y como los judíos vigilaban noche y día las puertas de la ciudad, para matarlo, sus discípulos lo tomaron durante la noche, y lo descolgaron por el muro, metido en un canasto. 


Pablo en Jerusalén


Cuando llegó a Jerusalén, trató de unirse a los discípulos, pero todos le tenían desconfianza porque no creían que también él fuera un verdadero discípulo. Entonces Bernabé, haciéndose cargo de él, lo llevó hasta donde se encontraban los Apóstoles, y les contó en qué forma Saulo había visto al Señor en el camino, cómo le había hablado, y con cuánta valentía había predicado en Damasco en el nombre de Jesús. 

Desde ese momento, empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén y predicaba decididamente en el nombre del Señor. 
Hablaba también con los judíos de lengua griega y discutía con ellos, pero estos tramaban su muerte. Sus hermanos, al enterarse, lo condujeron a Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso.

La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo.


Hechos de los Apóstoles 9,1-43.-



domingo, 10 de marzo de 2013

EL COLAPSO DE SU TEOLOGÍA: ¿RAZÓN MAYOR DE LA RENUNCIA DE BENEDICTO XVI? Por Leonardo Boff





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El colapso de su teología: ¿razón mayor de la renuncia de Benedicto XVI?







Siempre es arriesgado nombrar a un teólogo para la función de papa. Él puede hacer de su teología particular la teología universal de la Iglesia e imponerla a todo el mundo. Sospecho que este ha sido el caso de Benedicto XVI, primero como cardenal, nombrado Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex-Inquisición) y después como Papa. Tal hecho no goza de legitimidad y se transforma en fuente de condenaciones injustas. Efectivamente condenó a más de cien teólogos y teólogas por no encuadrarse en su lectura teológica de la Iglesia y del mundo.

Razones de salud y sentimiento de impotencia frente a la gravedad de la crisis en la Iglesia lo llevaron a renunciar. Pero no solo eso. El texto de su renuncia habla de la “disminución de vigor del cuerpo y del espíritu” y de “su incapacidad” para enfrentar las cuestiones que dificultaban el ejercicio de su misión. Detrás de estas palabras, estimo que se oculta la razón más profunda de su renuncia: la percepción del colapso de su teología y del fracaso del modelo de Iglesia que quiso implementar. Una monarquía absolutista no es tan absoluta hasta el punto de vencer la inercia de envejecidas estructuras curiales.

Las tesis centrales de su teología siempre fueron problemáticas para la comunidad teológica. Tres de ellas acabaron siendo refutadas por los hechos: el concepto de Iglesia como un «pequeño mundo reconciliado»; que la Ciudad de los Hombres sólo adquiere valor delante de Dios pasando por la mediación de la Ciudad de Dios, y el famoso «subsistit» que significa: sólo en la Iglesia católica subsiste la verdadera Iglesia de Cristo, todas las otras Iglesias no se pueden llamar Iglesias. Esta concepción estrecha de una inteligencia aguda pero rehén de sí misma, no tenía la suficiente fuerza intrínseca ni la adhesión necesaria para ser implementada. ¿Benedicto habría reconocido el colapso y coherentemente renunciado? Hay razones para esta hipótesis.

El Papa emérito tuvo en san Agustín a su maestro e inspirador, de hecho fue objeto de algunas conversaciones personales con él. De Agustín asumió la perspectiva de base, comenzando por su esdrújula teoría del pecado original (se transmite por el acto sexual de la procreación). Esto hace que toda la humanidad sea una «masa condenada». Pero dentro de ella, Dios por Cristo instauró una célula salvadora, representada por la Iglesia. Ella es «un pequeño mundo reconciliado» que tiene la representación (Vertretung) del resto de la humanidad perdida. No es necesario que tenga muchos miembros. Bastan pocos, siempre que sean puros y santos. Ratzinger incorporó esta visión. La completó con la siguiente reflexión: la Iglesia está constituida por Cristo y los doce apóstoles. Por eso es apostólica. Es solo este pequeño grupo. Excluye a los discípulos, a las mujeres y las masas que seguían a Jesús. Para él no cuentan. Son alcanzadas por la representación (Vertretung) que «el pequeño mundo reconciliado» asume. Este modelo eclesiológico no tiene en cuenta el vasto mundo globalizado. Quiso entonces hacer de Europa «el mundo reconciliado» para reconquistar la humanidad. Fracasó porque el proyecto no fue asumido por nadie y hasta fue puesto en ridículo.

