viernes, 21 de septiembre de 2012

¿VES A ESTA MUJER? Lucas 7,36-50





Evangelio:

En aquel tiempo un fariseo le rogó a Jesús que comiera con él, y, entrando Jesús en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora. Jesús le respondió: Simón, tengo algo que decirte. Él dijo: Di, maestro. Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más? Respondió Simón: Supongo que aquel a quien perdonó más. Él le dijo: Has juzgado bien, y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra. Y le dijo a ella: Tus pecados quedan perdonados. Los comensales empezaron a decirse para sí: ¿Quién es éste que hasta perdona los pecados? Pero Él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado. Vete en paz.

Lucas 7,36-50. 



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Una mujer anónima, una mujer considerada marginal, prostituida, indeseable para la sociedad, irrumpe en la cena que Jesús ha aceptado con un fariseo, y mojando con sus lagrimas los pies del Señor, los seca con sus cabellos, los besa y los unge con perfume. ¿Ves a esta mujer? pregunta Jesús... La vemos

Desde tiempos inmemoriales ha sido excluida, dejada a un lado como una cosa insignificante, ha sido explotada bajo todas las formas posibles y conocidas... El la vio, la aceptó y la integró con su amor y su misericordia. Aquella mujer sin un nombre dado (porque ella es en este evangelio todas las mujeres), ha sido vista y  valorizada como persona antes que nada o por encima de todo. Ella ha sabido amar mucho y amando de esa manera se ha dignificado también, se ha sabido valorar a sí misma, se ha reconocido por encima del peso que su vida tenía y sabiendo que Jesús estaba en ese lugar, ha corrido a su encuentro para demostrarle lo inmensamente feliz que estaba por haber sido amada, recibida y acogida de verdad, sin prejuicios, sin especulaciones, sin vacilaciones, amada totalmente como era, así y de tal modo que también ha sentido el perdón, la reconciliación con la Vida misma. El fariseo, apegado a una fe hueca y "tan perfecto", solo ve a la mujer prostituida, a la mujer pública y cree en su "sabiduría" que solo él puede reconocerla y saber quién es únicamente por su condición social establecida... Discrimina a los dos, descree y sentencia:"Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora." Así habla su conciencia y su corazón en su "lógica" elitista de "salvación". No ve a la mujer que Jesús sí vio. La que necesitaba que la identificaran más desde su necesidad de comprensión que por su nombre, la que perfumó a Aquel que le ha llevado la alegría de su Reino (que esencialmente es El), que la ha hecho participar en el por su fe, que ha compartido con ella su Gracia que libera. Ella lo ha visto a El, se han visto los dos; El, el rabi, el Maestro y el Profeta de Nazareth que vive la palabra hasta el extremo, considerado subversivo por los poderosos. Ellala pecadora, la despreciada, "la sucia", la maldecida, "la inmunda", "la de todos", "la pública", la meretriz, esa misma mujer con todas estas cargas y estigmatizada, ha reconocido a Jesús como el Señor... Por eso y solo por eso, su fe la ha salvado.

Este Evangelio, nos está cuestionando ahora también: ¿Ves a esta mujer? 




Raúl Olivares.-
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