La segunda tesis está tomada también de san Agustín y de su lectura de la historia: la confrontación entre la Ciudad de Dios y la Ciudad de los Hombres. En la Ciudad de Dios está la gracia y la salvación: ella es el único camino que conduce a la salvación. La Ciudad de los Hombres se construye por el esfuerzo humano. Pero, como ya está contaminado todo su humanismo y sus otros valores, no consiguen salvarse porque no han pasado por la mediación de la Ciudad de Dios (Iglesia). Por eso ella está plagada de relativismos. Consecuentemente el cardenal Ratzinger condena duramente la teología de la liberación, porque ésta buscaba la liberación por los mismos pobres, hechos sujetos autónomos de su historia. Pero como no se articula con la Ciudad de Dios y su célula, la Iglesia, es insuficiente y vana.

La tercera es una interpretación muy personal suya que da del Concilio Vaticano II cuando habla de la Iglesia de Cristo. La primera redacción conciliar decía que la Iglesia católica es la Iglesia de Cristo. Las discusiones buscando el ecumenismo, substituyeron es por subsiste para dar lugar a que otras Iglesias cristianas, a su modo, realizasen también la Iglesia de Cristo. Esta interpretación sustentada en mi tesis doctoral mereció una explícita condena del cardenal Ratzinger en su famoso documento Dominus Jesus(2000), donde afirma que subsiste viene de «subsistencia» que sólo puede ser una y se da en la Iglesia católica. Las demás «iglesias» poseen «solamente» elementos eclesiales. Este «solamente» es un añadido arbitrario que hace al texto oficial del Concilio. Tanto algunos notables teólogos como yo mismo mostramos que este sentido esencialista no existe en latín. El sentido es siempre concreto: «conseguir cuerpo», «realizarse objetivamente». Este era el «sensus Patrum» el sentido de los Padres conciliares.

Estas tres tesis centrales han sido refutadas por los hechos: dentro del «pequeño mundo reconciliado» hay demasiados pedófilos hasta entre los cardenales, y ladrones de dineros del Banco Vaticano. La segunda, que la Ciudad de los Hombres no tiene densidad salvadora delante de Dios, se construye sobre un error al restringir la acción de la Ciudad de Dios solamente al campo de la Iglesia. Dentro de la Ciudad de los Hombres se encuentra también la Ciudad de Dios, no bajo forma de conciencia religiosa sino bajo forma de ética y de valores humanitarios. El Concilio Vaticano II garantizó la autonomía de las realidades terrestres (otro nombre para secularización) que tiene valor independientemente de la Iglesia. Cuentan para Dios. La Ciudad de Dios (Iglesia) se realiza por la fe explícita, por la celebración y por los sacramentos. La Ciudad de los Hombres, por la ética y por la política.

La tercera, que solamente la Iglesia Católica es la única y exclusiva Iglesia de Cristo y, todavía más, que fuera de ella no hay salvación, tesis medieval resucitada por el cardenal Ratzinger, fue simplemente ignorada como ofensiva a las demás Iglesias. En vez de «fuera de la Iglesia no hay salvación», se introdujo en el discurso de los papas y de los teólogos «la oferta universal de salvación a todos los seres humanos y al mundo».

Alimento la seria sospecha de que tal fracaso y colapso de su edificio teológico, le quitó “el necesario vigor del cuerpo y del espíritu” hasta el punto de, como confiesa, de “sentirse incapaz de ejercer su ministerio”. Cautivo de su propia teología, no le quedó otra alternativa sino honestamente renunciar.








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CONTRA EL OLVIDO DEL ESPÍRITU SANTO por Leonardo Boff


"...Pero Él está volviendo".


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Contra el olvido del Espíritu Santo

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08-03-2013

En el artículo anterior nos esforzábamos por rescatar la dimensión del “espíritu” muy ahogado en la cultura materialista y consumista de la modernidad. Ahora queremos rescatar la figura del Espíritu Santo, siempre al margen u olvidada en la Iglesia latina. Como es una Iglesia de poder, convive mal con el carisma, propio del Espíritu Santo. Él es la fantasía de Dios y el motor del cambio, todo lo que la vieja institución jerárquica no desea. Pero Él está volviendo.

El Concilio Vaticano II afirma enfáticamente: «El Espíritu de Dios dirige el curso de la historia con admirable providencia, renueva la faz de la Tierra y está presente en la evolución» (Gaudium et Spes, 26/281). El Espíritu está siempre en acción. Pero aparece con mayor intensidad cuando se producen rupturas instauradoras de lo nuevo. Cuatro rupturas, cercanas a nosotros, merecen ser mencionadas: la realización del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965), la Conferencia Episcopal de obispos latinoamericanos en Medellín (1969), el surgimiento de la Iglesia de la Liberación, y la Renovación Carismática Católica.

Por el Vaticano II (1962-1965), la Iglesia acompasó su paso con el del mundo moderno y sus libertades. Especialmente estableció un diálogo con la tecnociencia, con el mundo del trabajo, con la secularización, con el ecumenismo, con otras religiones y con los derechos humanos fundamentales. El Espíritu rejuveneció con aire nuevo el crepuscular edificio de la Iglesia.

En Medellín (1968) se puso a caminar con el submundo de la pobreza y de la miseria que caracterizaba y sigue caracterizando al continente latinoamericano. En la fuerza del Espíritu Santo, los pastores latinoamericanos hicieron una opción por los pobres y contra la pobreza y decidieron llevar a cabo una práctica pastoral que fuese de liberación integral: liberación no sólo de nuestros pecados personales y colectivos, sino liberación del pecado de opresión, del empobrecimiento de las masas, de la discriminación de los pueblos indígenas, del desprecio por los afrodescendientes y del pecado de la dominación patriarcal de los hombres sobre las mujeres desde el Neolítico.

De esta práctica nació la Iglesia de la liberación. Ella muestra su cara en la apropiación de la lectura de la Biblia por el pueblo, en la nueva forma de ser Iglesia de las comunidades eclesiales de base, en las diferentes pastorales sociales (de los indígenas, los afrodescendientes, de la tierra, la salud, los niños y otras) y en su reflexión correspondiente que es la Teología de la Liberación.

Esta Iglesia de la liberación creó cristianos comprometidos políticamente del lado de los oprimidos y en contra de las dictaduras militares, que sufrieron persecuciones, encarcelamientos, torturas y asesinatos. Es posiblemente una de las pocas Iglesias que puede contar con tantos mártires, como la hermana Dorothy Stang e incluso obispos como Angelleli en Argentina y Oscar Arnulfo Romero en El Salvador.

La cuarta irrupción fue el surgimiento de la Renovación Carismática Católica en Estados Unidos desde 1967 y en América Latina desde los años 70 del siglo XX. Ella trajo de vuelta la centralidad de la oración, la espiritualidad, la vivencia de los carismas del Espíritu. Se crearon comunidades de oración, de cultivo de los dones del Espíritu Santo y de asistencia a los pobres y enfermos. Esta renovación ayudó a superar la rigidez de la organización eclesial, la frialdad de las doctrinas y rompió el monopolio de la Palabra, en poder del clero, abriendo espacio a la libre expresión de los creyentes.

Estos cuatro eventos sólo se evalúan bien teológicamente cuando se ponen bajo la óptica del Espíritu Santo. Él irrumpe siempre en la historia y de forma innovadora en la Iglesia, que entonces se hace generadora de esperanza y de alegría de vivir la fe.

Hoy en día vivimos en la, tal vez, mayor crisis de la historia humana. Es su mayor crisis, porque puede ser terminal. En efecto, nos hemos dado los instrumentos de auto-destrucción. Hemos construido una máquina de muerte que puede matarnos a todos y liquidar toda nuestra civilización tan costosamente construida a lo largo de miles y miles de años de trabajo creativo. Y con nosotros podrá morir gran parte de la biodiversidad. Si esta tragedia ocurre, la Tierra continuará su camino, cubierta de cadáveres, devastada y empobrecida, pero sin nosotros.

Por esta razón, decimos que nuestra tecnología de muerte ha abierto una nueva era geológica: el Antropoceno. Es decir, el ser humano se está mostrando como el gran meteorito rasante amenazador de la vida. Él puede preferir autodestruirse a sí mismo y dañar perversamente a la Tierra viva, Gaia, a cambiar su estilo de vida y su relación con la naturaleza y con la Madre Tierra. Como una vez en Palestina los judíos prefirieron Barrabás a Jesús, los enemigos actuales de la vida pueden preferir Herodes a los niños inocentes. Se mostrará en realidad como el Satanás de la Tierra en lugar de ser el ángel guardián de la creación.

En ese momento invocamos, suplicamos y gritamos la oración litúrgica de la fiesta de Pentecostés: Veni, Sancte Spiritus et emite coelitus, Lucis tuae radio: «Ven Espíritu Santo y envía del cielo un rayo de tu luz».

Sin la vuelta del Espíritu, corremos el riesgo de que la crisis deje de ser una oportunidad de acrisolamiento y degenere en una tragedia sin retorno. En las comunidades eclesiales se canta: «Ven Espíritu Santo y renueva la faz de la Tierra».








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viernes, 1 de marzo de 2013

DESPEDIDO POR EL OBISPO








UN SACERDOTE ECHADO POR FIRMAR UN DOCUMENTO CRITICO

Despedido por el obispo



El domingo, Roberto Murall, quien trabajó junto a los campesinos de Santiago del Estero, celebrará su última misa. El obispo Francisco Polti dio por terminado su “contrato de servicios”.


El domingo próximo oficiará su última misa en Santiago del Estero el sacerdote Roberto Murall, separado de esa diócesis por el obispo Francisco Polti. Según el grupo Curas en la Opción por los Pobres (OPP), al que pertenece Murall, la medida del obispo responde al hecho de que el sacerdote firmó un documento en el que, en noviembre pasado, OPP cuestionaba al Episcopado por “no haber pedido perdón” respecto de la vinculación de la Iglesia con la última dictadura militar. “El obispo miente”, sostuvo ayer el cura Eduardo de la Serna, coordinador de OPP, ya que Polti, formalmente, presentó la salida de Murall como la finalización de un “contrato de servicios” entre diócesis. El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase) manifestó su apoyo al cura desplazado: Murall era uno de los sacerdotes que participan en las “mesas zonales”, herramienta de organización de las comunidades en la lucha por sus derechos, y un vocero de la organización campesina sostuvo que el desplazamiento del cura “es para nosotros un golpe bajo” y que expulsarlo de la zona “es como sacar un obrero del surco”.


“El obispo es un cobarde”, sostuvo ayer el cura Eduardo de la Serna, de OPP: “Yo le dije al obispo que fuera hombre, que se atreviera a decir que está de acuerdo con la dictadura, pero miente al decir que simplemente se terminó el contrato cuando, en privado, le dijo a Murall algo bien distinto”, explicó. En noviembre pasado, OPP había hecho pública una carta que cuestionaba el documento emitido por el Episcopado argentino el 9 de ese mes; los obispos habían prometido una vez más revisar la actuación de la Iglesia durante la dictadura, pero sin asumir ninguna iniciativa concreta en ese sentido. Luego de que apareciera su firma en la carta de OPP el obispo Polti lo citó.


“Tu carta genera división en la Iglesia. Y nosotros hemos recibido una verdad intocable que no debemos abrir”, habría dicho Polti. “¿No cree usted que lo que genera real división en la Iglesia es que algunos obispos hayan escondido delitos como la tortura y el robo de bebés e incluso le den la comunión actualmente a un genocida que no se arrepiente?”, habría contestado Murall. El diálogo fue transcripto en una carta que Murall dirigió a sus pares de Santiago del Estero.


Polti optó por no renovar el contrato anual de Murall. Este, procedente de la diócesis de San Isidro, venía desempeñándose en la de Santiago del Estero desde hacía 14 años, mediante “contratos de servicio” que se renovaban anualmente. “Ni siquiera en empresas del más rancio capitalismo se da por terminado el contrato de un trabajador sin un preaviso y con tres días de anticipación”, exclama la nota que enviaron a Polti más de mil firmantes, encabezados por los sacerdotes Marcelo Ciaramella, Juan Carlos Baigorri y Eduardo de la Serna, con adhesión de 39 instituciones de todo el país.


También unos cincuenta campesinos de Pozo Hondo, donde ha venido desempeñándose Murall, viajaron más de cien kilómetros hasta el obispado santiagueño para pedir que el cura continuara; Polti les contestó que ya estaba decidido y les regaló un rosario bendecido por el Papa.


El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase) también se manifestó en repudio del desplazamiento de Murall. Roger Almaraz, vocero del Mocase, destacó a este diario que “Murall siempre estuvo en las comunidades campesinas. Trabajó no sólo en el orden espiritual, sino en la dimensión social. Acompañó a las familias que tienen conflictos con la tierra y, en este sentido, su partida nos hace sentir muy desprotegidos: para nosotros es como sacar un obrero del surco. En la última parroquia, estuvo organizando la mesa zonal de tierras, donde se congregan las familias para discutir sus problemas y armar estrategias de organización”.


“Las mesas zonales –continuó el vocero del Mocase– habían sido impulsadas por el anterior obispo, Juan Carlos Maccarone, y se han diseminado en todo el territorio campesino. Se reúnen en las iglesias y capillas, organizadas por curas y dirigentes comunitarios: abordan principalmente la problemática de la tierra, temas de salud y educación, formas de gestionar ante el Estado ambulancias o mejoramiento de caminos; juntan dinero para pagarle al abogado cuando una comunidad enfrenta un litigio; alertan al Estado cuando aparece una topadora a desmontar sin permiso de la Dirección de Bosques. En esas actividades vino participando el cura Murall y, por eso, para nosotros, que lo saquen es un golpe bajo.”


Según el relato de Murall sobre la entrevista con el obispo Polti, éste “destacó mi presencia en el acompañamiento de los campesinos, pero ‘tendrías que dejar un poco de las cosas civiles de ellos y preocuparte por que comulguen y se confiesen”.


En la tarde de ayer, este diario intentó en vano comunicarse con el obispo Polti.




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